Todos, en algún momento de la vida, tenemos frustraciones y situaciones que nos hacen infelices. No está bajo el halo de las decisiones que tomamos si tenemos dificultades o no. Las tendremos porque, en su gran mayoría, no dependerán de nosotros sino de la voluntad, los valores y las actitudes de los otros. Serán situaciones que nos harán llorar y estar tristes pero que debemos superar.
Es necesario estar preparados para aprovechar la frustración o la decepción en función de nuestro crecimiento personal. Esto es, comprender que estas situaciones existen para que seamos capaces de crecer y mejorar. No las podemos entender como experiencias totalmente destructivas, sino que tenemos que ser capaces de soportar el dolor que ella nos produce y buscar como nos ayudan a adelantarnos en nuestro propio proyecto de vida.
Para ello te propongo que reflexiones varias cosas: primero, hay que estar preparados para el error y la falla del otro, porque está hecho del mismo material que nosotros y así como nosotros somos proclives al error también los otros lo son. Segundo, hay que tener claro que todo tiene solución y que no podemos darnos por vencidos ante nada, y que todo somos capaces de soportarlo y de superarlo. Tercero, es importante preguntarse qué me aporta esa situación que estoy viviendo, qué me enseña, para el futuro cómo esta experiencia puede serme útil. Cuarto, no olvidar lo que nos ha enseñado Romanos 8,28 “Dios dispone todas las cosas para el bien de los que le aman”. Si tienes claro esto y puedes actuar con inteligencia y decisión, estoy seguro que aprenderás en la escuela del fracaso a ser feliz y a darte cuenta que todas las cosas nos ayudan si nos dejamos ayudar por ellas.
Por eso lo que tenemos que hacer ante las frustraciones es vivirlas con total intensidad de manera que cumplan su función de hacernos cada vez mejores. En este sentido, me fascina el reclamo que le hace el profeta Habacuc al Señor: “Señor, ¿hasta cuándo gritaré pidiendo ayuda sin que tú me escuches? ¿Hasta cuándo clamaré a causa de la violencia sin que vengas a librarnos? ¿por qué me haces ver tanta angustia y maldad? También nosotros hemos tenido ganas de hacerle a Dios esos reclamos. Nos preguntamos por qué Dios no responde rápido a nuestras peticiones o por qué suceden tantas cosas malas sin que Él haga algo.
De hecho muchas veces sentimos que nuestra fe tambalea porque vemos que Dios no hace pronto lo que nos ha prometido. Habacuc pide una respuesta y Dios se las da: “Escribe en tablas de barro lo que voy a mostrar, de modo que pueda leerse de corrido. Aún no ha llegado el momento de que esta visión se cumpla; pero no dejará de cumplirse. Tú espera, aunque parezca tardar pues llegará en el momento preciso”. Es una respuesta contundente: Dios no se ha olvidado de las promesas que nos ha hecho. Él va cumplir su palabra de hacer que el bien venza al mal. Pero debemos ser pacientes y esperar el tiempo preciso.
No podemos desesperarnos y dejar que el desespero nos haga dudar del Poder de Dios y de su amor por nosotros. No podemos dejar que el desespero nos lleve a equivocarnos. El siempre nos escucha y quiere darnos lo mejor pero no lo hará en nuestro tiempo sino en su tiempo. Nosotros no sabemos realmente que es lo mejor para nosotros porque no tenemos una visión completa de la vida, en cambio Dios si sabe que es lo que más nos conviene porque El desde el cielo lo ve todo y tiene ante sus ojos el presente y el futuro. Hay que ser pacientes y tratar de vivir dóciles a su Espíritu Santo para que El nos muestre hacia donde tenemos que ir y caminar. Dice el refranero “Dios tarda pero no olvida” eso lo tenemos que tener presente todos los días al levantarnos, orar y salir a trabajar: Dios responderá a nuestra petición de la mejor manera. Siempre lo que El haga será lo mejor para cada uno de nosotros.
Hoy estamos invitados a seguir creyendo y confiando a no darnos por vencidos, y a no abandonar nuestra fe así muchas veces parezca que Dios no nos está escuchando porque no vemos sus acciones.
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sábado, 25 de septiembre de 2010
lunes, 20 de septiembre de 2010
HABLANDO DE PROBLEMAS Y SOLUCIONES
Todos tenemos problemas y dificultades que resolver. Nadie puede decir que está exonerado de esta experiencia. Es más, creo que la clave del buen vivir, está en aprender a resolver esos problemas y conflictos de la manera más provechosa posible. Estoy seguro que todas las dificultades o conflictos tienen solución y que se trata de ser capaz de encontrarla, inventarla o desvelarla. Así también, como estoy convencido que en cada problema hay una lección de vida y un aprendizaje que no podemos despreciar. Por eso en vez de odiar los problemas y de tener una actitud despreciativa frente a ellos creo que debiéramos aprender a usarlos en función de nuestro crecimiento. Quisiera compartir con ustedes las reflexiones que he estado haciendo por estos días, en torno a las actitudes que nos pueden ayudar a hacer de esas situaciones tan problemáticas, que nos hacen sufrir, oportunidades para ser mejores seres humanos. Sabiendo que son reflexiones recurrentes y que buscan trazar caminos más claros cada vez:
1. Ser paciente. Lo peor que nos puede suceder frente a un conflicto es perder el control y ser victimas del desespero. Sé bien que los problemas ocasionan en nosotros muchas emociones negativas, las cuales quieren impulsarnos a actuar. Tengan la certeza que cuando dejamos que esas emociones nos controlen y nos lleven a la acción vamos a terminar generado un problema mayor. No conozco ninguna solución buena que nazca de emociones negativas. Paciencia es entender que todo tiene su tiempo y que hay que aprender a respetar el ritmo de la historia que no depende exclusivamente de nuestras decisiones y capacidades sino que cuenta con la complejidad generada por los intereses, los deseos y las voluntades de los demás. Mantenerse sereno, dueño de las propias emociones y seguro de que todo pasa, y que a todo se le encuentra solución es la actitud correcta para salir adelante en situaciones complicadas. Hasta cuando hay que actuar rápido es necesario estar sereno. Nada se resuelve con la ira o con la violencia. Estas emociones siempre generan más dificultad.
2. Sabiduría. Me encanta la diferencia entre sabiduría e inteligencia, entre saber vivir y tener mucho conocimiento. Considero que para resolver problemas, conflictos es necesario tener inteligencia, es decir, tratar de entender bien las causas y los efectos de la situación, tratando de preveer las tendencias que tiene hacia el futuro. No podemos actuar sin tener claro cuales son las posibilidades de reacción de todas las partes en conflicto. Cuando una reacción te sorprenda, debes reconocer que esta se produce porque no analizaste con suficiente inteligencia la situación. Pero no basta con inteligencia es necesario la sabiduría, comprender el sentido de esa situación en la vida, ver con profundidad que aporta al desarrollo del propio proyecto de vida, discernir que nos dice de nuestra relación con Dios. Para esta segunda parte de necesita la acción del Espíritu Santo en nosotros. Hay que ser dócil a sus mociones para poder comprender con claridad que es lo que quiere Dios, para ello es necesario una experiencia de oración sincera y profunda. Quien se ciega y actúa “brutamente” no encontrará soluciones sino más problemas y terminara llorando.
3. Actuar con decisión. Es necesario que actuemos porque los problemas no se solucionan solos ni por arte de magia. Esa actuación tiene que ser fruto de todo el proceso que hemos planteado y de una decisión sosegada pero clara y firme. No basta con saber que hay que hacer, es necesario hacerlo y de la mejor manera. Es la única manera de resolver los problemas y no estar expuesto a remordimientos. Esas acciones tienen que suponer al otro. No podemos decidir sin el otro y sin su realidad. Cuando uno piensa en como se sienten los demás, en por qué actúan así, en como reaccionan, tiene un panorama más completo para decidir y actuar. Es entender que el gana gana es posible. Sabiendo que este no es una experiencia de ganar igual sino de ambos ganar el 100 por ciento ante la misma realidad.
Todo esto en medio siempre del deseo de que Dios haga su voluntad en nosotros y de que la mejor manera de ser feliz es comprender que todos.
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1. Ser paciente. Lo peor que nos puede suceder frente a un conflicto es perder el control y ser victimas del desespero. Sé bien que los problemas ocasionan en nosotros muchas emociones negativas, las cuales quieren impulsarnos a actuar. Tengan la certeza que cuando dejamos que esas emociones nos controlen y nos lleven a la acción vamos a terminar generado un problema mayor. No conozco ninguna solución buena que nazca de emociones negativas. Paciencia es entender que todo tiene su tiempo y que hay que aprender a respetar el ritmo de la historia que no depende exclusivamente de nuestras decisiones y capacidades sino que cuenta con la complejidad generada por los intereses, los deseos y las voluntades de los demás. Mantenerse sereno, dueño de las propias emociones y seguro de que todo pasa, y que a todo se le encuentra solución es la actitud correcta para salir adelante en situaciones complicadas. Hasta cuando hay que actuar rápido es necesario estar sereno. Nada se resuelve con la ira o con la violencia. Estas emociones siempre generan más dificultad.
2. Sabiduría. Me encanta la diferencia entre sabiduría e inteligencia, entre saber vivir y tener mucho conocimiento. Considero que para resolver problemas, conflictos es necesario tener inteligencia, es decir, tratar de entender bien las causas y los efectos de la situación, tratando de preveer las tendencias que tiene hacia el futuro. No podemos actuar sin tener claro cuales son las posibilidades de reacción de todas las partes en conflicto. Cuando una reacción te sorprenda, debes reconocer que esta se produce porque no analizaste con suficiente inteligencia la situación. Pero no basta con inteligencia es necesario la sabiduría, comprender el sentido de esa situación en la vida, ver con profundidad que aporta al desarrollo del propio proyecto de vida, discernir que nos dice de nuestra relación con Dios. Para esta segunda parte de necesita la acción del Espíritu Santo en nosotros. Hay que ser dócil a sus mociones para poder comprender con claridad que es lo que quiere Dios, para ello es necesario una experiencia de oración sincera y profunda. Quien se ciega y actúa “brutamente” no encontrará soluciones sino más problemas y terminara llorando.
3. Actuar con decisión. Es necesario que actuemos porque los problemas no se solucionan solos ni por arte de magia. Esa actuación tiene que ser fruto de todo el proceso que hemos planteado y de una decisión sosegada pero clara y firme. No basta con saber que hay que hacer, es necesario hacerlo y de la mejor manera. Es la única manera de resolver los problemas y no estar expuesto a remordimientos. Esas acciones tienen que suponer al otro. No podemos decidir sin el otro y sin su realidad. Cuando uno piensa en como se sienten los demás, en por qué actúan así, en como reaccionan, tiene un panorama más completo para decidir y actuar. Es entender que el gana gana es posible. Sabiendo que este no es una experiencia de ganar igual sino de ambos ganar el 100 por ciento ante la misma realidad.
Todo esto en medio siempre del deseo de que Dios haga su voluntad en nosotros y de que la mejor manera de ser feliz es comprender que todos.
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domingo, 12 de septiembre de 2010
Más allá de la actitud
Es muy común hoy ver cómo nuestra sociedad hipervaloriza el tema de la actitud, por eso no es extraño que muchos motivadores digan “la actitud lo es todo”. Afirmación que puede sonar sugestiva; pero que no es exacta, pues no es cierto que baste con la actitud, se necesita algo más. Según John Maxwell la actitud “es el sentimiento interno que se expresa a través de la conducta externa,” es la proyección exterior de lo que se siente dentro. Es la manera cómo expreso ante lo otros la manera cómo me veo a mí mismo, lo que siento por mí y si creo o no en mí.
Como nos damos cuenta, esto es algo importante y fundamental, pero no es suficiente. Si fuera por actitud, yo sería el mejor jugador el mundo, porque tengo una buena auto-imagen, porque tengo autoestima y autoconfianza. Es decir, me proyecto como alguien que tiene la seguridad de triunfar, ¿pero por qué no alcanzo a ser el jugador que tanto soñé? Muy simple, porque me hacen falta “aptitudes”. Esto es, aunque tengo una buena actitud, no tengo todas las aptitudes que se requieren para driblar, pasar bien la pelota, anotar los goles y ser el “Messi” que quiero ser. Luego entonces, una buena actitud sin aptitudes no alcanza, no es suficiente. Y recordemos que las aptitudes son objetivas, se muestran claramente.
Por ello nos hacemos un flaco favor si sólo nos dedicamos a trabajar la actitud, es necesario ver nuestras habilidades, nuestras destrezas y darnos cuenta cómo las podemos potenciar, es decir, cómo nos podemos hacer aptos, para entonces si poder triunfar.
¿Cuánta gente sale de una conferencia de motivación feliz y creyendo que lo puede todo, pero cuando al día siguiente se enfrenta a un problema y se desmorona, perdiendo todo el impulso que traía? Mucha gente. Y sabes por qué si no le dicen a uno cómo puede hacerlo y volverme “apto” para hacerlo, el discurso no será más que eso un buen discurso y ya.
Por eso, cuando converso sobre esos temas pongo tareas a las personas y les recuerdo que tienen que conocer sus habilidades y destrezas para que las puedan usar en función de la dificultad que están teniendo. Con discurso no se disimula la falta de algunas habilidades y destrezas. Estas se pueden ver, medir, comprobar. A veces me duele cuando veo gente que canta muy mal y tiene una buena actitud diciendo: voy a salir adelante porque me lo he propuesto; cuando lo que tiene que hacer es aprender a cantar bien, porque sin eso no lo podrá lograr. Si bastara con hablar te aseguro que ya jugaría en el Barca porque hablo bien, pero ustedes saben que pateo mal.
Que no se confunda la auto-confianza con la aptitud. John Maxwell lo dice de esta manera: “Si crees que puedes hacer algo eso es confianza. Si lo puedes hacer, eso es aptitud. Ambas son necesarias para tener éxito. Una excelente actitud puede ayudarte personalmente pero no puede ayudarte posicionalmente”.
Recuerdo el ejemplo de un amigo de muy buena actitud para la vida y algo orgulloso, que estando niño llego con sus compañeros al primer día de educación física que iba a hacer en la piscina. El profesor lo primero que hizo fue preguntar quiénes no sabían nadar. Mi amigo creyó que con la actitud se podía y no levantó la mano. El profesor pitó tres veces y todos se lanzaron a la piscina olímpica, y allí tragando algo de agua comprendió que se necesita algo más que la actitud, que se necesita tener una aptitudes concretas. Si no hubiera sido porque el profesor se dio cuenta, hubiera muerto ahogado.
Otro tema que nos ayuda a esclarecer más el tema es el de la experiencia, esta tampoco puede ser desestimada en nombre de la actitud. La experiencia, dice Maxwell, es un maestro muy duro porque se da la prueba primero y las lecciones vienen después, por eso cuando una persona con experiencia se junta con una persona con dinero, la persona con experiencia recibirá dinero y la persona con dinero conseguirá la experiencia. Los años y el hacer en ellos te curten de un conocimiento profundamente importante, de unas capacidades técnicas y de unas percepciones más adecuadas. También la experiencia hay que valorarla en su justa medida.
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Como nos damos cuenta, esto es algo importante y fundamental, pero no es suficiente. Si fuera por actitud, yo sería el mejor jugador el mundo, porque tengo una buena auto-imagen, porque tengo autoestima y autoconfianza. Es decir, me proyecto como alguien que tiene la seguridad de triunfar, ¿pero por qué no alcanzo a ser el jugador que tanto soñé? Muy simple, porque me hacen falta “aptitudes”. Esto es, aunque tengo una buena actitud, no tengo todas las aptitudes que se requieren para driblar, pasar bien la pelota, anotar los goles y ser el “Messi” que quiero ser. Luego entonces, una buena actitud sin aptitudes no alcanza, no es suficiente. Y recordemos que las aptitudes son objetivas, se muestran claramente.
Por ello nos hacemos un flaco favor si sólo nos dedicamos a trabajar la actitud, es necesario ver nuestras habilidades, nuestras destrezas y darnos cuenta cómo las podemos potenciar, es decir, cómo nos podemos hacer aptos, para entonces si poder triunfar.
¿Cuánta gente sale de una conferencia de motivación feliz y creyendo que lo puede todo, pero cuando al día siguiente se enfrenta a un problema y se desmorona, perdiendo todo el impulso que traía? Mucha gente. Y sabes por qué si no le dicen a uno cómo puede hacerlo y volverme “apto” para hacerlo, el discurso no será más que eso un buen discurso y ya.
Por eso, cuando converso sobre esos temas pongo tareas a las personas y les recuerdo que tienen que conocer sus habilidades y destrezas para que las puedan usar en función de la dificultad que están teniendo. Con discurso no se disimula la falta de algunas habilidades y destrezas. Estas se pueden ver, medir, comprobar. A veces me duele cuando veo gente que canta muy mal y tiene una buena actitud diciendo: voy a salir adelante porque me lo he propuesto; cuando lo que tiene que hacer es aprender a cantar bien, porque sin eso no lo podrá lograr. Si bastara con hablar te aseguro que ya jugaría en el Barca porque hablo bien, pero ustedes saben que pateo mal.
Que no se confunda la auto-confianza con la aptitud. John Maxwell lo dice de esta manera: “Si crees que puedes hacer algo eso es confianza. Si lo puedes hacer, eso es aptitud. Ambas son necesarias para tener éxito. Una excelente actitud puede ayudarte personalmente pero no puede ayudarte posicionalmente”.
Recuerdo el ejemplo de un amigo de muy buena actitud para la vida y algo orgulloso, que estando niño llego con sus compañeros al primer día de educación física que iba a hacer en la piscina. El profesor lo primero que hizo fue preguntar quiénes no sabían nadar. Mi amigo creyó que con la actitud se podía y no levantó la mano. El profesor pitó tres veces y todos se lanzaron a la piscina olímpica, y allí tragando algo de agua comprendió que se necesita algo más que la actitud, que se necesita tener una aptitudes concretas. Si no hubiera sido porque el profesor se dio cuenta, hubiera muerto ahogado.
Otro tema que nos ayuda a esclarecer más el tema es el de la experiencia, esta tampoco puede ser desestimada en nombre de la actitud. La experiencia, dice Maxwell, es un maestro muy duro porque se da la prueba primero y las lecciones vienen después, por eso cuando una persona con experiencia se junta con una persona con dinero, la persona con experiencia recibirá dinero y la persona con dinero conseguirá la experiencia. Los años y el hacer en ellos te curten de un conocimiento profundamente importante, de unas capacidades técnicas y de unas percepciones más adecuadas. También la experiencia hay que valorarla en su justa medida.
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domingo, 5 de septiembre de 2010
¿Qué se hace con un traidor?
Hay momentos en los que nos encontramos en crisis. Esto es, estamos confundidos, defraudados, dolidos, decepcionados y percibimos de una manera contundente nuestra frágil condición de debilidad. Esos momentos los vivimos todos. Creyente y ateos; hombres y mujeres; ancianos y jóvenes; en algún momento de la vida todos hemos tenido estas emociones. La causa va desde el descubrimiento de una traición hasta el dolor producido por una enfermedad. Pero hoy quisiera preguntarme que se hace con los que nos han traicionado, esto es, con aquellos que nos han jurado lealtad, compromiso, fidelidad y no la han cumplido, defraudándonos y haciéndonos sufrir.
¿Qué hacer en esos momentos? estoy seguro que lo primero es vivirlos con toda la pasión y la fuerza requerida, no podemos soslayar estas situaciones. Quien no vive las crisis frontalmente pronto estará destruido y con el sin sentido en sus manos. Estamos en confundidos y dolidos, pues lo estamos y punto. En esa situación también hay un aprendizaje que hacer y lo vamos a aprehender.
Lo segundo es no sacar conclusiones equivocadas, como por ejemplo: todos son traicioneros, todos fallan, no se puede confiar en nadie. No. Que alguien haya fallado no significa que todo el mundo nos vaya a fallar. No podemos generalizar ni medir a todos con el mismo rasero, ya que no todos somos de la misma estatura.
Lo tercero es dejar que cada uno viva las consecuencias de su acción. El que traiciona no debe tener nuestra confianza otra vez hasta que no demuestre con creces objetiva y sostenidamente que ha cambiado y la merece. Un perdón rápido y poco reflexionado lo único que hace es abonar el terreno para una próxima traición. Perdono interiormente y me libero de esas cadenas pero que quien fallo viva las consecuencias de sus fallas; y si estas son soledad y pobreza las tendrá que vivir. Misericordia no se puede entender como un romper la lógica causa-sufrimiento, sino como un amor re-creador y re-generativo, que nos sigue haciéndonos nuevos.
Lo cuarto creo que uno tiene que preguntarse que aporto uno a esa traición. No hay que ser escrupuloso y atosigarse con la culpa. No. Pero ni hay que darnos cuenta que no podemos ser ingenuos, ni acriticos y que tenemos que saber en quien ponemos nuestra confianza.
Lo quinto, hay que sobreponerse a la situación. No podemos dejar que la situación nos destruya. Es el momento para mostrar nuestra fuerza interior, nuestra valentía y dar la batalla. Conozco dos herramientas fundamentales para superar esa situación la Psicológica y la Espiritual. En muchos casos e necesario ir donde la psicología para que esta nos ayude a sanar y superar la situación. Y claro una sincera, profunda e intensa relación con Dios siempre ayudará a que trascendemos y que nuestras heridas se cierren de la mejor manera.
Seguiré pensando y si tengo más conclusiones las comparto con ustedes. Por ahora pido al Dios de la vida que los bendiga a ustedes y los llene de su amor y de su paz. Animo.
¿Qué hacer en esos momentos? estoy seguro que lo primero es vivirlos con toda la pasión y la fuerza requerida, no podemos soslayar estas situaciones. Quien no vive las crisis frontalmente pronto estará destruido y con el sin sentido en sus manos. Estamos en confundidos y dolidos, pues lo estamos y punto. En esa situación también hay un aprendizaje que hacer y lo vamos a aprehender.
Lo segundo es no sacar conclusiones equivocadas, como por ejemplo: todos son traicioneros, todos fallan, no se puede confiar en nadie. No. Que alguien haya fallado no significa que todo el mundo nos vaya a fallar. No podemos generalizar ni medir a todos con el mismo rasero, ya que no todos somos de la misma estatura.
Lo tercero es dejar que cada uno viva las consecuencias de su acción. El que traiciona no debe tener nuestra confianza otra vez hasta que no demuestre con creces objetiva y sostenidamente que ha cambiado y la merece. Un perdón rápido y poco reflexionado lo único que hace es abonar el terreno para una próxima traición. Perdono interiormente y me libero de esas cadenas pero que quien fallo viva las consecuencias de sus fallas; y si estas son soledad y pobreza las tendrá que vivir. Misericordia no se puede entender como un romper la lógica causa-sufrimiento, sino como un amor re-creador y re-generativo, que nos sigue haciéndonos nuevos.
Lo cuarto creo que uno tiene que preguntarse que aporto uno a esa traición. No hay que ser escrupuloso y atosigarse con la culpa. No. Pero ni hay que darnos cuenta que no podemos ser ingenuos, ni acriticos y que tenemos que saber en quien ponemos nuestra confianza.
Lo quinto, hay que sobreponerse a la situación. No podemos dejar que la situación nos destruya. Es el momento para mostrar nuestra fuerza interior, nuestra valentía y dar la batalla. Conozco dos herramientas fundamentales para superar esa situación la Psicológica y la Espiritual. En muchos casos e necesario ir donde la psicología para que esta nos ayude a sanar y superar la situación. Y claro una sincera, profunda e intensa relación con Dios siempre ayudará a que trascendemos y que nuestras heridas se cierren de la mejor manera.
Seguiré pensando y si tengo más conclusiones las comparto con ustedes. Por ahora pido al Dios de la vida que los bendiga a ustedes y los llene de su amor y de su paz. Animo.
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miércoles, 1 de septiembre de 2010
Señor, Ahoga mi Dolor
Durante la pasada Feria del Libro compartí con todos los posibles lectores mi último texto: “Señor, ahoga mi dolor”. Tuve la fortuna, por la amabilidad de lectores, de tener una gran acogida. En este texto puedes encontrar reflexiones espirituales que buscan ayudarte a superar el dolor que la condición humana te hace vivir. Todas estas reflexiones tienen un sabor muy existencial -y en algunos momentos hasta autobiográfico. No son fórmulas mágicas, pero sí itinerarios que podemos seguir para superar, con la ayuda de Dios, el dolor que tantas situaciones nos producen.
Cada una de esas reflexiones va acompañado de un Cd en el que hay 10 canciones que el Señor me regaló en momentos de oración que puedo compartir con ustedes gracias a Alfredo Acosta, quien hizo los arreglos musicales, y a otros amigos como Javier Echeverría, Ambiorix Padilla, Rafael Moreno, etc., quienes pusieron sus voces para cantarlas ungidamente. También hay algunas oraciones de las cuales quiero compartir esta:
Señor, Dios grande y poderoso, Tú que eres el que dirige la historia recibe mi plegaria en este momento, quiero hablarte de lo que tengo dentro de mi corazón, tengo dudas, no sé qué hacer, no sé cómo seguir adelante. Me hace falta luz para poder dar los pasos que me conduzcan a la situación que requiero para ser feliz. Por eso estoy aquí delante de Ti, porque necesito de tu claridad, de tu luz, de tu amor. Necesito, Señor, que en este momento me hagas sentir que es lo mejor para mi. Sabes que no he comprendido bien todo lo que me ha sucedido, sabes que tengo miedo, preocupaciones y sobre todo una inseguridad interior de que es lo que tengo que hacer… por eso estoy aquí, mi Dios, porque sé que Tú me puedes ayudar a tener claridad en mi vida.
Quiero, Señor, hacer lo que es bueno para mi vida, lo que me ayude a crecer, a salir adelante. Te pido que me dejes tener claro que es lo que me conviene, que no me deje obnubilar por las luces del mundo, por la seguridad que el mundo nos brinda en sus propuestas, que mi decisión no esté manipulado por el poder, la fama, el placer que con sus garras tratan de apoderase de mi corazón. Que tampoco, mi Dios, esté presente la envidia, el resentimiento ni el odio en mi corazón a la hora de tomar decisiones. Que no haya miedo e indecisión que esté seguro de tu amor y de ti y de lo que quieres para mí.
Te suplico, Señor grande y poderoso, que me hagas consciente de las marcas de tu voluntad que hay en mi vida, que me dejes escuchar el susurro que pronuncias para orientarme, que pueda sentir el impulso que me das todo los días para hacer lo que tengo que hacer. Si, mi Dios dame la oportunidad de poderte sentir, experimentar, saber en mi vida. No quiero manifestaciones marcadas por la expectativa de Hollywood, no pido acciones portentosas, pido que me des en la conciencia de mi ser, en lo profundo de mi corazón la certeza de lo que tengo que hacer.
Sé que puedes. Sé que me amas y que me puedes dar esas claves que requiero para saber actuar y saber tomar la mejor decisión. Te agradezco que me muestres el camino, que vea los signos que has colocado y que Tu luz ilumine todo mi ser. Estoy seguro que contigo lo puedo todo y lo hago todo. Ayúdame a comprender cada una de las situaciones que están a mi alrededor y que me hacen sufrir generándome sentimientos de dolor, de tristeza, de miedo… que pueda comprender que esas situaciones no me van a destruir, porque he sido llamado por Ti a ser un vencedor, que puedo salir adelante, que le puedo ganar a todos los problemas si estando en sintonía contigo. Te pido que me des mucha paz, mucha serenidad, oh Dios.
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Cada una de esas reflexiones va acompañado de un Cd en el que hay 10 canciones que el Señor me regaló en momentos de oración que puedo compartir con ustedes gracias a Alfredo Acosta, quien hizo los arreglos musicales, y a otros amigos como Javier Echeverría, Ambiorix Padilla, Rafael Moreno, etc., quienes pusieron sus voces para cantarlas ungidamente. También hay algunas oraciones de las cuales quiero compartir esta:
Señor, Dios grande y poderoso, Tú que eres el que dirige la historia recibe mi plegaria en este momento, quiero hablarte de lo que tengo dentro de mi corazón, tengo dudas, no sé qué hacer, no sé cómo seguir adelante. Me hace falta luz para poder dar los pasos que me conduzcan a la situación que requiero para ser feliz. Por eso estoy aquí delante de Ti, porque necesito de tu claridad, de tu luz, de tu amor. Necesito, Señor, que en este momento me hagas sentir que es lo mejor para mi. Sabes que no he comprendido bien todo lo que me ha sucedido, sabes que tengo miedo, preocupaciones y sobre todo una inseguridad interior de que es lo que tengo que hacer… por eso estoy aquí, mi Dios, porque sé que Tú me puedes ayudar a tener claridad en mi vida.
Quiero, Señor, hacer lo que es bueno para mi vida, lo que me ayude a crecer, a salir adelante. Te pido que me dejes tener claro que es lo que me conviene, que no me deje obnubilar por las luces del mundo, por la seguridad que el mundo nos brinda en sus propuestas, que mi decisión no esté manipulado por el poder, la fama, el placer que con sus garras tratan de apoderase de mi corazón. Que tampoco, mi Dios, esté presente la envidia, el resentimiento ni el odio en mi corazón a la hora de tomar decisiones. Que no haya miedo e indecisión que esté seguro de tu amor y de ti y de lo que quieres para mí.
Te suplico, Señor grande y poderoso, que me hagas consciente de las marcas de tu voluntad que hay en mi vida, que me dejes escuchar el susurro que pronuncias para orientarme, que pueda sentir el impulso que me das todo los días para hacer lo que tengo que hacer. Si, mi Dios dame la oportunidad de poderte sentir, experimentar, saber en mi vida. No quiero manifestaciones marcadas por la expectativa de Hollywood, no pido acciones portentosas, pido que me des en la conciencia de mi ser, en lo profundo de mi corazón la certeza de lo que tengo que hacer.
Sé que puedes. Sé que me amas y que me puedes dar esas claves que requiero para saber actuar y saber tomar la mejor decisión. Te agradezco que me muestres el camino, que vea los signos que has colocado y que Tu luz ilumine todo mi ser. Estoy seguro que contigo lo puedo todo y lo hago todo. Ayúdame a comprender cada una de las situaciones que están a mi alrededor y que me hacen sufrir generándome sentimientos de dolor, de tristeza, de miedo… que pueda comprender que esas situaciones no me van a destruir, porque he sido llamado por Ti a ser un vencedor, que puedo salir adelante, que le puedo ganar a todos los problemas si estando en sintonía contigo. Te pido que me des mucha paz, mucha serenidad, oh Dios.
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