La vida es un constante decidir. Ella, con sus días que se juntan una y otra vez, nos pone ante continuas bifurcaciones, que nos exigen decidir cuál camino seguir. Sabiendo que no elegir, es una forma de elegir. Esto es, si decidimos no coger ningún camino ya estamos eligiendo no seguir y ese, también es un camino. Por ello, tengo que decir que estamos condenados a decidir y a decidir lo que consideremos, siempre, nuestra mejor opción.
No todas las decisiones tienen la misma trascendencia, pero cada una de ellas, le agrega, realiza o pierde, suma o resta algo, al proyecto de vida que estamos construyendo. Es probable que en una de esas decisiones nos juguemos el sentido completo de nuestra vida, porque cada decisión tiene unas consecuencias a las que no podemos sustraernos, y muchas de esas consecuencias nos cambian totalmente el rumbo de la vida.
Por eso, creo que la clave de la vida está en saber decidir. Quien aprende a decidir aprende a vivir. Ese debiera ser nuestro mejor aprendizaje en los años mozos: saber discernir qué debemos hacer en cada momento de la existencia. Te propongo que reflexiones estas claves para la toma de decisiones:
Toda decisión tiene que estar mediada por la razón y el corazón. Ni fríos racionalistas que pierdan las reales manifestaciones de las emociones que se esconden en los vericuetos de la vida, y que nos hacen tan distantes como aquel que sólo acepta ideas claras y distintas. Como tampoco "emocionalistas" que, presa de las constantes presiones del afecto, de los sentimientos, de los deseos, se encaprichan en hacer las cosas sin ninguna consideración inteligente y desafiando todo sentido común, por lo cual terminan desbocados sufriendo y pagando las consecuencias de sus acciones. Para decidir hay que tener presente lo que la razón dice, hay que analizar, prensar, entender y valorar cada una de las variantes que la conforman; pero también hay que sentir, comprender y amar. Sólo cuando se combinan las dos dimensiones humanas podemos tener una decisión que nos realice.
Hay que revisar qué es lo mejor para nuestro futuro. Las decisiones no pueden ser vistas sólo desde el presente, es necesario proyectarlas. Hay que saber calcular las consecuencias que éstas decisiones tienen para mañana y cómo las vamos a poder enfrentar. Quien sólo decide para hoy, normalmente, es sorprendido por las peores consecuencias. Muchas decisiones que hoy nos hacen sufrir mañana nos entregan dividendos muy satisfactorios y realizadores.
No sólo el placer puede ser la única razón motivadora de las decisiones. No sólo de placer vive el hombre, hay muchas otras dimensiones para tener en cuenta y que inciden en la realización de nuestro proyecto. A veces la familia o las otras personas que amamos están por encima de nuestros propios placeres. U otra veces la inteligencia nos asegura una decisión que nos sacrifica un placer; pero que nos abre un mundo de posibilidades. Somos seres de muchas dimensiones y desde ellas tenemos que decidir.
Los otros cuentan en nuestras decisiones. A veces me duelo cuando me encuentro con gente tan egocéntrica que sólo piensa en sí mismo y en nadie más. Los humanos coexistimos y por lo mismo tenemos que tener al otro pendiente. No lo podemos avasallar ni devastar. Tenemos que ser capaces de mirar hasta dónde lo que decido lo daña y lo destruye. A veces en nombre del amor destruimos a los otros con decisiones egoístas. Quien necesita estar remarcando su calidad, su capacidad, su valor, sus triunfos, es porque se siente inferior y requiere autoafirmarse constantemente así sea a "costillas" de la felicidad de quienes están a su alrededor.
Lo espiritual cuenta en la toma de decisiones. Estoy seguro de que el sentido definitivo de la historia lo supera, los trasciende, lo rebasa. El absoluto se presenta como una dimensión –en caso de los cristianos en un ser personal, un Padre- a tener en cuenta al decidir.
Pido a Dios que te ayude a saber decidir; pero, sobre todo, a mantenerte en las decisiones correctas que has tomado.
P. Alberto Linero Gómez. Eudista
www.elmanestavivo.com
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