lunes, 18 de junio de 2012

Aprender a renunciar, aprender a ser feliz

Saben que el relato de Bartimeo (Marcos 10,42-56) me gusta mucho. De hecho lo he comentado aquí en varias oportunidades; pero quiero volver a compartir con ustedes un dato que me parece iluminador para este día: el ciego Bartimeo arroja su manto y da un salto y llega donde Jesús (50). Es un acto de renuncia y de liberación; pero a la vez de fe en Jesús, el Señor. El manto tiene un significado muy importante en el contexto bíblico: “Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo devolverás a la puesta del sol. Porque eso es su única cubierta; eso es su vestido para cubrir su cuerpo. ¿Con qué más ha de dormir? Cuando él clame a mí, yo le oiré; porque soy misericordioso. (Éxodo22, 25-26). Este hombre, ante la invitación de Jesús, deja todo lo que es valioso para él, sin embargo es aquello que, a la vez, le impide encontrarse con el Señor. Revisa su vida y se da cuenta de qué es lo que obstaculiza su encuentro con el Señor y se libera de eso. Creo que eso es lo que muchos tenemos que hacer para que el Señor sea el dueño de nuestra vida: aprender a renunciar y “a dejar ir”. Ese es uno de los caminos que conduce a la madurez y al verdadero encuentro con Cristo Jesús. Imagino a más de uno de los que me lee en este momento, diciendo que no es posible renunciar, que eso va en contra de la dinámica de la vida que exige siempre atesorar, codiciar; pero estoy seguro de que sólo quien pueda ser libre frente a todas las cosas podrá abrir el corazón de tal manera que Dios acontezca en su corazón con una acción liberadora y realizadora. Muchas veces somos incapaces de dejar aquello que nos está dañando y que nos impide ver la realidad desde el corazón de Dios. Y no lo dejamos por miedo, pues creemos que sin esa realidad o sin esa persona, no vamos a poder ser felices. Estamos tan acostumbrados a ello que no entendemos la vida sin eso. Se necesita libertad y decisión. Cuántos de los que me leen están sufriendo por una persona que les dijo que la relación había terminado, o porque perdieron “algo” que consideraban muy importante. A ellos debo decirles que es necesario tratar de comprender por qué se dan estas experiencias y abrirse a las nuevas posibilidades que la vida les trae. No podemos vivir esclavizados a lo que ya no es nuestro o simplemente nos está dañando. Hay que abrir la mente y ser capaces de mirar con esperanza la renuncia que estamos viviendo. Toda renuncia nos da siempre nuevas experiencias y posibilidades de realizarnos. Eso fue lo que hizo Bartimeo, no lloró por dejar el manto; sino que se abrió a la bendición que se hacía presente en Jesús. Eso lo sanó y lo hizo vivir de una manera nueva. Esa actitud le transformó la vida. Lo hizo pasar de ciego, mendigo y de ver pasar la vida sin caminar; a ser alguien que ve, que es dueño de sus decisiones y se vale por sí mismo siendo capaz de construir camino “tras de Jesús”. Esa es la fe, ser capaz de dejarlo todo para entregar el corazón a Dios. ¿Cuáles son las renuncias que tendrías que hacer tú? ¿Estás aceptando con inteligencia y sabiduría las pérdidas que has tenido en tu vida?

martes, 12 de junio de 2012

Humanas Relaciones

Las relaciones humanas son complejas, de eso estoy seguro. Y digo no son fáciles, tan fáciles como algunos creen; así como tampoco son imposibles de ser bien llevadas como creen otros. Hay que encontrar el justo equilibrio que las hace saludables, placenteras, deseables. Lo que puede ser algo delicioso y sano, algunas veces termina siendo una especie de infierno, tormentoso y horrible. Construimos relaciones complicadas cuando no queremos entendernos; cuando no buscamos comprender al otro, sino que el otro me comprenda a mí; que busque lo que yo busco y quiera lo que yo quiero, que le guste lo que me gusta y haga lo que creo que debe hacer. Cuando el otro no hace eso, no quiere ser títere de mi voluntad, entonces se complica todo. Y la libertad del otro se vuelve una desgracia; tanto que la descubro como un problema. Y la solución del problema, la más fácil, la que espero, es precisamente, que el otro haga eso que creo que debe hacer. Que me complazca. Y ahí se vuelve más problema el problema. Porque el otro está en todo su derecho de no hacer lo que yo quiero que haga. Es más, esto se vuelve más problema porque el otro tendrá la pretensión de que yo haga lo que él quiere. También de aquel lado me piden que sea lo que no soy Debemos buscar el equilibro, saber que los seres humanos no existimos para ser el ideal de nadie, que no tenemos que ser como otros quieren, ni otros serán lo que queramos. Las relaciones sanas se construyen a partir del reconocimiento de la ‘otredad’, de la inigualable singularidad del resto de las personas, que es tan válida y tan importante como mi propia singularidad, como mi originalidad es válida y pido respeto para ella, pues de igual forma tengo que procurar valorar y darle importancia a la de los otros. Cuando dejo de pretender que me complazcan, cuando espero que los otros sean como son y los acepto, entonces tengo menos problemas con ellos. Porque ya no estarán predispuestos a pelear contra quien consideran un invasor de su personalidad o un contricante que busca derrotarlos en la lucha por ser ellos. Si quieres mejorar tus relaciones, mejora tu percepción de los otros; especialmente mejora tu tendencia a imponer lo que crees que deben ser o hacer, vivir o sentir. Déjalos ser libres como esperas ser libre y verás la diferencia que hay entre la relación tormentosa que tienes ahora y la que podrás tener con ellos. Siempre vas a necesitar relacionarte con alguien, siempre tendrás que estar en sociedad, porque los seres humanos tenemos que vivir con otros, los necesitamos, entonces qué mejor forma que encontrar en el respeto y la valoración, una convivencia más sana, más incluyente, más amable. Seguro que también los demás responderán de la misma forma, aunque se tome su tiempo. Seguro que gradualmente verás los frutos de tu cambio de mentalidad; verás que puedes encontrar resistencias al principio, que otros crean que lo que haces es sospechoso, pero se convencerán cuando vean que no es flor de un día, sino una nueva forma de pensar y de actuar con respecto a ellos.

domingo, 3 de junio de 2012

Lo realmente importante

En la vida, no todo tiene la misma importancia. No es lo mismo una pelea de barrio, que una guerra mundial; no es lo mismo ganarse una rifa de un televisor, que una lotería de miles de millones de pesos. Así entonces, en la vida hay gente que es importante para nosotros y otra que no. No es que esté despreciando a nadie, aclaro, sino que quiero que entendamos que no todos tenemos la misma influencia en los otros, como así los otros no pueden tener la misma influencia en nosotros. Digo esto, porque veo que más de uno deja que su paz se pierda por cualquier cosa. Tengo un amigo que especialista en pelear y perder la paz cuando conduce; se la pasa insultándose y gritándose con cualquiera en la calle. Después termina amargado, protestando todo, tratando de cambiar el mundo a las patadas. Yo, en cambio, estoy convencido de que no debemos engancharnos en todas las disputas que la gente nos proponga. Tenemos que saber escoger el momento y las respuestas. Para ello hay que tener mucha capacidad de análisis y de conocimiento personal. Tenemos que tener control de nuestras emociones y sobre todo ubicar a cada persona en su lugar. A veces nos dejamos ofender por personas que realmente no tienen nada que ver con nosotros y que debiéramos mirar con cierta indiferencia. Insisto, no se trata de despreciar a nadie pero si tener presente que hay niveles de relación y que no todos están en el mismo lugar. Ahora, es importante tener claro que la mejor manera de responder a chismes o a comentarios es vivir honesta y rectamente. La vida es la mejor respuesta a muchos comentarios que cualquiera pueda hacer. Nosotros nos encargamos de hacer creíbles o inverosímiles las cosas que puedan llegar a decir acerca de quiénes somos y qué hacemos. Otra realidad es que no podemos vencer el mal con mal, cuando consideremos que alguien está usando métodos “bajos” tenemos que tener claridad que no los debemos usar nosotros, hay que cuidarnos de terminar siendo iguales a quienes criticamos por criticarnos. Sé que puedes estar pasando por una dificultad en tu vida. Puede que ahora lleguen los días difíciles, que no pasen las tormentas, que pareciera que la vida se confabula en tu contra. Sé que puedes estar amargado porque no salen las cosas como quisieras. Sé que puedes estar dolido porque alguien hizo algo que no esperabas, te sentiste herido, defraudado. Es posible que pases por una situación de enfermedad que está perturbando tu vida; sientes que te asfixias, que ya no puedes más, que es demasiado doloroso. O tal vez pasas por esas situaciones de ruptura, porque alguien que amabas ya no está, ya no forma parte de tu vida y debes adaptarte a una nueva normalidad que no deseas, que no quisieras vivir. Pues bien, en medio de esas situaciones humanas de las que está llena la vida, debes levantarte. Y reconocer que estas situaciones límite, que te estrellan contra la debilidad de tu vida y que generan dolor; también te muestran que hay algo más importante –de lo que no puedes olvidarte y pasar de largo- y es que tienes vida. Mientras vivas tendrás problemas, nadarás contra corriente, tendrás que asumir dolorosas circunstancias. Pero lo fundamental es la vida; y en esta vida la esperanza de que mañana tendrás una oportunidad diferente para construir esa realidad vital en la que quisieras estar. Pero mientras tanto, pon todo en orden y llénate de fuerza, de aguante y de una robusta esperanza.