lunes, 27 de abril de 2009

La pelea es peleando

Hay una canción del grupo cristiano “Alfareros” que me gusta mucho, se llama: El Luchador. Cuenta la historia de alguien que entiende la vida como una lucha continua, como un sobreponerse a las dificultades y a los problemas, alguien que comprende que la vida está marcada por dificultades, por problemas y que quien quiera gozarla deberá tener el temple suficiente para enfrentarlos y vencerlos.

A veces idealizamos la vida como una experiencia de total serenidad y ausencia de conflictos. Soñamos con esa vida y sufrimos por no tenerla. Pero la verdad es otra; la vida está llena de conflictos, de situaciones críticas y alguna que otra situación límite. No nos podemos substraer a esa condición de la humanidad. Esto queda bien expresado en la metáfora espiritual de la guerra. La vida es una guerra, una guerra espiritual. No estoy hablando de violencias insanas, ni de actitudes hostiles contra los otros, sino de la batalla que da el ser, todos los días, frente a la nada para imponerse en la existencia; o la del amor que debe batirse contra la indiferencia y el odio para hacernos consciente de que la ternura puede más que todas las manifestaciones violentas; la batalla del bien que no quiere ser considerado de otra época y tiene que dar la pelea ante el mal, sin hincar rodilla en el campo de lucha. Sí, la vida es una guerra. Una guerra que creemos ganada. Sí, en Cristo Jesús nosotros hemos considerado esa batalla ganada, el murió en la cruz para que cada uno de nosotros viva como triunfador.

Hay un texto del Deuteronomio que me encanta porque da dos claves para que cualquiera –que crea y que confíe en el poder de Dios- se prepare para la batalla de la vida: “Si al salir ustedes a combatir a sus enemigos ven que ellos cuentan con caballería y carros de guerra, y con un ejército más numeroso que el de ustedes, no les tengan miedo, pues ustedes cuentan con el Señor, su Dios, que los sacó de Egipto. Y cuando llegué la hora de la batalla, el sacerdote se dirigirá al ejército y dirá: Escuchen, israelitas, hoy van a luchar contra sus enemigos. No se desanimen n tengan miedo; no tiemblen ni se asusten porque el Señor su Dios está con ustedes; Él luchará contra los enemigos de ustedes y les dará la victoria”. Creo que hay cuatro claves a interiorizar:

1. Debemos ser capaces de analizar contra quién se está batallando. Hay que conocer al enemigo. No se puede ser ingenuo, ni fanático, a la hora de ir a batallar, es una actitud necesaria el revisar con qué armas cuenta el enemigo, cómo está preparado para el combate. Negarse a eso es una manera de perder -de salida-. Los combatientes que nos son buenos analistas de la vida, terminan perdiendo muchas batallas. Hay que revisar, de manera inteligente y serena, cada situación para salir a enfrentarla.

2. El resultado de ese análisis no nos puede llenar de miedo, sino nos ayuda a encontrar caminos de solución para esta batalla. Hay enfermedades que se presentan mejor armadas que nosotros, pero no por eso vamos a darnos por vencidos sino buscaremos la mejor manera para enfrentarlas. Hay situaciones de soledad, infidelidad, rupturas o dolores, que nos ocasionan impresiones poderosas, pero no por eso vamos a decir que todo está ya perdido.

3. La relación con Dios es el soporte para saber que vamos a salir adelante. Dios nos debe servir para algo. No podemos tener un Dios inútil, recluido a un templo que no nos acompaña a la batalla, sino que no sale del culto. Un Dios así no nos sirve, porque nosotros no vivimos en el culto sino en la vida, y es ésta la que llena de sentido el espacio del culto. Mi relación con Dios tiene historia, porque me ha dado victorias anteriormente, pues bien, tenemos que pensar en ellas y tenerlas presentes para salir a combatir y triunfar. Es un Dios que nos ha dado la vida, que nos ha hecho triunfar en otras situaciones; luego entonces, tenemos que seguir hacia adelante. Un elemento bien bacano de esta fe es que este Dios sale a combatir con sus amigos, Aquel que está de parte de quien confía en Él. Eso nos hace estar seguros de que saldremos en victoria. La justicia es el criterio. Dios siempre está peleando a favor del justo.

4. Hay afirmaciones bien concretas: No te asustes, no tiembles, no tengas miedo… se trata de vivir en la actitud correcta, estar sereno y seguro para tomar las decisiones que corresponden. Cuando no estamos en esa tónica, seguro fallamos y hacemos las vainas mal.

Ahora te toca a ti asumir estas claves y ponerlas en perspectiva de las batallas que estás librando. Tú sabes cuáles son y cómo las estás viviendo. Es hora de llenarte de valor para continuar y triunfar.


P. Alberto Linero Gómez, Eudista

www.elmanestavivo.com

www.yoestoycontigo.com

lunes, 6 de abril de 2009

… ¿cuando se usaba el tacón adelante?...

Estoy en el aeropuerto de Los Angeles (California) y al ver tantos cortes de cabello extraños para mí, tantos tatuajes que me parecen grotescos, tantas modas en las que la gente propende por verse mal por ser –aparentemente- original, me pregunto: ¿En qué momento el valor de la belleza cedió su lugar a la rareza?; ¿en qué momento la armonía no definió lo bello, sino que esta fue definida por lo impresionante?; ¿cómo fue que comenzó a contemplarse lo que fue hecho para pasar rápidamente?

La verdad no sé cuándo pasó esto No sé. No estoy enterado de cuándo dejamos que lo accidental desplazara lo esencial. Ni cuándo fue que los ojos del corazón se quedaron ciegos y comenzamos a ser guiados por la miopía o caímos en el reino de los ojos que sufren presbicia. No sé en qué momento quedamos expuestos a convertir la extrema delgadez en la panacea, o a pensar que si no somos flacos cadavéricos seríamos despreciados por nuestras características lípidas. No sé cuándo fue que las fotos pudieron hacer “milagros” gracias al embustero del fotoshop que quita y pone según el engaño que exija la venta.

No sé el momento exacto, pero sospecho que fue en el mismo momento en el que los papás ya no eran papás sino “mejores amigos” que como tales no disciplinaban, sino alcahueteaban. Creo que sucedió simultáneamente cuando ya no importaba qué, ni cómo lo hicieras con tal de que tuvieras plata. Seguro fue cuando el pudor fue cosa de ancianitas que no tenían nada qué mostrar, porque todo estaba arrugado. O pudo ser cuando la fidelidad fue sólo cuestión de curas célibes que pretendieron privar a los otros de lo que su propia decisión les había privado. Tengo la impresión que esto sucedió cuando un político (“servidor público”) comenzó a ser bueno porque robaba pero poco (también puede aplicarse a aquellos que pedían comisiones “bajas”, entre el 10 y 15%). Debió pasar cuando Dios dejó de ser un “dador de sentido”, para sólo ser un “bombero” que pedía diezmos por ayudar a los necesitados. Seguro que sucedió cuando los dibujos animados dejaron de parecer seres comunes y corrientes y se convirtieron en “monstruos” bien extraños y maleducados que trasgreden toda regla posible, -obviamente, sabiendo nosotros que eso nada influye en la conducta de los niños pues quien crea lo contrario es un dinosaurio bruto y oxidado-.

No sé quién lo hizo, ni con qué intención; pero sospecho que fue alguien bueno que quería hacernos más humanos y liberarnos del yugo de lo bueno, de lo verdadero y de lo bello, para dejarnos disfrutar de lo impresionante, lo aparente y lo útil. Me imagino que debo saber quién fue para agradecerle el favor puesto que ahora todo es mejor –que no me escuche mi abuela quien creía equivocadamente, absurda, incoherentemente, que lo de antes era mejor-. Y es que la prueba está a la vida, salta a ante nuestros ojos: ahora la gente es más feliz.

Sí, gracias a todo esto, ahora hay menos enfermedades psiquícas, emocionales, afectivas y menos drogadicción. La gente es más libre y más feliz. Las familias desbaratas y confusas generan seres humanos más firmes interiormente y constantes en sus búsquedas de realización. Sí, señor, la depresión, las manías, las angustias, el stress, la delincuencia juvenil, los abortos, la corrupción total, los divorcios tempranos, la campante inseguridad, la violencia absurda y extrema, esas atrocidades ya son cosas del pasado –del tiempo de la dinosaurio de mi abuelita- y, ahora, señores, ahora las salas de los psiquiatras y psícologos están vacías. Al volverse todo liviano, todos fuimos más felices.

Disculpen ustedes, de verdad disculpen que, un retrógrado como yo, prefiera el otro camino, que me declare en rebeldía contra esta manera de ver y hacer la vida. Disculpen que viva a lo “antiguo” –que no implica estar cerrado a lo nuevo, sino que implica tener convicciones y razones que no son negociables porque sostienen el sentido-, que crea en el amor fiel y definitivo, que crea en la búsqueda de lo bueno y de lo verdadero, que trate de ser coherente y consecuente con lo que piensa, habla y hace que pueda entender que mi unicidad no pasa por lo grotesco. Disculpen, yo no creo que haya existido un mundo ideal en el ayer, ni que todo tiempo pasado fue mejor, pero que vamos caminando hacia la pérdida del sentido y hay que resistirnos a ser del montón que camina al despeñadero, eso sí lo creo.

Disculpen ustedes que crea lo que me define no sea mi apariencia, que ni tampoco mi comportamiento, sino por lo que imprima mi identidad y esencia más profunda y más personal. Disculpen que siga gritando que el Man Está Vivo y que los invite a conocer a Dios y a dejarse a amar por Él, a descubrir cuál es su propósito para nuestras vidas. Disculpen que los siga invitando a relacionarse con total libertad y disponibilidad, con alguien que no se escandaliza porque tú seas diferente, porque conoce que la diferencia real está en tu corazón, en que eres único e irrepetible de verdad