domingo, 19 de agosto de 2012
Ser Eudista, un reto, una bendición, un feliz manera de ser
Soy Eudista. Es decir, pertenezco a la “escuela de santidad” que fundó Juan Eudes en 1643 para servir a Jesucristo, el Señor, y a su Iglesia. Pertenezco a esta Congregación porque me dejé seducir por su propuesta de vida; porque me siento sintonizado por las intuiciones pastorales que la mueven; porque me gusta vivir en la libertad de los seres que se aceptan tal cual son y se ayudan a ser cada día mejores seres humanos; porque en ella me he sentido acogido, animado y respaldado para formar-evangelizar con pasión y teniendo a Jesucristo como el Centro de la vida. Tengo 19 años de haber firmado la Incorporación y de jurar ante Dios que quería vivir y morir siendo eudista. En este tiempo he vivido muchas experiencias gratificantes y he tenido muchos aprendizajes, ha sido un tiempo de bendición y crecimiento para mí.
Conocí a los Eudistas en el Seminario Regional Juan XXIII, allí ellos eran formadores y con sus inteligentes propuestas académicas, su sólida y actual vida espiritual, sus estrategias pastorales conformes a los tiempos que vivimos, me impactaron. Nunca me invitaron a seguirlos, ni a estar en su Congregación; nunca permitieron que hablara con ellos de estos temas, pero su vida se hacía atractiva y me invitaba a pensar que esa podría ser la manera como yo pudiera seguir a Jesucristo en mi, deseado, presbiterado. No tenían necesidad de hacer pastoral vocacional entre nosotros; su vida era demasiado sugerente y a través de ella el Señor nos llamaba a pertencer a la petite comunitate. No me arrepiento de haber dicho que sí, ni de pedir el ingreso a la Congregación, realmente en ella he sido feliz. Mañana celebramos a Juan Eudes en la Iglesia Católica y por eso quisiera hablar de lo que busco ser como Eudista?
1. Ser un hombre totalmente cristo-céntrico. Quiero tener claro que el referente de mi vida es la vida de Jesús. No quiero vivir siguiendo otros criterios, quiero vivir jesusmente. Quiero amarlo con todas las ansias de mi corazón y tratar de mostrarlo en la libertad de mis actos, en la obediencia total al Padre Dios y en la aceptación incondicional de mis hermanos. Quiero tener como programa de vida la frase del santo francés: ¡Nada quiero, y lo quiero todo; Jesús es mi todo: fuera de él todo es nada; quítame todo, pero dame ese solo bien y todo lo tendré, aunque no tenga nada! Por eso sé que todo lo que uno puede tener es nada en comparación con Jesús, y que la única manera de tener bastante es ser generoso y darlo todo, hasta darse uno mismo como lo hizo el Señor en la Cruz.
2. Ser un hombre que vive con los pies en la tierra. Sé que no soy de este mundo. Que no le pertenezco al espíritu que lo guía. Pero vivo en él y no quiero vivir en la luna, ni aislado de sus realidades. No desprecio lo que se va generando en este mundo, ni me asustan las tecnologías, ni me escondo miedoso tras de viejas estructuras buscando ser protegido del dinámico cambio de hoy. Me siento invitado a dejar que la tecnología re-cree muchas dimensiones de mi vida y re-haga muchas de las categorías mentales con las que he vivido. En ellas está también la bendición de Dios y allí habría que gritar que Dios es el quien da sentido a la existencia. Quiero ser un hombre del siglo 21 y vivir mi experiencia de Dios sabiendo quién soy y para quién vivo.
3. Ser un hombre que vive en la Comunidad eclesial. No tengo pretensiones de vivir aislado y lejos de la comunidad. Sé que la experiencia de Dios nos lanza siempre hacia al otro en una continua pro-existencia. Entiendo que somos diferentes y que en la barca de la Iglesia cabemos todos y podemos todos ayudarnos a para que Jesús viva y reine en nosotros, sin pretender que la unidad sea uniformidad. No me siento mejor que nadie pero tampoco inferior a nadie y quiero servir, de verdad, y con todas las ganas que tengo en el corazón. Eso es lo que me define como eudista-caribe hoy, en este momento. Eso es lo que me mueve a estar en todos los espacios mediáticos posibles y en el diálogo permanente –con una crónica falta de tiempo- con los hermanos con los que comparto la existencia.
Eso es ser Eudista, para mí hoy.
miércoles, 1 de agosto de 2012
Decepción de decepciones…
Todos experimentamos -en algún momento de nuestra vida- frustraciones
y tenemos que aprender a experimentarlas como fuentes de crecimiento
personal. No podemos pretender que todo nos salga bien, ni creer que
se puede lograr una vida sin tropiezos, ni dificultades. Todos tenemos
problemas y ellos son excelentes maestros para ser mejores seres
humanos. Hoy quisiera que reflexionáramos en torno a una de las
fuentes de frustración más común y es la de sentirnos decepcionados
por la actuación o no-actuación de alguien. No son pocas las veces en
las que esperamos algo de alguien que éste no da o no realiza y
terminamos sintiéndonos frustrados, decepcionados y muy tristes.
La madurez humana pasa por la capacidad de comprender que las personas
no están obligadas a pensar y actuar como nosotros esperamos. Cada uno
es libre y dueño de su proceder, y sabe cuáles son las fuerzas
interiores –valores- que lo impulsan a actuar y muy probablemente
estos son diferentes a los nuestros. Comprender esto no es fácil; pero
es lo que debemos hacer. En estos días alguien me decía: pero es que
yo no hubiera actuado así. Claro, tú no habrías actuado así, pero eso
no significa que esa otra persona este obligada a hacerlo. Cuando nos
ponemos en esta situación somos capaces de frustrarnos menos y aceptar
los comportamientos de los otros como lo que son: acciones que yo
puedo juzgar mal o bien, que pueden ser correctas o no –según los
criterios que se tengan- pero que no tienen porque afectarte
interiormente. Se trata de aprender a no esperar nada de los otros,
son nuestras expectativas las que nos llevan a esas frustraciones. A
veces nuestras expectativas son absolutamente “locas”, porque
esperamos lo que los otros no van a hacer. Y los demás no son
responsables de esa frustración, sino nosotros mismos.
Por eso siempre cuando estoy frente a un grupo o comenzando un
proyecto, siempre digo lo que estoy dispuesto a dar, lo que puede
esperar de mí, para que no termine esperando lo que no voy a dar, ni
quiero dar. Que tenga claro qué estoy ofreciendo y con qué me estoy
comprometiendo. Esto en las relaciones afectivas tienen que ser muy
claro. Algunos a veces creen que el otro les está jurando amor eterno
y así lo esperan, y resulta que el otro lo que está proponiendo es una
relación efímera y basada en el placer. Luego vienen los dolores y las
depresiones por estar esperando lo que nadie va a dar.
Les propongo que tengamos claro estos elementos para evitar sufrir
frustraciones y decepciones innecesarias:
1. Dejar claro a través de una comunicación asertiva qué estoy
ofreciéndole a la otra persona, en todas las dimensiones.
2. Analizar si lo que estás esperando de la otra persona es real o es
más fruto de tu imaginación o deseo.
3. Comprender que cada uno tiene derecho a expresar, hacer y construir
su vida desde su singularidad y esa es totalmente diferente a la
nuestra, no necesariamente mejor, ni peor.
4. No reclamar por lo que no es un derecho. Ni pretender que los otros
den lo que para nosotros es una obligación; pero realmente no lo es.
5. Saber que siempre nos podemos levantar de una situación de
frustración y que esta no es más que una de las tantas experiencias
que nos hacen crecer y ser mejores seres humanos.
Así evitaríamos muchos de los sufrimientos que tenemos y no tendríamos
que decir como Mark Twain: “Soy un hombre viejo y he sufrido muchas y
grandes desgracias, muchas de ellas nunca sucedieron.”
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