Me preocupa cuando algunos le hacen creer a las personas que si no son sanadas es porque no tienen fe o cuando otros siguen haciendo enfásis en la relación pecado enfermedad, esto es, si estás enfermo es porque tienes un pecado. Ambas posiciones no se comparecen del Dios que nos ha revelado Jesus en el Nuevo Testamento.
Tenemos que tener claro que los milagros son signos de la presencia del Reino. No son necesariamente demostraciones de fe ni garantizadores de una buena relación con Dios. Es más tengo que decir que los milagros no siempre producen fe. Si fuera así, todos se hubiera convertidos con la predicación y los milagros de Jesús. Mucha gente va a las "sesiones de milagros" a ver un espectáculo y vuelve igual a su casa. Eso si con su curiosidad satisfecha. La espiritualidad fundada en los milagros garantiza que mucha gente va a ir a ver y a estar pero no garantiza que sean muchos los corazones que se abra para iniciar un proceso de vida comprometido con el Señor.
También hay que decir que la no aparición de milagros no garantiza fe. Esto es, creo que las dificultades, los problemas, las enfermedades tienen su sentido en nuestra existencia y no siempre la acción de Dios tiene que ser quitarlas. Jesús le pide en Gatsemaní una acción poderosa a su Padre que quite el Caliz que ha de tomar, pero no oliga a su Padre a que lo haga, le dice que se Haga tu Voluntad. Igual tenemos que hacer nosotros orar por sanación pero sabiendo siempre que se hace la Voluntad de Dios y no la nuestra. Dios no está obligado a hacer lo que a nosotros se nos ocurra, que tal Dios prisionero de nuestros caprichos.
Lo importante no es si hay o no hay milagros en nuestra vida. Lo importante es que Jesús esté en nuestro corazón, que El sea el Dueño de nuestra vida y que sea el rey de nuestra existencia. Lo importante es entender es que el es el Cordero degollado puesto de pie que puede abrir el libro sellado (Apocalipsis 5,1-10) esto es, que sabiendo que El es el que da sentido a la vida, que El es la fuente de la felicidad y es el Señor nuestro.
Te invito a buscarlo a El no a los milagros. Te invito a amarlo con todas tus fuerzas y todo tu corazón para que El sea quien gobierne toda tu existencia. No dejes que la espiritualidad de Hollywood se aparque en tu corazón. Tú tienes que amarlo y vivir para El.
Te bendigo y te deseo lo mejor. Son muy importantes sus comentarios porque podemos interactuar. Animo.
viernes, 26 de noviembre de 2010
jueves, 11 de noviembre de 2010
Limitados pero no incapacitados
Me encanta “Bartimeo” y el proceso de sanación que se da en su vida, a partir del encuentro con Jesús de Nazareth (Marcos 10,46-52). Él un ciego, mendigo y achantado a la orilla del camino, escucha que viene Jesús y solicita misericordia. La obtiene por la constante disposición de Jesús de ayudar al necesitado. Muchas veces he comentado este relato con ustedes; pero hoy quiero centrarme en algo que me parece fundamental, tanto para la comprensión del relato, como para nuestra propia vida:
Bartimeo es ciego; pero su ceguera no le impide saber que Jesús está pasando por su vida. El tener una “incapacidad” no le incapacita para encontrarse con el Señor y dejar que lo sane. Es ciego pero no sordo. Tiene una limitación, pero también otras virtudes y posibilidades que son los propulsores de su proyecto de vida. Es alguien capaz de superar su limitación. No se queda en ella, sino que busca superarla. Sabe que esa es una buena oportunidad para “realizarse” y no va a dejarla escapar, está decidido y seguro de que nada se lo impedirá, ni sus propias deficiencias. Estoy pensando en aquellas personas que tienen una limitación y han dejado de luchar, de tratar de realizar sus sueños convirtiéndose en auténticas “víctimas” de su propia decisión. Pienso en aquellos que todavía viven atados a experiencias del ayer que los dañaron pero que ya no están y deben ser superadas; o en aquellos que se han dejado enfermar tanto que están convencidos de que no pueden salir adelante y han de resignarse a estar así.
No podemos volver el mendigar la manera de vivir. No hemos nacidos para ser esclavos, ni para estar tirados en el piso mendigando. Somos seres creados para vivir a Imagen y Semejanza de Dios. Creados para ser libres y dueños de nuestro destino. Creados para no dejarnos amilanar por las dificultades que se encuentran. No por ciego hay que ser mendigo. La misericordia que encuentra Bartimeo en Jesús es la de volverlo consciente de que puede hacer camino, que se debe levantar y salir a luchar, que no hay que resignarse a pedir limosna a la vera del camino sino que puede abrir su corazón, recibir el amor de Dios y ser sano mientras hace camino tras del Maestro.
Qué tristeza cuando me encuentro con hermanos que han vuelto su “incapacidad” la mejor de las excusas para no luchar más y hacerse auténticos parásitos de la vida. A veces la religión ayuda a que muchos se escondan tras de sus límites para no superarse; no faltan los predicadores que vuelven dependientes a sus “ovejas” –palabra que no me gusta porque tiene un sentido muy pasivo para el mundo de hoy- y no les invitan a ir más allá de sus límites para encontrarle sentido a sus vidas.
Sin duda éste ir más allá, es ir donde Jesús, que desde siempre, con su amor, nos está retando a dar lo mejor de nosotros. Su misericordia se expresa en un impulso para conquistar lo que deseamos. Sé que para muchos lo mejor es tener un ídolo en torno al cual arrodillarse o al que entregarle todo lo que se gana, esperando que él resuelva todo; pero esa no es la experiencia de Dios que Jesús nos ha revelado, la que nos invita a valernos por nosotros mismos, a preguntarnos, a buscar respuestas y, sobre todo, a no dejar que los límites de nuestra condición nos cercenen oportunidades.
Estoy seguro de que el primer paso es reconocer que se tiene una limitación; pero, al mismo tiempo, poder captar que esa limitación no tiene por qué quitarnos el sentido de la vida y obligarnos a ser “seres de segunda” que nada pueden hacer. Todos tenemos que trascender los límites de nuestras propias incapacidades y abrirnos a la oportunidad que nos da la vida. Es fácil creerse derrotado y recoger las banderas porque todo está perdido. Pero eso no es lo que quiere Dios de nosotros, ni lo que nos conviene hacer. Nosotros estamos invitados a ser luchadores, guerreros, que no se dejan amilanar por sus propias incapacidades.
Estoy seguro de que la sanación de Bartimeo arranca en el mismo instante que es capaz de percibir que Jesús va pasando cerca. En el momento en el que decide pedir ayuda, no quedarse para siempre mendigando. Entonces comienza su proceso de sanación. El hombre se sana cuando decide hacerlo, cuando todas sus fuerzas están en función de ese objetivo. No es una cuestión mágica sino una experiencia existencial de toma de conciencia de quién se es y de todo lo que se puede hacer.
P. Alberto Linero Gómez, Eudista
www.elmanestavivo.com
www.yoestoycontigo.com
Bartimeo es ciego; pero su ceguera no le impide saber que Jesús está pasando por su vida. El tener una “incapacidad” no le incapacita para encontrarse con el Señor y dejar que lo sane. Es ciego pero no sordo. Tiene una limitación, pero también otras virtudes y posibilidades que son los propulsores de su proyecto de vida. Es alguien capaz de superar su limitación. No se queda en ella, sino que busca superarla. Sabe que esa es una buena oportunidad para “realizarse” y no va a dejarla escapar, está decidido y seguro de que nada se lo impedirá, ni sus propias deficiencias. Estoy pensando en aquellas personas que tienen una limitación y han dejado de luchar, de tratar de realizar sus sueños convirtiéndose en auténticas “víctimas” de su propia decisión. Pienso en aquellos que todavía viven atados a experiencias del ayer que los dañaron pero que ya no están y deben ser superadas; o en aquellos que se han dejado enfermar tanto que están convencidos de que no pueden salir adelante y han de resignarse a estar así.
No podemos volver el mendigar la manera de vivir. No hemos nacidos para ser esclavos, ni para estar tirados en el piso mendigando. Somos seres creados para vivir a Imagen y Semejanza de Dios. Creados para ser libres y dueños de nuestro destino. Creados para no dejarnos amilanar por las dificultades que se encuentran. No por ciego hay que ser mendigo. La misericordia que encuentra Bartimeo en Jesús es la de volverlo consciente de que puede hacer camino, que se debe levantar y salir a luchar, que no hay que resignarse a pedir limosna a la vera del camino sino que puede abrir su corazón, recibir el amor de Dios y ser sano mientras hace camino tras del Maestro.
Qué tristeza cuando me encuentro con hermanos que han vuelto su “incapacidad” la mejor de las excusas para no luchar más y hacerse auténticos parásitos de la vida. A veces la religión ayuda a que muchos se escondan tras de sus límites para no superarse; no faltan los predicadores que vuelven dependientes a sus “ovejas” –palabra que no me gusta porque tiene un sentido muy pasivo para el mundo de hoy- y no les invitan a ir más allá de sus límites para encontrarle sentido a sus vidas.
Sin duda éste ir más allá, es ir donde Jesús, que desde siempre, con su amor, nos está retando a dar lo mejor de nosotros. Su misericordia se expresa en un impulso para conquistar lo que deseamos. Sé que para muchos lo mejor es tener un ídolo en torno al cual arrodillarse o al que entregarle todo lo que se gana, esperando que él resuelva todo; pero esa no es la experiencia de Dios que Jesús nos ha revelado, la que nos invita a valernos por nosotros mismos, a preguntarnos, a buscar respuestas y, sobre todo, a no dejar que los límites de nuestra condición nos cercenen oportunidades.
Estoy seguro de que el primer paso es reconocer que se tiene una limitación; pero, al mismo tiempo, poder captar que esa limitación no tiene por qué quitarnos el sentido de la vida y obligarnos a ser “seres de segunda” que nada pueden hacer. Todos tenemos que trascender los límites de nuestras propias incapacidades y abrirnos a la oportunidad que nos da la vida. Es fácil creerse derrotado y recoger las banderas porque todo está perdido. Pero eso no es lo que quiere Dios de nosotros, ni lo que nos conviene hacer. Nosotros estamos invitados a ser luchadores, guerreros, que no se dejan amilanar por sus propias incapacidades.
Estoy seguro de que la sanación de Bartimeo arranca en el mismo instante que es capaz de percibir que Jesús va pasando cerca. En el momento en el que decide pedir ayuda, no quedarse para siempre mendigando. Entonces comienza su proceso de sanación. El hombre se sana cuando decide hacerlo, cuando todas sus fuerzas están en función de ese objetivo. No es una cuestión mágica sino una experiencia existencial de toma de conciencia de quién se es y de todo lo que se puede hacer.
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Minuto de Dios
martes, 2 de noviembre de 2010
Fortaleza de tu corazón
No sé si han tenido la sensación, que he sentido frente algunos problemas, de que definitivamente mis fuerzas y capacidades son muy pequeñas para el volumen de dificultades que contiene esa situación. Son los momentos en los que nos decimos: “no voy a poder resolverlo, es demasiado fuerte y grande para mí”. Pablo de Tarso era consciente de esta sensación que experimentamos los seres humanos en situaciones límites y por eso cuando le escribe a la Comunidad de Corinto les dice: “Ustedes no han pasado por ninguna prueba que no sea humanamente soportable. Y pueden confiar en Dios que no los dejará sufrir pruebas más duras de lo que pueden soportar. Por el contrario cuando llegue la prueba, Dios les dará también la manera de salir de ella, para que puedan soportarla” (1Corintios 10,13). Estoy convencido de esta Palabra. Lo he experimentado en mi vida. Por muy duro que sea el problema siempre se sale adelante, vencedor. Quiero que nos detengamos en tres énfasis:
1. Entiendo la “prueba” como la dificultad que pone en jaque nuestra fe, el sentido de nuestra vida y aún nuestras capacidades. No se trata de pruebas puestas por Dios para saber si le amamos o no, eso es propio de seres inseguros que no confían en la declaración del otro. ¿Acaso Dios no conoce el corazón humano? Entonces no tiene que probarnos, pues sabe quiénes somos y qué pensamos de Él. Por eso el sentido más bien es de tentación. Hay problemas que nos tientan porque nos hacen creer que somos incapaces y pensar en que es mejor no vivir.
2. Las “pruebas son soportables. Es una declaración que si entendemos nos puede generar mucha paz. Ninguno de nuestros problemas es más grande que la fuerza y la capacidad que Dios nos ha dado. Por muy duro, difícil, complicado, que parezca la situación, podemos soportarla y vencerla. Eso es tener fe. Estar seguro que si Dios nos ama, no va a permitir que seamos tentados más allá de nuestra fuerza. ¿Entonces por qué caemos o por qué somos derrotados? La respuesta es: porque no creemos, ni en nuestras fuerzas, ni en el amor de Dios. Cuando dejas que la situación te desespere tanto hasta perder el control, es porque no confías en que estás capacitado para manejarla; pero aún peor, es porque se te ha olvidado que Dios te ama y no va a permitir que seas derrotado por una situación. Dios es fiel. Eso no podemos olvidarlo.
3. El verbo soportar, aguantar, que se usa en el lenguaje de la Biblia (La palabra griega hypomeno: de meno= permanecer en un lugar; aguantar, permanecer firme ante la oposición; perseverar, durar) nos indica mantenernos firmes frente a la oposición que se nos está haciendo. Se trata de perseverar. La hypomeno es una perseverancia cargada de coraje. A diferencia de la paciencia, tiene el significado activo de una resistencia enérgica, aunque no necesariamente exitosa, por ejemplo, al soportar los heridos el dolor, al aceptar con serenidad los golpes del destino, el heroísmo de cara al castigo corporal, o el firme rechazo del soborno. La verdadera hypomeno no es motivada desde el exterior, ya sea por la opinión pública o por la recompensa, sino desde el interior, por el amor a Jesucristo el Señor. En el Nuevo Testamento se presenta como un “don” del Espíritu Santo (Gálatas 5,23). Por eso debemos hacer cada vez más íntima e intensa la relación con Jesús, El Señor. En la medida que lo amas y te compenetras más con Él tendrás más capacidad de aguante y resistencia.
Estos tres énfasis deben ayudarnos a estar serenos frente a cada una de las dificultades y problemas que tenemos. Es allí donde la fe se tiene que notar. Es en esos momentos tienes que mostrar que eres uno de los que cree en la Resurrección del Señor, y que sabe que las promesas de Dios se cumplirán. No te puedes angustiar hasta el extremo de enfermarte o perder el control de todo. Muéstrate como alguien que sabe que saldrá adelante de todas las dificultades y tendrás la perseverancia suficiente para no caer.
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1. Entiendo la “prueba” como la dificultad que pone en jaque nuestra fe, el sentido de nuestra vida y aún nuestras capacidades. No se trata de pruebas puestas por Dios para saber si le amamos o no, eso es propio de seres inseguros que no confían en la declaración del otro. ¿Acaso Dios no conoce el corazón humano? Entonces no tiene que probarnos, pues sabe quiénes somos y qué pensamos de Él. Por eso el sentido más bien es de tentación. Hay problemas que nos tientan porque nos hacen creer que somos incapaces y pensar en que es mejor no vivir.
2. Las “pruebas son soportables. Es una declaración que si entendemos nos puede generar mucha paz. Ninguno de nuestros problemas es más grande que la fuerza y la capacidad que Dios nos ha dado. Por muy duro, difícil, complicado, que parezca la situación, podemos soportarla y vencerla. Eso es tener fe. Estar seguro que si Dios nos ama, no va a permitir que seamos tentados más allá de nuestra fuerza. ¿Entonces por qué caemos o por qué somos derrotados? La respuesta es: porque no creemos, ni en nuestras fuerzas, ni en el amor de Dios. Cuando dejas que la situación te desespere tanto hasta perder el control, es porque no confías en que estás capacitado para manejarla; pero aún peor, es porque se te ha olvidado que Dios te ama y no va a permitir que seas derrotado por una situación. Dios es fiel. Eso no podemos olvidarlo.
3. El verbo soportar, aguantar, que se usa en el lenguaje de la Biblia (La palabra griega hypomeno: de meno= permanecer en un lugar; aguantar, permanecer firme ante la oposición; perseverar, durar) nos indica mantenernos firmes frente a la oposición que se nos está haciendo. Se trata de perseverar. La hypomeno es una perseverancia cargada de coraje. A diferencia de la paciencia, tiene el significado activo de una resistencia enérgica, aunque no necesariamente exitosa, por ejemplo, al soportar los heridos el dolor, al aceptar con serenidad los golpes del destino, el heroísmo de cara al castigo corporal, o el firme rechazo del soborno. La verdadera hypomeno no es motivada desde el exterior, ya sea por la opinión pública o por la recompensa, sino desde el interior, por el amor a Jesucristo el Señor. En el Nuevo Testamento se presenta como un “don” del Espíritu Santo (Gálatas 5,23). Por eso debemos hacer cada vez más íntima e intensa la relación con Jesús, El Señor. En la medida que lo amas y te compenetras más con Él tendrás más capacidad de aguante y resistencia.
Estos tres énfasis deben ayudarnos a estar serenos frente a cada una de las dificultades y problemas que tenemos. Es allí donde la fe se tiene que notar. Es en esos momentos tienes que mostrar que eres uno de los que cree en la Resurrección del Señor, y que sabe que las promesas de Dios se cumplirán. No te puedes angustiar hasta el extremo de enfermarte o perder el control de todo. Muéstrate como alguien que sabe que saldrá adelante de todas las dificultades y tendrás la perseverancia suficiente para no caer.
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