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lunes, 23 de abril de 2012

DANDO ES COMO SE RECIBE

El ser humano es un ser social. Esto es, un ser que no puede vivir solitario y totalmente desconectado de los otros. Siempre es necesario estar en relación con los demás. En ellos se encuentra la riqueza, la solidaridad, la retroalimentación que requiere para poder ser feliz. Somos conscientes que esa relación con el otro también puede ser conflictiva y problemática. Estar en relación con el otro supone apertura, renuncias, entregas, compromiso; y eso no siempre es posible. ¿Cómo tener unas buenas relaciones interpersonales? Creo que la clave está en entender y comprender que el otro es un ser humano que quiere y necesita lo que normalmente nosotros necesitamos. Es por esto que se habla mucho de la regla de comportamiento: “No hagas al otro lo que no quieres que te hagan”.

1. Reconocimiento: todos los seres humanos queremos sentirnos conocidos, aceptados, amados y valorados. Nadie quiere pasar desapercibido por los otros o ser maltratado. Si quieres tener una buena relación con los otros tendrás que aprender a sinceramente reconocer sus cualidades y capacidades y hacerle sentir que es una persona valiosa. No estoy hablando de los ‘piropos lambones’ que a todos nos fastidian y no generan confianza, sino de aquellos comentarios agradables que para todos son caricias emocionales que siempre son bien recibidos. No podemos pretender que el otro nos reciba bien si nuestros comentarios siempre son ofensivos, despectivos o simplemente buscan hacer sentir mal a la otra persona. Cuando eres alguien capaz de reconocer los valores de las otras personas, estas abren su corazón para relacionarse bien contigo.

2. Esperanza: el corazón humano se alimenta de esperanza. El futuro siempre nos genera muchas expectativas y queremos sentir que en él nos va a ir bien, que todo saldrá mejor de lo que estamos viviendo ahora. No queremos tener al lado a personas que siempre están manifestándose negativamente o que hacen del negativismo su bandera. Si quieres buenas relaciones comparte esperanza con los otros, que tus palabras y tus actitudes comuniquen a los otros ánimo, fuerza, ganas. Tienes que ser un auténtico luchador, pero a la vez alguien que con su alegría, su seguridad y su fortaleza comunique esperanza a los otros. Eso hará que ellos quieran tener una buena relación contigo.

3. Orientación: todos necesitamos orientación y la andamos buscando. Pero ¡ojo! No queremos esos seres humanos que andan repartiendo consejos sin que nadie se los pida y tratan de meterse en la vida de los demás. Queremos seres humanos seguros de lo que hacen en su vida, inteligentes a la hora de exponer las ideas que gobiernan su proyecto de vida. En una palabra, gente que sabe para dónde va, que sabe qué quiere. El que tiene palabras claras para aquellos que, en un momento de confusión, piden una orientación. Todos necesitamos a alguien que nos muestre el camino y sea capaz de indicarnos cuál es el mejor.

4. Solidaridad: siempre todos esperamos que alguien nos ayude. Si queremos tener buenas relaciones con los demás tenemos que estar dispuestos a colaborarles, a servirles y bendecirlos con nuestros comportamientos. Lo que se da es lo que se recibe. Muchas veces pretendemos que los otros nos ayuden, pero no somos capaces de salir de nuestra comodidad para colaborarles en la construcción de sus soluciones y respuestas. Todos queremos estar con gente colaborativa y solidaria.
Se trata de comprender que los otros quieren y necesitan, de alguna manera, lo que nosotros queremos y necesitamos, y que para tener unas buenas relaciones hay que saber comportarnos con los demás, porque estos, como nosotros, no tienen por qué aceptar y aguantar ‘cualquier tipo de comportamiento’. Pregúntate si eres una persona que tiene estas cuatro actitudes propuestas anteriormente.

domingo, 4 de septiembre de 2011

AMORES HUMANOS

Me impresiona la cantidad de matrimonios que se acaban. No tengo estadísticas pero sé que muchos que acompañé al altar, como testigo excepcional de su matrimonio, han decidido que cada uno siga con su proyecto personal de vida de forma individual y distanciado del otro.

Entiendo que esa pueda ser una decisión consciente e inteligente y por ello respeto a todos los que la han tomado. Sin embargo todas estas experiencias me genera una duda ¿Es el amor eterno? ¿Se acaba el amor? ¿Es normal que los que antes morían el uno por el otro se dejen de amar? ¿Pueden los humanos caracterizados por ser efímeros y pasajeros tener experiencias eternas? (No quiero revisar el tema desde la experiencia teológica, ya que estoy seguro que el amor de Dios es eterno. Quisiera que nuestra reflexión fuera antropológica); lo cierto es que me impresiona mucho encontrarme con la dura afirmación –¡Ya no la amo! ¡Lo que sentía por el ya no lo siento! Pero si yo los vi parpadear emocionados manifestando el consentimiento matrimonial y jurando amor para siempre, ¿qué pasó? ¿en qué momentos se agotó esa fuerza que los hacía hacer hasta lo imposible por estar juntos y tenerse el uno al otro? Cómo algún día ya compartí con ustedes en estas reflexiones a veces lo que creo no es que el amor se muere sino que lo matan, esto es, que después de vivir el momento excepcional de encontrarse y descubrir que se aman se dedican con desgano, rutina, pocas expresiones, manipulaciones, heridas, etc, a matar el amor. Hasta que este muere de verdad.

Es como si Joaquín Sabina tuviera razón: “Yo no quiero un amor civilizado/con recibos y escena del sofá;/yo no quiero que viajes al pasado/y vuelvas del mercado/con ganas de llorar. Y morirme contigo si te matas/y matarme contigo si te mueres/ porque el amor cuando no muere mata/ porque amores que matan nunca mueren…”

También veo parejas que se mantienen unidas a pesar de todas las dificultades y los problemas existenciales que han tenido y me encuentro con las siguientes constantes:

1. Han entendido que la felicidad es una actitud ante la vida, una manera de vivir y no la satisfacción repetitiva y contante de los deseos. Han sido capaces de ser felices a pesar de los momentos de dolor, tristeza y de los conflictos que han tenido.

2. Se han aceptado tal cual son. Han comprendido que nadie es perfecto y que amar a alguien es comprender que está lleno de defectos pero que tiene unas cualidades que lo hacen incomparable.

3. Tienen buena comunicación. Saben dialogar, compartir sus sentimientos. En términos prácticos saben escuchar y saben hablar. No dejan que los gritos, las ofensas y los silencios sean las características de su relación.

4. Tienen una creativa y madura relación sexual. Han comprendido las intensidades que la sexualidad tiene según a etapa cronológica de la vida en la que se encuentran. Son tiernos, afectuosos, apasionados y creativos a la hora de expresarse todo lo que sienten el uno por el otro.

5. Han comprendido que la relación de pareja es el eje de la familia, y que todas las otras relaciones familiares deben estar en un segundo plano frente a esta. No se les olvida que antes que padres son pareja y amantes.

6. Han sabido perdonarse. Una y otra vez han abierto el corazón, y se han valido del amor, para perdonar las ofensas, las heridas que el otro le ha hecho, descubriendo la honestidad de su pareja que arrepentida pide una nueva oportunidad.

7. Se esfuerzan por hacer feliz al otro. Tienen claro que la mejor manera de seguir juntos es que cada uno se esfuerce porque el otro sea feliz. Sabiendo que el que da recibe. El amor necesita compromiso y esfuerzo para mantenerse vivo.

8. Tienen proyectos juntos. Sueñan y trabajan juntos por realizar muchos planes que han elaborado.

9. Son compasivos el uno con el otro. No quieren dañarse sino ayudarse.

10. La experiencia espiritual. Saben trascender ir más allá de lo relativo en búsqueda del absoluto.

Estas experiencias me hacen creer que si se puede amar para siempre. Que los amores no mueren. Y que quienes se dedican a amar son capaces de amar para siempre a la misma persona.

lunes, 1 de agosto de 2011

PENSANDO LA FAMILIA

La familia es el laboratorio en el cual aprendemos a ser persona. Por eso es tan importante que una y otra vez reflexionemos sobre ella y tratemos de comprender su situación y lo que tenemos que hacer para que pueda cumplir mejor ese rol en la sociedad. Es evidente que el primer objeto de nuestro análisis tiene que ser la propia familia, aquella en la que nosotros vivimos y con la que compartimos nuestras luchas diarias. Creo que una familia debe girar en torno a 4 ejes fundamentales:
1. Amor: Es la razón de ser de la familia. Ella se crea por amor y se define desde el amor. No es una reunión cualquiera de seres, es la reunión de seres que se aman y que están interesados el uno en el otro porque tienen claro que la felicidad de cada uno está determinada por la felicidad de los otros. Se necesita que este amor sea explicito. Esto es, que esté expresado en palabras, en actitudes, en acciones diarias. Muchas familias se han olivado que es el amor lo que las tiene que caracterizar, se les ha olvidado vivir de cara al otro. Sin indiferencias, sin desprecios, sin rencores. Buscando que el otro sea feliz. Cuando alguien que comienza su proceso de crecimiento –como un niño- no encuentra el amor como el espacio característico corre el riesgo de quedarse sin aprender a amar y a dejarse amar. Pero cuando alguien en el ocaso de su vida –como puede ser la situación de una persona mayor- no encuentra relaciones de amor en su familia podría terminar solo y amargado, porque sin amor nadie puede vivir. Insisto en que no es un amor nominal, es una experiencia viva y contundente. Es un darse por el otro, es un hacerle sentir al otro que es importante y que cuenta.
2. Tolerancia: La familia está marcada por la diferencia. En ella convivimos seres de diferentes características físicas, emocionales, espirituales, sociales. No somos iguales al interior de la familia. Convivimos adultos mayores, adultos, adolescentes, niños. Todos tratando de respetarnos, amarnos y aceptarnos tal cual somos. La tolerancia no se puede entender como indiferencia, como un no me meto con el otro, sino que tiene que ser vivida como un amar desde la realidad, como una comunicarnos desde lo que somos, como un compartir espacios desde los límites y las posibilidades que el ser diferentes nos da. Respetamos los roles que cada uno tiene que en la comunidad familiar. Se valora y se comprende la autoridad modélica de los padres, el querer aprender a toda carrera de los hijos, la sabiduría de los mayores. Se sabe que cada uno en la etapa cronológica y existencial en la que está tiene mucho que aportar al desarrollo familiar.
3. Disciplina: Los seres humanos para poder vivir con otros tenemos que aprender a vivir los límites y las obligaciones que tenemos con los demás y con nosotros mismos. Darnos cuenta que nos nuestras acciones tienen consecuencias y que somos irremplazables al asumirlas es una de las experiencias en las que el hogar nos aportarà mucho. Sacrificarnos, luchar, esforzarnos, saber medir y controlar nuestras emociones lo aprenderemos en la interrelación familiar. Es muy difícil que quien no haya aprendido a respetar la autoridad paterna pueda cumplir las leyes sin problemas. Sin en la familia se priva a los hijos de hacerles vivir en disciplina se les ayuda a crear un mundo irreal en el cual solo podrán vivir con psicopatologías o enfermedades psíquicas y emocionales. El mundo está marcado por el dolor y la tristeza y ellas las aprendemos a afrontar cuando en la familia se nos disciplina también.
4. Espiritualidad: El hombres sin espiritualidad es un ser incompleto. Tenemos que aprender y encontrar lo que es esencial al hombre y no pasa por lo útil, por lo valioso y material. Tenemos ir más allá de lo que podemos tocar, pesar, ver. Esa experiencia existencial sólo se puede vivir en casa. No se imaginan lo que sufro como predicador o formador de jóvenes cuando trato de propiciarles experiencias espirituales a jóvenes que pertenecen a familias que adora en el templo de los centros comerciales al dios venta-compra y que creen que el sentido de la vida se agota en la chequera, la tarjeta de crédito o los billetes que tengan. Es muy complicado que alguien que no ha visto que sus padres comprendan que el sentido trasciende lo histórico pueda gozar un rito o un momento de encuentro con el absoluto. Es en la familia dónde lo espiritual tiene que forjarse. El problema es que las familias de hoy desprecian esta dimensión y por eso más tarde –algunas veces muy tarde- la buscan de rodillas.
Esas son las familias que tenemos que formar. Desde estos ejes se despliega todo lo demás. Si no fortalecemos las familias les aseguro que vamos a asistir a la degradación del ser humano. Les bendigo y los invito a reflexionar en torno a sus familias.

jueves, 28 de julio de 2011

VIVIENDO EL PERDON

Mucha gente me pregunta ¿cómo perdonar? Es una pregunta que constantemente me la hacen personas que sienten que su corazón no puede seguir sintiendo el miedo, el dolor, la incomodidad que les produce la herida no cerrada por no saber perdonar. Pero de alguna manera todos queremos aprender a perdonar. Por eso hoy quiero volver a colocar delante de ustedes una reflexión que expresa un método para perdonar. Insisto en que es un método, no el único. Esta reflexión me ha acompañado en muchos espacios y es posible que les suene conocida pero lo importante no es su novedad sino que nos pueda ayudar a Perdonar de verdad.

Así son estos pasos que les propongo:

1. Toma conciencia de que todos necesitamos ser perdonados. Saber que no existe nadie perfecto entre nosotros que nunca ha fallado, nos lleva a ser más proclives al perdón. Así como en más de una ocasión tú has fallado otros lo pueden hacer, y así cómo tu has pedido y has necesitado que te perdonen otros hoy lo están pidiendo y necesitando.
2. Relativiza la situación. No puedes magnificar cada situación y dejar que el dolor te obnubile y te haga creer que ese acontecimiento lo es todo. Muchas veces son más las percepciones que tenemos de la situación que lo que objetivamente pasó. Ubicar cada situación en su tiempo, en su lugar y en nuestro proyecto de vida nos ayudará a abrirnos a vivir una experiencia de perdón.
3. Trata de comprender al que te dañó u ofendió. Estoy seguro que cada persona actúa lo más lógico y racional posible según la información y las posibilidades que tiene en ese momento. Me cuesta creer que la gente es mala por ser mala y punto. Estoy seguro que lo más probable es que si nosotros tuviéramos esas características.
4. Recuerda que quien primero se beneficia de vivir el perdón eres tú mismo. Que al perdonar quedas libres de sentimientos interiores que te dañan y te hacen infeliz. Recuerda la frase que hemos repetido una y otra vez: El resentimiento es el veneno que se toma uno para se muera el otro.
5. Pide a Dios todos los días que actúe en ti para que puedas vivir la misericordia constante con tus hermanos.

Sé que no es una fórmula mágica pero sé que nos ayuda mucho a iniciar ese proceso de perdón. Te invito a reflexionarlo y hacerlo realidad en tu vida. Compártelo con tus amigos y traten de enriquecer estas claves de vida. De hecho si en el compartir encuentras nuevas ideas compártelas conmigo en palbertojose@hotmail.com estaré atento a leerte.

Gracias por tener este oracional en tus manos, te invito a que compres siempre uno más y se lo regales a una persona que no lo conozca, así estarás evangelizando. Te bendigo y te deseo lo mejor. Animo. Se feliz.

lunes, 20 de septiembre de 2010

HABLANDO DE PROBLEMAS Y SOLUCIONES

Todos tenemos problemas y dificultades que resolver. Nadie puede decir que está exonerado de esta experiencia. Es más, creo que la clave del buen vivir, está en aprender a resolver esos problemas y conflictos de la manera más provechosa posible. Estoy seguro que todas las dificultades o conflictos tienen solución y que se trata de ser capaz de encontrarla, inventarla o desvelarla. Así también, como estoy convencido que en cada problema hay una lección de vida y un aprendizaje que no podemos despreciar. Por eso en vez de odiar los problemas y de tener una actitud despreciativa frente a ellos creo que debiéramos aprender a usarlos en función de nuestro crecimiento. Quisiera compartir con ustedes las reflexiones que he estado haciendo por estos días, en torno a las actitudes que nos pueden ayudar a hacer de esas situaciones tan problemáticas, que nos hacen sufrir, oportunidades para ser mejores seres humanos. Sabiendo que son reflexiones recurrentes y que buscan trazar caminos más claros cada vez:

1. Ser paciente. Lo peor que nos puede suceder frente a un conflicto es perder el control y ser victimas del desespero. Sé bien que los problemas ocasionan en nosotros muchas emociones negativas, las cuales quieren impulsarnos a actuar. Tengan la certeza que cuando dejamos que esas emociones nos controlen y nos lleven a la acción vamos a terminar generado un problema mayor. No conozco ninguna solución buena que nazca de emociones negativas. Paciencia es entender que todo tiene su tiempo y que hay que aprender a respetar el ritmo de la historia que no depende exclusivamente de nuestras decisiones y capacidades sino que cuenta con la complejidad generada por los intereses, los deseos y las voluntades de los demás. Mantenerse sereno, dueño de las propias emociones y seguro de que todo pasa, y que a todo se le encuentra solución es la actitud correcta para salir adelante en situaciones complicadas. Hasta cuando hay que actuar rápido es necesario estar sereno. Nada se resuelve con la ira o con la violencia. Estas emociones siempre generan más dificultad.
2. Sabiduría. Me encanta la diferencia entre sabiduría e inteligencia, entre saber vivir y tener mucho conocimiento. Considero que para resolver problemas, conflictos es necesario tener inteligencia, es decir, tratar de entender bien las causas y los efectos de la situación, tratando de preveer las tendencias que tiene hacia el futuro. No podemos actuar sin tener claro cuales son las posibilidades de reacción de todas las partes en conflicto. Cuando una reacción te sorprenda, debes reconocer que esta se produce porque no analizaste con suficiente inteligencia la situación. Pero no basta con inteligencia es necesario la sabiduría, comprender el sentido de esa situación en la vida, ver con profundidad que aporta al desarrollo del propio proyecto de vida, discernir que nos dice de nuestra relación con Dios. Para esta segunda parte de necesita la acción del Espíritu Santo en nosotros. Hay que ser dócil a sus mociones para poder comprender con claridad que es lo que quiere Dios, para ello es necesario una experiencia de oración sincera y profunda. Quien se ciega y actúa “brutamente” no encontrará soluciones sino más problemas y terminara llorando.
3. Actuar con decisión. Es necesario que actuemos porque los problemas no se solucionan solos ni por arte de magia. Esa actuación tiene que ser fruto de todo el proceso que hemos planteado y de una decisión sosegada pero clara y firme. No basta con saber que hay que hacer, es necesario hacerlo y de la mejor manera. Es la única manera de resolver los problemas y no estar expuesto a remordimientos. Esas acciones tienen que suponer al otro. No podemos decidir sin el otro y sin su realidad. Cuando uno piensa en como se sienten los demás, en por qué actúan así, en como reaccionan, tiene un panorama más completo para decidir y actuar. Es entender que el gana gana es posible. Sabiendo que este no es una experiencia de ganar igual sino de ambos ganar el 100 por ciento ante la misma realidad.

Todo esto en medio siempre del deseo de que Dios haga su voluntad en nosotros y de que la mejor manera de ser feliz es comprender que todos.

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domingo, 12 de septiembre de 2010

Más allá de la actitud

Es muy común hoy ver cómo nuestra sociedad hipervaloriza el tema de la actitud, por eso no es extraño que muchos motivadores digan “la actitud lo es todo”. Afirmación que puede sonar sugestiva; pero que no es exacta, pues no es cierto que baste con la actitud, se necesita algo más. Según John Maxwell la actitud “es el sentimiento interno que se expresa a través de la conducta externa,” es la proyección exterior de lo que se siente dentro. Es la manera cómo expreso ante lo otros la manera cómo me veo a mí mismo, lo que siento por mí y si creo o no en mí.

Como nos damos cuenta, esto es algo importante y fundamental, pero no es suficiente. Si fuera por actitud, yo sería el mejor jugador el mundo, porque tengo una buena auto-imagen, porque tengo autoestima y autoconfianza. Es decir, me proyecto como alguien que tiene la seguridad de triunfar, ¿pero por qué no alcanzo a ser el jugador que tanto soñé? Muy simple, porque me hacen falta “aptitudes”. Esto es, aunque tengo una buena actitud, no tengo todas las aptitudes que se requieren para driblar, pasar bien la pelota, anotar los goles y ser el “Messi” que quiero ser. Luego entonces, una buena actitud sin aptitudes no alcanza, no es suficiente. Y recordemos que las aptitudes son objetivas, se muestran claramente.

Por ello nos hacemos un flaco favor si sólo nos dedicamos a trabajar la actitud, es necesario ver nuestras habilidades, nuestras destrezas y darnos cuenta cómo las podemos potenciar, es decir, cómo nos podemos hacer aptos, para entonces si poder triunfar.

¿Cuánta gente sale de una conferencia de motivación feliz y creyendo que lo puede todo, pero cuando al día siguiente se enfrenta a un problema y se desmorona, perdiendo todo el impulso que traía? Mucha gente. Y sabes por qué si no le dicen a uno cómo puede hacerlo y volverme “apto” para hacerlo, el discurso no será más que eso un buen discurso y ya.

Por eso, cuando converso sobre esos temas pongo tareas a las personas y les recuerdo que tienen que conocer sus habilidades y destrezas para que las puedan usar en función de la dificultad que están teniendo. Con discurso no se disimula la falta de algunas habilidades y destrezas. Estas se pueden ver, medir, comprobar. A veces me duele cuando veo gente que canta muy mal y tiene una buena actitud diciendo: voy a salir adelante porque me lo he propuesto; cuando lo que tiene que hacer es aprender a cantar bien, porque sin eso no lo podrá lograr. Si bastara con hablar te aseguro que ya jugaría en el Barca porque hablo bien, pero ustedes saben que pateo mal.

Que no se confunda la auto-confianza con la aptitud. John Maxwell lo dice de esta manera: “Si crees que puedes hacer algo eso es confianza. Si lo puedes hacer, eso es aptitud. Ambas son necesarias para tener éxito. Una excelente actitud puede ayudarte personalmente pero no puede ayudarte posicionalmente”.

Recuerdo el ejemplo de un amigo de muy buena actitud para la vida y algo orgulloso, que estando niño llego con sus compañeros al primer día de educación física que iba a hacer en la piscina. El profesor lo primero que hizo fue preguntar quiénes no sabían nadar. Mi amigo creyó que con la actitud se podía y no levantó la mano. El profesor pitó tres veces y todos se lanzaron a la piscina olímpica, y allí tragando algo de agua comprendió que se necesita algo más que la actitud, que se necesita tener una aptitudes concretas. Si no hubiera sido porque el profesor se dio cuenta, hubiera muerto ahogado.

Otro tema que nos ayuda a esclarecer más el tema es el de la experiencia, esta tampoco puede ser desestimada en nombre de la actitud. La experiencia, dice Maxwell, es un maestro muy duro porque se da la prueba primero y las lecciones vienen después, por eso cuando una persona con experiencia se junta con una persona con dinero, la persona con experiencia recibirá dinero y la persona con dinero conseguirá la experiencia. Los años y el hacer en ellos te curten de un conocimiento profundamente importante, de unas capacidades técnicas y de unas percepciones más adecuadas. También la experiencia hay que valorarla en su justa medida.

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domingo, 5 de septiembre de 2010

¿Qué se hace con un traidor?

Hay momentos en los que nos encontramos en crisis. Esto es, estamos confundidos, defraudados, dolidos, decepcionados y percibimos de una manera contundente nuestra frágil condición de debilidad. Esos momentos los vivimos todos. Creyente y ateos; hombres y mujeres; ancianos y jóvenes; en algún momento de la vida todos hemos tenido estas emociones. La causa va desde el descubrimiento de una traición hasta el dolor producido por una enfermedad. Pero hoy quisiera preguntarme que se hace con los que nos han traicionado, esto es, con aquellos que nos han jurado lealtad, compromiso, fidelidad y no la han cumplido, defraudándonos y haciéndonos sufrir.

¿Qué hacer en esos momentos? estoy seguro que lo primero es vivirlos con toda la pasión y la fuerza requerida, no podemos soslayar estas situaciones. Quien no vive las crisis frontalmente pronto estará destruido y con el sin sentido en sus manos. Estamos en confundidos y dolidos, pues lo estamos y punto. En esa situación también hay un aprendizaje que hacer y lo vamos a aprehender.

Lo segundo es no sacar conclusiones equivocadas, como por ejemplo: todos son traicioneros, todos fallan, no se puede confiar en nadie. No. Que alguien haya fallado no significa que todo el mundo nos vaya a fallar. No podemos generalizar ni medir a todos con el mismo rasero, ya que no todos somos de la misma estatura.

Lo tercero es dejar que cada uno viva las consecuencias de su acción. El que traiciona no debe tener nuestra confianza otra vez hasta que no demuestre con creces objetiva y sostenidamente que ha cambiado y la merece. Un perdón rápido y poco reflexionado lo único que hace es abonar el terreno para una próxima traición. Perdono interiormente y me libero de esas cadenas pero que quien fallo viva las consecuencias de sus fallas; y si estas son soledad y pobreza las tendrá que vivir. Misericordia no se puede entender como un romper la lógica causa-sufrimiento, sino como un amor re-creador y re-generativo, que nos sigue haciéndonos nuevos.

Lo cuarto creo que uno tiene que preguntarse que aporto uno a esa traición. No hay que ser escrupuloso y atosigarse con la culpa. No. Pero ni hay que darnos cuenta que no podemos ser ingenuos, ni acriticos y que tenemos que saber en quien ponemos nuestra confianza.

Lo quinto, hay que sobreponerse a la situación. No podemos dejar que la situación nos destruya. Es el momento para mostrar nuestra fuerza interior, nuestra valentía y dar la batalla. Conozco dos herramientas fundamentales para superar esa situación la Psicológica y la Espiritual. En muchos casos e necesario ir donde la psicología para que esta nos ayude a sanar y superar la situación. Y claro una sincera, profunda e intensa relación con Dios siempre ayudará a que trascendemos y que nuestras heridas se cierren de la mejor manera.

Seguiré pensando y si tengo más conclusiones las comparto con ustedes. Por ahora pido al Dios de la vida que los bendiga a ustedes y los llene de su amor y de su paz. Animo.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Señor, Ahoga mi Dolor

Durante la pasada Feria del Libro compartí con todos los posibles lectores mi último texto: “Señor, ahoga mi dolor”. Tuve la fortuna, por la amabilidad de lectores, de tener una gran acogida. En este texto puedes encontrar reflexiones espirituales que buscan ayudarte a superar el dolor que la condición humana te hace vivir. Todas estas reflexiones tienen un sabor muy existencial -y en algunos momentos hasta autobiográfico. No son fórmulas mágicas, pero sí itinerarios que podemos seguir para superar, con la ayuda de Dios, el dolor que tantas situaciones nos producen.
Cada una de esas reflexiones va acompañado de un Cd en el que hay 10 canciones que el Señor me regaló en momentos de oración que puedo compartir con ustedes gracias a Alfredo Acosta, quien hizo los arreglos musicales, y a otros amigos como Javier Echeverría, Ambiorix Padilla, Rafael Moreno, etc., quienes pusieron sus voces para cantarlas ungidamente. También hay algunas oraciones de las cuales quiero compartir esta:

Señor, Dios grande y poderoso, Tú que eres el que dirige la historia recibe mi plegaria en este momento, quiero hablarte de lo que tengo dentro de mi corazón, tengo dudas, no sé qué hacer, no sé cómo seguir adelante. Me hace falta luz para poder dar los pasos que me conduzcan a la situación que requiero para ser feliz. Por eso estoy aquí delante de Ti, porque necesito de tu claridad, de tu luz, de tu amor. Necesito, Señor, que en este momento me hagas sentir que es lo mejor para mi. Sabes que no he comprendido bien todo lo que me ha sucedido, sabes que tengo miedo, preocupaciones y sobre todo una inseguridad interior de que es lo que tengo que hacer… por eso estoy aquí, mi Dios, porque sé que Tú me puedes ayudar a tener claridad en mi vida.

Quiero, Señor, hacer lo que es bueno para mi vida, lo que me ayude a crecer, a salir adelante. Te pido que me dejes tener claro que es lo que me conviene, que no me deje obnubilar por las luces del mundo, por la seguridad que el mundo nos brinda en sus propuestas, que mi decisión no esté manipulado por el poder, la fama, el placer que con sus garras tratan de apoderase de mi corazón. Que tampoco, mi Dios, esté presente la envidia, el resentimiento ni el odio en mi corazón a la hora de tomar decisiones. Que no haya miedo e indecisión que esté seguro de tu amor y de ti y de lo que quieres para mí.

Te suplico, Señor grande y poderoso, que me hagas consciente de las marcas de tu voluntad que hay en mi vida, que me dejes escuchar el susurro que pronuncias para orientarme, que pueda sentir el impulso que me das todo los días para hacer lo que tengo que hacer. Si, mi Dios dame la oportunidad de poderte sentir, experimentar, saber en mi vida. No quiero manifestaciones marcadas por la expectativa de Hollywood, no pido acciones portentosas, pido que me des en la conciencia de mi ser, en lo profundo de mi corazón la certeza de lo que tengo que hacer.
Sé que puedes. Sé que me amas y que me puedes dar esas claves que requiero para saber actuar y saber tomar la mejor decisión. Te agradezco que me muestres el camino, que vea los signos que has colocado y que Tu luz ilumine todo mi ser. Estoy seguro que contigo lo puedo todo y lo hago todo. Ayúdame a comprender cada una de las situaciones que están a mi alrededor y que me hacen sufrir generándome sentimientos de dolor, de tristeza, de miedo… que pueda comprender que esas situaciones no me van a destruir, porque he sido llamado por Ti a ser un vencedor, que puedo salir adelante, que le puedo ganar a todos los problemas si estando en sintonía contigo. Te pido que me des mucha paz, mucha serenidad, oh Dios.

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jueves, 26 de agosto de 2010

Fe y Victoria… ¿qué son?

Hay una afirmación que me llene de ánimo siempre que la leo: “Todo es posible para el que cree”. (Marcos 9,23). Me animo porque sale de la boca de Jesús ante la petición-pregunta del papá de un niño epiléptico “Por eso si puedes hacer algo, ten piedad de nosotros y ayúdanos”. Es el poder de la fe. Es entender que creer en Dios nos da posibilidades que desbordan nuestra imaginación. La fe supera toda limitación. La fe es confiar en el poder de Dios que no tiene límites porque Dios es el absoluto. Cuando depositamos nuestra vida en sus manos ya no estamos simplemente confiando en lo nosotros, seres finitos, podemos hacer, sino que estamos confiando en Aquel para quien todo es posible (Marcos 10,27).

Esa afirmación que hace Jesús a este hombre debe generarnos una actitud optimista y decidida en nuestras vidas. Nosotros somos gente de fe, creemos en el poder de Dios y estamos siempre clamando a Él por nuestro bienestar; pues entonces, a partir de ahora, tenemos que ser capaces de no ponerle límites a su acción y confiar plenamente en su actuación. Sé que muchas veces olvidamos quién es Dios y cuál es su naturaleza, tratándolo como si fuera uno de nosotros. Poniéndole unos límites que Él no tiene.

Hoy quiero invitarte a pensar en el poder de la fe, a creer que con fe y trabajo lo puedes conseguir todo. Si crees eso, podrás salir hoy a trabajar, a luchar, a compartir la vida con los demás hermanos, lleno de una actitud bien optimista que te hará capaz de cumplir todas las metas que te has propuesto.

Es necesario confiar y creer en el poder de Dios para vencer ese negativismo que, como una epidemia, busca contagiar a todos los que con el corazón abierto quieren construir la vida. Estoy convencido de que puedes salir adelante y vencer las dificultades que tienes. Pero debes hacer crecer tu fe, tienes que pedirle al Señor que te haga crecer en la fe: “Creo; pero ayuda mi falta de fe”. No vas a seguir llorando, ni creyendo que todo está perdido, vas a creer en el poder de Dios y vas a luchar para salir adelante.

Ahora, esto no puede entenderse desde el fanatismo. El poder de la fe necesita de nuestra fuerza; no sólo de ella, pues Dios está actuando también, pero requiere que tengamos una militancia y un compromiso decidido. Esto lo digo porque muchos ahora piensan que basta con creer sin actuar y eso no es cierto. Hay que actuar, salir de nosotros, buscar al Señor, tomar conciencia de nuestro problema-incapacidad y plantearlo frente al Señor, siendo conscientes de que tenemos que salir adelante. No olvidemos que el poder de la fe, a veces, nos lleva también a aceptar lo que no nos gusta, pero que es válido en el plan de Dios. No podemos negarnos a la derrota y al fracaso pues estos forman parte de la vida y nos ayudan a crecer y a ser mejores.

No podemos entender la fe como una victoria continua, sin ninguna dificultad. Eso no pasa en nada que sea humano. En la realidad siempre hay dolores y tristezas. Teniendo claro que éstas circunstancias nos ayudan a ser mejores cada día, asumamos la existencia con fe. Y es que son los vientos en contra quienes nos permiten, gracias a la fuerza aerodinámica, despegar para volar bien alto.

Cuando veo a los jugadores de fútbol hacer una ronda en la mitad de la cancha y orar; me pregunto si le estarán diciendo a Dios que aceptan la derrota, que también les ayuda a ser mejores. Seguro que sólo dicen que quieren ganar. Y allí sí no sé qué hace Dios porque es muy seguro que los dos equipos estén haciendo la misma petición. El poder de la fe es sólo victoria; pues algunas veces esa victoria pasa por la derrota, no lo olvidemos.

Esto nos deja claro que no podemos entrar en crisis de fe porque aquellos que pedimos a Dios, no nos lo concede. Pues de fe entiende que esa posibilidad también forma parte de la condición humana. Los que sólo quieren que todo salga como lo desean o lo planearon, no tienen fe; sino que están tratando de manipular a Dios.

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domingo, 18 de julio de 2010

LECCIONES DE VIDA

Me aterro de todo lo que he aprendido. A veces me sumerjo en mis recuerdos y viajo hasta las polvorientas calles del Barrio Olivo en Santa Marta. Y me veo como un niño que en medio de los juegos –todos ellos marcados por el ejercicio físico y la compañía de otros niños- pues me encantaba jugar a la Libertad que también se le llamaba 4 - 8 y 12, esos juegos que nos hacían salvadores de los demás.

Y recuerdo las dificultades típicas de mi ciudad que no tenía un acueducto que pudiera servirnos y tocaba tener albercas en las puertas y una motobomba para subir el agua dentro de la casa; mientras que los menos afortunados debíamos hacerlo a pulso con algunos galones de latas de aceite. Recuerdo los regaños y advertencias de mi mamá –ella se gradúo conmigo y con mi hermano Álvaro Antonio en ‘chancletoterapia’, era la época en la que todavía o nos traumatizábamos por estas prácticas- como de las idas al Eduardo Santos a ver al Ciclón… que pocas veces soplaba y que, desde esa época, me dio las mejores clases de sufrimiento que he recibido en mi vida…

Llegan recuerdos y memorias de tantas otras lindas experiencias en las que iba aprendiendo a conocer la vida, a conocerme y a conocer a los ‘otros’. Aprendí mucho. Creo que fue allí donde aprendí a vivir, realmente. Fue donde aprendí los valores que hoy orientan mi proyecto vital y los conceptos básicos que como ejes sostienen mi existencia. Luego, en el Seminario, la Javeriana, la Norte, los Andes, lo que he hecho es comprender, teorizar, conceptualizar, todo ese cúmulo de aprendizajes que la vida me ha enseñado y, de alguna manera, a saber que todo eso no podemos dejar de aprender.

En esos primeros años de vida lo que hacemos es aprender y aprender ya que de alguna manera nacemos indefensos frente la naturaleza misma, Arnold Ghelen ya nos había hablado de la capacidad infinita de aprendizaje que tiene el hombre y como según él, con ella puede adquirir de la naturaleza lo que a él le falta de inseguridad innata para poder adaptarnos a la realidad. Es decir, somos seres que con el aprendizaje equilibramos nuestros nacer ‘inapto’ para la vida misma.

Lo ideal es no dejar de aprender, estar siempre en la actitud de reflexionar cada una de las situaciones y ver qué podemos aprender de ellas. Esto es, cada experiencia que tenemos debe ser motivo de análisis, de reflexión y una oportunidad de crecimiento.

Tengo la claridad que lección que no aprendemos, se repite con mayor dureza. La vida es una buena maestra; pero exige que nosotros seamos buenos alumnos. Es valioso estar abiertos a seguir aprendiendo o reafirmar los conocimientos que tenemos, pero es necesario que tengamos la habilidad suficiente para entresacar de cada situación una lección de vida.

Muchos se pasan la vida sin aprender a vivir. Y tienen que ver cómo ella les cobra en cada situación su incapacidad. Es fundamental para la felicidad que no repitamos materias en el curso de la vida. Ser tan buenos alumnos que respondamos bien a las lecciones que la vida nos da y así estemos listos para la próxima ocasión.

Me duele cuando encuentro personas que se tropiezan una y otra vez con la misma piedra, y me pregunto ¿acaso no han aprendido a levantar el pie? y la respuesta es categórica: NO. Ahora, el aprendizaje de la vida no es siempre proporcional al aprendizaje de la academia. Es probable encontrarse con gente que tiene muchos títulos y prestigio académico pero no sabe vivir, no es feliz, ni permite que quienes estén a su alrededor sean felices. Lo cual nos lleva a tener claro que los ‘cartones’ que dan las universidades y nos acreditan como profesionales en una determinada actividad, no nos acreditan como seres que saben vivir y son felices.

Seguro que muchas de estas situaciones están en la infancia. Este espacio tan valioso para el aprendizaje está marcado por la soledad, por la distancia, por el egoísmo y, sobre todo, por falta de maestros que ayuden a hacer las respectivas retroalimentaciones y reflexiones que permitan el aprendizaje.

Por eso, no me extraña que algunos se sigan rajando en el curso de la vida, pues en la infancia -espacio primordial para aprender- no lo hicieron… tal vez, aprendieron otras cosas que sirven para las posiciones sociales, pero no para vivir felices.

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sábado, 12 de junio de 2010

Piensa bien, vive bien

La manera de pensar influye mucho en el actuar. Casi podría decirte: dime cómo piensas y te diré cómo actúas. Por eso, es bien importante que cada uno de nosotros se dé cuenta de cuál es la calidad de sus pensamientos. Estoy seguro de que se puede elegir la manera de pensar. Cada uno puede elegir una mentalidad de perdedor o de ganador.
Alguien que tiene un modo de pensar centrado en lo malo que hay en su vida y en la de los demás, que es pesimista, que desconfía de sí mismo y de los otros con los que entra en relación, que vive pensando en sus incapacidades y en las actuaciones del ayer en el que falló, ese muy probablemente perderá todas las batallas en las que participe y si es deportista, es muy seguro que, antes de que salga del camerino, ya estará derrotado.
Esa es una mentalidad perdedora, que está centrada en las incapacidades, en los defectos y en las experiencias de fracaso del pasado. Si nos relacionamos desde esta mentalidad seguro que nuestras relaciones van a ser conflictivas y a generar muchos problemas. Imagino las relaciones de pareja de alguien con mentalidad perdedora: sin duda estarán llenas de dolor, tristeza, fracasos y se parecerá mucho al infierno que tantas veces nos han descrito los literatos.
Por ello, creo que es importante elegir una mentalidad de ganador. Esto es, tener unos pensamientos “positivos” que nos impulsen a vivir de una manera constructiva. Cuando estamos llenos de pensamientos ganadores, somos empujados a la apertura del corazón y a descubrir todo lo “bueno” que la vida en los otros sujetos y en su desarrollo mismo trae. En una relación de pareja es fundamental que se tenga una mentalidad ganadora, una mentalidad positiva, porque eso hará que tanto la manera de ver, como la de relacionarse con el conyugue, esté planteada desde el amor, desde lo bueno que tiene para mí y no desde sus errores e incapacidades.
Te propongo algunas reflexiones sobre el cómo lograr una mentalidad ganadora, cómo alcanzar una transformación de tus pensamientos y que en vez de estar siendo impulsado por lo negativo puedas sentirte animado a ver lo “bueno” de la vida.
1. Hacer conciencia de que tengo una mentalidad negativa y está impactando de manera muy destructiva a mi ambiente. Sin esa conciencia no hay nada que hacer. Si eres terco y te mantienes en que esa manera de pensar es la correcta y sin capaz de sospechar sobre ella y darte cuenta de qué calidad son tus pensamientos, muy seguramente vas a sufrir una y otra vez.
2. Ser capaz de ver una y otra vez las cualidades que tienes y que tienen las personas que están a tu alrededor. Tienes que enfocarte en esas cualidades y capacidades para que desde ellas construyas la vida. No dejes que el pesimismo o el negativismo se apoderen de tu mente. Necesitamos elogiar a las personas con las que vivimos y evitar la constante crítica, pues nadie responde a buen elogio con rabia u odio.
3. Trata de mantener siempre frescos en tu mente los logros que has tenido. Es muy importante que tus experiencias actuales estén matizadas por esas experiencias positivas que la historia te ha permitido tener. Es fundamental beber aguas de triunfo y no quedarte soportando la hiel de los fracasos.
4. Disfruta la belleza del paisaje, la calidez de una buena melodía, la compañía de un buen libro, la caricia del mar o del agua en la que te bañas. Trata de conectar tu espíritu con valores trascendentales como la belleza, la armonía, la bondad. Te aseguro que eso te dispondrá a vivir de una manera distinta.
5. Una buena experiencia espiritual. Una centrada en el amor, que no genere miedos ante la diferencia y que no te esté acusando con el dedo índice siempre. Una que te ayude a aceptarte, valorarte y amarte tal cual eres y que te haga respetar al otro, aunque sea distinto y piense diferente, de una manera sana. Una que te haga ver con libertad a la gente, porque el pecado no está afuera sino dentro.
Estoy seguro de que puedes tener una mentalidad ganadora. Una mentalidad de alguien que es capaz de disfrutar la vida y hacérsela disfrutar a los que están al lado. Uno que puede sonreír a carcajadas porque comprende que todo es pasajero. Si logras pensar como ganador, actuarás como un ganador y levantarás las manos en victoria siempre.
PD. Comienza el mundial. Ya Argentina ganó su primer partido haré fuerza por todos los latinamericanos menos por Brasil, espero que salga eliminado en la primera ronda. Por ahora me preparo con los de mi barra para sentarnos con el mate a ver a la albiceleste, aguante Alex, aguante Hollman.

sábado, 24 de abril de 2010

VIVIENDO EL PERDON

Mucha gente me pregunta ¿cómo perdonar? Todos queremos saberlo hacer para vivir libres de toda culpa. Hoy quisiera comenzar la aventura del mes de Octubre proponiéndoles unos elementos sencillos para tener en cuenta en ese proceso de aprender a perdonar:

1. Toma conciencia de que todos necesitamos ser perdonados. Saber que no existe nadie perfecto entre nosotros que nunca ha fallado, nos lleva a ser más proclives al perdón. Así como en más de una ocasión tú has fallado otros lo pueden hacer, y así cómo tu has pedido y has necesitado que te perdonen otros hoy lo están pidiendo y necesitando.
2. Relativiza la situación. No puedes magnificar cada situación y dejar que el dolor te obnubile y te haga creer que ese acontecimiento lo es todo. Muchas veces son más las percepciones que tenemos de la situación que lo que objetivamente pasó. Ubicar cada situación en su tiempo, en su lugar y en nuestro proyecto de vida nos ayudará a abrirnos a vivir una experiencia de perdón.
3. Trata de comprender al que te dañó u ofendió. Estoy seguro que cada persona actúa lo más lógico y racional posible según la información y las posibilidades que tiene en ese momento. Me cuesta creer que la gente es mala por ser mala y punto. Estoy seguro que lo más probable es que si nosotros tuviéramos esas características.
4. Recuerda que quien primero se beneficia de vivir el perdón eres tú mismo. Que al perdonar quedas libres de sentimientos interiores que te dañan y te hacen infeliz. Recuerda la frase que hemos repetido una y otra vez: El resentimiento es el veneno que se toma uno para se muera el otro.
5. Pide a Dios todos los días que actúe en ti para que puedas vivir la misericordia constante con tus hermanos.

Sé que no es una fórmula mágica pero sé que nos ayuda mucho a iniciar ese proceso de perdón. Te invito a reflexionarlo y hacerlo realidad en tu vida. Compártelo con tus amigos y traten de enriquecer estas claves de vida. De hecho si en el compartir encuentras nuevas ideas compártelas conmigo en palbertojose@hotmail.com estaré atento a leerte.

Gracias por estar leyendo ese blog, para mi es muy importante sus comentarios porque me ayudan a ir retroalimentándome. Espero que se hagan fans de nuestra página. Animo. Se feliz.

lunes, 8 de marzo de 2010

Realidad del alma, que me permite vivir en calma

Vivimos en una sociedad que le tiene mucho aprecio a la “mentira”, una sociedad que se ha hecho experta en “aparentar” y en “impresionar”. Se trata de mostrar de la mejor manera las cualidades y capacidades que se tienen; pero también de esconder los errores. De hecho, una de las funciones más destacadas de esta época es el “asesor de imágenes” con el que, grandes personajes, buscan impactar fuertemente a la comunidad. Eso no está mal, lo que está mal es encontrarnos con seres que usan el discurso para impresionar, pero no creen lo que dicen.

Por estos días, por ejemplo, me encuentro con una gran cantidad de personas haciendo campañas para el próximo debate político que se avecina. Todos tienen un discurso interesante y válido, nadie anuncia tener intereses egoístas de apoderarse de los recursos económicos del erario publico, ni nos cuenta que está invirtiendo tantos millones en la campaña para luego recuperarlos “como sea”. Todos se comprometen a construir una sociedad más justa e igualitaria. Pero cuando vamos a la realidad, a la práctica, nos damos cuenta de que es totalmente diferente al discurso expuesto en campaña. No se sabe dónde quedó todo lo bueno que se anunciaba y, de alguna manera, quedamos presos en los intereses personales y de las prácticas corruptas. Lo peor es que todos lo sabemos y así sigue sucediendo.

Pero esto no pasa solo en el campo político y publico, sino en lo personal y familiar también. Pocas veces he oído a alguien decir que es un adúltero, un sin-vergüenza, que compra jueces en lo pleitos o que se vende al mejor postor. Normalmente cuando hablamos, nos mostramos pulcros, irreprochables y justos. Aparentamos ser buenos y no dañar a nadie. Lo doloroso es que, cuando vamos a ver las acciones personales de estos sujetos, están totalmente distantes de lo que ha dicho. Decimos una cosa y hacemos otra. Y conjugo en plural, porque pertenezco a esta sociedad y no quiero mostrarme como el que señala, sino que quiero proponer una reflexión, pues sé que no soy un santo, reconozco que no soy más que un pecador que busca hacer las cosas bien, que no siempre lo consigue y que algunas veces dice como Pablo: “No hago lo bueno que quiero hacer, sino lo malo que no quiero hacer” (Romanos 7,19).

¿Qué hacer? Creo que tenemos que hacer un compromiso personal con la verdad, con la justicia, con la bondad, con la honestidad. Un compromiso que tenga como testigo a Dios, y que no sea en función de “conquistar” nada ni de impresionar a nadie sino de ser mejores seres humanos y poder construir una mejor sociedad. Sé que eso nos coloca en riesgo y ya que seremos unos “bichos raros” pero es la única manera de cambiar esto. Esto va a cambiar cuando haya cambios personales verdaderos. Es la afirmación de la propuesta de Jesús de la conversión personal. Es asumir una actitud de “héroes”, de gente dispuesta a hacer definitivamente distinta y mejor.

No podemos vivir de miedos, ni quedar apresados por las lógicas de la corrupción. Tenemos que generar un movimiento nuevo desde el corazón de cada uno de nosotros; para ello, debemo asumir los riesgos y tener claro por qué estamos dispuestos a dar la vida. Me impresiona Jesús enfrentado al Sanedrín y a toda su sociedad. Me impresiona “el Hijo de María” (Marcos 6,3) quien, valientemente y asumiendo las consecuencias, toma una opción totalmente distinta a establishment del momento. Ese es nuestro modelo y a Él seguimos. Estando seguros de que eso va mucho más allá de una vida religiosa, pues supone unos compromisos existenciales bien claros con los valores del evangelio que predicó. Sí, no basta con ir a Misa y sacar la lengua para comulgar –algunas veces sin deber hacerlo- ni con orar en lenguas y alzar las manos en el culto; todo porque para vivir como Jesús nos pide es necesario un compromiso con la verdad, la justicia, la bondad y la honestidad. Necesitamos de la experiencia religiosa, pero manifestada en unas opciones éticas bien precisas.

Si usted se cree, se siente, se comprende, como alguien perfectamente bueno y va a sacar el dedo índice para señalar a alguien como malo… es mejor que haga como que no ha leído nada, que éstas líneas no son más que “pensamientos sueltos” de un cura que quiere ser santo y al que su “carne” no lo deja, alguien que todos los días lucha por ser verdadero.

lunes, 1 de marzo de 2010

Fe de verdad

Cuando María -obediente a la invitación del Arcángel reconoce en los signos de la historia que para Dios no hay nada imposible- va a visitar a su prima Isabel, se encuentra con un saludo que vale la pena reflexionar: Bendita y Feliz tú, porque has creído.

Bendecir es generar vida. Entonces si alguien puede llamarse bendita es María que lleva en su vientre al Autor de la vida. Ella porta al que da vida y vida en abundancia. Es la nueva arca de la alianza.

¿Somos generadores de vida? ¿Somos portadores de vida para nuestros hermanos? Estas son preguntas que debemos hacernos quienes decimos ser creyentes y manifestamos nuestra fe a diario. Nuestras palabras, nuestras acciones, tienen que ser bendición para los demás.

Nos hemos acostumbrados a “bajarle la caña” a los otros, a buscar la manera de hacer zancadillas constantemente, a destruirlos con nuestros comportamientos, a hablar mal y creer que si a otros les va mal es sinónimo de que a nosotros nos va bien o, en el mejor de los casos, llegamos a ser totalmente indiferentes de su suerte, centrándonos de manera egoísta en nuestra tarea existencial y despreciando lo que no sea nuestro.

Todo eso hay que desterrarlo de nuestra vida para ser “benditos”, esto es, unos que bendicen, que dan a vida a los demás. La vida de un creyente transcurre por otros caminos. Amamos al otro y sabemos que, de alguna manera, su suerte está ligada a la nuestra. No soy un creyente por ser religioso. Pues conozco a más de un religioso que no cree ni en las mismas normas que cumple.

“Feliz porque has creído” ¿En el contexto del relato qué significa haber creído? Por lo menos tres cosas:

1. Se tomó en serio la Palabra dicha por el ángel, es decir, le da el sentido y la importancia que tiene, reconoce en ella un valor determinante para su vida. Sabe que no está jugando, sino es lo que Dios quiere de ella. Este es un punto importante, porque muchos de nosotros nos decimos creyentes, pero somos incapaces de tomar en serio la Palabra de Dios, creemos que con Dios se puede jugar. ¿Cuántos hacen el esfuerzo por comprender lo que Dios quiere? Tomarse en serio la Palabra es obedecer, y obedecer implica acatar aunque no se entienda mucho, aunque no se esté de acuerdo. Porque algunos quisieran convencernos de que sólo se obedece a Dios cuándo se está de acuerdo con Él, y eso equivaldría a pensar que somos quienes decidieran por Dios qué debe hacer.

2. Abandonarse en el poder dador de vida de Dios. Muchas veces me he preguntado ¿cómo asumió María todo ese riesgo de quedar embarazada así? Y la respuesta sigue siendo: porque creyó. Ella siente que la razón no da para entender lo que se le está proponiendo; pero cree en el que le habla y por eso se abandona. No sé, pero tengo dudas de que esa sea nuestra fe. Creo que, más bien, somos de los que ponemos condiciones, de los que decimos: hago eso, pero a cambio de qué. No hemos entendido que quien ama, cree al otro totalmente.

3. Confía en la fidelidad de Dios para cumplir las promesas. Miremos que todo lo que le dan a cambio son promesas. He imagino que confiar en ellas, desde siempre, ha sido un problema; mas María conoce de quién vienen esas promesas y sabe que no falla, sabe que en el pasado ha actuado en su favor y, por eso, acepta; pues sabe que Él no se muda, ni se cambia. Es fiel.

Entiendes por qué creo que no tenemos fe. Todo nos desespera, nos angustia, nos desestabiliza, nos genera angustias y preocupaciones. Se nos olvida que confiamos y creemos en Él. Vivimos cumpliendo normas religiosas, pero no tenemos una relación existencial de fe, que nos permita estar serenos, tranquilos y llenos de fuerza.

Te aseguro que si creyéramos de verdad -y ojo que estoy dudando hasta de la mía- tendríamos más paz y estuviéramos motivados siempre para salir adelante. Te invito a que tomes en serio tu experiencia religiosa, para que sirva de algo; pues una fe inútil es el peor de los negocio, es como un placebo.

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lunes, 22 de febrero de 2010

Yo te perdono: Yo

Más difícil que perdonar a alguien, que ya es de sumo bien difícil, es perdonarse a uno mismo de los errores y de las equivocaciones que hemos tenido que nos han dañado mucho. Sí, algunas veces lo que más cuesta es aceptar y perdonar que hicimos lo menos inteligente, que nos equivocamos a pesar de que todo el mundo nos advirtió el error, que todas las marcas de la vida nos llevaban a un camino o una decisión distinta. Estoy pensando en personas que eligieron a la persona equivocada y ahora no entienden cómo fue que lo hicieron y no se perdonan haber sido tan estúpidas. Pienso en las personas que pelearon y ofendieron, sin ninguna razón, a alguien que aman y que ahora están sufriendo las consecuencias de su inconsciente acción, por ejemplo. Me refiero, también, a aquellos que, por debilidad de carácter o por creer que era lo mejor, han actuado de una manera de que hoy se arrepienten. Esa falta de perdón a uno mismo se manifiesta en una tristeza, en un desgano y un volver constantemente sobre la misma situación.

Perdonarse a sí mismo es difícil pero es lo más liberador que hay. Cuando aceptamos nuestros errores y comprendemos que nos podemos amar a pesar de ellos; estamos en capacidad para comprender y aceptar los errores de los demás y, así, establecer con ellos relaciones sanas. Que me equivoqué no significa que valgo nada o que todo está perdido. Aceptar que no soy perfecto forma parte del proceso de crecimiento personal. Sé que existen personas cínicas e inconscientes que no se dan cuenta de sus errores y no crecen, ni mejoran, en sus dimensiones humanas. Pero tarde que temprano –más temprano que tarde- encontrarán el resultado de su inconsciencia. Te planteo varias ideas para reflexionar, si sientes que necesitas perdonarte.

1. Hay que vivir el presente. No puedes quedarte anclado en lo que ya pasó. Es necesario comprender que tu sentimiento es presente, pero la situación es del pasado. Esto es, sobre tu sentimiento puedes actuar; pero no sobre la situación que ya aconteció, esa no se puede variar. Esto lo digo para que caigas en cuenta de que seguir sufriendo por algo que ya no puedes variar, no es inteligente.

2. Una fuente clara de la falta de perdón uno mismo es el orgullo. Cuando nos sentimos más de lo que somos, o creemos que la felicidad está planteada en términos de perfección, y eso no es cierto. Nadie es perfecto, todos fallamos y comentemos errores. Por eso, si queremos ser felices tendremos que aceptarnos tal cual somos, asumiendo nuestra condición frágil y tratando de dar lo mejor en cada una de las acciones que realizamos. Si fallaste tienes que reconocerlo y darte cuenta de que no por ese error has perdido todo el valor que tienes.

3. Ser objetivo y darte cuenta si no perdonarte vale la pena. Muchas veces lo que nos está estancando el crecimiento es tan vano, tan inicuo, que no merece nuestra atención, ni nuestra preocupación. A veces estamos sufriendo por experiencias que ya los otros olvidaron o que no causaron todo el daño que nosotros creíamos. Analiza y pon en una balanza la situación que no te has podido perdonar, así como el daño que te ha causado no liberarte de ese sentimiento. Es probable que el daño sea demasiado grande que la situación. En la vida debemos aprender a ser objetivos y prácticos para actuar.

4. Aceptarse tal cual se es, y querer ser mejor. Sí, no hay otra, eres ese y sólo ese. ¿Para qué soñar con lo que no eres? Más bien acéptate tal cual y trata de mejorar. Esa es la única forma de crecer y de ser feliz. Asumir las fallas que se tienen y proyectarse de la mejor manera. Es descubrir que si estoy vivo es porque puedo salir adelante y ser feliz, ya que siempre tendré una nueva oportunidad.

El que no se perdona no se ama. No hay experiencias de amor que no pasen por la experiencia del perdón. El amor es real y reconoce las fallas del otro. Son el enamoramiento y el pensamiento narcisista los que nos montan en una burbuja mentirosa en la que no existen fallas, ni errores. La realidad supone fallas y tenemos que aprender a vivir con ellas y a salir adelante.

Dios siempre te perdona ¿por qué te vas a negar ese perdón? Dios siempre te da una nueva oportunidad ¿ por qué te la vas a negar?

lunes, 18 de enero de 2010

Primero lo primero

Para salvar una relación afectiva lo primero es tener claro si, de verdad, se quiere salvar. Porque muchos casos hay en los que los actores hacen todo para terminar la relación que sostienen. Pues es posible que la relación esté tan desgastada que ya no se quiera continuar con ella.

Hay muchos que no terminan de un todo, sino que prefieren agotarse en una relación que les resulta angustiante, tediosa, fofa o ridícula. Entonces hay que partir de la certeza de que se quiere rescatar una relación que está en crisis, pero que se considera importante, valiosa, deseable.

Y esta consideración primera no es de los espectadores, sino de los actores mismos de la relación. Es decir, no es tu mamá quien decide que debes salvar tu matrimonio; ni tus amigos los que deciden si vale la pena seguir; ni nadie. La primera toma de conciencia que se debe hacer es por parte del miembro de la pareja en conflicto. Quien debe saber qué quiere frente al otro.

Intentar salvar una relación que no se desea como la realización del futuro es como arar en el mar. Mejor dicho, es extender indefinidamente una tortura. Es por eso que la primera pregunta frente a tu relación en conflicto sería: ¿quieres salvarla? Mientras haya titubeos, dudas o ambigüedades en la respuesta, no será posible hacer un plan de salvación; porque se seguirá navegando en el mismo mar y es muy complicado esperar resultados distintos, mientras se hace lo mismo.

Luego de tener claro que se quiere salvar la relación, entonces habrá que establecer un plan de trabajo posible y realizable, que tenga -por lo menos- las siguientes características:

1. Que parta de la toma de conciencia de los defectos, errores y responsabilidades de cada uno en el conflicto. Es decir, que cada quien asuma que no es perfecto, que la culpa no es del otro únicamente, que la solución también me pedirá unos cambios en mis conductas y actitudes, unas renuncias y unas afirmaciones. La tendencia normal, insisto, está en señalar al otro como principal causante de los conflictos y esto es equivocado; primero porque nadie es completamente malo y, segundo, porque me hace quedarme estático pues todo está bien conmigo.

2. Que parta de la disposición de cada uno de sacrificarse y esforzarse por cambiar o transformar las actitudes y los comportamientos que sean necesarios. Los cambios no son fáciles porque nos quitan el piso seguro de la costumbre; porque nos desacomodan y nos hacen sentir inseguros. Pero si descubrimos que hay cosas por cambiar y queremos realmente salvar una relación, es fundamental e ineludible hacerlo.

3. Que parta de la disposición por ceder en algunas situaciones, no se puede pretender, vivir en pareja, sin ceder un ápice en las posiciones negociables que se tengan. Todos debemos tener un espacio de tolerancia que abra el espectro para moverme de la posición en la que estoy hasta donde mi capacidad me lo permita y donde no esté en juego mi dignidad.

4. Tener presente que la otra persona es la que elegí para que me acompañe en el camino hacia la felicidad, por lo tanto, merece mi mejor actitud y mi mejor disposición ante ella. Esto es, debe ser objeto de mi cariño, de mi ternura y de mi amor. Jamás puedo olvidar esto, pues hacerlo equivaldría a llamarla enemiga y acreedora de mis peores epítetos y actitudes existenciales.

5. Es importante trascender las acciones y descubrir las intenciones que animan a la persona que me ama. Saber que los seres humanos, primero yo, podemos equivocarnos cuando queríamos hacer algo bien. Entender que las acciones algunas veces son contrarias a la intención, que es posible no decir lo que se quiere porque se escogieron frases o gestos erróneos.

6. En las personas con una dimensión espiritual se debe recordar que esa unión es signo visible del amor de Cristo por la Iglesia (sacramento), es decir, una pareja que se ama es una pareja que transparenta a Dios.

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viernes, 13 de noviembre de 2009

ENEMIGOS POR MI BIEN...

¿Qué hacer con la gente que no nos quiere y se comporta como nuestros enemigos? Así me pregunta la señora, con cara de tristeza y de angustia. Le respondo que debe comenzar por hacer realidad la petición que nos hace el evangelio de amar a nuestros enemigos (Mateo 5,43-48). Sí, en el evangelio se nos pide que en nuestro corazón no haya odio, ni rencor, ni ansias de venganza contra nadie, ni aún contra aquellos contra los que tendríamos razones para tener esos sentimientos. Es más, se nos pide orar por nuestros enemigos, y ¡Pilas! Estoy seguro de que esa oración que se nos pide por ellos es de bendición y prosperidad. No te imagino diciéndole a Dios Amor ¡elimínalos! No. Eso no cabe en la lógica de misericordia de Dios. Teniendo esta petición del Señor como presupuesto le propuse a la señora las siguientes reflexiones:

1. Hay gente que no nos quiere y tienen razón para no hacerlo, pues nosotros le hemos fallado o, simplemente, le hemos hecho daño –algunas veces sin darnos cuenta y otras veces con toda la intención- y están resentidas. A ellas debemos pedirles perdón y hacer un cambio de actitud que no nos permita dañarlos más. Tenemos que ser conscientes de quiénes somos y de qué hacemos, sabiendo comprender las reacciones de los demás ante nuestros comportamientos. Es obvio, que ninguna acción justifica una reacción violenta; pero también es claro que, algunas veces, nos hemos ganado -por nuestros comportamientos y actitudes- el no-cariño de los otros. La solución es pedir perdón. Ahora, si la otra persona no nos quiere perdonar está claro que no podemos hacer nada más. Recordemos que no podemos obligar a nadie a que nos perdone. Esta es una decisión personal. Por ello les invito a ser humildes en reconocer sus faltas y estar dispuestos a pedir perdón.
2. La gente que no nos quiere, con sus criticas y con sus ataques nos hace mucho bien. Por eso Maquiavelo decía que era necesario escoger bien a los enemigos. Cuando alguien te ataca, o te critica duro, muy seguramente te muestra flancos de tu vida que son débiles y que debes trabajar para fortalecerlos. Es decir, nadie te ataca por la parte más fuerte que tengas, ni te critica por lo bueno que eres y haces. Luego entonces, sus críticas te pueden servir para descubrir qué no estás haciendo bien o en qué te estás equivocando. Eso es una ganancia, ya que te hace conocerte más y saber que es lo que proyectas hacia los otros.
3. Hay que defenderse. En medio de la civilidad. Con control de las emociones. Sin miedos. Cada uno tiene derecho -y para eso está la ley – a su buen nombre, a la salvaguardar su integridad, a los espacios necesarios para desarrollarse. Uno nunca debe creer que la violencia es una solución, pues ella engendra más violencia. Sin embargo hay que aprender a plantarse y a saber que hay derecho a decir que no, con firmeza y claridad, y hacerse respetar. El peor enemigo es el miedo; a éste no lo podemos dejar anidar en nuestro corazón, sino que hay que ser contundentes con él. Al fin y al acabo, estamos en las manos de Dios. Como dice Pablo: “Si vivimos vivimos para Cristo y si Morimos, morimos para Cristo”.
4. Hay algunos a los que no hay que pararle bola. Ya que muchas de esas personas no nos quieren, gente de malos sentimientos, que por su envidia o por sus complejos, nunca tratan de hacer el bien, sino se empeñan en hacer el mal, y creen que su cielo es el infierno de los demás. No vale la pena desgastarse con ellos. Mucha gente está pendiente de lo que te sucede o no te sucede para sufrir, eso no debe atraparte. Tienes que vivir con algo de indiferencia esos temas.
5. Tener claro que Dios te protege. Eres inteligente y Responsable. Vives sabiendo qué hacer y cómo comportarte; pero confiando en el poder de Dios. Él lo es todo y tienes que estar seguro de su presencia en tu vida. Di muchas veces lo que dice el salmista: Mi ayuda viene del Señor, Creador del cielo y de la tierra. ¡Nunca permitirá que resbale¡ ¡Nunca se dormirá el que te cuida! No. Él nunca duerme; nunca duerme el que cuida de su pueblo. (Salmo 121,2-4). Hay que vivir por tanto con la seguridad de la fe.

Insisto en lo que ideal es no tener enemigos; pero si, por esas condiciones humanas aparecen, hay que saber actuar frente a ellos y no temer. Quien vive con miedo no puede ser feliz. Eso sí, tampoco se trata de ser un “gallito de pelea”, porque esos siempre terminan en la olla del sancocho.

jueves, 5 de noviembre de 2009

DIAS GRISES DE 24 HORAS

Todos los seres humanos tenemos días tristes que parece coloreados con un gris intenso, días nublados en los que no dan ganas de salir de casa y, realmente, no dan ganas de hacer nada. Días en los que estamos más sensibles y nos cuestionamos sobre el sentido, es decir, el por qué y el para qué, de todo lo que sucede y sobre todo de la vida misma.

Son días en los que la tristeza sea hace dueña nuestra y sentimos en el pecho, en los ojos, en la boca, en el corazón, en los tobillos, mejor dicho, en todas partes. Días en los que las palabras son tacañas, difíciles de encontrar y no cumplen su función de ser puente entre lo que tenemos “dentro” y lo que está afuera. A veces, tenemos claro por qué estamos así, conocemos la situación que ha desencadenado esas sensaciones, en cambio otras ni sabemos el por qué, pero eso no hace que neguemos que existen ese cúmulo de sensaciones.

Ya, al inicio, dije que todo pasamos por esos días, todos nosotros los humanos. Porque muchos, como me ven sonriente, con ganas de tragarme la vida, apasionado por cada situación y tratando de ser siempre un portador de esperanza o de ánimo para todo el que encuentro, dudan sobre si tengo o no esos sentimientos; o, simplemente, me conceden poderes “sobrenaturales” que no tengo, ni creo que existan. Por ello, quiero compartirte lo que hago en esos días para levantarme el ánimo, una experiencia mía que pueda servir de luz que pueda iluminarte sobre cómo salir de esa sensación pasajera y volver a la habitual actitud animada y entusiasta:

1. Recuerdo lo bueno que me ha pasado. Me centro en todas las cosas chéveres de mi vida. Hago flash back por todo lo que he disfrutado y gozado. Sabiendo que eso no me lo quita ya nadie, porque lo viví y está en mi corazón, lugar inviolable. No dejo que mis apreciaciones “cáusticas” le quiten brillo a esos recuerdos. Tengo mi propio palmarés y, de alguna manera, mi propia vanidoteca, y en días grises, vale la pena visitarla. Esto para que quede claro: ninguna situación me podrá hacer creer alguien no soy valioso, ni mucho menos hacerme sentir que no puedo continuar triunfando en la vida.
2. Converso con gente que me quiere, me anima y me acompaña. Hay mucha gente que no lo quiere a uno –algunos con razón y otros por envidia o incompatibilidad de caracteres- esa gente –que es muy útil para otros momentos, pues nos hacen ver errores y dicen verdades pesadas, duras, dolorosas, que ayudan- hay que evitarla en esos días. No podemos propiciar encuentros con los negativístas, los “baja caña”, los destructores, a esos hay que zafarlos en estos días. Hacerlo sería como juntar fuego con gasolina. ¿Te imaginas, uno medio “depre” y estos manes “carboneando” con comentarios más negativos. Es el momento para hablar con gente que tiene palabras de animo, de fuerza, de gozo, de agradecimiento para con uno. Molestando en mis conferencias digo que, en días cómo estos, llamo a Santa Marta, donde la Señora Rosina Gómez de Linero y le pregunto ¿quien es el mejor cura del mundo? A lo que ella –siempre tan objetiva y neutral, cuando se refieren a cosas de sus hijos- grita que yo, y saben que le creo, y eso hace que el gris trate de pasar.
3. Uso mi disciplina para hacer algo. No me quedo allí. No me encierro. No dejo que la depre tome el control de mis días, no dejo que todo siga oscuro. Hago algo. Lo que me gusta. Lo que me hace estar pendiente de otras cosas. Muchas veces voy a servir y ayudar a los otros, eso siempre es bueno. Otras veces es jugar al fútbol-aunque sigo sin mucha movilidad, claro que hago todavía hago mis goles- juego baloncesto –aunque mis rodillas se nieguen a saltar como antes- o tenis –en el que soy un principiante, pero que me hace sudar y concentrarme en otras cosas-. Hago algo. Por ningún motivo me quedo tirado en la cama. Eso hace el día más gris. Otras veces me voy a ver el mar, que tiene para mí una inspiración bárbara.
4. Vivo mi fe. ¿Saben? Es lo bueno de creer. En días como estos mi fe me hace tanto bien. Reflexiono, medito, oro, despierto mi relación con Dios Padre, que me ama y me da todo, sin importar nada de lo que vivo (Romanos 8,31-39); me trato de ver en los ojos tiernos y firmes del Resucitado que sufrió como sufro yo, pero me enseñó que debemos ser fieles al Padre en todo; y me dejo mover por el Espíritu Santo que me invade, desde dentro actúa en mí y me llena de esa fuerza que requiero para salir adelante. Son días en los que vuelvo a leer y hacer mío al profeta Habacuc 3,15-17: “Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas del aprisco, y no haya vacas en los corrales; con todo, yo me alegraré en el Señor, y me gozaré en el Dios de mi Salvación. Yahvé el Señor es mi fortaleza.”

Disculpen que les haya hablado de mí; pero eso es lo que hago en esos días tan grises, tan grises. Espero les ayude en algo a salir del gris oscuro de 24 horas que pueden estar atravesando hoy.

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martes, 16 de junio de 2009

¿Se puede cambiar al otro?

Es más fácil la crítica que la autocrítica y más sencillo detectar defectos ajenos. Digo esto porque siempre nos damos cuenta del error del otro o de lo que éste tiene que cambiar. Es mucho más fácil tomar conciencia de lo ajeno, que de los propios errores y de las propias equivocaciones. Es más, queremos ayudar a esa persona equivocada cambie. Todos tenemos la pretensión de cambiar a alguien. Es una buena intención.

Aunque se nos olvida que nadie cambia a nadie. Que el cambio es, siempre, fruto de la toma de conciencia personal de que algo no estoy haciendo bien; o nace cuando percibo en mí eso que soy –o que muestro- no es lo correcto y decido cambiar. El cambio es un hecho personal, que se da en el espacio inviolable de la conciencia, en ese espacio al que solo tengo entrada directa yo -y nadie más-.

Para ayudar a que otros vivan mejor, tengamos conductas positivas, generen mejores relaciones y crezcan; lo que podemos hacer es tratar de provocar espacios, situaciones, acciones, que les permitan reflexionar y hacerse cargo de sí mismos para intentar un cambio. Pero más no podemos, ni obligarlos, ni buscar varitas mágicas o pócimas secretas que hagan el trabajo que ellos no quieren hacer, ni llevarlos donde algún gurú que en media conversación transforma bandidos en gente. En esto siempre me pasa, que a mi oficina llevan a más de uno obligado, porque creen que yo puedo “cambiar” personas, como si tuviera bodegas de seres humanos para hacer trueques o poderes divinos para decir dos cosas y transformar al otro… y eso no lo hace ni Dios si el hombre no abre el corazón y toma la decisión de cambiar.

De acuerdo a lo anterior, quiero invitarte a reflexionar sobre algunos puntos concretos en este sentido:

1. Todos somos diferentes y debemos aceptarlo así. Ni nuestros hermanos, con los que compartimos el mismo Adn y con quienes vivimos en los mismos espacios sociales, somos iguales. Eso hay que aceptarlo y nuestras relaciones tienen que partir de allí, de la insoslayable diferencia que existe entre un ser humano y otro. Por más parecido que haya, también hay mucho que nos hace distintos, aunque no desiguales.

2. Todos tenemos "peros", nadie es como el otro quiere que sea. Todo el mundo tiene sus propias características que pueden ser molestas y dañinas para el otro; incluso detrás de lo que era una virtud. No se puede pedir que alguien sea organizado, sin que quiera incluirte en sus cosas por organizar; ni se puede querer que alguien sea tranquilo, sin que llegue un momento en el que quisieras que actuara más rápido. Hasta en momento pudiéramos llegar a cantar con Adriana Lucía: “lo que antes te gustaba, es lo que ahora te molesta”.

3. Todos somos dueños de nosotros mismos y de lo que hacemos. Hay una responsabilidad que es individual y que nos exige un compromiso personal. Por mucho que los otros traten de meterse en estos espacios no lo logran. Y así como peleamos con uñas y dientes por ese espacio personal, por nuestra propia libertad; también debemos reconocer y validar la lucha de los otros por lo mismo. Pretender gobernar los gustos, las necesidades y las decisiones de los otros, además de molesto, es completamente inútil, lo más que lograremos es que se pongan máscaras frente a nosotros.

4. Todos podemos propiciar, a través del buen ejemplo, de la coherencia de vida y de las palabras asertivas, espacios de reflexión y de acción para que los otros cambien. Servimos de espejo a las acciones de los demás, posibilitamos reflexiones con palabras precisas, propiciamos encuentros para que evalúen; pero más no podemos. Tengamos en cuenta que nada de esto se logra por imposición, por fuerza o por coacción.

5. Es necesario tomar la decisión de gozarnos a los otros o de tomar distancia de ellos -sin violencias- para poder vivir en paz. Eso sin la pretensión de jugar a ser dioses que cambian a los otros con palabras mágicas. Hay gente que me conviene y otra que no. Si tengo claro que no puedo vivir con ellos, si siento que me dañan, si estoy seguro de que no me aportan nada bueno; entonces debo buscar otros espacios, encontrar otros círculos sociales que me ayuden.

6. Sólo el amor verdadero, que aceptación plena, genera procesos de transformación en el otro. Es claro, el único camino para ayudar a transformar a los demás es amarlos; sin eso, estamos perdiendo el tiempo. Sólo influimos en quienes nos aman o nos admiran, sólo soportamos los errores de aquellos que valoramos por encima de su equivocación, sólo puedo tener relaciones sanas con aquel que es importante para mí, aunque tenga conductas por mejorar.

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jueves, 7 de mayo de 2009

A Dios rogando y…

Se la leí alguna vez a Clara Lubich… y, desde ese momento, fue una frase que me ayudó a comprender mi relación con Dios: “Confía en Él como si todo dependiera exclusivamente de Él y Trabaja como si todo dependiera exclusivamente de ti”. Estos dos verbos definen mi acción como hombre que se relaciona, que ha tenido un encuentro con Dios, y trata de vivir conforme a esto: Confiar y Trabajar. Creo y lucho. Espero y conquisto. Agradezco y celebro. Soy un creyente, pero también un combatiente. En la fe cristiana esas realidades no se oponen, sino se retroalimentan. Quien sólo cree y no trabaja es un fanático. Quien sólo trabaja, pero no trasciende, es un humanoide. Necesitamos tener las dos actitudes para ser un buen seguidor de Cristo.

Traigo hoy esta reflexión porque considero que, desde esta frase, podemos proponernos enfrentar la “epidemia” de estos días, la gripa porcina. Necesitamos tomar todas las medidas higiénicas, saber qué se debe hacer y estar todos comprometidos para prevenir una infección. Pero, también, debemos saber que estamos en las “manos de Dios”, esto es, hay que tener fe para salir adelante. Ni nos achantamos a que todo lo haga Dios, ni entramos en pánico creyendo que todo está perdido.

Tenemos que ser responsables ciudadanos que cuidan y propenden por la salubridad pública, como también orantes que confían en el poder de Dios, en su protección y su cuidado. Enfrentamos las situaciones que formen parte de nuestra propia historia y que sean ocasionadas por nuestras decisiones y acciones; pero, a la vez, tenemos que leer los contextos, ese cúmulo de acciones y relaciones de la historia, desde la fe.

Los creyentes no entramos en pánico; sino que hacemos lo que nos toca hacer. Y, además, lo hacemos de manera exigente y perfeccionista. La diferencia están en que luego -al final de todo- descansamos en las manos del Señor, y le decimos ahora te toca a Ti. Todo esto tiene que ser motivo de serenidad y seguridad; pues a través de la historia de salvación –la del pueblo de la Biblia y la nuestra propia- hemos podido corroborar su amor por nosotros y su decisión de ayudarnos a que todo salga bien. Nos esforzamos al máximo, al mismo tiempo que nos abandonamos a su providencia, sabiendo que Él nunca nos falla.

Por eso creo que ningún creyente de verdad puede dejar que esta situación le haga perder el sentido, ni mucho menos que lo lance a la desesperación. Los que confiamos en Dios siempre salimos adelante. Aunque pase lo peor, sabremos leerlo desde su amor y allí tratamos de encontrar la bendición para nosotros. Nuestra vida no sólo queda expuesta a lo que podemos hacer, sino que nos sostiene y nos alienta la esperanza puesta en Dios.

No somos unos esclavos limitados y únicamente posibilitados por nuestras capacidades; sino que somos seres que viven confiados en al amor de Dios. Tenemos más allá, trascendemos, oteamos la realidad, salimos del presentismo, nos caracteriza la esperanza en Él. No todo termina donde terminamos nosotros. Somos conscientes de que trascendemos. Esa experiencia, el encuentro que hemos tenido con Aquel que nos ama y que nos protege siempre, es lo que no nos deja ser presas del pánico; la certeza de Dios en nosotros no nos permite percibirnos desesperados, ni angustiarnos hasta perder el control. Sabernos espirituales nos da la paz que se requiere para seguir actuando con inteligencia y fortaleza en la vida.

Ahora, está claro: quien no esfuerza no debe pedir a Dios ayuda –como si fuera una especie de mago que saca realidades de la nada- pues aquel que no sale a conquistar sus metas no puede pretender que Dios lo bendiga con la realización de ellas. Damos lo mejor de nosotros. Estamos dispuestos a todo. Sabemos que la vida se hace con pasión y dedicación; pero contamos con el amor de Dios que nos llena de todo. Así somos los creyentes a la manera de Jesús.

No sé cuál sea tu situación en este momento, ni sé tu problema, ni tu angustia; pero quiero invitarte a luchar, a dar lo mejor de ti, a construir respuestas inteligentes, a sacar todo lo que tienes, a descubrir tu capacidad de lucha, de aguante, de conquista. Y del mismo modo te invito a confiar, a creer y esperar en Dios, a confiar en su poder. No te desesperes, no pierdas el control que nada te podrá destruir pues eres de Dios. Nada podrá acabar contigo, porque tu vida y el sentido de ella, trasciende todo esto. Nosotros no nos ahogamos en el mar de la intrahistoria, nosotros sabemos trascender, nosotros somos creyentes que vamos con el mazo dando.