lunes, 22 de febrero de 2010

Yo te perdono: Yo

Más difícil que perdonar a alguien, que ya es de sumo bien difícil, es perdonarse a uno mismo de los errores y de las equivocaciones que hemos tenido que nos han dañado mucho. Sí, algunas veces lo que más cuesta es aceptar y perdonar que hicimos lo menos inteligente, que nos equivocamos a pesar de que todo el mundo nos advirtió el error, que todas las marcas de la vida nos llevaban a un camino o una decisión distinta. Estoy pensando en personas que eligieron a la persona equivocada y ahora no entienden cómo fue que lo hicieron y no se perdonan haber sido tan estúpidas. Pienso en las personas que pelearon y ofendieron, sin ninguna razón, a alguien que aman y que ahora están sufriendo las consecuencias de su inconsciente acción, por ejemplo. Me refiero, también, a aquellos que, por debilidad de carácter o por creer que era lo mejor, han actuado de una manera de que hoy se arrepienten. Esa falta de perdón a uno mismo se manifiesta en una tristeza, en un desgano y un volver constantemente sobre la misma situación.

Perdonarse a sí mismo es difícil pero es lo más liberador que hay. Cuando aceptamos nuestros errores y comprendemos que nos podemos amar a pesar de ellos; estamos en capacidad para comprender y aceptar los errores de los demás y, así, establecer con ellos relaciones sanas. Que me equivoqué no significa que valgo nada o que todo está perdido. Aceptar que no soy perfecto forma parte del proceso de crecimiento personal. Sé que existen personas cínicas e inconscientes que no se dan cuenta de sus errores y no crecen, ni mejoran, en sus dimensiones humanas. Pero tarde que temprano –más temprano que tarde- encontrarán el resultado de su inconsciencia. Te planteo varias ideas para reflexionar, si sientes que necesitas perdonarte.

1. Hay que vivir el presente. No puedes quedarte anclado en lo que ya pasó. Es necesario comprender que tu sentimiento es presente, pero la situación es del pasado. Esto es, sobre tu sentimiento puedes actuar; pero no sobre la situación que ya aconteció, esa no se puede variar. Esto lo digo para que caigas en cuenta de que seguir sufriendo por algo que ya no puedes variar, no es inteligente.

2. Una fuente clara de la falta de perdón uno mismo es el orgullo. Cuando nos sentimos más de lo que somos, o creemos que la felicidad está planteada en términos de perfección, y eso no es cierto. Nadie es perfecto, todos fallamos y comentemos errores. Por eso, si queremos ser felices tendremos que aceptarnos tal cual somos, asumiendo nuestra condición frágil y tratando de dar lo mejor en cada una de las acciones que realizamos. Si fallaste tienes que reconocerlo y darte cuenta de que no por ese error has perdido todo el valor que tienes.

3. Ser objetivo y darte cuenta si no perdonarte vale la pena. Muchas veces lo que nos está estancando el crecimiento es tan vano, tan inicuo, que no merece nuestra atención, ni nuestra preocupación. A veces estamos sufriendo por experiencias que ya los otros olvidaron o que no causaron todo el daño que nosotros creíamos. Analiza y pon en una balanza la situación que no te has podido perdonar, así como el daño que te ha causado no liberarte de ese sentimiento. Es probable que el daño sea demasiado grande que la situación. En la vida debemos aprender a ser objetivos y prácticos para actuar.

4. Aceptarse tal cual se es, y querer ser mejor. Sí, no hay otra, eres ese y sólo ese. ¿Para qué soñar con lo que no eres? Más bien acéptate tal cual y trata de mejorar. Esa es la única forma de crecer y de ser feliz. Asumir las fallas que se tienen y proyectarse de la mejor manera. Es descubrir que si estoy vivo es porque puedo salir adelante y ser feliz, ya que siempre tendré una nueva oportunidad.

El que no se perdona no se ama. No hay experiencias de amor que no pasen por la experiencia del perdón. El amor es real y reconoce las fallas del otro. Son el enamoramiento y el pensamiento narcisista los que nos montan en una burbuja mentirosa en la que no existen fallas, ni errores. La realidad supone fallas y tenemos que aprender a vivir con ellas y a salir adelante.

Dios siempre te perdona ¿por qué te vas a negar ese perdón? Dios siempre te da una nueva oportunidad ¿ por qué te la vas a negar?

miércoles, 17 de febrero de 2010

ENFRENTA A TU GOLIAT

La leyenda de David y Goliat nos presenta la actitud de un hombre creyente frente a un gran problema. Esa es la diferencia entre David y los demás hombres de Saúl. Mientras estos últimos tienen miedo a Goliat, David -fundándose en su fe y en su relación histórica con Dios- no le teme. Dos actitudes que aparecen frente a los problemas: les tememos hasta entrar en pánico frente a ellos o nos decidimos a enfrentarlos.

Creo que la primera actitud es aprendida y tiene que ver mucho con el entorno y con la sobreprotección de nuestros padres. Vivimos en una sociedad que nos enseña a tener miedo. Nuestros padres, queriéndonos proteger, casi que nos inoculan el miedo como la única herramienta para sobrevivir. En un momento de descanso entre predicación y predicación en los que ando, fui a uno de los Parques de Diversión de Orlando, Florida; y claro que ni Hulk, ni los dragones –que son montañas rusas exageradas y llenas de vértigo y velocidad- estuvieron en mi lista de visitas pues me causan cierto miedo; pero veía cómo los niños hacía filas para montarse en ellas. Pensaba que estos niños van a tener menos miedos que yo cuando tengan mi edad. Y es que uno aprende a tener más miedo del natural, por lo que hacen nuestros padres , quienes en vez de estimularnos a desafiar algunos retos nos invitan a atrincherarnos para no sufrir haciendo algunas batallas.

David no le teme a Goliat. Seguro que sabe de todo el poder de Goliat y conoce bien que está en desventaja. También seguro que ha pensado lo que va a hacer. Pero parte de saber que no puede tenerle miedo. Este Goliat representa los grandes problemas que tenemos en la vida. Los gigantes líos en los que nos metemos. Las inmensas dificultades que debemos soportar en nuestras vidas. Las temibles enfermedades que, a veces, nos visitan en nuestro cuerpo o nuestra casa. Y aunque tomemos todas las medidas pertinentes frente a estas situaciones, hay que partir desde el no-miedo para tener margen de acción y poder vencerlas. Si están ahí y no se irán, si es ineludible enfrentarlas, tienes que estar preparado.

Si miramos el texto (1Samuel 17,1-57) nos encontramos con que David parte de una confesión de fe: “Yahvé que me ha liberado de las garras de león y del oso, me librará de la mano de ese filisteo”. ¿Qué tal que todos partiéramos de esa certeza al enfrentar los problemas? David sabe que tendrá que salir al campo de batalla, tendrá que desafiarlo y enfrentarlo; pero sabe que Dios está con él y no va a dejarlo sólo. Eso es fe. Esa es la fe que necesitamos cada uno de nosotros, que cuando vemos los problemas nos declaramos deprimidos, derrotados, acabados y decimos que no podemos hacer nada. David sabe para qué está Dios en su corazón. Sabe que Dios se manifiesta a través de su fuerza poderosa en el corazón del que cree y lo impulsa a ser un vencedor.

También vemos que responde con destreza e inteligencia ante la situación: “Tomó su cayado en la mano, cogió en el torrente cinco piedras lizas y los puso en su zurrón de pastor, en su moral. Y con su honda en la mano se acercó al filisteo. El filisteo fue avanzado y acercándose a David, precedido de su escudero. Volvió los ojos el filisteo, y viendo a David, lo despreció, porque era un muchacho rubio y apuesto… David salió rápidamente de las filas al encuentro del filisteo. Metió su mano David en el zurrón sacó de él una piedra, la lanzó con la honda e hirió al filisteo en la frente. La piedra cayó de bruces en tierra”. Confía en Dios, pero sabe lo que hace. Esto es, actúa con inteligencia. Muchas personas con un actitud fanática no se preparan para el combate, ni usan las herramientas que Dios -a través de la ciencia le ha dado a los hombres para enfrentar sus males-sino que quiere que todo se lo resuelva el Señor ¡No! Este es un buen tirador de piedra. Conoce la técnica y la usa de la mejor manera. Sabe que puede afectar con un buen lanzamiento al Gigante y así lo hace. Eso debemos hacer para enfrentar los problemas. Tenemos que echar mano de lo que Dios nos ha puesto a nuestro alrededor. Hay que ir al médico, al psicólogo, al abogado, a quien corresponda para aprender cómo puedo responder a ese problema, a esa enfermedad.

Estamos decididos a vencerlo en el nombre de Dios y buscamos todas las herramientas que Dios nos ha dado para hacerlo. Es importante tener clara está combinación para enfrentar las situaciones difíciles. No tengamos miedo, pero tampoco seamos fanáticos.

No sé cuál sea tu Goliat hoy, pero lo que sí sé es que con tu fe y con la inteligencia que Dios ha puesto en tu vida lo puedes vencer. Te bendigo y pido a Yahvé que esté siempre contigo.