jueves, 7 de mayo de 2009

A Dios rogando y…

Se la leí alguna vez a Clara Lubich… y, desde ese momento, fue una frase que me ayudó a comprender mi relación con Dios: “Confía en Él como si todo dependiera exclusivamente de Él y Trabaja como si todo dependiera exclusivamente de ti”. Estos dos verbos definen mi acción como hombre que se relaciona, que ha tenido un encuentro con Dios, y trata de vivir conforme a esto: Confiar y Trabajar. Creo y lucho. Espero y conquisto. Agradezco y celebro. Soy un creyente, pero también un combatiente. En la fe cristiana esas realidades no se oponen, sino se retroalimentan. Quien sólo cree y no trabaja es un fanático. Quien sólo trabaja, pero no trasciende, es un humanoide. Necesitamos tener las dos actitudes para ser un buen seguidor de Cristo.

Traigo hoy esta reflexión porque considero que, desde esta frase, podemos proponernos enfrentar la “epidemia” de estos días, la gripa porcina. Necesitamos tomar todas las medidas higiénicas, saber qué se debe hacer y estar todos comprometidos para prevenir una infección. Pero, también, debemos saber que estamos en las “manos de Dios”, esto es, hay que tener fe para salir adelante. Ni nos achantamos a que todo lo haga Dios, ni entramos en pánico creyendo que todo está perdido.

Tenemos que ser responsables ciudadanos que cuidan y propenden por la salubridad pública, como también orantes que confían en el poder de Dios, en su protección y su cuidado. Enfrentamos las situaciones que formen parte de nuestra propia historia y que sean ocasionadas por nuestras decisiones y acciones; pero, a la vez, tenemos que leer los contextos, ese cúmulo de acciones y relaciones de la historia, desde la fe.

Los creyentes no entramos en pánico; sino que hacemos lo que nos toca hacer. Y, además, lo hacemos de manera exigente y perfeccionista. La diferencia están en que luego -al final de todo- descansamos en las manos del Señor, y le decimos ahora te toca a Ti. Todo esto tiene que ser motivo de serenidad y seguridad; pues a través de la historia de salvación –la del pueblo de la Biblia y la nuestra propia- hemos podido corroborar su amor por nosotros y su decisión de ayudarnos a que todo salga bien. Nos esforzamos al máximo, al mismo tiempo que nos abandonamos a su providencia, sabiendo que Él nunca nos falla.

Por eso creo que ningún creyente de verdad puede dejar que esta situación le haga perder el sentido, ni mucho menos que lo lance a la desesperación. Los que confiamos en Dios siempre salimos adelante. Aunque pase lo peor, sabremos leerlo desde su amor y allí tratamos de encontrar la bendición para nosotros. Nuestra vida no sólo queda expuesta a lo que podemos hacer, sino que nos sostiene y nos alienta la esperanza puesta en Dios.

No somos unos esclavos limitados y únicamente posibilitados por nuestras capacidades; sino que somos seres que viven confiados en al amor de Dios. Tenemos más allá, trascendemos, oteamos la realidad, salimos del presentismo, nos caracteriza la esperanza en Él. No todo termina donde terminamos nosotros. Somos conscientes de que trascendemos. Esa experiencia, el encuentro que hemos tenido con Aquel que nos ama y que nos protege siempre, es lo que no nos deja ser presas del pánico; la certeza de Dios en nosotros no nos permite percibirnos desesperados, ni angustiarnos hasta perder el control. Sabernos espirituales nos da la paz que se requiere para seguir actuando con inteligencia y fortaleza en la vida.

Ahora, está claro: quien no esfuerza no debe pedir a Dios ayuda –como si fuera una especie de mago que saca realidades de la nada- pues aquel que no sale a conquistar sus metas no puede pretender que Dios lo bendiga con la realización de ellas. Damos lo mejor de nosotros. Estamos dispuestos a todo. Sabemos que la vida se hace con pasión y dedicación; pero contamos con el amor de Dios que nos llena de todo. Así somos los creyentes a la manera de Jesús.

No sé cuál sea tu situación en este momento, ni sé tu problema, ni tu angustia; pero quiero invitarte a luchar, a dar lo mejor de ti, a construir respuestas inteligentes, a sacar todo lo que tienes, a descubrir tu capacidad de lucha, de aguante, de conquista. Y del mismo modo te invito a confiar, a creer y esperar en Dios, a confiar en su poder. No te desesperes, no pierdas el control que nada te podrá destruir pues eres de Dios. Nada podrá acabar contigo, porque tu vida y el sentido de ella, trasciende todo esto. Nosotros no nos ahogamos en el mar de la intrahistoria, nosotros sabemos trascender, nosotros somos creyentes que vamos con el mazo dando.