lunes, 30 de abril de 2012

Lo más importante que lo importante

En el deporte, como en la vida, se ha impuesto una idea dañina: el resultado está por encima del proceso. Esta manifestación tan pragmática y utilitarista es hija de Maquiavelo, cuando nos dijo que el "fin justifica los medios". Tengo claro que no está bien seguir afirmando que se puede ganar como sea; que debemos hacer plata como sea o alcanzar las metas propuestas como sea. Tengo la certeza de que ese camino que da alegrías ante el triunfo, termina siendo el camino a la frustración y a la derrota. Sé que muchos no estarán de acuerdo conmigo y dirán que soy lírico y romántico; pero, insisto en creer que el camino que conduce a la felicidad no sólo pasa por la legalidad sino también por la ética (dejo claro que no estoy hablando en sentido teológico y por eso no hablo de moral). Aún más, soy de los que prefieren desechar caminos legales, si considero que éstos no son éticos; es decir, que no corresponden con los valores, con las ideas fuertes que gobiernan e impulsan mi proyecto de vida. Creo que debe haber una coherencia entre lo que hago y los valores que proclamo. A veces nos quejamos de la manera como la sociedad se no está cayendo a pedazos o por las atrocidades que, a diario, son noticia en nuestros periódicos, o por la corrupción, o por cualquiera de esos flagelos. Y creo que una de las variables que explican -y permiten entender- estas situaciones está en ese creer, enseñar y proclamar que hay que lograr los objetivos cómo sea. ¿Cómo lograr la victoria sin traicionar los principios fundamentales de mi ser? Creo que este es el camino: 1. Hay que ser creativos, innovar, inventar, descubrir nuevas y mejores soluciones; no quedarse quieto, ni dejar que los inconvenientes nos subyuguen sin que intentemos un camino diferente para entrar a la batalla. Ser creativo supone barajar de un nuevo modo las cartas que ya tengo conmigo, ordenar de un modo diferente las acciones, intentar alternativas novedosas. 2. Hay que ser bondadosos; cuando uno es tacaño, cuando no da, cuando no comparte, se encierra, se bloquea, se olvida de conseguir el resultado esperado por cuidar la posición en la que se está para que otro no pueda acceder a ella. Es increíble la gran cantidad de gente que no logra nada, para que otros no se beneficien de sus victorias; el típico ejemplo es aquel que prefiere que le pongan una mala nota a que otro se gane una buena sin merecerlo. 3. Hay que saber respetar al otro; los seres humanos tienen una visión particular de lo que viven y lo que pasa. No se vive igual un triunfo si estás en el bando perdedor; entonces las interpretaciones, los sentimientos y las ideas que tienen otros pueden ser diferentes a las tuyas, pero no son desiguales, son igual de dignas, de importantes, de valiosas, siempre uno encuentra una idea acertada en quien discute conmigo. 4. Hay que ser leal; que los otros sepan que jugamos bien, que respetamos las reglas, que competimos en franca lid, que no usamos atajos, ni trampas, que no aprovechamos situaciones de mala forma, que no sacamos ventajas injustas de nuestra posición o de las relaciones que tenemos. 5. Hay que captar que existen realidades que van más allá de las que brillan, pesan y lucen... No todo se agota en lo práctico y no todo se pesa por el dinero que puede costar, hay realidades que son muchísimo más importantes que el dinero o el triunfo logrado a costa de trampas y engaños.

lunes, 23 de abril de 2012

DANDO ES COMO SE RECIBE

El ser humano es un ser social. Esto es, un ser que no puede vivir solitario y totalmente desconectado de los otros. Siempre es necesario estar en relación con los demás. En ellos se encuentra la riqueza, la solidaridad, la retroalimentación que requiere para poder ser feliz. Somos conscientes que esa relación con el otro también puede ser conflictiva y problemática. Estar en relación con el otro supone apertura, renuncias, entregas, compromiso; y eso no siempre es posible. ¿Cómo tener unas buenas relaciones interpersonales? Creo que la clave está en entender y comprender que el otro es un ser humano que quiere y necesita lo que normalmente nosotros necesitamos. Es por esto que se habla mucho de la regla de comportamiento: “No hagas al otro lo que no quieres que te hagan”.

1. Reconocimiento: todos los seres humanos queremos sentirnos conocidos, aceptados, amados y valorados. Nadie quiere pasar desapercibido por los otros o ser maltratado. Si quieres tener una buena relación con los otros tendrás que aprender a sinceramente reconocer sus cualidades y capacidades y hacerle sentir que es una persona valiosa. No estoy hablando de los ‘piropos lambones’ que a todos nos fastidian y no generan confianza, sino de aquellos comentarios agradables que para todos son caricias emocionales que siempre son bien recibidos. No podemos pretender que el otro nos reciba bien si nuestros comentarios siempre son ofensivos, despectivos o simplemente buscan hacer sentir mal a la otra persona. Cuando eres alguien capaz de reconocer los valores de las otras personas, estas abren su corazón para relacionarse bien contigo.

2. Esperanza: el corazón humano se alimenta de esperanza. El futuro siempre nos genera muchas expectativas y queremos sentir que en él nos va a ir bien, que todo saldrá mejor de lo que estamos viviendo ahora. No queremos tener al lado a personas que siempre están manifestándose negativamente o que hacen del negativismo su bandera. Si quieres buenas relaciones comparte esperanza con los otros, que tus palabras y tus actitudes comuniquen a los otros ánimo, fuerza, ganas. Tienes que ser un auténtico luchador, pero a la vez alguien que con su alegría, su seguridad y su fortaleza comunique esperanza a los otros. Eso hará que ellos quieran tener una buena relación contigo.

3. Orientación: todos necesitamos orientación y la andamos buscando. Pero ¡ojo! No queremos esos seres humanos que andan repartiendo consejos sin que nadie se los pida y tratan de meterse en la vida de los demás. Queremos seres humanos seguros de lo que hacen en su vida, inteligentes a la hora de exponer las ideas que gobiernan su proyecto de vida. En una palabra, gente que sabe para dónde va, que sabe qué quiere. El que tiene palabras claras para aquellos que, en un momento de confusión, piden una orientación. Todos necesitamos a alguien que nos muestre el camino y sea capaz de indicarnos cuál es el mejor.

4. Solidaridad: siempre todos esperamos que alguien nos ayude. Si queremos tener buenas relaciones con los demás tenemos que estar dispuestos a colaborarles, a servirles y bendecirlos con nuestros comportamientos. Lo que se da es lo que se recibe. Muchas veces pretendemos que los otros nos ayuden, pero no somos capaces de salir de nuestra comodidad para colaborarles en la construcción de sus soluciones y respuestas. Todos queremos estar con gente colaborativa y solidaria.
Se trata de comprender que los otros quieren y necesitan, de alguna manera, lo que nosotros queremos y necesitamos, y que para tener unas buenas relaciones hay que saber comportarnos con los demás, porque estos, como nosotros, no tienen por qué aceptar y aguantar ‘cualquier tipo de comportamiento’. Pregúntate si eres una persona que tiene estas cuatro actitudes propuestas anteriormente.

sábado, 14 de abril de 2012

Perdono, luego vivo

Vuelvo sobre el tema del perdón, que es una realidad necesaria y urgente para todo aquel que quiera vivir en paz y tener buenas relaciones interpersonales. El perdón como una herramienta vital, esencialmente humana, para la felicidad. No perdono porque sea tonto, sino por el contrario porque no quiero serlo, pues tonto es aquel que prefiere estar mal cuando puede estar bien.

Insisto, el perdón no es igual a la reconciliación; muchas veces confundimos las dos realidades, la reconciliación es una vuelta a la relación rota, el perdón es una vuelta a la paz también rota. No necesariamente quien perdona vuelve a entablar relación con el ofensor, pero ya no conserva la semilla del odio, del resentimiento o del dolor dentro del corazón.

Quisiera reflexionar sobre algunos puntos en particular sobre la experiencia del perdón como un hecho humano:

1. Nadie merece el perdón, pero todos los necesitamos. Si el tema es de merecimiento nadie podrá perdonar, pues muchas veces la intención del otro no es otra que la de dañarme (y si dejo que su odio permanezca en mí, ya está logrando su cometido); por eso, el perdón es un regalo que me hago a mí mismo. No puedo esperar a que lo merezcas perdón para dártelo, en un acto de libertad y de misericordia te perdono pues no quiero que me siga haciendo daño el pasado. De igual modo, he sido perdonado sin merecerlo, sin que haya hecho nada por lograrlo, porque el perdón es, en primera instancia, un hecho gratuito.

2. Defender mis derechos es una obligación hacerlo violentamente -o en los términos de quien nos ataca- es una necedad. Con el perdón me muestro diferente al que me ofendió. No somos iguales, ni pensamos iguales. Lo más terrible que puede pasarnos es terminar nivelándonos por lo bajo con otros, usando sus lógicas equivocadas, odiando, ofendiendo, humillando o maltratando; yo decido romper esa cadena y vencer el mal a fuerza de bien como Jesús, el Maestro de la Vida, nos enseñó con su sacrificio en la cruz.

3. Te perdono en mi corazón sin que lo pidas. No voy a dejar que tu orgullo, terquedad y crueldad me deje sin paz interior. No necesito que hagas nada para perdonarte, ni necesito que sepas que lo hice, porque el perdón es un hecho para mí, para mi sanación, para mi crecimiento, para mi decisión de vivir mejor y ser feliz. Aunque sigas tratando de dañarme, aunque quieras un mal para mí, ten claro que estaré por encima de esa decisión equivocada tuya, porque decido hacerlo, porque puedo hacerlo, porque no te daré el poder de robarme la paz, de afectarme o herirme, pues yo soy el dueño de mi vida interior.

4. Soy creyente pero no masoquista. Te perdono pero me alejo, cuando tengo claro que me seguirás dañando porque tu actuar está fuera de tu voluntad; cuando inteligentemente me doy cuenta de tu incapacidad de ser de un modo distinto; de que dañas sin querer pues tu corazón está lleno de heridas; cuando me doy cuenta de que haces daño sin que quieras porque no puedes evitarlo o, incluso, porque sientes algo de satisfacción haciéndolo, entonces pongo distancia entre nosotros y te saco de mi vida. Jesús me invita a perdonar siempre, pero no a ser masoquista. No te odio, pero tampoco te quiero haciendo parte de mi historia.

sábado, 7 de abril de 2012

Una vida de contrastes

Son demasiados los contrastes que veo y experimento en este viaje. Pasa una joven, totalmente cubierta por una burka negra, pero lleva en su brazo un bolso de “barbie". Es la tradición y el modernismo en el mismo sujeto. Paso por la calle central Sharm El Sheih y unos jóvenes con sus vestimentas típicas musulmanes hacen una coreografía mientras bailan la macarena. Lo propio y lo extraño juntos en la misma puesta en escena. Estamos frente al televisor viendo el partido del Barca contra Milan en una auténtica torre de Babel donde todos hablan en sus idiomas tan distintos y distantes, donde el arco iris racial se hace presente; pero todos gritan ante el gol de Messi y se abrazan sin conocerse, sintiéndose por un momento hermanos de la misma sangre (la de la emociones). Otra vez lo diferente y lo común. Veo ahora una pareja que se besa, la forman una oriental con un hombre de raza negra, mostrando que el amor salta toda barrera racial y mueve a los hombres a descubrirse iguales y dispuestos a construir juntos.

Ese es el mundo en el que vivimos, donde la palabra fusión tiene un lugar privilegiado. Eso somos, una suma de contrastes que nos enriquecen y nos hacen desbordar los cálculos milimétricos de los que quieren adivinarlo todo o clasificarnos en frías cifras y conceptos. Somos unos y otros, antiguos y modernos, propios y extraños. Somos así.

Pero tal vez el contraste que más me enfrenta a mi propia realidad y me hace de nuevo estremecer, es el de Jesús. Es el Mesías pero no de la manera esperada. Es el rey pero sus súbditos son libres. Es el que nos invita a amar a los que no nos aman. Es el que ama a los que todos rechazan. Es el que da vida, muriendo. Es el que nos ama dejándonos libres para que lo amemos o no. Me invita a tener vida, dándolo todo. Vengo a ver su tumba, a hacer lo contrario a lo que la gente va a ver a las tumbas, voy a ver que no hay nada allí. Vengo a encontrarme con el Dios humanado que está lejos de la pompa, el poder, el lujo y las otras manifestaciones que los hombres que se hacen dioses tienen y pregonan.

Ese contraste me cuestiona y me hace sentir que algo no está bien en la sociedad en la que vivo y en mí mismo. Definitivamente me deja claro que el camino, que creemos hoy, en nuestra sociedad, conduce a la felicidad es equivocado. Vamos en el sentido contrario. Los valores que hoy nos impulsan a vivir y trabajar no son los que nos llevan a la plenitud. Sí, ver a Jesús, encontrarme con todos los contrastes del mundo de hoy, sentir en cada pedazo de tierra de Jesrualén o de Cafarnaun que la invitación de Jesús es dar para ser feliz, es entregar para realizarnos, es pro-existir para vivir realizados, es amar sin medidas y sin intereses, es perdonar aunque la herida este ardiendo todavía, es amar sin confundir el deseo sexual como lo único posible en la relación afectiva con una pareja. En una Palabra, vivir con valores bien contrarios a los que hoy se imponen como modelos de vida. Eso es lo que celebramos hoy en la noche. Es lo que la comunidad eclesial quiere hacernos comprender con sus signos de fuego, palabra, agua y pan. Eso es lo que cantamos con fuerza cuando gritamos hoy que ha resucitado. Que la felicidad se consigue de otra manera, que no podemos ser felices si seguimos a juntadillas el manual egoísta, lambón, idolatra, materialista, facilista, utilitarista que el mundo nos propone.

Por ello te invito a ser contraste para todos. A decepcionarlos y a hacer lo que no esperan: amar cuando esperan odio, perdonar cuando esperan venganza, acoger cuando esperan rechazo, bendecir cuando esperan maldición, dar cuando esperan que pidas. Sé un contraste viviendo a la manera de Jesús en este mundo, y ten la certeza de que serás feliz. Esa es mi apuesta y la que te invito a vivir. Esa fue la apuesta del que terminó en la cruz, pero fue resucitado por el Padre Dios. Es un camino que exige tu decisión y tu compromiso. No es una imposición de nadie, ni mucho menos una orden que tienes que cumplir. Asumir este camino te llevará a sentirte raro, hasta distinto de la mayoría, sentirás su rechazo y su burla pero te hará ser feliz.

Hoy celebramos que se puede vivir de una forma distinta y que Dios así lo quiere. No tengas miedo ni a la cruz, ni al dolor, ten la certeza de que el saldrá fiador de nosotros (Isaías 49) y nos dará la felicidad que tanto estamos buscando.

Seguro que estas palabras que hoy escribo pueden sonar extrañas para ustedes; pero tengan la certeza que es lo que he descubierto como verdad en mi corazón y en mi mente. No quiero vivir de otra manera. Sin que pueda negar que la tentación es mucha y que algunas veces caigo en ella. Pero la tarea es ser un ser humano contraste a la gran mayoría de los que viven en nuestra sociedad hoy. ayoría de los que viven en nuestra sociedad hoy.

lunes, 2 de abril de 2012

REFLEXIONES DESDE EL DESIERTO

REFLEXIONES EXISTENCIALES EN EL DESIERTO

Cuando escribo estas reflexiones de los sábados estoy en la Isla de Elefantina, en la ciudad de ASWAN, la cuarta ciudad de Egipto después del Cairo, Alejandrina y Luxor; conocida por su famosa represa sobre el Nilo. Mientras que los peregrinos que me acompañan, en busca de la Tierra Santa, aprovechan motarse en Camello y conocer una nueva cultura, contemplo el contraste entre la duna del desierto: amarilla, estéril, sin vida, y la orilla de uno de los brazos del Rio Nilo, verde, fecunda y con mucha vida. El contraste es evidente. Son dos polos opuestos. En uno falta lo que está en el otro.

Me impresiono hasta llegar a pensar que así es nuestra vida, las dos situaciones al mismo tiempo: por momentos desértica y estéril y en otro llena de vida y fecunda. Por momentos ganas de decir no sigo adelante, ya esto terminó; pero en otros con ganas de tragarnos el mundo y pintarlo de todos los colores que hay que nuestros. Por momentos sintiendo que no somos nada; pero en otros creyendo que el mundo gira alrededor nuestro. Así vivimos. Así somos.

 No podemos negarnos a ninguno de los dos momentos, tenemos que aprender a conjugarlos y a vivirlos a plenitud en cada momento. Aprender a ser feliz implica entender y aceptar que caminamos por esas dos laderas existenciales y que debemos seguir adelante caminando hasta alcanzar la meta, la plenitud que soñamos. No quiero desear lo que no tengo, ni ser lo que no soy; más bien quiero amar lo que tengo y disfrutar lo que soy para alcanzar la plentitud y la excelencia que tanto requiero.

En ese momento un grito de algunos arabes de los que venden por allí, me baja del globo de mi reflexión y me deposita de nuevo en ese calor ardiente de esta isla, El sol es tan fuerte que me armo de mi sombrero vuelteao que me amarra al caribe -del que soy y no me quiero ir nunca, aunque viaje por tantos otros lugares del mundo.  

Subo a un camello y sigo hacia la aldea Nuvia, una cultura afro-árabe que lucha por sobrevivir. Mientras nos explican aspectos de su cultura, de su modo de vida, de sus métodos de aprendizajes, etc., pienso en la manera cómo usan los pocos recursos que tienen. Me detengo, mas exactamente,  en la manera cómo viven y usan los camellos: al poco tiempo que nace el camello le amarran las dos patas delanteras con una cabuya que le permita moverse pero no mucho y lo sueltan por el desierto. A los dos años los buscan, ya los encuentran crecidos y comienzan a usarlos como medio de transporte, de trabajo, de diversión... por lo menos entre 12 y 13 años, luego lo matan venden su carne o la consumen ellos, de las pieles hacen prendas de vestir y de los huesos utensilios domésticos o de adornos. Lo aprovecha súper bien a este animal. 

Podrás preguntarte ¿qué tiene que ver esa historia del camello con nosotros, que camellamos pero de otra manera? Es probable que nada, pero conocer esta manera de usar los pocos recursos que la naturaleza les da a estos seres humanos para sobrevivir me lleva a comprender que: mediocre no es aquel que no tiene recursos, sino quien no  aprovecha al máximo los  que tiene para realizar sus sueños. Mediocre es el que despilfarra todo lo que Dios le ha dado ya sea malbaratando todo o simplemente quedándose quietos sin hacer nada. 

 No puedo dejar de pensar en mi gente -y en mí- que seguro tenemos muchos más recursos  pero vivimos quejándonos de la vida y diciendo que no tenemos cómo salir adelante. Es probable que no tenga todo lo que creo necesitar pero seguro que en mi vida hay muchos recursos que me podrían hacer más feliz de lo que soy. Tal vez nos acostumbramos a desear lo de los otros, y por eso no descubrimos el potencial que hay en nuestro ser. O tal vez lo que sucede es que no hemos sido enseñados a valorar lo que poseemos y nos cuesta entender que tenemos muchas capacidades, talentos, posibilidades para construir una vida feliz. Si, es probable que hayamos aprendido a vivir mediocremente sin aprovechar todo lo que Dios nos ha dado y a culpar a otros de no poderlo hacer. También puede ser el conformismo de creer que ya todo está decidido y que nacimos para ser pobres. No sé, a ciencia cierta, que sea, pero sé  que no podemos seguir  viviendo así, hay que tomar la decisión de aprovechar la vida y todo lo que ella contiene, que hay que asumir actitudes que nos lleven a la realización de nuestros sueños sin miedo y usando, con inteligencia y sabiduría, todos los recursos que la naturaleza (y para mí, Dios nos ha dado). 

Es hora de dejar esa actitud mediocre de quejarnos, de esperar que las soluciones las traigan otros, o de soñar con un mundo perfecto que cae del cielo mientras dormimos. Es hora de dejar a un lado toda mediocridad y asumir una actitud diligente que nos lleve a valorar lo que tenemos y construir con ellos una vida  agradable, que valga la pena vivir. Es hora de ser hombres y mujeres competentes, capaces de alcanzar los que se proponen y de realizar sus proyectos venciendo todo tipo de dificultades y adversidades. No dejes que la mediocridad se apodere de tu corazón, hoy tienes la posibilidad de asumir una actitud totalmente nueva y ser feliz.

REFLEXIONES DESDE EL DESIERTO

REFLEXIONES EXISTENCIALES EN EL DESIERTO

Cuando escribo estas reflexiones de los sábados estoy en la Isla de Elefantina, en la ciudad de ASWAN, la cuarta ciudad de Egipto después del Cairo, Alejandrina y Luxor; conocida por su famosa represa sobre el Nilo. Mientras que los peregrinos que me acompañan, en busca de la Tierra Santa, aprovechan motarse en Camello y conocer una nueva cultura, contemplo el contraste entre la duna del desierto: amarilla, estéril, sin vida, y la orilla de uno de los brazos del Rio Nilo, verde, fecunda y con mucha vida. El contraste es evidente. Son dos polos opuestos. En uno falta lo que está en el otro.

Me impresiono hasta llegar a pensar que así es nuestra vida, las dos situaciones al mismo tiempo: por momentos desértica y estéril y en otro llena de vida y fecunda. Por momentos ganas de decir no sigo adelante, ya esto terminó; pero en otros con ganas de tragarnos el mundo y pintarlo de todos los colores que hay que nuestros. Por momentos sintiendo que no somos nada; pero en otros creyendo que el mundo gira alrededor nuestro. Así vivimos. Así somos.

 No podemos negarnos a ninguno de los dos momentos, tenemos que aprender a conjugarlos y a vivirlos a plenitud en cada momento. Aprender a ser feliz implica entender y aceptar que caminamos por esas dos laderas existenciales y que debemos seguir adelante caminando hasta alcanzar la meta, la plenitud que soñamos. No quiero desear lo que no tengo, ni ser lo que no soy; más bien quiero amar lo que tengo y disfrutar lo que soy para alcanzar la plentitud y la excelencia que tanto requiero.

En ese momento un grito de algunos arabes de los que venden por allí, me baja del globo de mi reflexión y me deposita de nuevo en ese calor ardiente de esta isla, El sol es tan fuerte que me armo de mi sombrero vuelteao que me amarra al caribe -del que soy y no me quiero ir nunca, aunque viaje por tantos otros lugares del mundo.  

Subo a un camello y sigo hacia la aldea Nuvia, una cultura afro-árabe que lucha por sobrevivir. Mientras nos explican aspectos de su cultura, de su modo de vida, de sus métodos de aprendizajes, etc., pienso en la manera cómo usan los pocos recursos que tienen. Me detengo, mas exactamente,  en la manera cómo viven y usan los camellos: al poco tiempo que nace el camello le amarran las dos patas delanteras con una cabuya que le permita moverse pero no mucho y lo sueltan por el desierto. A los dos años los buscan, ya los encuentran crecidos y comienzan a usarlos como medio de transporte, de trabajo, de diversión... por lo menos entre 12 y 13 años, luego lo matan venden su carne o la consumen ellos, de las pieles hacen prendas de vestir y de los huesos utensilios domésticos o de adornos. Lo aprovecha súper bien a este animal. 

Podrás preguntarte ¿qué tiene que ver esa historia del camello con nosotros, que camellamos pero de otra manera? Es probable que nada, pero conocer esta manera de usar los pocos recursos que la naturaleza les da a estos seres humanos para sobrevivir me lleva a comprender que: mediocre no es aquel que no tiene recursos, sino quien no  aprovecha al máximo los  que tiene para realizar sus sueños. Mediocre es el que despilfarra todo lo que Dios le ha dado ya sea malbaratando todo o simplemente quedándose quietos sin hacer nada. 

 No puedo dejar de pensar en mi gente -y en mí- que seguro tenemos muchos más recursos  pero vivimos quejándonos de la vida y diciendo que no tenemos cómo salir adelante. Es probable que no tenga todo lo que creo necesitar pero seguro que en mi vida hay muchos recursos que me podrían hacer más feliz de lo que soy. Tal vez nos acostumbramos a desear lo de los otros, y por eso no descubrimos el potencial que hay en nuestro ser. O tal vez lo que sucede es que no hemos sido enseñados a valorar lo que poseemos y nos cuesta entender que tenemos muchas capacidades, talentos, posibilidades para construir una vida feliz. Si, es probable que hayamos aprendido a vivir mediocremente sin aprovechar todo lo que Dios nos ha dado y a culpar a otros de no poderlo hacer. También puede ser el conformismo de creer que ya todo está decidido y que nacimos para ser pobres. No sé, a ciencia cierta, que sea, pero sé  que no podemos seguir  viviendo así, hay que tomar la decisión de aprovechar la vida y todo lo que ella contiene, que hay que asumir actitudes que nos lleven a la realización de nuestros sueños sin miedo y usando, con inteligencia y sabiduría, todos los recursos que la naturaleza (y para mí, Dios nos ha dado). 

Es hora de dejar esa actitud mediocre de quejarnos, de esperar que las soluciones las traigan otros, o de soñar con un mundo perfecto que cae del cielo mientras dormimos. Es hora de dejar a un lado toda mediocridad y asumir una actitud diligente que nos lleve a valorar lo que tenemos y construir con ellos una vida  agradable, que valga la pena vivir. Es hora de ser hombres y mujeres competentes, capaces de alcanzar los que se proponen y de realizar sus proyectos venciendo todo tipo de dificultades y adversidades. No dejes que la mediocridad se apodere de tu corazón, hoy tienes la posibilidad de asumir una actitud totalmente nueva y ser feliz.