viernes, 7 de noviembre de 2008

Uno de los días más felices de mi vida


Boca Jr. vs River Plate. Mucho se ha escrito sobre este partido. Todas las metáforas son apropiadas pero insuficientes y tacañas al expresar toda la pasión y la alegría que están presentes en ese templo moderno. La experiencia arrancó con una espera en el hotel. Estábamos ansiosos, como si fuera nuestra primera vez. Las manos nos sudaban como las del adolescente que por primera vez a verse con su "amada". Llegó el bus y comenzó la fiesta. El guía un típico argentino: hablador, amable y lleno de expresiones felices por su país y por su ciudad. Éramos unos 15 entre españoles, mexicanos, ecuatorianos y claro nosotros. La llegada fue espectacular.

Teníamos que llegar a la platea San Martin, había que hacerlo caminando. Te juro que nunca habíamos caminado en medio de tanta gente. Era un río de seres humanos. No se calcular bien pero estoy seguro que en esa tribuna caben unos 20 mil y estaba hasta el teque teque (Cantaron unos 50 mil aficionados en general). Caminábamos en medio de una serpiente roja y blanca -por Dios, me sentía como en medio de los antiguos Junioristas: cuando ganaban y amaban su club y no ahora que tienen que andar en el FUAD Frente Unido Anti Descenso.- la gente iba gritando vivas y cánticos por su equipo.

Bailábamos al son del movimiento frenético de la serpiente humana que se iba moviendo. Las caderas, los hombros, las manos se movían con la cadencia de quien va para el paraíso a verse con Eva -claro después , nos dimos cuenta que se encontraron fue con el Tentador y que fueron expulsados del paraíso, ja! qué risa- y trataban de que fuera el mejor encuentro.

Llegamos a la grada y nos encontramos con el esqueleto del fútbol, el estadio vacío que esperaba a la serpiente humana para cobrar vida. El estadio se lleno en una 90 %, en la grada dónde estábamos no cabía ni una aguja.

Al lado izquierdo nuestro -eso debe ser norte- estaban unos 2.500 bosteros llenos de carnaval, de pueblo, de fuerza interior, que cantaron, como si fueran unas 10 mil personas, durante todo el partido con una fuerza tan grande, que me sentía más xeneize que nunca.

Todo fue fiesta. Cánticos, gritos, emociones, colores, explosiones, amores, lindas argentinas -todas flacas y de cara angelicales- (por favor, aquí no se podría ser celibe, te juro son lindas y hablan como deben hablar los ángeles, con ese acento que envidio)- y la fiesta más excitante en la que haya estado.

El fútbol fue pobre. No merece un análisis. La verdad ahora creo que no vine a ver el partido sino a estar en la fiesta. Bendito el fútbol que me da esas oportunidades de expresar lo que tengo por dentro y de entender que en mi habita algo que es trascendente y que no puede expresarse con nada, que es sublime porque hace fracasar a la imaginación en su intento por buscar algo que lo exprese. Chupe sol como en mis épocas de tribuna de sol en el estadio Eduardo Santos.

Estuve callado y sin inmutarme cuando Boca metió el gol, como si es fuera mi castigo por haberme venido sin permiso del provincial para acá. Sufrí el no poder expresar con todas las fuerzas de mi ser la alegría de ver ganar a Boca en el estadio de River. Pero mi corazón tuvo tentaciones de tristeza cuando vi a tanta gente sufrir en silencio... como dijo Ahumada que Silencio Atroz... pero vencí la tentación y me alegre de verlos tristes, de verlos llorar, de verlos cantar entre gemidos de dolor. Ah, no importa voy al psiquiatra para que me analice porque gocé tanto ver a estos sufrir, es que eran rojo y blancos y bendito Dios me llevaban a mi infancia y me reponía tantos otros dolores con esa alegría de verlos sufrir tan amargamente.

Luego, en medio de ellos estuve 30 minutos en una masa humana impresionante. Allí comprobé la fuerza de los medios de comunicación, de pronto sentí unos gritos P. Lineeeeerrrro... nojoda! me estoy volviendo esquizofrénico, pensé. Pero no, eran unas personas colombianas que también había asistido a ese templo de la religión posmoderna y quería tomarse unas fotos conmigo... me divertí y me emocioné charlando con ellos... luego como por arte de magia se fue acabando todo... la serpiente rojo y blanca volvió a salir a pasearse por las vías de Nuñez, ahora en silencio y medio moribunda... los más chicos me daban pesar por tanta tristeza... pero yo estaba alegre y feliz, contento, dichoso.. y emocionao... Boca había ganado y eso me hace feliz a mi que sólo he perdido y perdido con el Unión y que he descubierto en el azul y dorado una manera de expresar mis sentimientos de triunfo.

Se acabó el show del súper clásico y hay que esperar hasta el próximo año, decía una abuela setentona que caminaba a mi lado... yo pensaba, Si qué pena... tendrá que moverse porque el gol está adentro y no se lo podrán sacar en todo ese tiempo...

Estoy feliz. Cumplí uno de mis sueños. Gracias le doy al Dios de la vida que me ha dado tantas posibilidades de hacer lo que quiero. Al fin y al cabo murió en la cruz para que fuera libre. Sé que muchos no entienden mi felicidad pero bueno eso no importa, no todos entendemos todo de los otros.

Por ahora, se me viene la crisis de los 40... la verdad estoy abrumado con ese dato, me siento barro por eso... estaré predicando hoy en Avellaneda y olvidándome de todo por un momento mientras grito que El Man está vivo. Estaré compartiendo con Toño, mi hermano, Nilson, Juan Pablo Figueroa un quillero amigo mío y Andrés Felipe Pumarejo, uno de esos que creció escuchándome en la misa de 8 del Espíritu Santo, en las calles de mi Buenos Aires... aprendiendo más el acento y sintiéndome feliz. Que viva Jesucristo, que Viva el fútbol... Amén.

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