Si buscáramos en la Palabra de Dios el mensaje de salvación y dejásemos de preguntarnos tonterías; si descubriésemos la manera profunda cómo nos revela el plan de Dios, que no es otra cosa que nuestra felicidad. Si nos interesara más descubrir lo que me está diciendo, lo que me reta a vivir, lo que me muestra sobre los errores humanos con los que convivo, acepto y asumo. La Palabra es reto para mí, es Palabra para mí, para que descubra que no estoy tan bien como creo, pero que puedo vivir a plenitud cuando renuncio a todo lo que no conviene.
Por ejemplo, cuando leo Marcos 6,1-6, me doy cuenta de que ni Jesús de Nazaret se salvó de los prejuicios que los seres humanos tenemos (desarrollamos, creemos y hasta contamos) de los otros. Desde esos juicios nuestros de los demás, los juzgamos (y hasta sentenciamos). Entiendo que se trata de una “manía” humana de la que nos tendríamos que liberar si queremos conocer y amar a los otros tal cual son.
Me impresiona que ante la enseñanza y el poder sanador de Jesús, sus familiares y coterráneos se hayan extrañado y preguntaran ¿de dónde le viene a éste tal sabiduría? ¿No es este el hijo de María? ¿No es este el carpintero? Por conocer su origen -y seguro que por tener un rótulo sobre Jesús y su familia- no pueden aceptar que predique tan bien y que el poder de Dios se haga presente a través suyo. Es lo mismo que nos pasa con nosotros a la gente. Nos hacemos unos preconceptos de la gente y desde allí la juzgamos sin permitirle ser verdaderamente.
¿Cuántos seres humanos están condenados a hacer lo que no quieren ni les interesa por los rótulos que otros a su lado le han impuesto? ¿Cuántos hijos se han convertido en seres humanos de actuaciones perversas porque sus padres desde pequeños los convencieron de serlo por el rotulo de “ovejas negras”?
Creemos que conocemos al otro y con nuestros comentarios le tratamos de enmarcar unos límites que no puede traspasar. Esto está relacionado macabramente con la tendencia que tenemos de no querer decepcionar a los otros. Vivimos la vida tratando de agradar a los demás aunque eso comprometa nuestra felicidad.
Nos enseñaron a ser y hacer lo que los otros quieren, so pena de ser rechazados y marginados de los grupos a los que queremos pertenecer. Nos mimetizamos para ser aceptados; negociamos la convicciones, negociamos lo que sea con tal de que nos quieran, nos incluyan, se nos tenga en cuenta. Pero de nada vale jugar ese juego; Cioran, un pensador contemporáneo, decía que no vale la pena suicidarse si todavía quedaba gente por decepcionar. Y lo entiendo como que el sentido de la vida está muy conectado con ser lo que somos verdaderamente y no con lo que la gente quiere que seamos.
Hoy los invito a decepcionar a aquellos que están seguros de que somos malos, o incapaces; decepcionemos a los que nos miran con desprecio porque nos creen poca cosa; es el momento de frustrar a quienes basados en los errores del pasado creen y vociferan que no hay solución para nuestra vida. Les invito a decepcionar a todos aquellos que han apostado porque serían derrotados. Es tiempo de dejar con los crespos hechos a quienes alquilaron balcón para ver nuestra caída definitiva. Seguramente tienes gente interesada en verte en el suelo para sacar pecho diciendo “yo sabía, ese no servía para nada”.
Decepciona a los que quieren convertirte a la lógica del odio, a quienes hablando mal de ti esperan que hagas lo mismo. Decepciona al que están convencidos de que vas a pagar mal con mal. Haz el quite a quien proclama que no puedes salir adelante y que estás condenado a fallar. Hay que ser indiferentes a esos comentarios y comprometernos con los valores que tenemos en nuestro corazón.
lunes, 27 de febrero de 2012
martes, 14 de febrero de 2012
Pruebas de Dios
Los test están de moda. Hay para todo. Y cada vez nos gustan más. Están los que sirven para saber si los aparatos electrodomésticos sirven y ayudan a verificar la relación «calidad-precio». En otros test se miden las facultades intelectuales de los estudiantes. Hay test para saber si supuestamente eres compatible con otra persona para ser pareja. Hay test para saber si tu pelo está reseco. O para descubrir la capacidad de adaptación de un empleado. Por medio de un test se acorrala a un candidato para comprobar su capacidad de resistencia. Hasta en las redes sociales hay test para todo. Uno ve que la gente contesta encuestas de todo en el facebook y cree en los resultados de esos test: que si tu novio te es infiel, llena esto y sabrás… que si eres más inteligente que el promedio, responde las preguntas… que si eres más lindo que el resto del planeta, manda tu foto y será calificada.
Y esto de probar y de probarse no es algo nuevo. Al ser humano le fascinan las supuestas pruebas y cree en los resultados ciento por ciento, como si ellas garantizaran todo. Por eso a Jesús lo probaron siempre. La gente le pedía señales a donde iba para demostrar que era el Mesías. Es más, hasta último minuto podemos oír las burlas al pie de La cruz: «¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo! Es rey de Israel: pues que baje ahora y creeremos en el!». Ultima prueba y último test que esperan que supere; pero Jesús no aprobará el examen de recuperación: morirá. No como ahora que los estudiantes son malos todo el año y recuperan en un minuto lo que no estudiaron el año completo. Jesús no, Él muere para convencer a todos de que esa es una lógica equivocada, esa del odio y esa de estar siempre probando a Dios.
¿Habrá confirmado Dios la decisión de los hombres? Hasta los discípulos dudaron. Someter a Dios a prueba... ¡Que nos dé garantías y aceptaremos (¿quizás?) comprometernos! Que demuestre la rentabilidad de lo que propone. y respetaremos sus exigencias! Someter a Dios a prueba, conocer de dónde viene y adónde nos lleva, calcular y sopesar lo que el ofrece y lo que nosotros damos, en lugar de abandonarse y entregarse.
El único test que Dios soporta es el riesgo de una palabra que se da y la locura de una vida que se compromete. El amor no se mide; no conoce otro modo de probarse que su propia existencia. Era La fiesta de las Tiendas, en la época de la vendimia, es decir, de la cosecha de la uva.... Jesús ya había aceptado la prueba. Irá al lugar de la cruz. El vino sólo existe para ser tomado, no tiene sentido si se almacena eternamente.
Yo no quiero ponerte a prueba con nada, Dios tampoco quiere eso. Pero sí quiere verte feliz, sí quiere que te sientas contento de lo que eres y lo que haces. Dios quiere que seas feliz de verdad, con todo, sin quedarte jamás con las manos vacías. Es momento de encontrar el camino, de decidirte a andar por él, sin estar probando, sino con una decisión: lanzándote a vivir de verdad, con la única certeza de que estás intentando de verdad algo bueno para ti, para tu vida, para tu proyecto.
Sólo la certeza de tu corazón podrá decidir a qué le apuestas; y eso es algo que va más allá de las comprensiones, de las pruebas, de los grados de fiabilidad que tenga algo, porque escapa a la comprensión racional. No estoy diciendo que no sea racional, sino que, al contrario, incluye elementos y dimensiones humanas que se suman a la razón y que sumadas son más, elementos tan importantes y definitivos que definen también nuestra humanidad.
Y esto de probar y de probarse no es algo nuevo. Al ser humano le fascinan las supuestas pruebas y cree en los resultados ciento por ciento, como si ellas garantizaran todo. Por eso a Jesús lo probaron siempre. La gente le pedía señales a donde iba para demostrar que era el Mesías. Es más, hasta último minuto podemos oír las burlas al pie de La cruz: «¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo! Es rey de Israel: pues que baje ahora y creeremos en el!». Ultima prueba y último test que esperan que supere; pero Jesús no aprobará el examen de recuperación: morirá. No como ahora que los estudiantes son malos todo el año y recuperan en un minuto lo que no estudiaron el año completo. Jesús no, Él muere para convencer a todos de que esa es una lógica equivocada, esa del odio y esa de estar siempre probando a Dios.
¿Habrá confirmado Dios la decisión de los hombres? Hasta los discípulos dudaron. Someter a Dios a prueba... ¡Que nos dé garantías y aceptaremos (¿quizás?) comprometernos! Que demuestre la rentabilidad de lo que propone. y respetaremos sus exigencias! Someter a Dios a prueba, conocer de dónde viene y adónde nos lleva, calcular y sopesar lo que el ofrece y lo que nosotros damos, en lugar de abandonarse y entregarse.
El único test que Dios soporta es el riesgo de una palabra que se da y la locura de una vida que se compromete. El amor no se mide; no conoce otro modo de probarse que su propia existencia. Era La fiesta de las Tiendas, en la época de la vendimia, es decir, de la cosecha de la uva.... Jesús ya había aceptado la prueba. Irá al lugar de la cruz. El vino sólo existe para ser tomado, no tiene sentido si se almacena eternamente.
Yo no quiero ponerte a prueba con nada, Dios tampoco quiere eso. Pero sí quiere verte feliz, sí quiere que te sientas contento de lo que eres y lo que haces. Dios quiere que seas feliz de verdad, con todo, sin quedarte jamás con las manos vacías. Es momento de encontrar el camino, de decidirte a andar por él, sin estar probando, sino con una decisión: lanzándote a vivir de verdad, con la única certeza de que estás intentando de verdad algo bueno para ti, para tu vida, para tu proyecto.
Sólo la certeza de tu corazón podrá decidir a qué le apuestas; y eso es algo que va más allá de las comprensiones, de las pruebas, de los grados de fiabilidad que tenga algo, porque escapa a la comprensión racional. No estoy diciendo que no sea racional, sino que, al contrario, incluye elementos y dimensiones humanas que se suman a la razón y que sumadas son más, elementos tan importantes y definitivos que definen también nuestra humanidad.
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miércoles, 1 de febrero de 2012
Unas Palabras de Reflexión
Hay un cierto desprecio por la gente soltera -es más con maldad se les dice solteronas- es decir, por los que no se han casado –por a, b, c d, razones-, se les mira como si fueran fracasados o como si estuvieran incompletos. Sin son mujeres se les ve con un dejo de pobrecitas, hay que presentarles a alguien para que les haga el favor, si son hombres inmediatamente se les coloca el aparato –no digo el nombre para evitar molestias- que mida que tan varones son, ya que si es soltero, a esa edad es sospechosa su virilidad.
Es tal la presión que algunas mujeres que no han encontrado su pareja por distintas razones se desesperan y se meten con el primero que proponga algo, así no cumpla ninguno de los requisitos que ella en el pasado habría tenido en cuenta al elegir pareja. Eso genera más problemas que soluciones, y terminan sufriendo sin necesidad. También algunas mujeres que se ha separado –en algunos casos porque nunca se debieron casar con esa pareja- o simplemente porque fueron abandonadas por ellas o ha fallecido su esposo, tienen que conseguir “alguien” con quien estar “sea quien sea”, no importa si es un jovencito de la edad de su hijo, o una persona que, también, la hacer sufrir, lo importante es que pueda contarles a sus amigas que tiene alguien con quien “matar” sus excitantes deseos o presentar en publico su nueva pareja para no ser blanco de los chismes y de los comentarios mal intencionados.
El caso de los hombres es un poco menos tensionante –dolorosamente esta sociedad sigue siendo machista- pero también se les somete a una critica constante hasta que algunos deciden “casarse” o “juntarse con alguien” sin importar si realmente se le ama o no, pero hay que despejar la duda pronto de la varonilidad.
La verdad no dudo de la necesidad de pareja para algunos. Creo que es normal y que tienen derecho a tenerla y a buscarla, sin miedos y sin complejos pero también creo que es necesario que aprendamos a respetar y aceptar las decisiones de los otros cuando estos deciden vivir su vida afectiva sin pareja. La soledad no es una desgracias y tiene también sus valiosos espacios. La soledad implica estar libres de algunos compromisos que no siempre son fáciles de llevar, también permite que se sea libre en las relaciones sin tener temor de dañar a nadie que vigila celosamente. Cada ser humano es completo y puede ser feliz sin tener una relación de pareja, ya que no tenerla no implica que no se tenga una vida rica emocional y afectivamente hablando, con amigos, con familiares y con tantas personas que están alrededor.
Uno que decide ser soltero –o que está momentáneamente soltero- no es un enfermo, ni un desgraciado, ni un pobrecito, ni monstruo del cual librarnos. Si fuera cierto esto también lo sería al revés es decir que todo aquel que tiene pareja es bueno, santo, feliz y realizado y tenemos bastantes ejemplos a nuestro alrededor que no nos deja afirmar esto último con tanta severidad. Los seres humanos somos sanos o enfermos aparte de si tenemos o no pareja.
Es claro que esta es un decisión de cada uno. Y que nadie tiene que sentirse frenado a buscar o a no buscar pareja por el comentario o la intromisión de alguien. Cada uno tiene que ser libre de vivir su vida afectiva y de hacerla fructífera en alegrías, gozos y júbilos. Se trata es de ser feliz no de agradar, simplemente, las exigencias de los otros, sabiendo que muchas de esas exigencias son totalmente malsanas.
Me gusta cuando veo algunas personas felices con su parejas. Me encanta cuando algunas personas que se han separado y que han sufrido mucho encuentran con quien compartir la vida pero también me gusta cuando veo que hay gente que ha decidido construir su proyecto de vida sin pareja y se dedica a si mismo y a sus deseos más internos de una manera plena y feliz. Lo importante insisto es que sea fruto de su libertad y se viva en total sanidad.
Creo que hay temas en los que uno tiene que decidir por uno mismo y punto. Tema en los que nadie tiene que meterse –se escuchan consejos pero se decide íntimamente- ya que están conectados al sentido de la vida y ese es muy personal –y hasta intransferible-. Estoy seguro que ni Dios se mete en esas cosas, ya que el siempre respeta la libertad humana.
Es tal la presión que algunas mujeres que no han encontrado su pareja por distintas razones se desesperan y se meten con el primero que proponga algo, así no cumpla ninguno de los requisitos que ella en el pasado habría tenido en cuenta al elegir pareja. Eso genera más problemas que soluciones, y terminan sufriendo sin necesidad. También algunas mujeres que se ha separado –en algunos casos porque nunca se debieron casar con esa pareja- o simplemente porque fueron abandonadas por ellas o ha fallecido su esposo, tienen que conseguir “alguien” con quien estar “sea quien sea”, no importa si es un jovencito de la edad de su hijo, o una persona que, también, la hacer sufrir, lo importante es que pueda contarles a sus amigas que tiene alguien con quien “matar” sus excitantes deseos o presentar en publico su nueva pareja para no ser blanco de los chismes y de los comentarios mal intencionados.
El caso de los hombres es un poco menos tensionante –dolorosamente esta sociedad sigue siendo machista- pero también se les somete a una critica constante hasta que algunos deciden “casarse” o “juntarse con alguien” sin importar si realmente se le ama o no, pero hay que despejar la duda pronto de la varonilidad.
La verdad no dudo de la necesidad de pareja para algunos. Creo que es normal y que tienen derecho a tenerla y a buscarla, sin miedos y sin complejos pero también creo que es necesario que aprendamos a respetar y aceptar las decisiones de los otros cuando estos deciden vivir su vida afectiva sin pareja. La soledad no es una desgracias y tiene también sus valiosos espacios. La soledad implica estar libres de algunos compromisos que no siempre son fáciles de llevar, también permite que se sea libre en las relaciones sin tener temor de dañar a nadie que vigila celosamente. Cada ser humano es completo y puede ser feliz sin tener una relación de pareja, ya que no tenerla no implica que no se tenga una vida rica emocional y afectivamente hablando, con amigos, con familiares y con tantas personas que están alrededor.
Uno que decide ser soltero –o que está momentáneamente soltero- no es un enfermo, ni un desgraciado, ni un pobrecito, ni monstruo del cual librarnos. Si fuera cierto esto también lo sería al revés es decir que todo aquel que tiene pareja es bueno, santo, feliz y realizado y tenemos bastantes ejemplos a nuestro alrededor que no nos deja afirmar esto último con tanta severidad. Los seres humanos somos sanos o enfermos aparte de si tenemos o no pareja.
Es claro que esta es un decisión de cada uno. Y que nadie tiene que sentirse frenado a buscar o a no buscar pareja por el comentario o la intromisión de alguien. Cada uno tiene que ser libre de vivir su vida afectiva y de hacerla fructífera en alegrías, gozos y júbilos. Se trata es de ser feliz no de agradar, simplemente, las exigencias de los otros, sabiendo que muchas de esas exigencias son totalmente malsanas.
Me gusta cuando veo algunas personas felices con su parejas. Me encanta cuando algunas personas que se han separado y que han sufrido mucho encuentran con quien compartir la vida pero también me gusta cuando veo que hay gente que ha decidido construir su proyecto de vida sin pareja y se dedica a si mismo y a sus deseos más internos de una manera plena y feliz. Lo importante insisto es que sea fruto de su libertad y se viva en total sanidad.
Creo que hay temas en los que uno tiene que decidir por uno mismo y punto. Tema en los que nadie tiene que meterse –se escuchan consejos pero se decide íntimamente- ya que están conectados al sentido de la vida y ese es muy personal –y hasta intransferible-. Estoy seguro que ni Dios se mete en esas cosas, ya que el siempre respeta la libertad humana.
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Albert Linero,
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