jueves, 30 de diciembre de 2010

“ABIERTOS AL AMOR…”

“Jesús volvió a Galilea lleno del poder del Espíritu Santo, y se habla de él por toda la tierra de alrededor. Enseñaba en la sinagoga de cada lugar, y todos lo alababan” (Lucas 4,14). Me encanta el evangelio de Lucas. Me encanta el Jesús que se nos comparte en esas páginas del evangelio: un hombre que se deja conducir por el Espíritu Santo y vive abierto a su acción. Todo lo hace en el Espíritu. Es el Amor perfecto el que lo impulsa a vivir y a hacer presente al Padre en la vida de todos los hombres.

Me emociona pensar en un Jesús que tiene poder. No en un poder parecido al de Superman o de alguno de los héroes de las tiras cómicas, sino el poder del amor que transforma, sana, libera, perdona y renueva. Ese es el poder de Jesús, el hombre del Espíritu. Y es ese poder al que nosotros debemos dejar entrar en nuestra vida.

Hoy quiero pedirte a ti que lees esta columna semanal que te dispongas a ese amor y que le pidas que renueve todo tu ser, que renueve tu mente para que ya no haya pensamientos negativos que destruyen y te incapacitan para crecer en el amor y tener esperanza; que renueve tus palabras para que ellas tengan la capacidad de tender puentes, de expresar sentimientos de unidad y no sean nunca “golpes” que destruyen a aquel que está con nosotros; que renueve tu corazón para que se vayan el odio, el resentimiento, la envidia y todos aquellos sentimientos que nos hacen enemigos de nuestros propios hermanos.

Ábrete a ese Amor poderoso y dile que así como condujo a Jesús por las calles de Palestina lo haga hoy contigo. Te aseguro que con la fuerza del Espíritu en tu ser todo será más fácil, porque no te volverás a sentir sólo ni abandonado sino que sabrás que Dios está contigo bendiciéndote y dándote lo mejor. Es el momento para cerrar los ojos y hablar con el Padre y pedirle que te envíe el Espíritu defensor, nuestro abogado. No tendrás que andar suplicándole a otro que te valore, que te ame, que te quiera, sino que sabrás que eres valioso y podrás seguir adelante.

En una sociedad tan “inhumana” como la nuestra, -y digo esto porque no merecen otras palabras todas las locuras contra el ser humano que nosotros nos inventamos bajo cualquier excusa. Me duelen las violaciones de menores, las muertes de inocentes, la corrupción que hace que las inundaciones cada año por este tiempo sean la gran noticia, los desplazados, las madres llorando a sus hijos muertos, los “falsos positivos”, los huérfanos llorando a sus padres idos. Eso me duele. Y sé que eso no cambia si tú y yo no nos abrimos al amor de Dios. Es decir, la única posibilidad de que esto cambie es que a nosotros, como a Jesús, nos guíe y nos lleve el Espíritu Santo, el amor perfecto de Dios.

Por eso hoy otra vez te invito a abrir el corazón. No me canso de gritarlo y de predicarlo: Sólo el Amor de Dios puede ayudarnos a ser cada vez mejores seres humanos. Si seguimos viviendo tras del poder y haciendo de la envidia y del egoísmo los valores más importantes les aseguro que no tenemos futuro. Te invito a aceptar a Jesús en tu corazón como el Señor de tu vida y a abrir el corazón para que tu vida sea nueva.

Dile en este momento a Dios: “Señor lléname de tu Santo Espíritu, permíteme tomar conciencia de su presencia en mi vida y dejar que el me conduzca y me lleve hacia Ti. Si, Señor, quiero hoy poder experimentar la paz y la fuerza, el coraje y la ternura, la tenacidad y la prontitud, que tu Espíritu le da a todos aquellos que se dejan llenar por él”. ¡Animo! Hoy es tu día para ser feliz.

viernes, 26 de noviembre de 2010

Lo importante es Amarlo

Me preocupa cuando algunos le hacen creer a las personas que si no son sanadas es porque no tienen fe o cuando otros siguen haciendo enfásis en la relación pecado enfermedad, esto es, si estás enfermo es porque tienes un pecado. Ambas posiciones no se comparecen del Dios que nos ha revelado Jesus en el Nuevo Testamento.

Tenemos que tener claro que los milagros son signos de la presencia del Reino. No son necesariamente demostraciones de fe ni garantizadores de una buena relación con Dios. Es más tengo que decir que los milagros no siempre producen fe. Si fuera así, todos se hubiera convertidos con la predicación y los milagros de Jesús. Mucha gente va a las "sesiones de milagros" a ver un espectáculo y vuelve igual a su casa. Eso si con su curiosidad satisfecha. La espiritualidad fundada en los milagros garantiza que mucha gente va a ir a ver y a estar pero no garantiza que sean muchos los corazones que se abra para iniciar un proceso de vida comprometido con el Señor.

También hay que decir que la no aparición de milagros no garantiza fe. Esto es, creo que las dificultades, los problemas, las enfermedades tienen su sentido en nuestra existencia y no siempre la acción de Dios tiene que ser quitarlas. Jesús le pide en Gatsemaní una acción poderosa a su Padre que quite el Caliz que ha de tomar, pero no oliga a su Padre a que lo haga, le dice que se Haga tu Voluntad. Igual tenemos que hacer nosotros orar por sanación pero sabiendo siempre que se hace la Voluntad de Dios y no la nuestra. Dios no está obligado a hacer lo que a nosotros se nos ocurra, que tal Dios prisionero de nuestros caprichos.

Lo importante no es si hay o no hay milagros en nuestra vida. Lo importante es que Jesús esté en nuestro corazón, que El sea el Dueño de nuestra vida y que sea el rey de nuestra existencia. Lo importante es entender es que el es el Cordero degollado puesto de pie que puede abrir el libro sellado (Apocalipsis 5,1-10) esto es, que sabiendo que El es el que da sentido a la vida, que El es la fuente de la felicidad y es el Señor nuestro.

Te invito a buscarlo a El no a los milagros. Te invito a amarlo con todas tus fuerzas y todo tu corazón para que El sea quien gobierne toda tu existencia. No dejes que la espiritualidad de Hollywood se aparque en tu corazón. Tú tienes que amarlo y vivir para El.

Te bendigo y te deseo lo mejor. Son muy importantes sus comentarios porque podemos interactuar. Animo.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Limitados pero no incapacitados

Me encanta “Bartimeo” y el proceso de sanación que se da en su vida, a partir del encuentro con Jesús de Nazareth (Marcos 10,46-52). Él un ciego, mendigo y achantado a la orilla del camino, escucha que viene Jesús y solicita misericordia. La obtiene por la constante disposición de Jesús de ayudar al necesitado. Muchas veces he comentado este relato con ustedes; pero hoy quiero centrarme en algo que me parece fundamental, tanto para la comprensión del relato, como para nuestra propia vida:

Bartimeo es ciego; pero su ceguera no le impide saber que Jesús está pasando por su vida. El tener una “incapacidad” no le incapacita para encontrarse con el Señor y dejar que lo sane. Es ciego pero no sordo. Tiene una limitación, pero también otras virtudes y posibilidades que son los propulsores de su proyecto de vida. Es alguien capaz de superar su limitación. No se queda en ella, sino que busca superarla. Sabe que esa es una buena oportunidad para “realizarse” y no va a dejarla escapar, está decidido y seguro de que nada se lo impedirá, ni sus propias deficiencias. Estoy pensando en aquellas personas que tienen una limitación y han dejado de luchar, de tratar de realizar sus sueños convirtiéndose en auténticas “víctimas” de su propia decisión. Pienso en aquellos que todavía viven atados a experiencias del ayer que los dañaron pero que ya no están y deben ser superadas; o en aquellos que se han dejado enfermar tanto que están convencidos de que no pueden salir adelante y han de resignarse a estar así.

No podemos volver el mendigar la manera de vivir. No hemos nacidos para ser esclavos, ni para estar tirados en el piso mendigando. Somos seres creados para vivir a Imagen y Semejanza de Dios. Creados para ser libres y dueños de nuestro destino. Creados para no dejarnos amilanar por las dificultades que se encuentran. No por ciego hay que ser mendigo. La misericordia que encuentra Bartimeo en Jesús es la de volverlo consciente de que puede hacer camino, que se debe levantar y salir a luchar, que no hay que resignarse a pedir limosna a la vera del camino sino que puede abrir su corazón, recibir el amor de Dios y ser sano mientras hace camino tras del Maestro.

Qué tristeza cuando me encuentro con hermanos que han vuelto su “incapacidad” la mejor de las excusas para no luchar más y hacerse auténticos parásitos de la vida. A veces la religión ayuda a que muchos se escondan tras de sus límites para no superarse; no faltan los predicadores que vuelven dependientes a sus “ovejas” –palabra que no me gusta porque tiene un sentido muy pasivo para el mundo de hoy- y no les invitan a ir más allá de sus límites para encontrarle sentido a sus vidas.

Sin duda éste ir más allá, es ir donde Jesús, que desde siempre, con su amor, nos está retando a dar lo mejor de nosotros. Su misericordia se expresa en un impulso para conquistar lo que deseamos. Sé que para muchos lo mejor es tener un ídolo en torno al cual arrodillarse o al que entregarle todo lo que se gana, esperando que él resuelva todo; pero esa no es la experiencia de Dios que Jesús nos ha revelado, la que nos invita a valernos por nosotros mismos, a preguntarnos, a buscar respuestas y, sobre todo, a no dejar que los límites de nuestra condición nos cercenen oportunidades.

Estoy seguro de que el primer paso es reconocer que se tiene una limitación; pero, al mismo tiempo, poder captar que esa limitación no tiene por qué quitarnos el sentido de la vida y obligarnos a ser “seres de segunda” que nada pueden hacer. Todos tenemos que trascender los límites de nuestras propias incapacidades y abrirnos a la oportunidad que nos da la vida. Es fácil creerse derrotado y recoger las banderas porque todo está perdido. Pero eso no es lo que quiere Dios de nosotros, ni lo que nos conviene hacer. Nosotros estamos invitados a ser luchadores, guerreros, que no se dejan amilanar por sus propias incapacidades.

Estoy seguro de que la sanación de Bartimeo arranca en el mismo instante que es capaz de percibir que Jesús va pasando cerca. En el momento en el que decide pedir ayuda, no quedarse para siempre mendigando. Entonces comienza su proceso de sanación. El hombre se sana cuando decide hacerlo, cuando todas sus fuerzas están en función de ese objetivo. No es una cuestión mágica sino una experiencia existencial de toma de conciencia de quién se es y de todo lo que se puede hacer.

P. Alberto Linero Gómez, Eudista
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martes, 2 de noviembre de 2010

Fortaleza de tu corazón

No sé si han tenido la sensación, que he sentido frente algunos problemas, de que definitivamente mis fuerzas y capacidades son muy pequeñas para el volumen de dificultades que contiene esa situación. Son los momentos en los que nos decimos: “no voy a poder resolverlo, es demasiado fuerte y grande para mí”. Pablo de Tarso era consciente de esta sensación que experimentamos los seres humanos en situaciones límites y por eso cuando le escribe a la Comunidad de Corinto les dice: “Ustedes no han pasado por ninguna prueba que no sea humanamente soportable. Y pueden confiar en Dios que no los dejará sufrir pruebas más duras de lo que pueden soportar. Por el contrario cuando llegue la prueba, Dios les dará también la manera de salir de ella, para que puedan soportarla” (1Corintios 10,13). Estoy convencido de esta Palabra. Lo he experimentado en mi vida. Por muy duro que sea el problema siempre se sale adelante, vencedor. Quiero que nos detengamos en tres énfasis:

1. Entiendo la “prueba” como la dificultad que pone en jaque nuestra fe, el sentido de nuestra vida y aún nuestras capacidades. No se trata de pruebas puestas por Dios para saber si le amamos o no, eso es propio de seres inseguros que no confían en la declaración del otro. ¿Acaso Dios no conoce el corazón humano? Entonces no tiene que probarnos, pues sabe quiénes somos y qué pensamos de Él. Por eso el sentido más bien es de tentación. Hay problemas que nos tientan porque nos hacen creer que somos incapaces y pensar en que es mejor no vivir.

2. Las “pruebas son soportables. Es una declaración que si entendemos nos puede generar mucha paz. Ninguno de nuestros problemas es más grande que la fuerza y la capacidad que Dios nos ha dado. Por muy duro, difícil, complicado, que parezca la situación, podemos soportarla y vencerla. Eso es tener fe. Estar seguro que si Dios nos ama, no va a permitir que seamos tentados más allá de nuestra fuerza. ¿Entonces por qué caemos o por qué somos derrotados? La respuesta es: porque no creemos, ni en nuestras fuerzas, ni en el amor de Dios. Cuando dejas que la situación te desespere tanto hasta perder el control, es porque no confías en que estás capacitado para manejarla; pero aún peor, es porque se te ha olvidado que Dios te ama y no va a permitir que seas derrotado por una situación. Dios es fiel. Eso no podemos olvidarlo.

3. El verbo soportar, aguantar, que se usa en el lenguaje de la Biblia (La palabra griega hypomeno: de meno= permanecer en un lugar; aguantar, permanecer firme ante la oposición; perseverar, durar) nos indica mantenernos firmes frente a la oposición que se nos está haciendo. Se trata de perseverar. La hypomeno es una perseverancia cargada de coraje. A diferencia de la paciencia, tiene el significado activo de una resistencia enérgica, aunque no necesariamente exitosa, por ejemplo, al soportar los heridos el dolor, al aceptar con serenidad los golpes del destino, el heroísmo de cara al castigo corporal, o el firme rechazo del soborno. La verdadera hypomeno no es motivada desde el exterior, ya sea por la opinión pública o por la recompensa, sino desde el interior, por el amor a Jesucristo el Señor. En el Nuevo Testamento se presenta como un “don” del Espíritu Santo (Gálatas 5,23). Por eso debemos hacer cada vez más íntima e intensa la relación con Jesús, El Señor. En la medida que lo amas y te compenetras más con Él tendrás más capacidad de aguante y resistencia.

Estos tres énfasis deben ayudarnos a estar serenos frente a cada una de las dificultades y problemas que tenemos. Es allí donde la fe se tiene que notar. Es en esos momentos tienes que mostrar que eres uno de los que cree en la Resurrección del Señor, y que sabe que las promesas de Dios se cumplirán. No te puedes angustiar hasta el extremo de enfermarte o perder el control de todo. Muéstrate como alguien que sabe que saldrá adelante de todas las dificultades y tendrás la perseverancia suficiente para no caer.

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lunes, 18 de octubre de 2010

NI TANTO, NI POQUITO

Frente al debacle del imperio de la razón, se alzó una tendencia que exarcerbo el sentir como el criterio único para la realización del proyecto humano, se insistió que lo mas importante y determinante de la vida humana era el sentir. Dejarse llevar por las emociones seria, según este parecer, camino seguro a la felicidad. Es el imperio del sentir y del creer que con sentir bastaba para ser feliz.

Asegurar, también, que la vida demasiado matizada por las cuadriculas de los argumentos se mostraba aburrida y no garantizaba la felicidad; siendo sospechoso pensar mucho. Hoy tengo la certeza existencial de que la relación complementaria, cómplice y de resistencia entre la razón y las emociones es necesaria.

No se puede vivir la vida solo desde la razón (apolineamente) pues carecería de vitalidad y seria aburrida; asi como tampoco dar rienda suelta a una vida de emociones descontroladas (dionisiaca) porque esto equivaldría a la incertidumbre constante, al bamboleo de los estados de animo, a la inconstancia y, en algunos casos, al absurdo.

Insisto, la relación: razón - emoción, mente -corazón, es necesaria para una vida con sentido, con plenitud.

Según las circunstancias que enfrentamos, una prevalecerá sobre otra, lo que no supone su exclusión, ni su supresión. Es claro, que hay días en que debemos actuar sin dejarnos llevar por nuestras emociones; como cuando nos llevan a querer estar cerca de alguien que sabemos no conviene porque nos ha destruido anteriormente, porque se ha aprovechado, nos uso o nos danio. O en ese momento el que la ira nos impulsa a atentar contra quien nos ha ofendido, a pesar de que sabemos que no es conveniente, ni traerá consecuencias positivas. Tampoco podemos quedar bajo el gobierno de nuestras en esos días que no tenemos ningún deseo de. Ir a trabajar, sino que quisiéramos quedarnos tirados en la cana sin mover un dedo.

Y también es claro que, en algunas ocasiones, una mayor dosis de intuición nos permite discernir sabiamente. Hay situaciones en las que los argumentos no alcanzan para. Comprender la realidad. Y situaciones en las que el afecto no encuentra ningún asidero racional, sin embargo es sano y da sentido a la existencia. Se trata entonces de escoger con inteligencia cuando debe prevalecer una u otra. Saber tomar esta decisión, si que nos hará felices.

Muchos de los que me leen están perdiendo el sentido de sus existencias porque no han podido comprender que ese dolor por el que atraviesan es lo mejor que puede pasarles. Eso solo puede comprenderse si dejamos que la razón nos argumente su lógica. Como también es cierto que otros hermanos estan contenidos en viejos moldes argumentativos que no le permiten ver toda la realidad y gozarla como es posible.

P. Alberto Linero Gomez Eudista
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martes, 5 de octubre de 2010

Reflexiones para momentos difíciles

Hay momentos en nuestra vida en los que creemos que todo está perdido, nos duele el corazón, nos sentimos perdidos, sentimos que no valemos nada y que nadie puede ayudarnos, son experiencias en la que nuestra finitud se hace presente demasiado fuerte. Son momentos tristes y, normalmente, tenemos que enfrentarlos solos, pues como dice el poeta: “en momentos de mayor dificultad o de frustración la gran mayoría de los que están a nuestro alrededor se alejan y nos dejan solos”. Recuerdo aquí que el Jesús de Marcos lo sintió en la cruz: “Entonces todos sus discípulos lo abandonaron y huyeron” (Marcos 14,50) y también se sintió así de su Padre Dios al que le obedeció en todo: “Padre porque me has abandonado” (Marcos 16,34). El también vivió esos momentos terribles y devastadores que nos invitan a no seguir adelante.
Todos pasamos por esas situaciones y también, todos experimentamos la tentación de tirar todo a la basura y de decir ya no vale la pena seguir adelante. Son instantes de la vida en los que uno se pregunta para qué nació o para qué estar vivo; ideas de muerte pasan por nuestras mentes y se nos presentan como una oportunidad. Es obvio que la solución no es tirar todo a la basura y dejarse morir, eso no es solucionar un problema sino generar uno que no sabemos de qué dimensión es. Son los momentos en los que hay que animarse, fortalecerse, motivarse y estar dispuesto a que todo sea mejor. Hay que hacer algo, tenemos que seguir batallando.

He tenido muchos momentos de esos. Tengo que darle gracias a Dios que he podido salir delante de cada uno de ellos. Muchas veces las derrotas, las soledades, las frustraciones, etc., me han puesto en situaciones límites que me han producido angustias, depresiones y tristezas. Seguro que mi experiencia de Dios y los valores en los que he sido formado han sido fundamentales para salir adelante. Les comparto unas reflexiones al respecto, por lo menos es lo que hago cuando estoy en esas situaciones.

1. Hay que asumir la derrota, la frustración, el error, el resultado negativo. Esto es, hay que aceptar que estamos viviendo un momento duro y difícil. Negarlo es una manera de darle más poder para que nos acabe. Eso forma parte de la vida. Si hay que sufrirlo tendrás que hacerlo. Usar el mecanismo de defensa de la racionalización da algo de paz, pero no quita el problema; por ello, lo mejor es enfrentar la realidad tal cual es y vivir el momento con la total pasión. Embriagarse, drogarse y huir de la situación no es una buena solución, ya que no soluciona nada y sí nos aleja de la preparación necesaria para enfrentar la realidad.
2. Hay que tener claro que siempre hay una oportunidad y hay que aferrarse a ella trabajando duro por alcanzarla. Es muy seguro que en medio de la dificultad no se vea ninguna luz pero siempre la hay y la tenemos que alcanzar. Es decir, asumo mi dolor y mi tristeza, sé que todo está mal, pero estoy seguro de que se puede salir adelante. Esa es la mejor auto-motivación. Es como cuando mi sobrino está haciendo un rompecabezas y ante una pieza que no podemos ubicar siempre me dice, ¡tranquilo, tio, siempre cabe en algún lugar! Te juro que aunque no lo creamos siempre hay una solución.
3. Hay que seguir luchando. La única manera de alcanzar la salida es caminar hacia ella. Cuando peor nos sentimos es cuando más tenemos que trabajar y luchar con más fuerza. Nadie sale de un mal momento sentado y esperando que pase hay que estar en actitud de lucha y tratar de motivarnos en cada momento para encontrar la mejor salida.
4. Hay que mantenerse firme en los valores fundamentales que rigen la vida. Muchas veces esos son los momentos más tentadores para traicionar los valores y salir corriendo a vivir los que se muestran como una inmediata solución. Es el momento de ser fuertes y coherentes con lo que hemos pensado y hemos elegido como fuerzas que coordine nuestra vida.
5. Hay que aferrarse a Dios. Al Dios del amor. Sin fanatismos, sin rezos exagerados sin cultos con lógica comercial –de oro y me das aquello-. Tratando de encontrarlo como el que más nos ama y siempre quiere para nosotros lo mejor. Seguro que con el salimos adelante (Isaías 43,1-7)

Lo importante es entender y comprender que se puede salir adelante, que no todo está perdido y que siempre somos capaces de reír en el futuro de lo que en el presente nos ha hecho llorar.


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sábado, 25 de septiembre de 2010

Ten calma frente a la adversidad

Todos, en algún momento de la vida, tenemos frustraciones y situaciones que nos hacen infelices. No está bajo el halo de las decisiones que tomamos si tenemos dificultades o no. Las tendremos porque, en su gran mayoría, no dependerán de nosotros sino de la voluntad, los valores y las actitudes de los otros. Serán situaciones que nos harán llorar y estar tristes pero que debemos superar.
Es necesario estar preparados para aprovechar la frustración o la decepción en función de nuestro crecimiento personal. Esto es, comprender que estas situaciones existen para que seamos capaces de crecer y mejorar. No las podemos entender como experiencias totalmente destructivas, sino que tenemos que ser capaces de soportar el dolor que ella nos produce y buscar como nos ayudan a adelantarnos en nuestro propio proyecto de vida.
Para ello te propongo que reflexiones varias cosas: primero, hay que estar preparados para el error y la falla del otro, porque está hecho del mismo material que nosotros y así como nosotros somos proclives al error también los otros lo son. Segundo, hay que tener claro que todo tiene solución y que no podemos darnos por vencidos ante nada, y que todo somos capaces de soportarlo y de superarlo. Tercero, es importante preguntarse qué me aporta esa situación que estoy viviendo, qué me enseña, para el futuro cómo esta experiencia puede serme útil. Cuarto, no olvidar lo que nos ha enseñado Romanos 8,28 “Dios dispone todas las cosas para el bien de los que le aman”. Si tienes claro esto y puedes actuar con inteligencia y decisión, estoy seguro que aprenderás en la escuela del fracaso a ser feliz y a darte cuenta que todas las cosas nos ayudan si nos dejamos ayudar por ellas.
Por eso lo que tenemos que hacer ante las frustraciones es vivirlas con total intensidad de manera que cumplan su función de hacernos cada vez mejores. En este sentido, me fascina el reclamo que le hace el profeta Habacuc al Señor: “Señor, ¿hasta cuándo gritaré pidiendo ayuda sin que tú me escuches? ¿Hasta cuándo clamaré a causa de la violencia sin que vengas a librarnos? ¿por qué me haces ver tanta angustia y maldad? También nosotros hemos tenido ganas de hacerle a Dios esos reclamos. Nos preguntamos por qué Dios no responde rápido a nuestras peticiones o por qué suceden tantas cosas malas sin que Él haga algo.
De hecho muchas veces sentimos que nuestra fe tambalea porque vemos que Dios no hace pronto lo que nos ha prometido. Habacuc pide una respuesta y Dios se las da: “Escribe en tablas de barro lo que voy a mostrar, de modo que pueda leerse de corrido. Aún no ha llegado el momento de que esta visión se cumpla; pero no dejará de cumplirse. Tú espera, aunque parezca tardar pues llegará en el momento preciso”. Es una respuesta contundente: Dios no se ha olvidado de las promesas que nos ha hecho. Él va cumplir su palabra de hacer que el bien venza al mal. Pero debemos ser pacientes y esperar el tiempo preciso.
No podemos desesperarnos y dejar que el desespero nos haga dudar del Poder de Dios y de su amor por nosotros. No podemos dejar que el desespero nos lleve a equivocarnos. El siempre nos escucha y quiere darnos lo mejor pero no lo hará en nuestro tiempo sino en su tiempo. Nosotros no sabemos realmente que es lo mejor para nosotros porque no tenemos una visión completa de la vida, en cambio Dios si sabe que es lo que más nos conviene porque El desde el cielo lo ve todo y tiene ante sus ojos el presente y el futuro. Hay que ser pacientes y tratar de vivir dóciles a su Espíritu Santo para que El nos muestre hacia donde tenemos que ir y caminar. Dice el refranero “Dios tarda pero no olvida” eso lo tenemos que tener presente todos los días al levantarnos, orar y salir a trabajar: Dios responderá a nuestra petición de la mejor manera. Siempre lo que El haga será lo mejor para cada uno de nosotros.
Hoy estamos invitados a seguir creyendo y confiando a no darnos por vencidos, y a no abandonar nuestra fe así muchas veces parezca que Dios no nos está escuchando porque no vemos sus acciones.

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lunes, 20 de septiembre de 2010

HABLANDO DE PROBLEMAS Y SOLUCIONES

Todos tenemos problemas y dificultades que resolver. Nadie puede decir que está exonerado de esta experiencia. Es más, creo que la clave del buen vivir, está en aprender a resolver esos problemas y conflictos de la manera más provechosa posible. Estoy seguro que todas las dificultades o conflictos tienen solución y que se trata de ser capaz de encontrarla, inventarla o desvelarla. Así también, como estoy convencido que en cada problema hay una lección de vida y un aprendizaje que no podemos despreciar. Por eso en vez de odiar los problemas y de tener una actitud despreciativa frente a ellos creo que debiéramos aprender a usarlos en función de nuestro crecimiento. Quisiera compartir con ustedes las reflexiones que he estado haciendo por estos días, en torno a las actitudes que nos pueden ayudar a hacer de esas situaciones tan problemáticas, que nos hacen sufrir, oportunidades para ser mejores seres humanos. Sabiendo que son reflexiones recurrentes y que buscan trazar caminos más claros cada vez:

1. Ser paciente. Lo peor que nos puede suceder frente a un conflicto es perder el control y ser victimas del desespero. Sé bien que los problemas ocasionan en nosotros muchas emociones negativas, las cuales quieren impulsarnos a actuar. Tengan la certeza que cuando dejamos que esas emociones nos controlen y nos lleven a la acción vamos a terminar generado un problema mayor. No conozco ninguna solución buena que nazca de emociones negativas. Paciencia es entender que todo tiene su tiempo y que hay que aprender a respetar el ritmo de la historia que no depende exclusivamente de nuestras decisiones y capacidades sino que cuenta con la complejidad generada por los intereses, los deseos y las voluntades de los demás. Mantenerse sereno, dueño de las propias emociones y seguro de que todo pasa, y que a todo se le encuentra solución es la actitud correcta para salir adelante en situaciones complicadas. Hasta cuando hay que actuar rápido es necesario estar sereno. Nada se resuelve con la ira o con la violencia. Estas emociones siempre generan más dificultad.
2. Sabiduría. Me encanta la diferencia entre sabiduría e inteligencia, entre saber vivir y tener mucho conocimiento. Considero que para resolver problemas, conflictos es necesario tener inteligencia, es decir, tratar de entender bien las causas y los efectos de la situación, tratando de preveer las tendencias que tiene hacia el futuro. No podemos actuar sin tener claro cuales son las posibilidades de reacción de todas las partes en conflicto. Cuando una reacción te sorprenda, debes reconocer que esta se produce porque no analizaste con suficiente inteligencia la situación. Pero no basta con inteligencia es necesario la sabiduría, comprender el sentido de esa situación en la vida, ver con profundidad que aporta al desarrollo del propio proyecto de vida, discernir que nos dice de nuestra relación con Dios. Para esta segunda parte de necesita la acción del Espíritu Santo en nosotros. Hay que ser dócil a sus mociones para poder comprender con claridad que es lo que quiere Dios, para ello es necesario una experiencia de oración sincera y profunda. Quien se ciega y actúa “brutamente” no encontrará soluciones sino más problemas y terminara llorando.
3. Actuar con decisión. Es necesario que actuemos porque los problemas no se solucionan solos ni por arte de magia. Esa actuación tiene que ser fruto de todo el proceso que hemos planteado y de una decisión sosegada pero clara y firme. No basta con saber que hay que hacer, es necesario hacerlo y de la mejor manera. Es la única manera de resolver los problemas y no estar expuesto a remordimientos. Esas acciones tienen que suponer al otro. No podemos decidir sin el otro y sin su realidad. Cuando uno piensa en como se sienten los demás, en por qué actúan así, en como reaccionan, tiene un panorama más completo para decidir y actuar. Es entender que el gana gana es posible. Sabiendo que este no es una experiencia de ganar igual sino de ambos ganar el 100 por ciento ante la misma realidad.

Todo esto en medio siempre del deseo de que Dios haga su voluntad en nosotros y de que la mejor manera de ser feliz es comprender que todos.

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domingo, 12 de septiembre de 2010

Más allá de la actitud

Es muy común hoy ver cómo nuestra sociedad hipervaloriza el tema de la actitud, por eso no es extraño que muchos motivadores digan “la actitud lo es todo”. Afirmación que puede sonar sugestiva; pero que no es exacta, pues no es cierto que baste con la actitud, se necesita algo más. Según John Maxwell la actitud “es el sentimiento interno que se expresa a través de la conducta externa,” es la proyección exterior de lo que se siente dentro. Es la manera cómo expreso ante lo otros la manera cómo me veo a mí mismo, lo que siento por mí y si creo o no en mí.

Como nos damos cuenta, esto es algo importante y fundamental, pero no es suficiente. Si fuera por actitud, yo sería el mejor jugador el mundo, porque tengo una buena auto-imagen, porque tengo autoestima y autoconfianza. Es decir, me proyecto como alguien que tiene la seguridad de triunfar, ¿pero por qué no alcanzo a ser el jugador que tanto soñé? Muy simple, porque me hacen falta “aptitudes”. Esto es, aunque tengo una buena actitud, no tengo todas las aptitudes que se requieren para driblar, pasar bien la pelota, anotar los goles y ser el “Messi” que quiero ser. Luego entonces, una buena actitud sin aptitudes no alcanza, no es suficiente. Y recordemos que las aptitudes son objetivas, se muestran claramente.

Por ello nos hacemos un flaco favor si sólo nos dedicamos a trabajar la actitud, es necesario ver nuestras habilidades, nuestras destrezas y darnos cuenta cómo las podemos potenciar, es decir, cómo nos podemos hacer aptos, para entonces si poder triunfar.

¿Cuánta gente sale de una conferencia de motivación feliz y creyendo que lo puede todo, pero cuando al día siguiente se enfrenta a un problema y se desmorona, perdiendo todo el impulso que traía? Mucha gente. Y sabes por qué si no le dicen a uno cómo puede hacerlo y volverme “apto” para hacerlo, el discurso no será más que eso un buen discurso y ya.

Por eso, cuando converso sobre esos temas pongo tareas a las personas y les recuerdo que tienen que conocer sus habilidades y destrezas para que las puedan usar en función de la dificultad que están teniendo. Con discurso no se disimula la falta de algunas habilidades y destrezas. Estas se pueden ver, medir, comprobar. A veces me duele cuando veo gente que canta muy mal y tiene una buena actitud diciendo: voy a salir adelante porque me lo he propuesto; cuando lo que tiene que hacer es aprender a cantar bien, porque sin eso no lo podrá lograr. Si bastara con hablar te aseguro que ya jugaría en el Barca porque hablo bien, pero ustedes saben que pateo mal.

Que no se confunda la auto-confianza con la aptitud. John Maxwell lo dice de esta manera: “Si crees que puedes hacer algo eso es confianza. Si lo puedes hacer, eso es aptitud. Ambas son necesarias para tener éxito. Una excelente actitud puede ayudarte personalmente pero no puede ayudarte posicionalmente”.

Recuerdo el ejemplo de un amigo de muy buena actitud para la vida y algo orgulloso, que estando niño llego con sus compañeros al primer día de educación física que iba a hacer en la piscina. El profesor lo primero que hizo fue preguntar quiénes no sabían nadar. Mi amigo creyó que con la actitud se podía y no levantó la mano. El profesor pitó tres veces y todos se lanzaron a la piscina olímpica, y allí tragando algo de agua comprendió que se necesita algo más que la actitud, que se necesita tener una aptitudes concretas. Si no hubiera sido porque el profesor se dio cuenta, hubiera muerto ahogado.

Otro tema que nos ayuda a esclarecer más el tema es el de la experiencia, esta tampoco puede ser desestimada en nombre de la actitud. La experiencia, dice Maxwell, es un maestro muy duro porque se da la prueba primero y las lecciones vienen después, por eso cuando una persona con experiencia se junta con una persona con dinero, la persona con experiencia recibirá dinero y la persona con dinero conseguirá la experiencia. Los años y el hacer en ellos te curten de un conocimiento profundamente importante, de unas capacidades técnicas y de unas percepciones más adecuadas. También la experiencia hay que valorarla en su justa medida.

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domingo, 5 de septiembre de 2010

¿Qué se hace con un traidor?

Hay momentos en los que nos encontramos en crisis. Esto es, estamos confundidos, defraudados, dolidos, decepcionados y percibimos de una manera contundente nuestra frágil condición de debilidad. Esos momentos los vivimos todos. Creyente y ateos; hombres y mujeres; ancianos y jóvenes; en algún momento de la vida todos hemos tenido estas emociones. La causa va desde el descubrimiento de una traición hasta el dolor producido por una enfermedad. Pero hoy quisiera preguntarme que se hace con los que nos han traicionado, esto es, con aquellos que nos han jurado lealtad, compromiso, fidelidad y no la han cumplido, defraudándonos y haciéndonos sufrir.

¿Qué hacer en esos momentos? estoy seguro que lo primero es vivirlos con toda la pasión y la fuerza requerida, no podemos soslayar estas situaciones. Quien no vive las crisis frontalmente pronto estará destruido y con el sin sentido en sus manos. Estamos en confundidos y dolidos, pues lo estamos y punto. En esa situación también hay un aprendizaje que hacer y lo vamos a aprehender.

Lo segundo es no sacar conclusiones equivocadas, como por ejemplo: todos son traicioneros, todos fallan, no se puede confiar en nadie. No. Que alguien haya fallado no significa que todo el mundo nos vaya a fallar. No podemos generalizar ni medir a todos con el mismo rasero, ya que no todos somos de la misma estatura.

Lo tercero es dejar que cada uno viva las consecuencias de su acción. El que traiciona no debe tener nuestra confianza otra vez hasta que no demuestre con creces objetiva y sostenidamente que ha cambiado y la merece. Un perdón rápido y poco reflexionado lo único que hace es abonar el terreno para una próxima traición. Perdono interiormente y me libero de esas cadenas pero que quien fallo viva las consecuencias de sus fallas; y si estas son soledad y pobreza las tendrá que vivir. Misericordia no se puede entender como un romper la lógica causa-sufrimiento, sino como un amor re-creador y re-generativo, que nos sigue haciéndonos nuevos.

Lo cuarto creo que uno tiene que preguntarse que aporto uno a esa traición. No hay que ser escrupuloso y atosigarse con la culpa. No. Pero ni hay que darnos cuenta que no podemos ser ingenuos, ni acriticos y que tenemos que saber en quien ponemos nuestra confianza.

Lo quinto, hay que sobreponerse a la situación. No podemos dejar que la situación nos destruya. Es el momento para mostrar nuestra fuerza interior, nuestra valentía y dar la batalla. Conozco dos herramientas fundamentales para superar esa situación la Psicológica y la Espiritual. En muchos casos e necesario ir donde la psicología para que esta nos ayude a sanar y superar la situación. Y claro una sincera, profunda e intensa relación con Dios siempre ayudará a que trascendemos y que nuestras heridas se cierren de la mejor manera.

Seguiré pensando y si tengo más conclusiones las comparto con ustedes. Por ahora pido al Dios de la vida que los bendiga a ustedes y los llene de su amor y de su paz. Animo.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Señor, Ahoga mi Dolor

Durante la pasada Feria del Libro compartí con todos los posibles lectores mi último texto: “Señor, ahoga mi dolor”. Tuve la fortuna, por la amabilidad de lectores, de tener una gran acogida. En este texto puedes encontrar reflexiones espirituales que buscan ayudarte a superar el dolor que la condición humana te hace vivir. Todas estas reflexiones tienen un sabor muy existencial -y en algunos momentos hasta autobiográfico. No son fórmulas mágicas, pero sí itinerarios que podemos seguir para superar, con la ayuda de Dios, el dolor que tantas situaciones nos producen.
Cada una de esas reflexiones va acompañado de un Cd en el que hay 10 canciones que el Señor me regaló en momentos de oración que puedo compartir con ustedes gracias a Alfredo Acosta, quien hizo los arreglos musicales, y a otros amigos como Javier Echeverría, Ambiorix Padilla, Rafael Moreno, etc., quienes pusieron sus voces para cantarlas ungidamente. También hay algunas oraciones de las cuales quiero compartir esta:

Señor, Dios grande y poderoso, Tú que eres el que dirige la historia recibe mi plegaria en este momento, quiero hablarte de lo que tengo dentro de mi corazón, tengo dudas, no sé qué hacer, no sé cómo seguir adelante. Me hace falta luz para poder dar los pasos que me conduzcan a la situación que requiero para ser feliz. Por eso estoy aquí delante de Ti, porque necesito de tu claridad, de tu luz, de tu amor. Necesito, Señor, que en este momento me hagas sentir que es lo mejor para mi. Sabes que no he comprendido bien todo lo que me ha sucedido, sabes que tengo miedo, preocupaciones y sobre todo una inseguridad interior de que es lo que tengo que hacer… por eso estoy aquí, mi Dios, porque sé que Tú me puedes ayudar a tener claridad en mi vida.

Quiero, Señor, hacer lo que es bueno para mi vida, lo que me ayude a crecer, a salir adelante. Te pido que me dejes tener claro que es lo que me conviene, que no me deje obnubilar por las luces del mundo, por la seguridad que el mundo nos brinda en sus propuestas, que mi decisión no esté manipulado por el poder, la fama, el placer que con sus garras tratan de apoderase de mi corazón. Que tampoco, mi Dios, esté presente la envidia, el resentimiento ni el odio en mi corazón a la hora de tomar decisiones. Que no haya miedo e indecisión que esté seguro de tu amor y de ti y de lo que quieres para mí.

Te suplico, Señor grande y poderoso, que me hagas consciente de las marcas de tu voluntad que hay en mi vida, que me dejes escuchar el susurro que pronuncias para orientarme, que pueda sentir el impulso que me das todo los días para hacer lo que tengo que hacer. Si, mi Dios dame la oportunidad de poderte sentir, experimentar, saber en mi vida. No quiero manifestaciones marcadas por la expectativa de Hollywood, no pido acciones portentosas, pido que me des en la conciencia de mi ser, en lo profundo de mi corazón la certeza de lo que tengo que hacer.
Sé que puedes. Sé que me amas y que me puedes dar esas claves que requiero para saber actuar y saber tomar la mejor decisión. Te agradezco que me muestres el camino, que vea los signos que has colocado y que Tu luz ilumine todo mi ser. Estoy seguro que contigo lo puedo todo y lo hago todo. Ayúdame a comprender cada una de las situaciones que están a mi alrededor y que me hacen sufrir generándome sentimientos de dolor, de tristeza, de miedo… que pueda comprender que esas situaciones no me van a destruir, porque he sido llamado por Ti a ser un vencedor, que puedo salir adelante, que le puedo ganar a todos los problemas si estando en sintonía contigo. Te pido que me des mucha paz, mucha serenidad, oh Dios.

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jueves, 26 de agosto de 2010

Fe y Victoria… ¿qué son?

Hay una afirmación que me llene de ánimo siempre que la leo: “Todo es posible para el que cree”. (Marcos 9,23). Me animo porque sale de la boca de Jesús ante la petición-pregunta del papá de un niño epiléptico “Por eso si puedes hacer algo, ten piedad de nosotros y ayúdanos”. Es el poder de la fe. Es entender que creer en Dios nos da posibilidades que desbordan nuestra imaginación. La fe supera toda limitación. La fe es confiar en el poder de Dios que no tiene límites porque Dios es el absoluto. Cuando depositamos nuestra vida en sus manos ya no estamos simplemente confiando en lo nosotros, seres finitos, podemos hacer, sino que estamos confiando en Aquel para quien todo es posible (Marcos 10,27).

Esa afirmación que hace Jesús a este hombre debe generarnos una actitud optimista y decidida en nuestras vidas. Nosotros somos gente de fe, creemos en el poder de Dios y estamos siempre clamando a Él por nuestro bienestar; pues entonces, a partir de ahora, tenemos que ser capaces de no ponerle límites a su acción y confiar plenamente en su actuación. Sé que muchas veces olvidamos quién es Dios y cuál es su naturaleza, tratándolo como si fuera uno de nosotros. Poniéndole unos límites que Él no tiene.

Hoy quiero invitarte a pensar en el poder de la fe, a creer que con fe y trabajo lo puedes conseguir todo. Si crees eso, podrás salir hoy a trabajar, a luchar, a compartir la vida con los demás hermanos, lleno de una actitud bien optimista que te hará capaz de cumplir todas las metas que te has propuesto.

Es necesario confiar y creer en el poder de Dios para vencer ese negativismo que, como una epidemia, busca contagiar a todos los que con el corazón abierto quieren construir la vida. Estoy convencido de que puedes salir adelante y vencer las dificultades que tienes. Pero debes hacer crecer tu fe, tienes que pedirle al Señor que te haga crecer en la fe: “Creo; pero ayuda mi falta de fe”. No vas a seguir llorando, ni creyendo que todo está perdido, vas a creer en el poder de Dios y vas a luchar para salir adelante.

Ahora, esto no puede entenderse desde el fanatismo. El poder de la fe necesita de nuestra fuerza; no sólo de ella, pues Dios está actuando también, pero requiere que tengamos una militancia y un compromiso decidido. Esto lo digo porque muchos ahora piensan que basta con creer sin actuar y eso no es cierto. Hay que actuar, salir de nosotros, buscar al Señor, tomar conciencia de nuestro problema-incapacidad y plantearlo frente al Señor, siendo conscientes de que tenemos que salir adelante. No olvidemos que el poder de la fe, a veces, nos lleva también a aceptar lo que no nos gusta, pero que es válido en el plan de Dios. No podemos negarnos a la derrota y al fracaso pues estos forman parte de la vida y nos ayudan a crecer y a ser mejores.

No podemos entender la fe como una victoria continua, sin ninguna dificultad. Eso no pasa en nada que sea humano. En la realidad siempre hay dolores y tristezas. Teniendo claro que éstas circunstancias nos ayudan a ser mejores cada día, asumamos la existencia con fe. Y es que son los vientos en contra quienes nos permiten, gracias a la fuerza aerodinámica, despegar para volar bien alto.

Cuando veo a los jugadores de fútbol hacer una ronda en la mitad de la cancha y orar; me pregunto si le estarán diciendo a Dios que aceptan la derrota, que también les ayuda a ser mejores. Seguro que sólo dicen que quieren ganar. Y allí sí no sé qué hace Dios porque es muy seguro que los dos equipos estén haciendo la misma petición. El poder de la fe es sólo victoria; pues algunas veces esa victoria pasa por la derrota, no lo olvidemos.

Esto nos deja claro que no podemos entrar en crisis de fe porque aquellos que pedimos a Dios, no nos lo concede. Pues de fe entiende que esa posibilidad también forma parte de la condición humana. Los que sólo quieren que todo salga como lo desean o lo planearon, no tienen fe; sino que están tratando de manipular a Dios.

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martes, 10 de agosto de 2010

Es promesa cumplida

Por estos días he vuelto a re-leer algunos textos del libro de Jeremías, que es uno de los profetas que me encanta por su tono existencial, por toda la frustración y el sufrimiento que padece a causa de cumplir su misión de anunciar la Palabra de Dios: “Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir; me forzaste, y me venciste. Yo era motivo de risa todo el día, todos se burlaban de mi. Si hablo, es a gritos, clamando ¡Violencia, destrucción¡ La Palabra del Señor se me volvió insulta y burla constante, y me dije: no me acordaré de él y no hablaré más en su Nombre” (Jeremías 20, 7-9). Así de sentidas y de dolorosas son sus expresiones cuando comprueba que al anunciar la Palabra de Dios queda enfrentado a todos, siendo objeto del ataque de aquellos a los que le está anunciando su bien.

Imagino el sufrimiento de este hombre y pienso en tantas personas que hoy viven la misma contradicción interna: que al declarar lo que es justo, lo que es bueno, lo que es verdadero, terminan atacados, perseguidos y objetos de burla. También pienso en todos aquellos que viven su misión, su vocación existencial en cualquier ámbito y tienen que soportar contrariedades, adversidades, que les llevan a preguntarse si están haciendo lo correcto.

Jeremías, quiere dejar de hacer su trabajo, su misión, abandonarlo todo; pero se encuentra con que la fuerza de Dios es más grande que él: “no me acordaré de él, no hablaré más en su Nombre, pero sentía dentro como fuego ardiente encerrado en los huesos: hacía esfuerzos por contenerla y no podía”. Es terrible darlo todo de sí para hacer el trabajo y obtener como resultado insultos, peleas, conflictos, desatención.

A Jeremías la crisis lo lleva a expresarse de manera muy pesimista: “¡Maldito el día en que nací, el día que mi made me dio a luz no sea bendito! (20, 14). Hasta allá lo ha llevado la situación, hasta no encontrarle sentido a la vida, hasta creer que no vale la pena vivir. Estoy seguro de que muchos que atraviesan situaciones duras y complicadas en su vida pueden sentirse identificados con este profeta; y quisiera contarles que, a pesar de estos sentimientos, él no se rinde, ni abandona su misión, ni se convierte a la lógica del mal, ni deja que lo venzan sus enemigos.

Confía en el Dios que lo ha llamado y que siente presente en su corazón; se mantiene firme en su fe y sigue dando la batalla: “El señor está conmigo como valiente soldado, mis perseguidores tropezarán y no me vencerán”. Se mantiene esperanzado en el Señor, porque sabe que no abandona a su gente y siempre saca adelante al que ha confiado en Él. Su esperanza se basa en la fidelidad de Dios, sabe que es fiel y responde con victoria a la fidelidad de los hombres.

La razón que encuentra para seguir creyendo y luchando a pesar de todo, es el amor de Dios. Seguro que las palabras de esperanza proclamadas al pueblo de parte de Dios:“Con amor eterno te amé, por eso prolongué mi lealtad y te reconstruiré y quedarás constituido…” las cree y las hace suyas en lo profundo de su corazón.

Claro, nosotros, a pesar de todo, no nos vamos a dar por vencidos, pues sabemos que Dios nos ama con amor eterno y no nos va a dejar perecer. ¡Y eso que Jeremías no conoció a Jesucristo! Qué tal nosotros que hemos visto cómo responde con Resurrección y Vida el Padre a todo aquel que se deposita en su manos y se hace obediente a su Voluntad.
¡Hey! No es tiempo para abandonar, ni para decir que todo está perdido. Es tiempo de misericordia, de esperanza, de seguir luchando y creyendo, no dejemos que el mal nos convierta a su lógica y nos venza. Vamos a seguir en pie de lucha. Dejemos que la Palabra de Dios a Jeremías nos siga guiando: “Convertiré su tristeza en gozo, los consolaré y aliviaré sus penas”.

Sí, mi Dios, eso queremos que se cumpla, que esa promesa se haga realidad en nuestra vida para disfrutar los frutos de todo lo que hemos luchado y trabajado. Gozando lo que Tú, desde tu gratuidad, nos haz concedido. No vamos a maldecir, sino a confiar y a estar seguros del triunfo. Por esto, quiero terminar esta reflexión de hoy, invitándote a estar más alegre, más contento y más dispuesto a pesar de todo lo que vives, porque la Palabra que Jeremías nos anuncia -de parte de Dios- se cumplirá.

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domingo, 18 de julio de 2010

LECCIONES DE VIDA

Me aterro de todo lo que he aprendido. A veces me sumerjo en mis recuerdos y viajo hasta las polvorientas calles del Barrio Olivo en Santa Marta. Y me veo como un niño que en medio de los juegos –todos ellos marcados por el ejercicio físico y la compañía de otros niños- pues me encantaba jugar a la Libertad que también se le llamaba 4 - 8 y 12, esos juegos que nos hacían salvadores de los demás.

Y recuerdo las dificultades típicas de mi ciudad que no tenía un acueducto que pudiera servirnos y tocaba tener albercas en las puertas y una motobomba para subir el agua dentro de la casa; mientras que los menos afortunados debíamos hacerlo a pulso con algunos galones de latas de aceite. Recuerdo los regaños y advertencias de mi mamá –ella se gradúo conmigo y con mi hermano Álvaro Antonio en ‘chancletoterapia’, era la época en la que todavía o nos traumatizábamos por estas prácticas- como de las idas al Eduardo Santos a ver al Ciclón… que pocas veces soplaba y que, desde esa época, me dio las mejores clases de sufrimiento que he recibido en mi vida…

Llegan recuerdos y memorias de tantas otras lindas experiencias en las que iba aprendiendo a conocer la vida, a conocerme y a conocer a los ‘otros’. Aprendí mucho. Creo que fue allí donde aprendí a vivir, realmente. Fue donde aprendí los valores que hoy orientan mi proyecto vital y los conceptos básicos que como ejes sostienen mi existencia. Luego, en el Seminario, la Javeriana, la Norte, los Andes, lo que he hecho es comprender, teorizar, conceptualizar, todo ese cúmulo de aprendizajes que la vida me ha enseñado y, de alguna manera, a saber que todo eso no podemos dejar de aprender.

En esos primeros años de vida lo que hacemos es aprender y aprender ya que de alguna manera nacemos indefensos frente la naturaleza misma, Arnold Ghelen ya nos había hablado de la capacidad infinita de aprendizaje que tiene el hombre y como según él, con ella puede adquirir de la naturaleza lo que a él le falta de inseguridad innata para poder adaptarnos a la realidad. Es decir, somos seres que con el aprendizaje equilibramos nuestros nacer ‘inapto’ para la vida misma.

Lo ideal es no dejar de aprender, estar siempre en la actitud de reflexionar cada una de las situaciones y ver qué podemos aprender de ellas. Esto es, cada experiencia que tenemos debe ser motivo de análisis, de reflexión y una oportunidad de crecimiento.

Tengo la claridad que lección que no aprendemos, se repite con mayor dureza. La vida es una buena maestra; pero exige que nosotros seamos buenos alumnos. Es valioso estar abiertos a seguir aprendiendo o reafirmar los conocimientos que tenemos, pero es necesario que tengamos la habilidad suficiente para entresacar de cada situación una lección de vida.

Muchos se pasan la vida sin aprender a vivir. Y tienen que ver cómo ella les cobra en cada situación su incapacidad. Es fundamental para la felicidad que no repitamos materias en el curso de la vida. Ser tan buenos alumnos que respondamos bien a las lecciones que la vida nos da y así estemos listos para la próxima ocasión.

Me duele cuando encuentro personas que se tropiezan una y otra vez con la misma piedra, y me pregunto ¿acaso no han aprendido a levantar el pie? y la respuesta es categórica: NO. Ahora, el aprendizaje de la vida no es siempre proporcional al aprendizaje de la academia. Es probable encontrarse con gente que tiene muchos títulos y prestigio académico pero no sabe vivir, no es feliz, ni permite que quienes estén a su alrededor sean felices. Lo cual nos lleva a tener claro que los ‘cartones’ que dan las universidades y nos acreditan como profesionales en una determinada actividad, no nos acreditan como seres que saben vivir y son felices.

Seguro que muchas de estas situaciones están en la infancia. Este espacio tan valioso para el aprendizaje está marcado por la soledad, por la distancia, por el egoísmo y, sobre todo, por falta de maestros que ayuden a hacer las respectivas retroalimentaciones y reflexiones que permitan el aprendizaje.

Por eso, no me extraña que algunos se sigan rajando en el curso de la vida, pues en la infancia -espacio primordial para aprender- no lo hicieron… tal vez, aprendieron otras cosas que sirven para las posiciones sociales, pero no para vivir felices.

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martes, 29 de junio de 2010

Imitar Vs Originalidad, el duelo mundialista

El mundial -que para mí ha tenido un bajo nivel y me cuestiona si vale la pena tanta expectativa que se genera en torno suyo para ver esto que se está viendo- me ha dejado una misma lección de vida, en dos realidades distintas. Es necesario ser auténtico y tratar de desarrollarse tratando de ser el mejor yo posible.

Esto lo digo pensando en las selecciones africanas, que han hecho todo el esfuerzo por parecerse al fútbol europeo y terminaron perdiendo aquello que los caracteriza y debería hacerlos fuertes. Los que nos sentimos negros, sabemos que lo característico es la ‘pimienta’ con la que vivimos, el sabor que se le pone a cada situación y la inspiración siempre dispuesta a la repentización que se tiene.

Sin embargo, desde hace algún tiempo, con la llegada de técnicos europeos, se está haciendo lo posible para que los africanos terminen jugando “a la europea”, exigiéndole -a su desarrollo futbolístico- habilidades y características de juego que no tienen y que les va a costar tener. El resultado: casi todas sus selecciones eliminadas en primera ronda –sólo se mantiene la de Gahna, que, precisamente, es la que más respeta sus raíces-.

Eso pasa en la vida, pues son muchos los que quieren parecerse a otros y entonces tratan de “imitar” características de vida que no pueden tener y acaban sufriendo y haciendo sufrir a todos los que están su alrededor; porque la amargura y la tristeza se apoderan de sus días. Se terminan dilapidando una gran cantidad de capacidades, de cualidades y siendo mediocres en la asunción de otras que no forman parte de su ‘sí-mismo’.

El otro caso -totalmente opuesto- es el de Paraguay. Este equipo está diseñado desde lo que son y lo que tienen sus jugadores. Si nos damos cuenta no sueña jugar, ni como Chile, ni como Brasil, ni mucho menos como Argentina.

Tienen un estilo que los caracteriza. Y que está respaldado por su fenotipo. Son organizados, no en función de lo que ‘otros’ hacen, sino que desde sus cualidades. Así elaboran un plan de juego interesante. Sus delanteros presionan en la salida de la defensa contraria, juegan largo y frontal, levantan la pelota en el área buscando siempre el cabezazo y juegan al contragolpe. Eso los ha caracterizado siempre y es así desde donde quieren hacer realidad su éxito.

Creo que esa es la lección más grande para nosotros: tenemos que proyectar nuestros objetivos y sueños conociendo nuestra realidad y sabiendo hasta dónde podemos llegar. Se trata de querer parecerse a uno mismo, eso sí, el mejor sí-mismo posible.

Para que no estemos imitando a nadie, ni gastando recursos en lo que es suntuoso. Si aprendemos a vivir así, no sólo tendremos más posibilidades de éxito; sino que, además, nos hará vivir felices, porque nada nos hace más feliz que ser lo que realmente somos.

Lástima que muchos estén tratando de ser iguales a otros y gasten su tiempo envidiando o sufriendo por lo que aquellos hacen. Hoy debemos aprender a gozarnos nuestras capacidades y a tratar de mejorar frente a ellas.

Sabiendo que les debemos dedicar más tiempo. John Max Well dice que para triunfar debemos dedicar el tiempo a nuestras características de la siguiente manera: 75% del tiempo a nuestras cualidades, 20 % a características nuevas que debiéramos trabajar y aprender… y sólo un 5% a nuestras debilidades. Estoy seguro de que, a más de uno, ésta distribución le cuesta aceptarla; porque regularmente estamos más atento a las debilidades y carencias, que a las capacidades o potencialidades.

Espero que estas reflexiones que han quedado luego de un tiempo frente al televisor viendo el fútbol y los diálogos sostenidos todas las noches con Castel y el Mono Correa en la emisora de El Minuto de Dios 1370 en Fútbol, Padrenuestros y Goles, hayan servido para compartir con ustedes algo que les ayude a plantearse preguntas para su vida. GC

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sábado, 12 de junio de 2010

Piensa bien, vive bien

La manera de pensar influye mucho en el actuar. Casi podría decirte: dime cómo piensas y te diré cómo actúas. Por eso, es bien importante que cada uno de nosotros se dé cuenta de cuál es la calidad de sus pensamientos. Estoy seguro de que se puede elegir la manera de pensar. Cada uno puede elegir una mentalidad de perdedor o de ganador.
Alguien que tiene un modo de pensar centrado en lo malo que hay en su vida y en la de los demás, que es pesimista, que desconfía de sí mismo y de los otros con los que entra en relación, que vive pensando en sus incapacidades y en las actuaciones del ayer en el que falló, ese muy probablemente perderá todas las batallas en las que participe y si es deportista, es muy seguro que, antes de que salga del camerino, ya estará derrotado.
Esa es una mentalidad perdedora, que está centrada en las incapacidades, en los defectos y en las experiencias de fracaso del pasado. Si nos relacionamos desde esta mentalidad seguro que nuestras relaciones van a ser conflictivas y a generar muchos problemas. Imagino las relaciones de pareja de alguien con mentalidad perdedora: sin duda estarán llenas de dolor, tristeza, fracasos y se parecerá mucho al infierno que tantas veces nos han descrito los literatos.
Por ello, creo que es importante elegir una mentalidad de ganador. Esto es, tener unos pensamientos “positivos” que nos impulsen a vivir de una manera constructiva. Cuando estamos llenos de pensamientos ganadores, somos empujados a la apertura del corazón y a descubrir todo lo “bueno” que la vida en los otros sujetos y en su desarrollo mismo trae. En una relación de pareja es fundamental que se tenga una mentalidad ganadora, una mentalidad positiva, porque eso hará que tanto la manera de ver, como la de relacionarse con el conyugue, esté planteada desde el amor, desde lo bueno que tiene para mí y no desde sus errores e incapacidades.
Te propongo algunas reflexiones sobre el cómo lograr una mentalidad ganadora, cómo alcanzar una transformación de tus pensamientos y que en vez de estar siendo impulsado por lo negativo puedas sentirte animado a ver lo “bueno” de la vida.
1. Hacer conciencia de que tengo una mentalidad negativa y está impactando de manera muy destructiva a mi ambiente. Sin esa conciencia no hay nada que hacer. Si eres terco y te mantienes en que esa manera de pensar es la correcta y sin capaz de sospechar sobre ella y darte cuenta de qué calidad son tus pensamientos, muy seguramente vas a sufrir una y otra vez.
2. Ser capaz de ver una y otra vez las cualidades que tienes y que tienen las personas que están a tu alrededor. Tienes que enfocarte en esas cualidades y capacidades para que desde ellas construyas la vida. No dejes que el pesimismo o el negativismo se apoderen de tu mente. Necesitamos elogiar a las personas con las que vivimos y evitar la constante crítica, pues nadie responde a buen elogio con rabia u odio.
3. Trata de mantener siempre frescos en tu mente los logros que has tenido. Es muy importante que tus experiencias actuales estén matizadas por esas experiencias positivas que la historia te ha permitido tener. Es fundamental beber aguas de triunfo y no quedarte soportando la hiel de los fracasos.
4. Disfruta la belleza del paisaje, la calidez de una buena melodía, la compañía de un buen libro, la caricia del mar o del agua en la que te bañas. Trata de conectar tu espíritu con valores trascendentales como la belleza, la armonía, la bondad. Te aseguro que eso te dispondrá a vivir de una manera distinta.
5. Una buena experiencia espiritual. Una centrada en el amor, que no genere miedos ante la diferencia y que no te esté acusando con el dedo índice siempre. Una que te ayude a aceptarte, valorarte y amarte tal cual eres y que te haga respetar al otro, aunque sea distinto y piense diferente, de una manera sana. Una que te haga ver con libertad a la gente, porque el pecado no está afuera sino dentro.
Estoy seguro de que puedes tener una mentalidad ganadora. Una mentalidad de alguien que es capaz de disfrutar la vida y hacérsela disfrutar a los que están al lado. Uno que puede sonreír a carcajadas porque comprende que todo es pasajero. Si logras pensar como ganador, actuarás como un ganador y levantarás las manos en victoria siempre.
PD. Comienza el mundial. Ya Argentina ganó su primer partido haré fuerza por todos los latinamericanos menos por Brasil, espero que salga eliminado en la primera ronda. Por ahora me preparo con los de mi barra para sentarnos con el mate a ver a la albiceleste, aguante Alex, aguante Hollman.

sábado, 24 de abril de 2010

VIVIENDO EL PERDON

Mucha gente me pregunta ¿cómo perdonar? Todos queremos saberlo hacer para vivir libres de toda culpa. Hoy quisiera comenzar la aventura del mes de Octubre proponiéndoles unos elementos sencillos para tener en cuenta en ese proceso de aprender a perdonar:

1. Toma conciencia de que todos necesitamos ser perdonados. Saber que no existe nadie perfecto entre nosotros que nunca ha fallado, nos lleva a ser más proclives al perdón. Así como en más de una ocasión tú has fallado otros lo pueden hacer, y así cómo tu has pedido y has necesitado que te perdonen otros hoy lo están pidiendo y necesitando.
2. Relativiza la situación. No puedes magnificar cada situación y dejar que el dolor te obnubile y te haga creer que ese acontecimiento lo es todo. Muchas veces son más las percepciones que tenemos de la situación que lo que objetivamente pasó. Ubicar cada situación en su tiempo, en su lugar y en nuestro proyecto de vida nos ayudará a abrirnos a vivir una experiencia de perdón.
3. Trata de comprender al que te dañó u ofendió. Estoy seguro que cada persona actúa lo más lógico y racional posible según la información y las posibilidades que tiene en ese momento. Me cuesta creer que la gente es mala por ser mala y punto. Estoy seguro que lo más probable es que si nosotros tuviéramos esas características.
4. Recuerda que quien primero se beneficia de vivir el perdón eres tú mismo. Que al perdonar quedas libres de sentimientos interiores que te dañan y te hacen infeliz. Recuerda la frase que hemos repetido una y otra vez: El resentimiento es el veneno que se toma uno para se muera el otro.
5. Pide a Dios todos los días que actúe en ti para que puedas vivir la misericordia constante con tus hermanos.

Sé que no es una fórmula mágica pero sé que nos ayuda mucho a iniciar ese proceso de perdón. Te invito a reflexionarlo y hacerlo realidad en tu vida. Compártelo con tus amigos y traten de enriquecer estas claves de vida. De hecho si en el compartir encuentras nuevas ideas compártelas conmigo en palbertojose@hotmail.com estaré atento a leerte.

Gracias por estar leyendo ese blog, para mi es muy importante sus comentarios porque me ayudan a ir retroalimentándome. Espero que se hagan fans de nuestra página. Animo. Se feliz.

lunes, 8 de marzo de 2010

Realidad del alma, que me permite vivir en calma

Vivimos en una sociedad que le tiene mucho aprecio a la “mentira”, una sociedad que se ha hecho experta en “aparentar” y en “impresionar”. Se trata de mostrar de la mejor manera las cualidades y capacidades que se tienen; pero también de esconder los errores. De hecho, una de las funciones más destacadas de esta época es el “asesor de imágenes” con el que, grandes personajes, buscan impactar fuertemente a la comunidad. Eso no está mal, lo que está mal es encontrarnos con seres que usan el discurso para impresionar, pero no creen lo que dicen.

Por estos días, por ejemplo, me encuentro con una gran cantidad de personas haciendo campañas para el próximo debate político que se avecina. Todos tienen un discurso interesante y válido, nadie anuncia tener intereses egoístas de apoderarse de los recursos económicos del erario publico, ni nos cuenta que está invirtiendo tantos millones en la campaña para luego recuperarlos “como sea”. Todos se comprometen a construir una sociedad más justa e igualitaria. Pero cuando vamos a la realidad, a la práctica, nos damos cuenta de que es totalmente diferente al discurso expuesto en campaña. No se sabe dónde quedó todo lo bueno que se anunciaba y, de alguna manera, quedamos presos en los intereses personales y de las prácticas corruptas. Lo peor es que todos lo sabemos y así sigue sucediendo.

Pero esto no pasa solo en el campo político y publico, sino en lo personal y familiar también. Pocas veces he oído a alguien decir que es un adúltero, un sin-vergüenza, que compra jueces en lo pleitos o que se vende al mejor postor. Normalmente cuando hablamos, nos mostramos pulcros, irreprochables y justos. Aparentamos ser buenos y no dañar a nadie. Lo doloroso es que, cuando vamos a ver las acciones personales de estos sujetos, están totalmente distantes de lo que ha dicho. Decimos una cosa y hacemos otra. Y conjugo en plural, porque pertenezco a esta sociedad y no quiero mostrarme como el que señala, sino que quiero proponer una reflexión, pues sé que no soy un santo, reconozco que no soy más que un pecador que busca hacer las cosas bien, que no siempre lo consigue y que algunas veces dice como Pablo: “No hago lo bueno que quiero hacer, sino lo malo que no quiero hacer” (Romanos 7,19).

¿Qué hacer? Creo que tenemos que hacer un compromiso personal con la verdad, con la justicia, con la bondad, con la honestidad. Un compromiso que tenga como testigo a Dios, y que no sea en función de “conquistar” nada ni de impresionar a nadie sino de ser mejores seres humanos y poder construir una mejor sociedad. Sé que eso nos coloca en riesgo y ya que seremos unos “bichos raros” pero es la única manera de cambiar esto. Esto va a cambiar cuando haya cambios personales verdaderos. Es la afirmación de la propuesta de Jesús de la conversión personal. Es asumir una actitud de “héroes”, de gente dispuesta a hacer definitivamente distinta y mejor.

No podemos vivir de miedos, ni quedar apresados por las lógicas de la corrupción. Tenemos que generar un movimiento nuevo desde el corazón de cada uno de nosotros; para ello, debemo asumir los riesgos y tener claro por qué estamos dispuestos a dar la vida. Me impresiona Jesús enfrentado al Sanedrín y a toda su sociedad. Me impresiona “el Hijo de María” (Marcos 6,3) quien, valientemente y asumiendo las consecuencias, toma una opción totalmente distinta a establishment del momento. Ese es nuestro modelo y a Él seguimos. Estando seguros de que eso va mucho más allá de una vida religiosa, pues supone unos compromisos existenciales bien claros con los valores del evangelio que predicó. Sí, no basta con ir a Misa y sacar la lengua para comulgar –algunas veces sin deber hacerlo- ni con orar en lenguas y alzar las manos en el culto; todo porque para vivir como Jesús nos pide es necesario un compromiso con la verdad, la justicia, la bondad y la honestidad. Necesitamos de la experiencia religiosa, pero manifestada en unas opciones éticas bien precisas.

Si usted se cree, se siente, se comprende, como alguien perfectamente bueno y va a sacar el dedo índice para señalar a alguien como malo… es mejor que haga como que no ha leído nada, que éstas líneas no son más que “pensamientos sueltos” de un cura que quiere ser santo y al que su “carne” no lo deja, alguien que todos los días lucha por ser verdadero.

lunes, 1 de marzo de 2010

Fe de verdad

Cuando María -obediente a la invitación del Arcángel reconoce en los signos de la historia que para Dios no hay nada imposible- va a visitar a su prima Isabel, se encuentra con un saludo que vale la pena reflexionar: Bendita y Feliz tú, porque has creído.

Bendecir es generar vida. Entonces si alguien puede llamarse bendita es María que lleva en su vientre al Autor de la vida. Ella porta al que da vida y vida en abundancia. Es la nueva arca de la alianza.

¿Somos generadores de vida? ¿Somos portadores de vida para nuestros hermanos? Estas son preguntas que debemos hacernos quienes decimos ser creyentes y manifestamos nuestra fe a diario. Nuestras palabras, nuestras acciones, tienen que ser bendición para los demás.

Nos hemos acostumbrados a “bajarle la caña” a los otros, a buscar la manera de hacer zancadillas constantemente, a destruirlos con nuestros comportamientos, a hablar mal y creer que si a otros les va mal es sinónimo de que a nosotros nos va bien o, en el mejor de los casos, llegamos a ser totalmente indiferentes de su suerte, centrándonos de manera egoísta en nuestra tarea existencial y despreciando lo que no sea nuestro.

Todo eso hay que desterrarlo de nuestra vida para ser “benditos”, esto es, unos que bendicen, que dan a vida a los demás. La vida de un creyente transcurre por otros caminos. Amamos al otro y sabemos que, de alguna manera, su suerte está ligada a la nuestra. No soy un creyente por ser religioso. Pues conozco a más de un religioso que no cree ni en las mismas normas que cumple.

“Feliz porque has creído” ¿En el contexto del relato qué significa haber creído? Por lo menos tres cosas:

1. Se tomó en serio la Palabra dicha por el ángel, es decir, le da el sentido y la importancia que tiene, reconoce en ella un valor determinante para su vida. Sabe que no está jugando, sino es lo que Dios quiere de ella. Este es un punto importante, porque muchos de nosotros nos decimos creyentes, pero somos incapaces de tomar en serio la Palabra de Dios, creemos que con Dios se puede jugar. ¿Cuántos hacen el esfuerzo por comprender lo que Dios quiere? Tomarse en serio la Palabra es obedecer, y obedecer implica acatar aunque no se entienda mucho, aunque no se esté de acuerdo. Porque algunos quisieran convencernos de que sólo se obedece a Dios cuándo se está de acuerdo con Él, y eso equivaldría a pensar que somos quienes decidieran por Dios qué debe hacer.

2. Abandonarse en el poder dador de vida de Dios. Muchas veces me he preguntado ¿cómo asumió María todo ese riesgo de quedar embarazada así? Y la respuesta sigue siendo: porque creyó. Ella siente que la razón no da para entender lo que se le está proponiendo; pero cree en el que le habla y por eso se abandona. No sé, pero tengo dudas de que esa sea nuestra fe. Creo que, más bien, somos de los que ponemos condiciones, de los que decimos: hago eso, pero a cambio de qué. No hemos entendido que quien ama, cree al otro totalmente.

3. Confía en la fidelidad de Dios para cumplir las promesas. Miremos que todo lo que le dan a cambio son promesas. He imagino que confiar en ellas, desde siempre, ha sido un problema; mas María conoce de quién vienen esas promesas y sabe que no falla, sabe que en el pasado ha actuado en su favor y, por eso, acepta; pues sabe que Él no se muda, ni se cambia. Es fiel.

Entiendes por qué creo que no tenemos fe. Todo nos desespera, nos angustia, nos desestabiliza, nos genera angustias y preocupaciones. Se nos olvida que confiamos y creemos en Él. Vivimos cumpliendo normas religiosas, pero no tenemos una relación existencial de fe, que nos permita estar serenos, tranquilos y llenos de fuerza.

Te aseguro que si creyéramos de verdad -y ojo que estoy dudando hasta de la mía- tendríamos más paz y estuviéramos motivados siempre para salir adelante. Te invito a que tomes en serio tu experiencia religiosa, para que sirva de algo; pues una fe inútil es el peor de los negocio, es como un placebo.

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lunes, 22 de febrero de 2010

Yo te perdono: Yo

Más difícil que perdonar a alguien, que ya es de sumo bien difícil, es perdonarse a uno mismo de los errores y de las equivocaciones que hemos tenido que nos han dañado mucho. Sí, algunas veces lo que más cuesta es aceptar y perdonar que hicimos lo menos inteligente, que nos equivocamos a pesar de que todo el mundo nos advirtió el error, que todas las marcas de la vida nos llevaban a un camino o una decisión distinta. Estoy pensando en personas que eligieron a la persona equivocada y ahora no entienden cómo fue que lo hicieron y no se perdonan haber sido tan estúpidas. Pienso en las personas que pelearon y ofendieron, sin ninguna razón, a alguien que aman y que ahora están sufriendo las consecuencias de su inconsciente acción, por ejemplo. Me refiero, también, a aquellos que, por debilidad de carácter o por creer que era lo mejor, han actuado de una manera de que hoy se arrepienten. Esa falta de perdón a uno mismo se manifiesta en una tristeza, en un desgano y un volver constantemente sobre la misma situación.

Perdonarse a sí mismo es difícil pero es lo más liberador que hay. Cuando aceptamos nuestros errores y comprendemos que nos podemos amar a pesar de ellos; estamos en capacidad para comprender y aceptar los errores de los demás y, así, establecer con ellos relaciones sanas. Que me equivoqué no significa que valgo nada o que todo está perdido. Aceptar que no soy perfecto forma parte del proceso de crecimiento personal. Sé que existen personas cínicas e inconscientes que no se dan cuenta de sus errores y no crecen, ni mejoran, en sus dimensiones humanas. Pero tarde que temprano –más temprano que tarde- encontrarán el resultado de su inconsciencia. Te planteo varias ideas para reflexionar, si sientes que necesitas perdonarte.

1. Hay que vivir el presente. No puedes quedarte anclado en lo que ya pasó. Es necesario comprender que tu sentimiento es presente, pero la situación es del pasado. Esto es, sobre tu sentimiento puedes actuar; pero no sobre la situación que ya aconteció, esa no se puede variar. Esto lo digo para que caigas en cuenta de que seguir sufriendo por algo que ya no puedes variar, no es inteligente.

2. Una fuente clara de la falta de perdón uno mismo es el orgullo. Cuando nos sentimos más de lo que somos, o creemos que la felicidad está planteada en términos de perfección, y eso no es cierto. Nadie es perfecto, todos fallamos y comentemos errores. Por eso, si queremos ser felices tendremos que aceptarnos tal cual somos, asumiendo nuestra condición frágil y tratando de dar lo mejor en cada una de las acciones que realizamos. Si fallaste tienes que reconocerlo y darte cuenta de que no por ese error has perdido todo el valor que tienes.

3. Ser objetivo y darte cuenta si no perdonarte vale la pena. Muchas veces lo que nos está estancando el crecimiento es tan vano, tan inicuo, que no merece nuestra atención, ni nuestra preocupación. A veces estamos sufriendo por experiencias que ya los otros olvidaron o que no causaron todo el daño que nosotros creíamos. Analiza y pon en una balanza la situación que no te has podido perdonar, así como el daño que te ha causado no liberarte de ese sentimiento. Es probable que el daño sea demasiado grande que la situación. En la vida debemos aprender a ser objetivos y prácticos para actuar.

4. Aceptarse tal cual se es, y querer ser mejor. Sí, no hay otra, eres ese y sólo ese. ¿Para qué soñar con lo que no eres? Más bien acéptate tal cual y trata de mejorar. Esa es la única forma de crecer y de ser feliz. Asumir las fallas que se tienen y proyectarse de la mejor manera. Es descubrir que si estoy vivo es porque puedo salir adelante y ser feliz, ya que siempre tendré una nueva oportunidad.

El que no se perdona no se ama. No hay experiencias de amor que no pasen por la experiencia del perdón. El amor es real y reconoce las fallas del otro. Son el enamoramiento y el pensamiento narcisista los que nos montan en una burbuja mentirosa en la que no existen fallas, ni errores. La realidad supone fallas y tenemos que aprender a vivir con ellas y a salir adelante.

Dios siempre te perdona ¿por qué te vas a negar ese perdón? Dios siempre te da una nueva oportunidad ¿ por qué te la vas a negar?

miércoles, 17 de febrero de 2010

ENFRENTA A TU GOLIAT

La leyenda de David y Goliat nos presenta la actitud de un hombre creyente frente a un gran problema. Esa es la diferencia entre David y los demás hombres de Saúl. Mientras estos últimos tienen miedo a Goliat, David -fundándose en su fe y en su relación histórica con Dios- no le teme. Dos actitudes que aparecen frente a los problemas: les tememos hasta entrar en pánico frente a ellos o nos decidimos a enfrentarlos.

Creo que la primera actitud es aprendida y tiene que ver mucho con el entorno y con la sobreprotección de nuestros padres. Vivimos en una sociedad que nos enseña a tener miedo. Nuestros padres, queriéndonos proteger, casi que nos inoculan el miedo como la única herramienta para sobrevivir. En un momento de descanso entre predicación y predicación en los que ando, fui a uno de los Parques de Diversión de Orlando, Florida; y claro que ni Hulk, ni los dragones –que son montañas rusas exageradas y llenas de vértigo y velocidad- estuvieron en mi lista de visitas pues me causan cierto miedo; pero veía cómo los niños hacía filas para montarse en ellas. Pensaba que estos niños van a tener menos miedos que yo cuando tengan mi edad. Y es que uno aprende a tener más miedo del natural, por lo que hacen nuestros padres , quienes en vez de estimularnos a desafiar algunos retos nos invitan a atrincherarnos para no sufrir haciendo algunas batallas.

David no le teme a Goliat. Seguro que sabe de todo el poder de Goliat y conoce bien que está en desventaja. También seguro que ha pensado lo que va a hacer. Pero parte de saber que no puede tenerle miedo. Este Goliat representa los grandes problemas que tenemos en la vida. Los gigantes líos en los que nos metemos. Las inmensas dificultades que debemos soportar en nuestras vidas. Las temibles enfermedades que, a veces, nos visitan en nuestro cuerpo o nuestra casa. Y aunque tomemos todas las medidas pertinentes frente a estas situaciones, hay que partir desde el no-miedo para tener margen de acción y poder vencerlas. Si están ahí y no se irán, si es ineludible enfrentarlas, tienes que estar preparado.

Si miramos el texto (1Samuel 17,1-57) nos encontramos con que David parte de una confesión de fe: “Yahvé que me ha liberado de las garras de león y del oso, me librará de la mano de ese filisteo”. ¿Qué tal que todos partiéramos de esa certeza al enfrentar los problemas? David sabe que tendrá que salir al campo de batalla, tendrá que desafiarlo y enfrentarlo; pero sabe que Dios está con él y no va a dejarlo sólo. Eso es fe. Esa es la fe que necesitamos cada uno de nosotros, que cuando vemos los problemas nos declaramos deprimidos, derrotados, acabados y decimos que no podemos hacer nada. David sabe para qué está Dios en su corazón. Sabe que Dios se manifiesta a través de su fuerza poderosa en el corazón del que cree y lo impulsa a ser un vencedor.

También vemos que responde con destreza e inteligencia ante la situación: “Tomó su cayado en la mano, cogió en el torrente cinco piedras lizas y los puso en su zurrón de pastor, en su moral. Y con su honda en la mano se acercó al filisteo. El filisteo fue avanzado y acercándose a David, precedido de su escudero. Volvió los ojos el filisteo, y viendo a David, lo despreció, porque era un muchacho rubio y apuesto… David salió rápidamente de las filas al encuentro del filisteo. Metió su mano David en el zurrón sacó de él una piedra, la lanzó con la honda e hirió al filisteo en la frente. La piedra cayó de bruces en tierra”. Confía en Dios, pero sabe lo que hace. Esto es, actúa con inteligencia. Muchas personas con un actitud fanática no se preparan para el combate, ni usan las herramientas que Dios -a través de la ciencia le ha dado a los hombres para enfrentar sus males-sino que quiere que todo se lo resuelva el Señor ¡No! Este es un buen tirador de piedra. Conoce la técnica y la usa de la mejor manera. Sabe que puede afectar con un buen lanzamiento al Gigante y así lo hace. Eso debemos hacer para enfrentar los problemas. Tenemos que echar mano de lo que Dios nos ha puesto a nuestro alrededor. Hay que ir al médico, al psicólogo, al abogado, a quien corresponda para aprender cómo puedo responder a ese problema, a esa enfermedad.

Estamos decididos a vencerlo en el nombre de Dios y buscamos todas las herramientas que Dios nos ha dado para hacerlo. Es importante tener clara está combinación para enfrentar las situaciones difíciles. No tengamos miedo, pero tampoco seamos fanáticos.

No sé cuál sea tu Goliat hoy, pero lo que sí sé es que con tu fe y con la inteligencia que Dios ha puesto en tu vida lo puedes vencer. Te bendigo y pido a Yahvé que esté siempre contigo.

lunes, 18 de enero de 2010

Primero lo primero

Para salvar una relación afectiva lo primero es tener claro si, de verdad, se quiere salvar. Porque muchos casos hay en los que los actores hacen todo para terminar la relación que sostienen. Pues es posible que la relación esté tan desgastada que ya no se quiera continuar con ella.

Hay muchos que no terminan de un todo, sino que prefieren agotarse en una relación que les resulta angustiante, tediosa, fofa o ridícula. Entonces hay que partir de la certeza de que se quiere rescatar una relación que está en crisis, pero que se considera importante, valiosa, deseable.

Y esta consideración primera no es de los espectadores, sino de los actores mismos de la relación. Es decir, no es tu mamá quien decide que debes salvar tu matrimonio; ni tus amigos los que deciden si vale la pena seguir; ni nadie. La primera toma de conciencia que se debe hacer es por parte del miembro de la pareja en conflicto. Quien debe saber qué quiere frente al otro.

Intentar salvar una relación que no se desea como la realización del futuro es como arar en el mar. Mejor dicho, es extender indefinidamente una tortura. Es por eso que la primera pregunta frente a tu relación en conflicto sería: ¿quieres salvarla? Mientras haya titubeos, dudas o ambigüedades en la respuesta, no será posible hacer un plan de salvación; porque se seguirá navegando en el mismo mar y es muy complicado esperar resultados distintos, mientras se hace lo mismo.

Luego de tener claro que se quiere salvar la relación, entonces habrá que establecer un plan de trabajo posible y realizable, que tenga -por lo menos- las siguientes características:

1. Que parta de la toma de conciencia de los defectos, errores y responsabilidades de cada uno en el conflicto. Es decir, que cada quien asuma que no es perfecto, que la culpa no es del otro únicamente, que la solución también me pedirá unos cambios en mis conductas y actitudes, unas renuncias y unas afirmaciones. La tendencia normal, insisto, está en señalar al otro como principal causante de los conflictos y esto es equivocado; primero porque nadie es completamente malo y, segundo, porque me hace quedarme estático pues todo está bien conmigo.

2. Que parta de la disposición de cada uno de sacrificarse y esforzarse por cambiar o transformar las actitudes y los comportamientos que sean necesarios. Los cambios no son fáciles porque nos quitan el piso seguro de la costumbre; porque nos desacomodan y nos hacen sentir inseguros. Pero si descubrimos que hay cosas por cambiar y queremos realmente salvar una relación, es fundamental e ineludible hacerlo.

3. Que parta de la disposición por ceder en algunas situaciones, no se puede pretender, vivir en pareja, sin ceder un ápice en las posiciones negociables que se tengan. Todos debemos tener un espacio de tolerancia que abra el espectro para moverme de la posición en la que estoy hasta donde mi capacidad me lo permita y donde no esté en juego mi dignidad.

4. Tener presente que la otra persona es la que elegí para que me acompañe en el camino hacia la felicidad, por lo tanto, merece mi mejor actitud y mi mejor disposición ante ella. Esto es, debe ser objeto de mi cariño, de mi ternura y de mi amor. Jamás puedo olvidar esto, pues hacerlo equivaldría a llamarla enemiga y acreedora de mis peores epítetos y actitudes existenciales.

5. Es importante trascender las acciones y descubrir las intenciones que animan a la persona que me ama. Saber que los seres humanos, primero yo, podemos equivocarnos cuando queríamos hacer algo bien. Entender que las acciones algunas veces son contrarias a la intención, que es posible no decir lo que se quiere porque se escogieron frases o gestos erróneos.

6. En las personas con una dimensión espiritual se debe recordar que esa unión es signo visible del amor de Cristo por la Iglesia (sacramento), es decir, una pareja que se ama es una pareja que transparenta a Dios.

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