Es muy normal que las dificultades y los problemas nos hagan creer que no podemos seguir adelante, que lo mejor es abandonar la lucha y darnos por vencidos. Tienen las adversidades -sobretodo cuando son grandes- el poder de hacernos sentir incapaces y deprimirnos. Nos quita la esperanza y nos hace suponer que no hay razones para continuar. Allí es donde nuestra fe en Jesús -tan valiosa e importante siempre- se tiene que hacer notar. Nosotros los que creemos no podemos darnos por vencidos en ninguna situación. Nosotros no hemos nacidos para fracasar ni para ser derrotados. Nosotros no hemos sido creados para el sufrimiento o el dolor. Hemos sido creados para la felicidad. Cristo se ha entregado por nosotros, en la cruz, para que tengamos vida y vida en abundancia (Juan 10,10). Eso no lo podemos olvidar y lo tenemos que tener presente en momentos duros de nuestra vida.
"Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él." (Juan 3,16-17). Si, a ti que en este momento estás triste o desanimado te tengo qu e invitar a volver a leer este texto y a darte cuenta de varias cosas:
1. El amor extremo de Dios Padre por Ti. Dios te ama hasta el extremo. Nunca te va a dejar de amar. Su amor es para siempre (Romanos 8,28-37)Eso es lo que El siente por Ti. Y ese amor es la fuente de bendición, de felicidad, de gozo para ti. Tienes que sentirte amado siempre. No dejes que nadie te haga sentir rechazado o olvidado, porque Dios te ama y quiere que seas feliz. No olvides aunque todos los que te amen se olviden de Ti, Dios nunca se olvidará de ti (Isaías 49,15).
2. No hemos sido creados para ser condenados. No tenemos miedo al fin, ni nos asustamos frente a ninguna profecía de destrucción, ni vivimos pendientes de si el mundo se va a acabar o no. Nosotros hemos sido creados para la salvación, y por eso tenemos esperanza y todos los días celebramos la esperanza de estar vivos. Confiamos en el amor de Dios para seguir adelante.
3.Cristo se ha entregado por nuestra felicidad. El pecado no tiene poder sobre nosotros. El miedo no tiene poder sobre nosotros. No estamos a merced del destino o de la suerte, hemos sido salvados y en eso creemos. Por eso hoy nos animamos al mirar la cruz y sentir que en ella está nuestra salvación (Juan 3,14-15). Mirando a Cristo levantado tenemos salvación, porque creemos en El.
4. Estamos confiados en el amor de Dios y no vamos a dejar que nada nos quite las ganas de seguir luchando y de seguir adelante. Vamos a dar la batalla, porque esa batalla, en el nombre de Dios, está ganada. De eso estamos seguros. Dios está a nuestro lado y en este momento nos está bendiciendo. Siente la bendición de Dios que te empuja hacia adelante y te hace confiar y creer. Lucha que eres de Dios.
Hoy le pido al Señor que te haga feliz, que quite de ti todos esos sentimientos de tristeza y de miedo, y te llene de su poder y de su alegría. Animo. Dios está actuando en tu ser.
para que termines de orar te invito a ver este momento de oración, con la primera canción que Dios me permitió componerle: http://www.youtube.com/watch?v=s469j8Z-DWw
o escucha esta canción: http://www.youtube.com/watch?v=59yT6RMlggA
lunes, 19 de marzo de 2012
miércoles, 14 de marzo de 2012
“No Mendigues Amor”
Una reflexión que necesitamos leer una y otra vez, ya que nos hemos acostumbrado a relaciones generoso-mendigo, amo-esclavo, señor-servidor. Lo cual no es posible en una relación afectiva que quiera llenar de felicidad a los que la vivan.
Estoy seguro que no debemos ser mendigos de amor, por ello he continuado con la investigación sobre este tema y ahora estoy preparando un manual de funciones para no mendigar amor. Estoy convencido que cada uno de nosotros puede ser protagonista de su vida y puede llevar las riendas de su proyecto existencial. Estoy claro en que cada uno de nosotros tiene en su corazón, en su mente, en su ser todo lo que requiere para realizar con éxito cada una de las tareas que tiene. No acepto ninguna mendicidad. Creo que existimos para ser dueños de nuestra vida y no para suplicarle nada a nadie. No me gusta la esclavitud. Me rebelo contra cualquiera esclavitud. Dolorosamente entre nosotros, y tal vez por el espíritu consumista de la sociedad en la que vivimos, cada día en se buscan establecer distintas esclavitudes disfrazadas de hobbies, de modas, de nuevas tendencias. Una de ellas es la dependencia emocional. Si, nuestra sociedad nos enseña a “mendigar cariño” tal vez porque sabe que en la medida que menos seguros nos sintamos de nosotros mismos y necesitemos de las “migajas” de los otros somos más compradores.
Hoy quiero advertirte sobre expresiones que dicen personas que son importantes afectivamente para nosotros y que son sospechosas de que en el corazón de esa persona se puede esconder la intención implicita o explicita de dominarnos, someternos y tratarnos como sus mendigos. Ponte alerta ante expresiones cómo:
“¿Qué harías sin mí?”: No sé tú pero yo tengo que decir que si alguien está pensando que me muero si me deja o no me pone bolas está equivocado, porque pase lo que pase seré feliz y saldré adelante en la realización de mi proyecto de vida. Nadie es tan indispensable en mi vida como para que está no tenga sentido sin él.
“No sirves para nada”: No se le puede aceptar a nadie que lo trate a uno en estos términos. Es cierto que podemos fallar y equivocarnos pero jamás somos inservibles. Siempre tenemos mucho por hacer y lo podemos realizar.
“Estamos así por tu culpa”: las relaciones son de dos y somos los dos los responsables de lo que estamos viviendo, no permitas que nadie te haga cargar con sus propias culpas. Todos tenemos que aceptar que fallamos pero no podemos creer que somos los causantes de todas las desgracias de la relación.
“Eso hay que hacerlo bien, mejor lo hago yo”: ¡Ja! ¡Que tal! Que hiper-autoestima la de al persona que te dice eso, pero que desconocimiento de todas las cualidades que hay en tu corazón. Esa que dice eso no te conoce verdaderamente.
“No sé por qué estoy contigo”: Bueno, lo seguro es que tienen que haber muchas razones. No me vas a hacer creer que es porque no tengo nada que ofrecerte. Si la idea es hacerme sentir poca cosa tendrás que saber que confío en mi y en mis cualidades.
“Yo me merezco algo mejor que tú”: Sal a buscarlo. Y lamento decirte que no lo vas a encontrar porque soy único e irrepetible. Que nadie te haga creer que te está haciendo el favor de amarte y de estar contigo.
“Cuando será el día que hagas las cosas como yo”. Nunca. Porque soy auténtico, tengo mis propias maneras de ser, de entender y de hacer.
Ten pendiente estas expresiones quien las dice está tratando de hacerte creer que sin él o ella no puedes vivir y eso no es cierto: tú estás creado para ser feliz, eres dueño de ti mismo y estás llamado a ser protagonista de tu propia vida.
Estoy seguro que no debemos ser mendigos de amor, por ello he continuado con la investigación sobre este tema y ahora estoy preparando un manual de funciones para no mendigar amor. Estoy convencido que cada uno de nosotros puede ser protagonista de su vida y puede llevar las riendas de su proyecto existencial. Estoy claro en que cada uno de nosotros tiene en su corazón, en su mente, en su ser todo lo que requiere para realizar con éxito cada una de las tareas que tiene. No acepto ninguna mendicidad. Creo que existimos para ser dueños de nuestra vida y no para suplicarle nada a nadie. No me gusta la esclavitud. Me rebelo contra cualquiera esclavitud. Dolorosamente entre nosotros, y tal vez por el espíritu consumista de la sociedad en la que vivimos, cada día en se buscan establecer distintas esclavitudes disfrazadas de hobbies, de modas, de nuevas tendencias. Una de ellas es la dependencia emocional. Si, nuestra sociedad nos enseña a “mendigar cariño” tal vez porque sabe que en la medida que menos seguros nos sintamos de nosotros mismos y necesitemos de las “migajas” de los otros somos más compradores.
Hoy quiero advertirte sobre expresiones que dicen personas que son importantes afectivamente para nosotros y que son sospechosas de que en el corazón de esa persona se puede esconder la intención implicita o explicita de dominarnos, someternos y tratarnos como sus mendigos. Ponte alerta ante expresiones cómo:
“¿Qué harías sin mí?”: No sé tú pero yo tengo que decir que si alguien está pensando que me muero si me deja o no me pone bolas está equivocado, porque pase lo que pase seré feliz y saldré adelante en la realización de mi proyecto de vida. Nadie es tan indispensable en mi vida como para que está no tenga sentido sin él.
“No sirves para nada”: No se le puede aceptar a nadie que lo trate a uno en estos términos. Es cierto que podemos fallar y equivocarnos pero jamás somos inservibles. Siempre tenemos mucho por hacer y lo podemos realizar.
“Estamos así por tu culpa”: las relaciones son de dos y somos los dos los responsables de lo que estamos viviendo, no permitas que nadie te haga cargar con sus propias culpas. Todos tenemos que aceptar que fallamos pero no podemos creer que somos los causantes de todas las desgracias de la relación.
“Eso hay que hacerlo bien, mejor lo hago yo”: ¡Ja! ¡Que tal! Que hiper-autoestima la de al persona que te dice eso, pero que desconocimiento de todas las cualidades que hay en tu corazón. Esa que dice eso no te conoce verdaderamente.
“No sé por qué estoy contigo”: Bueno, lo seguro es que tienen que haber muchas razones. No me vas a hacer creer que es porque no tengo nada que ofrecerte. Si la idea es hacerme sentir poca cosa tendrás que saber que confío en mi y en mis cualidades.
“Yo me merezco algo mejor que tú”: Sal a buscarlo. Y lamento decirte que no lo vas a encontrar porque soy único e irrepetible. Que nadie te haga creer que te está haciendo el favor de amarte y de estar contigo.
“Cuando será el día que hagas las cosas como yo”. Nunca. Porque soy auténtico, tengo mis propias maneras de ser, de entender y de hacer.
Ten pendiente estas expresiones quien las dice está tratando de hacerte creer que sin él o ella no puedes vivir y eso no es cierto: tú estás creado para ser feliz, eres dueño de ti mismo y estás llamado a ser protagonista de tu propia vida.
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Alberto linero,
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no mendigues amor
jueves, 8 de marzo de 2012
Aprendiendo a comunicarnos
De Ronald Regan se dice: “Fue un gran ejecutivo porque poseía una clara visión, hacía decisiones fácilmente, y delegaba con mucha efectividad pero fue un gran líder debido a su habilidad sobrenatural de comunicarse”. Quien quiera tener éxito en sus relaciones sociales necesitas una gran habilidad de comunicarse. En una sociedad marcada por el estar conectado no se puede pretender triunfar sin hacer un constante esfuerzo por revisar sino nos estamos comunicando bien.
Cuántas veces hemos escuchado decir: Ese profesor sabe mucho, pero no lo sabe comunicar, lo que hace que su evaluación no sea la mejor. Aún más, muchas veces nos dañamos negocios, alianzas y perdemos oportunidades por no sabernos comunicar. John Maxwell, en su libro las 21 cualidades indispensables de un líder, plantea las siguientes verdades básicas para la comunicación:
• Simplifica tu mensaje: La comunicación no es sólo lo que se dice, sino cómo se dice. Olvídate de impresionar a la gente. Muchas veces por intentar aparecer como una persona que sabe mucho, nos enredamos y terminamos comunicándonos mal. Otra veces lo que hacemos es tener una actitud muy barroca y llenamos de tantos matices y adornos las frases y los textos que terminan siendo realmente inteligibles. Si quieres que te comprendan, sé sencillo y claro en lo que quieres comunicar. No exageres, ni creas que entre más enredado, más fama de “sabio” vas a tener.
• Mira a la persona: Los buenos comunicadores se concentran en las personas con las que se están comunicando. Nada más aburrido y desmotivador que alguien que está tratándose de comunicar con uno y está concentrado en todo menos en uno. Todos queremos ser atendidos y entre más importantes nos sintamos con el otro; más abiertos estaremos a su mensaje. Pregúntate esto: ¿Quién es mi audiencia? ¿Cuáles son sus preguntas? ¿ Cuáles son las necesidades a suplir? ¿cuánto tiempo tengo para hablarles?
• Muestra la verdad: La credibilidad precede a la gran comunicación. Para ser creíble, cree primero en lo que dices y vívelo. Nadie puede impactar a otro si antes no está impactado por el mensaje que quiere comunicar. Además debemos tener claro que la coherencia da credibilidad. Por ello hay que tener claro que debo creer en lo que digo y a la vez debo vivirlo, o por lo menos que sepan que lo estoy intentando.
• Busca una respuesta: Recuerda que el objetivo de la comunicación es la acción. Por tanto al hablar dales algo que sentir, algo que recordar y algo que hacer.
Te pregunto: ¿Cómo evalúas tu capacidad de comunicarte con otros? ¿Es la comunicación una prioridad para ti? ¿Puedes inspirar y motiva a otros? ¿expresas tu visión de tal manera que gente sea campas de entenderla, asimilarla e implementarla? Cuando hablas una a una con las personas ¿eres capaz de establecer un vínculo con ellos?
Hay que atender no sólo lo que digo, sino cómo lo digo. Es necesario darse cuenta si se cumplen las características de un mensaje asertivo: decir la verdad, en el lugar adecuado, a las personas adecuadas, en el momento adecuado, con las palabras adecuadas y con los sentimientos adecuados.
Un hombre iba a hablar por primera vez en público y le pidió un consejo a su mentor que le respondió: “Escribe una apertura estimulante que pueda cautivar a todos en la audiencia. Después escribe un resumen y una conclusión dramáticos que haga que la gente desee actuar. Después pónlos tan juntos como sea posible”
Cuántas veces hemos escuchado decir: Ese profesor sabe mucho, pero no lo sabe comunicar, lo que hace que su evaluación no sea la mejor. Aún más, muchas veces nos dañamos negocios, alianzas y perdemos oportunidades por no sabernos comunicar. John Maxwell, en su libro las 21 cualidades indispensables de un líder, plantea las siguientes verdades básicas para la comunicación:
• Simplifica tu mensaje: La comunicación no es sólo lo que se dice, sino cómo se dice. Olvídate de impresionar a la gente. Muchas veces por intentar aparecer como una persona que sabe mucho, nos enredamos y terminamos comunicándonos mal. Otra veces lo que hacemos es tener una actitud muy barroca y llenamos de tantos matices y adornos las frases y los textos que terminan siendo realmente inteligibles. Si quieres que te comprendan, sé sencillo y claro en lo que quieres comunicar. No exageres, ni creas que entre más enredado, más fama de “sabio” vas a tener.
• Mira a la persona: Los buenos comunicadores se concentran en las personas con las que se están comunicando. Nada más aburrido y desmotivador que alguien que está tratándose de comunicar con uno y está concentrado en todo menos en uno. Todos queremos ser atendidos y entre más importantes nos sintamos con el otro; más abiertos estaremos a su mensaje. Pregúntate esto: ¿Quién es mi audiencia? ¿Cuáles son sus preguntas? ¿ Cuáles son las necesidades a suplir? ¿cuánto tiempo tengo para hablarles?
• Muestra la verdad: La credibilidad precede a la gran comunicación. Para ser creíble, cree primero en lo que dices y vívelo. Nadie puede impactar a otro si antes no está impactado por el mensaje que quiere comunicar. Además debemos tener claro que la coherencia da credibilidad. Por ello hay que tener claro que debo creer en lo que digo y a la vez debo vivirlo, o por lo menos que sepan que lo estoy intentando.
• Busca una respuesta: Recuerda que el objetivo de la comunicación es la acción. Por tanto al hablar dales algo que sentir, algo que recordar y algo que hacer.
Te pregunto: ¿Cómo evalúas tu capacidad de comunicarte con otros? ¿Es la comunicación una prioridad para ti? ¿Puedes inspirar y motiva a otros? ¿expresas tu visión de tal manera que gente sea campas de entenderla, asimilarla e implementarla? Cuando hablas una a una con las personas ¿eres capaz de establecer un vínculo con ellos?
Hay que atender no sólo lo que digo, sino cómo lo digo. Es necesario darse cuenta si se cumplen las características de un mensaje asertivo: decir la verdad, en el lugar adecuado, a las personas adecuadas, en el momento adecuado, con las palabras adecuadas y con los sentimientos adecuados.
Un hombre iba a hablar por primera vez en público y le pidió un consejo a su mentor que le respondió: “Escribe una apertura estimulante que pueda cautivar a todos en la audiencia. Después escribe un resumen y una conclusión dramáticos que haga que la gente desee actuar. Después pónlos tan juntos como sea posible”
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viernes, 2 de marzo de 2012
Dueño de mí
Entre las realidades auténticamente humanas ocupa un lugar importante el ser dueño de mí, dueño de mis opciones, de mis emociones, de mis pensamientos, dueño para decidir qué hago con mi vida, qué sentido le doy, qué acepto y qué rechazo. Y ser dueño implica asumir las responsabilidades de lo que soy y de lo que hago con esta vida mía. En este sentido, no puedo estar echándole la culpa a terceros por aquello que pasa en mi ser. No está bien convertirme en uno que explica todo lo que le pasa a través de las decisiones de otros y no las propias. No resulta conveniente el asumir que soy dueño de mi vida para tomar decisiones, pero no soy igual de dueño para responder por las consecuencias de mis decisiones.
Así como soy el dueño de mi vida -en la libertad que me fue dada como un don- y nadie puede optar por mí, sino que eso es algo que me corresponde, del mismo modo tampoco nadie tendrá que asumir las consecuencias de mis opciones. Como soy libre, también soy responsable. Y para que pueda ser feliz en libertad, siendo dueño de mí, debo estar por encima de apegos. Los apegos me restan libertad, y también me terminan haciendo esclavo suyo. Un cantante sabio decía “terminamos siendo esclavos de aquello que conquistamos”. El dueño del tesoro termina viviendo para cuidarlo y su vida se reduce a eso. Ese apego de algo, aparentemente bueno, agradable, deseable, nos resta vida, verdadera vida.
Entre más apegos tenemos, más vamos necesitando de ellos. Por eso uno ve gente que ya no es feliz, que no podría serlo, si le quitan el internet, el teléfono celular, la televisión, la ropa de marca, la rumba, etc. Y entre más falsas necesidades tiene, más cosas necesita. Es un círculo vicioso en el que muchos caemos. La sociedad nos va construyendo para que seamos consumidores. Y consumimos lo que nos dicen que hay que consumir. Para ser gente, ahora necesitamos más cosas, valorarnos a través de ellas, darle sentido a lo que somos desde nuestras pertenencias. Y ya no somos señores de las necesidades que tenemos y del modo cómo las satisfacemos; sino que estamos a la deriva de lo que manden los mercados, de lo que digan, lo que propongan, lo que ordenen.
Así vamos como veletas, dejando que alguien distinto ocupe el liderazgo de mi proyecto de vida. Y cada vez que nos venden algo nuevo, yo debo tenerlo; porque si no lo tengo valgo menos, soy menos capaz, no alcanzo a validarme. Y, firmemente, creo que para ser felices, además de ser dueños de nosotros, de estar libres de apegos y de ser señores de nuestras necesidades, es urgente que seamos líderes de nuestro proyecto de vida. Que dictemos el rumbo de nuestros pasos. Que ordenemos los recursos con los que contamos. Que proyectemos cómo superar las dificultades que se nos ponen en frente tomando decisiones basadas en análisis inteligentes de las situaciones y en proyecciones válidas de nuestras acciones. Ser líder de mí mismo implica una actitud atenta frente a lo que pasa, despierta, viva. Un líder no deja a otros su trabajo, ni espera que las cosas se solucionen solas.
Por último, para vivir felices de verdad es fundamental reconocer que soy digno, que merezco ser amado. No para vivir mendigando amor, ni para rogarle a otros que me quieran; sino por el contrario para descubrir que nuestro valor es algo que vive en nosotros y que quien lo descubre lo aprecia. Quien decide amarme lo hace, no puedo influir en esa decisión; ni la de aquel que decide dejar de hacerlo. Lo que sí puedo es responder al amor, del mismo modo que ser fiel a mi propio valor para que éste genere un tipo de relación conmigo. Quien se ama no acepta relaciones que irrespeten su amor, ni busca irrespetar el amor de los otros. Alguien sano y feliz, comprende y asume que su vida es un acto de amor libre y libremente lo vive.
Así como soy el dueño de mi vida -en la libertad que me fue dada como un don- y nadie puede optar por mí, sino que eso es algo que me corresponde, del mismo modo tampoco nadie tendrá que asumir las consecuencias de mis opciones. Como soy libre, también soy responsable. Y para que pueda ser feliz en libertad, siendo dueño de mí, debo estar por encima de apegos. Los apegos me restan libertad, y también me terminan haciendo esclavo suyo. Un cantante sabio decía “terminamos siendo esclavos de aquello que conquistamos”. El dueño del tesoro termina viviendo para cuidarlo y su vida se reduce a eso. Ese apego de algo, aparentemente bueno, agradable, deseable, nos resta vida, verdadera vida.
Entre más apegos tenemos, más vamos necesitando de ellos. Por eso uno ve gente que ya no es feliz, que no podría serlo, si le quitan el internet, el teléfono celular, la televisión, la ropa de marca, la rumba, etc. Y entre más falsas necesidades tiene, más cosas necesita. Es un círculo vicioso en el que muchos caemos. La sociedad nos va construyendo para que seamos consumidores. Y consumimos lo que nos dicen que hay que consumir. Para ser gente, ahora necesitamos más cosas, valorarnos a través de ellas, darle sentido a lo que somos desde nuestras pertenencias. Y ya no somos señores de las necesidades que tenemos y del modo cómo las satisfacemos; sino que estamos a la deriva de lo que manden los mercados, de lo que digan, lo que propongan, lo que ordenen.
Así vamos como veletas, dejando que alguien distinto ocupe el liderazgo de mi proyecto de vida. Y cada vez que nos venden algo nuevo, yo debo tenerlo; porque si no lo tengo valgo menos, soy menos capaz, no alcanzo a validarme. Y, firmemente, creo que para ser felices, además de ser dueños de nosotros, de estar libres de apegos y de ser señores de nuestras necesidades, es urgente que seamos líderes de nuestro proyecto de vida. Que dictemos el rumbo de nuestros pasos. Que ordenemos los recursos con los que contamos. Que proyectemos cómo superar las dificultades que se nos ponen en frente tomando decisiones basadas en análisis inteligentes de las situaciones y en proyecciones válidas de nuestras acciones. Ser líder de mí mismo implica una actitud atenta frente a lo que pasa, despierta, viva. Un líder no deja a otros su trabajo, ni espera que las cosas se solucionen solas.
Por último, para vivir felices de verdad es fundamental reconocer que soy digno, que merezco ser amado. No para vivir mendigando amor, ni para rogarle a otros que me quieran; sino por el contrario para descubrir que nuestro valor es algo que vive en nosotros y que quien lo descubre lo aprecia. Quien decide amarme lo hace, no puedo influir en esa decisión; ni la de aquel que decide dejar de hacerlo. Lo que sí puedo es responder al amor, del mismo modo que ser fiel a mi propio valor para que éste genere un tipo de relación conmigo. Quien se ama no acepta relaciones que irrespeten su amor, ni busca irrespetar el amor de los otros. Alguien sano y feliz, comprende y asume que su vida es un acto de amor libre y libremente lo vive.
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