¿Qué hacer con la gente que no nos quiere y se comporta como nuestros enemigos? Así me pregunta la señora, con cara de tristeza y de angustia. Le respondo que debe comenzar por hacer realidad la petición que nos hace el evangelio de amar a nuestros enemigos (Mateo 5,43-48). Sí, en el evangelio se nos pide que en nuestro corazón no haya odio, ni rencor, ni ansias de venganza contra nadie, ni aún contra aquellos contra los que tendríamos razones para tener esos sentimientos. Es más, se nos pide orar por nuestros enemigos, y ¡Pilas! Estoy seguro de que esa oración que se nos pide por ellos es de bendición y prosperidad. No te imagino diciéndole a Dios Amor ¡elimínalos! No. Eso no cabe en la lógica de misericordia de Dios. Teniendo esta petición del Señor como presupuesto le propuse a la señora las siguientes reflexiones:
1. Hay gente que no nos quiere y tienen razón para no hacerlo, pues nosotros le hemos fallado o, simplemente, le hemos hecho daño –algunas veces sin darnos cuenta y otras veces con toda la intención- y están resentidas. A ellas debemos pedirles perdón y hacer un cambio de actitud que no nos permita dañarlos más. Tenemos que ser conscientes de quiénes somos y de qué hacemos, sabiendo comprender las reacciones de los demás ante nuestros comportamientos. Es obvio, que ninguna acción justifica una reacción violenta; pero también es claro que, algunas veces, nos hemos ganado -por nuestros comportamientos y actitudes- el no-cariño de los otros. La solución es pedir perdón. Ahora, si la otra persona no nos quiere perdonar está claro que no podemos hacer nada más. Recordemos que no podemos obligar a nadie a que nos perdone. Esta es una decisión personal. Por ello les invito a ser humildes en reconocer sus faltas y estar dispuestos a pedir perdón.
2. La gente que no nos quiere, con sus criticas y con sus ataques nos hace mucho bien. Por eso Maquiavelo decía que era necesario escoger bien a los enemigos. Cuando alguien te ataca, o te critica duro, muy seguramente te muestra flancos de tu vida que son débiles y que debes trabajar para fortalecerlos. Es decir, nadie te ataca por la parte más fuerte que tengas, ni te critica por lo bueno que eres y haces. Luego entonces, sus críticas te pueden servir para descubrir qué no estás haciendo bien o en qué te estás equivocando. Eso es una ganancia, ya que te hace conocerte más y saber que es lo que proyectas hacia los otros.
3. Hay que defenderse. En medio de la civilidad. Con control de las emociones. Sin miedos. Cada uno tiene derecho -y para eso está la ley – a su buen nombre, a la salvaguardar su integridad, a los espacios necesarios para desarrollarse. Uno nunca debe creer que la violencia es una solución, pues ella engendra más violencia. Sin embargo hay que aprender a plantarse y a saber que hay derecho a decir que no, con firmeza y claridad, y hacerse respetar. El peor enemigo es el miedo; a éste no lo podemos dejar anidar en nuestro corazón, sino que hay que ser contundentes con él. Al fin y al acabo, estamos en las manos de Dios. Como dice Pablo: “Si vivimos vivimos para Cristo y si Morimos, morimos para Cristo”.
4. Hay algunos a los que no hay que pararle bola. Ya que muchas de esas personas no nos quieren, gente de malos sentimientos, que por su envidia o por sus complejos, nunca tratan de hacer el bien, sino se empeñan en hacer el mal, y creen que su cielo es el infierno de los demás. No vale la pena desgastarse con ellos. Mucha gente está pendiente de lo que te sucede o no te sucede para sufrir, eso no debe atraparte. Tienes que vivir con algo de indiferencia esos temas.
5. Tener claro que Dios te protege. Eres inteligente y Responsable. Vives sabiendo qué hacer y cómo comportarte; pero confiando en el poder de Dios. Él lo es todo y tienes que estar seguro de su presencia en tu vida. Di muchas veces lo que dice el salmista: Mi ayuda viene del Señor, Creador del cielo y de la tierra. ¡Nunca permitirá que resbale¡ ¡Nunca se dormirá el que te cuida! No. Él nunca duerme; nunca duerme el que cuida de su pueblo. (Salmo 121,2-4). Hay que vivir por tanto con la seguridad de la fe.
Insisto en lo que ideal es no tener enemigos; pero si, por esas condiciones humanas aparecen, hay que saber actuar frente a ellos y no temer. Quien vive con miedo no puede ser feliz. Eso sí, tampoco se trata de ser un “gallito de pelea”, porque esos siempre terminan en la olla del sancocho.
viernes, 13 de noviembre de 2009
jueves, 5 de noviembre de 2009
DIAS GRISES DE 24 HORAS
Todos los seres humanos tenemos días tristes que parece coloreados con un gris intenso, días nublados en los que no dan ganas de salir de casa y, realmente, no dan ganas de hacer nada. Días en los que estamos más sensibles y nos cuestionamos sobre el sentido, es decir, el por qué y el para qué, de todo lo que sucede y sobre todo de la vida misma.
Son días en los que la tristeza sea hace dueña nuestra y sentimos en el pecho, en los ojos, en la boca, en el corazón, en los tobillos, mejor dicho, en todas partes. Días en los que las palabras son tacañas, difíciles de encontrar y no cumplen su función de ser puente entre lo que tenemos “dentro” y lo que está afuera. A veces, tenemos claro por qué estamos así, conocemos la situación que ha desencadenado esas sensaciones, en cambio otras ni sabemos el por qué, pero eso no hace que neguemos que existen ese cúmulo de sensaciones.
Ya, al inicio, dije que todo pasamos por esos días, todos nosotros los humanos. Porque muchos, como me ven sonriente, con ganas de tragarme la vida, apasionado por cada situación y tratando de ser siempre un portador de esperanza o de ánimo para todo el que encuentro, dudan sobre si tengo o no esos sentimientos; o, simplemente, me conceden poderes “sobrenaturales” que no tengo, ni creo que existan. Por ello, quiero compartirte lo que hago en esos días para levantarme el ánimo, una experiencia mía que pueda servir de luz que pueda iluminarte sobre cómo salir de esa sensación pasajera y volver a la habitual actitud animada y entusiasta:
1. Recuerdo lo bueno que me ha pasado. Me centro en todas las cosas chéveres de mi vida. Hago flash back por todo lo que he disfrutado y gozado. Sabiendo que eso no me lo quita ya nadie, porque lo viví y está en mi corazón, lugar inviolable. No dejo que mis apreciaciones “cáusticas” le quiten brillo a esos recuerdos. Tengo mi propio palmarés y, de alguna manera, mi propia vanidoteca, y en días grises, vale la pena visitarla. Esto para que quede claro: ninguna situación me podrá hacer creer alguien no soy valioso, ni mucho menos hacerme sentir que no puedo continuar triunfando en la vida.
2. Converso con gente que me quiere, me anima y me acompaña. Hay mucha gente que no lo quiere a uno –algunos con razón y otros por envidia o incompatibilidad de caracteres- esa gente –que es muy útil para otros momentos, pues nos hacen ver errores y dicen verdades pesadas, duras, dolorosas, que ayudan- hay que evitarla en esos días. No podemos propiciar encuentros con los negativístas, los “baja caña”, los destructores, a esos hay que zafarlos en estos días. Hacerlo sería como juntar fuego con gasolina. ¿Te imaginas, uno medio “depre” y estos manes “carboneando” con comentarios más negativos. Es el momento para hablar con gente que tiene palabras de animo, de fuerza, de gozo, de agradecimiento para con uno. Molestando en mis conferencias digo que, en días cómo estos, llamo a Santa Marta, donde la Señora Rosina Gómez de Linero y le pregunto ¿quien es el mejor cura del mundo? A lo que ella –siempre tan objetiva y neutral, cuando se refieren a cosas de sus hijos- grita que yo, y saben que le creo, y eso hace que el gris trate de pasar.
3. Uso mi disciplina para hacer algo. No me quedo allí. No me encierro. No dejo que la depre tome el control de mis días, no dejo que todo siga oscuro. Hago algo. Lo que me gusta. Lo que me hace estar pendiente de otras cosas. Muchas veces voy a servir y ayudar a los otros, eso siempre es bueno. Otras veces es jugar al fútbol-aunque sigo sin mucha movilidad, claro que hago todavía hago mis goles- juego baloncesto –aunque mis rodillas se nieguen a saltar como antes- o tenis –en el que soy un principiante, pero que me hace sudar y concentrarme en otras cosas-. Hago algo. Por ningún motivo me quedo tirado en la cama. Eso hace el día más gris. Otras veces me voy a ver el mar, que tiene para mí una inspiración bárbara.
4. Vivo mi fe. ¿Saben? Es lo bueno de creer. En días como estos mi fe me hace tanto bien. Reflexiono, medito, oro, despierto mi relación con Dios Padre, que me ama y me da todo, sin importar nada de lo que vivo (Romanos 8,31-39); me trato de ver en los ojos tiernos y firmes del Resucitado que sufrió como sufro yo, pero me enseñó que debemos ser fieles al Padre en todo; y me dejo mover por el Espíritu Santo que me invade, desde dentro actúa en mí y me llena de esa fuerza que requiero para salir adelante. Son días en los que vuelvo a leer y hacer mío al profeta Habacuc 3,15-17: “Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas del aprisco, y no haya vacas en los corrales; con todo, yo me alegraré en el Señor, y me gozaré en el Dios de mi Salvación. Yahvé el Señor es mi fortaleza.”
Disculpen que les haya hablado de mí; pero eso es lo que hago en esos días tan grises, tan grises. Espero les ayude en algo a salir del gris oscuro de 24 horas que pueden estar atravesando hoy.
www.yoestoycontigo.com
Son días en los que la tristeza sea hace dueña nuestra y sentimos en el pecho, en los ojos, en la boca, en el corazón, en los tobillos, mejor dicho, en todas partes. Días en los que las palabras son tacañas, difíciles de encontrar y no cumplen su función de ser puente entre lo que tenemos “dentro” y lo que está afuera. A veces, tenemos claro por qué estamos así, conocemos la situación que ha desencadenado esas sensaciones, en cambio otras ni sabemos el por qué, pero eso no hace que neguemos que existen ese cúmulo de sensaciones.
Ya, al inicio, dije que todo pasamos por esos días, todos nosotros los humanos. Porque muchos, como me ven sonriente, con ganas de tragarme la vida, apasionado por cada situación y tratando de ser siempre un portador de esperanza o de ánimo para todo el que encuentro, dudan sobre si tengo o no esos sentimientos; o, simplemente, me conceden poderes “sobrenaturales” que no tengo, ni creo que existan. Por ello, quiero compartirte lo que hago en esos días para levantarme el ánimo, una experiencia mía que pueda servir de luz que pueda iluminarte sobre cómo salir de esa sensación pasajera y volver a la habitual actitud animada y entusiasta:
1. Recuerdo lo bueno que me ha pasado. Me centro en todas las cosas chéveres de mi vida. Hago flash back por todo lo que he disfrutado y gozado. Sabiendo que eso no me lo quita ya nadie, porque lo viví y está en mi corazón, lugar inviolable. No dejo que mis apreciaciones “cáusticas” le quiten brillo a esos recuerdos. Tengo mi propio palmarés y, de alguna manera, mi propia vanidoteca, y en días grises, vale la pena visitarla. Esto para que quede claro: ninguna situación me podrá hacer creer alguien no soy valioso, ni mucho menos hacerme sentir que no puedo continuar triunfando en la vida.
2. Converso con gente que me quiere, me anima y me acompaña. Hay mucha gente que no lo quiere a uno –algunos con razón y otros por envidia o incompatibilidad de caracteres- esa gente –que es muy útil para otros momentos, pues nos hacen ver errores y dicen verdades pesadas, duras, dolorosas, que ayudan- hay que evitarla en esos días. No podemos propiciar encuentros con los negativístas, los “baja caña”, los destructores, a esos hay que zafarlos en estos días. Hacerlo sería como juntar fuego con gasolina. ¿Te imaginas, uno medio “depre” y estos manes “carboneando” con comentarios más negativos. Es el momento para hablar con gente que tiene palabras de animo, de fuerza, de gozo, de agradecimiento para con uno. Molestando en mis conferencias digo que, en días cómo estos, llamo a Santa Marta, donde la Señora Rosina Gómez de Linero y le pregunto ¿quien es el mejor cura del mundo? A lo que ella –siempre tan objetiva y neutral, cuando se refieren a cosas de sus hijos- grita que yo, y saben que le creo, y eso hace que el gris trate de pasar.
3. Uso mi disciplina para hacer algo. No me quedo allí. No me encierro. No dejo que la depre tome el control de mis días, no dejo que todo siga oscuro. Hago algo. Lo que me gusta. Lo que me hace estar pendiente de otras cosas. Muchas veces voy a servir y ayudar a los otros, eso siempre es bueno. Otras veces es jugar al fútbol-aunque sigo sin mucha movilidad, claro que hago todavía hago mis goles- juego baloncesto –aunque mis rodillas se nieguen a saltar como antes- o tenis –en el que soy un principiante, pero que me hace sudar y concentrarme en otras cosas-. Hago algo. Por ningún motivo me quedo tirado en la cama. Eso hace el día más gris. Otras veces me voy a ver el mar, que tiene para mí una inspiración bárbara.
4. Vivo mi fe. ¿Saben? Es lo bueno de creer. En días como estos mi fe me hace tanto bien. Reflexiono, medito, oro, despierto mi relación con Dios Padre, que me ama y me da todo, sin importar nada de lo que vivo (Romanos 8,31-39); me trato de ver en los ojos tiernos y firmes del Resucitado que sufrió como sufro yo, pero me enseñó que debemos ser fieles al Padre en todo; y me dejo mover por el Espíritu Santo que me invade, desde dentro actúa en mí y me llena de esa fuerza que requiero para salir adelante. Son días en los que vuelvo a leer y hacer mío al profeta Habacuc 3,15-17: “Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas del aprisco, y no haya vacas en los corrales; con todo, yo me alegraré en el Señor, y me gozaré en el Dios de mi Salvación. Yahvé el Señor es mi fortaleza.”
Disculpen que les haya hablado de mí; pero eso es lo que hago en esos días tan grises, tan grises. Espero les ayude en algo a salir del gris oscuro de 24 horas que pueden estar atravesando hoy.
www.yoestoycontigo.com
viernes, 9 de octubre de 2009
La fórmula de la Felicidad
La búsqueda de la felicidad como se nos presenta en televisión: alguien sentado en un gran sofá en una casa llena de lujos, frente a un gran televisor, con unos ventanales tremendos que dan a una playa de mil tonos de azul, en total tranquilidad y demás; esa búsqueda, de esa imagen mentirosa y mezquina, nos ha hecho despreciar el esfuerzo, el sacrificio y el compromiso. O ustedes se imaginan cómo sería el segundo año de ese estar ahí sin nada más que hacer, te aseguro que termina siendo un infierno.
Pero esta confusión se da, fundamentalmente, porque hemos confundido felicidad con placer y se nos olvida que todo placer es efímero y se desgasta fácil y rápido; por ello, cuando nos dicen una vida feliz, soñamos con una en la que no hay esfuerzo, ni sufrimiento, ni compromisos, una especie de paraíso del hacer nada. Sin embargo, el diario vivir nos enseña que la felicidad como experiencia de plenitud o de satisfacción plena, como realización existencial, supone el paso por esas otras tres experiencias.
1. Sufrimiento: no es sólo una desgracia, no es sólo algo horrible y desastroso que nos acontece; pues en él también existen lecciones de vida, oportunidades de crecimiento, momentos de reflexión profunda sobre lo que somos y hacemos. El dolor es una manera de proteger nuestra vida, de avisarle al cuerpo que algo no está funcionando bien; del mismo modo, el sufrimiento nos acompaña en la existencia para revolcar la vida y sacarnos de una comodidad que más bien se parece a letargo, a falta de libertad verdadera. El sufrimiento no es algo que se busca, pero sí que se asume, que se supera, que se vive sin tratar de huir a esconderse. La vida está cosida por el sufrir, por eso todo el que te diga que puede hacer que dejes de sufrir es un mentiroso; mientras vivamos nos encontraremos con situaciones que nos resultarán dolorosas, pero es nuestro deber pasar de ellas y volvernos más fuertes cada vez.
2. Sacrificio: una palabra que nos ha enseñado a detestar. Sacrificio nos suena a tontería; pensamos que los que se esfuerzan demasiado son una especie de tontos, de gente sin sentido, de pobres de espíritu. Creemos que sacrificio es contrario a alegría, a felicidad, porque el sacrificio es algo gris y espantoso que forma parte de valores del siglo pasado. Cuando en realidad el sacrificio es la puesta total de lo que somos al servicio de algo que es más grande que nosotros. Un sacrificio es el ejercicio total de la libertad y las fuerzas de nuestro ser a favor de algo que creemos que vale la pena. Nos sacrificamos cuando descubrimos que vale la pena hacerlo. Es poner el empeño en una realidad que queremos alcanzar y por la que hacemos una apuesta existencial.
3. Compromiso: para cosechar primero hay que sembrar, cuidar, regar, podar, etc. No se dan las cosechas de la noche a la mañana sin que hagamos el proceso primero. El compromiso es necesario para que podamos ver los frutos aparecer en nuestras vidas. Es meterle todo y saber que por decisión propia estamos trabajando duro para conseguir un resultado. Es no quitarse al primer escollo, cuando aparezcan las dificultades o lleguen unas andanadas de problemas. Comprometerse es estar dispuesto a vencer mis propias limitantes, no negarlas, sino ampliar el límite, ir cada vez un poco más allá. Es tener disciplina y no ser marioneta de los deseos o de los caprichos que hoy quieren algo y mañana ya no; es hacer lo que corresponde aunque no quiera –como cuando a mí me toca levantarme a las 4:30 de la mañana para irme a televisión, cuando quiero quedarme en la cama hasta tarde, es decir hasta las 6:30- porque uno sabe que las grandes cosas en la vida no se consiguen con un golpe de suerte, sino con muchos golpes de compromiso y disciplina.
La felicidad no es un estado sin sombras y sin conflictos, no es una eterna carcajada; sino un modo de asumir nuestra vida, una apuesta por lo importante y una libertad interior para ir asumiendo y dejando, dejando y asumiendo, todo lo que la vida nos va poniendo en el camino que recorremos. Busca bien, seguro hallarás, si es que sabes lo que buscas. Ah… se me olvidaba, no hay fórmulas para encontrar la felicidad. Sé feliz.
www.elmanestavivo.com
www.yoestoycontigo.com
Pero esta confusión se da, fundamentalmente, porque hemos confundido felicidad con placer y se nos olvida que todo placer es efímero y se desgasta fácil y rápido; por ello, cuando nos dicen una vida feliz, soñamos con una en la que no hay esfuerzo, ni sufrimiento, ni compromisos, una especie de paraíso del hacer nada. Sin embargo, el diario vivir nos enseña que la felicidad como experiencia de plenitud o de satisfacción plena, como realización existencial, supone el paso por esas otras tres experiencias.
1. Sufrimiento: no es sólo una desgracia, no es sólo algo horrible y desastroso que nos acontece; pues en él también existen lecciones de vida, oportunidades de crecimiento, momentos de reflexión profunda sobre lo que somos y hacemos. El dolor es una manera de proteger nuestra vida, de avisarle al cuerpo que algo no está funcionando bien; del mismo modo, el sufrimiento nos acompaña en la existencia para revolcar la vida y sacarnos de una comodidad que más bien se parece a letargo, a falta de libertad verdadera. El sufrimiento no es algo que se busca, pero sí que se asume, que se supera, que se vive sin tratar de huir a esconderse. La vida está cosida por el sufrir, por eso todo el que te diga que puede hacer que dejes de sufrir es un mentiroso; mientras vivamos nos encontraremos con situaciones que nos resultarán dolorosas, pero es nuestro deber pasar de ellas y volvernos más fuertes cada vez.
2. Sacrificio: una palabra que nos ha enseñado a detestar. Sacrificio nos suena a tontería; pensamos que los que se esfuerzan demasiado son una especie de tontos, de gente sin sentido, de pobres de espíritu. Creemos que sacrificio es contrario a alegría, a felicidad, porque el sacrificio es algo gris y espantoso que forma parte de valores del siglo pasado. Cuando en realidad el sacrificio es la puesta total de lo que somos al servicio de algo que es más grande que nosotros. Un sacrificio es el ejercicio total de la libertad y las fuerzas de nuestro ser a favor de algo que creemos que vale la pena. Nos sacrificamos cuando descubrimos que vale la pena hacerlo. Es poner el empeño en una realidad que queremos alcanzar y por la que hacemos una apuesta existencial.
3. Compromiso: para cosechar primero hay que sembrar, cuidar, regar, podar, etc. No se dan las cosechas de la noche a la mañana sin que hagamos el proceso primero. El compromiso es necesario para que podamos ver los frutos aparecer en nuestras vidas. Es meterle todo y saber que por decisión propia estamos trabajando duro para conseguir un resultado. Es no quitarse al primer escollo, cuando aparezcan las dificultades o lleguen unas andanadas de problemas. Comprometerse es estar dispuesto a vencer mis propias limitantes, no negarlas, sino ampliar el límite, ir cada vez un poco más allá. Es tener disciplina y no ser marioneta de los deseos o de los caprichos que hoy quieren algo y mañana ya no; es hacer lo que corresponde aunque no quiera –como cuando a mí me toca levantarme a las 4:30 de la mañana para irme a televisión, cuando quiero quedarme en la cama hasta tarde, es decir hasta las 6:30- porque uno sabe que las grandes cosas en la vida no se consiguen con un golpe de suerte, sino con muchos golpes de compromiso y disciplina.
La felicidad no es un estado sin sombras y sin conflictos, no es una eterna carcajada; sino un modo de asumir nuestra vida, una apuesta por lo importante y una libertad interior para ir asumiendo y dejando, dejando y asumiendo, todo lo que la vida nos va poniendo en el camino que recorremos. Busca bien, seguro hallarás, si es que sabes lo que buscas. Ah… se me olvidaba, no hay fórmulas para encontrar la felicidad. Sé feliz.
www.elmanestavivo.com
www.yoestoycontigo.com
sábado, 19 de septiembre de 2009
Dios ¡Cree en ti!
Somos hombres de fe. Esto es, somos seres humanos que saben que el sentido de la vida no se encuentra encerrado en las estructuras de la historia; sino que la trasciende y le viene de Dios. Estamos seguros –a partir de las experiencias existenciales que hemos tenido- que Dios nos ha creado por una decisión de amor y quiere lo mejor para nosotros. Sabemos que cada una de las circunstancias cotidianas que vivimos debe ser vivida y construida desde una relación amorosa e íntima con nuestro Creador. Esa fe se manifiesta en la certeza de no sabernos solos en el mundo, de saber que contamos con la ayuda divina y que Él –aunque nunca nos suplanta en las luchas diarias, ni hace magia en nuestra vida- está siempre presto a actuar en nosotros para que logremos lo que hemos soñado. Por ello, somos optimistas y alegres a la hora de vivir pues sabemos que quien todo lo puede –el que vive en el apartamento azul- nos ayuda a salir adelante.
Pero esa fe debe que traducirse en actitudes de vida. Una de ellas es ir más allá de lo inmediato, de lo material y de lo útil. Es ser capaz de captar lo que está más allá de lo que vemos y tocamos. Es darnos cuenta de que debemos ser capaces de trascender para descubrir el significado de cada situación y así tener esperanza y paz en el corazón. Sin esa capacidad de trascender, nos hundimos en el mar de las preocupaciones, de los miedos y nos doblamos ante el peso del problema. Pero si trascendemos -y vemos más allá de lo que está ante nuestros ojos- podemos sentir la fuerza interior de Dios y darnos cuenta de que detrás de esos problemas, hay lecciones para aprender a vivir.
No te ahogues en el mar de lo inmediato; navégalo en la barca de la fe y ve al puerto seguro que se esconde detrás. También sé capaz de ir más allá de lo material, de lo que se puede tocar o de lo que brilla y pesa. Esto puede ser importante, valioso, para la vida; pero no es lo único, ni es lo absoluto. Es hora de que seas capaz de revisar tu pirámide de valores y de darte cuenta cuál es el que la preside. Ese será el eje de los esfuerzos de tu vida. Y te aseguro que quien tiene en la cúspide: lo material, el dinero, el billete, la fama, el poder, ese no podrá ser feliz plenamente porque hay cosas que el dinero no puede comprar y que los besos, la amistad, la solidaridad, sí.
No puedes ahogarte en el mar de lo útil. ¿Cuántas cosas aparentemente inútiles son necesarias y fundamentales en la vida? La vida no se hace sólo de lo que nos sirve para algo, hay cosas que no nos sirven para nada pero nos hacen seres humanos. Nuestra capacidad de dar significación nos ayuda a no caer arrodillados ante el imperio de lo útil. Esas son manifestaciones de tu fe. En eso tendría que notarse tu fe.
Hoy te quiero invitar a que vivas tu fe en el instante en el que estás, no importa qué estás padeciendo o gozando, allí debe notarse tu fe. No puedes comportarte como uno que no cree, como uno que no sabe del poder de Dios. Tú tienes que ir más allá de la oscuridad que está ante tus ojos y darte cuenta de que Dios es la luz que lo ilumina todo. Tú tienes que ir más allá de toda enfermedad y darte cuenta de que con una sola palabra del Señor basta para que sanes. Tú tienes que ir más allá de toda división y darte cuenta que el Espíritu Santo nos une y nos llena de su paz.
Sí, mi hermano, no puedes dejar que las dificultades te hagan tener un día sin ganas y sin fuerzas. Muestra que tienes fe, creyendo en ti, en que lo mejor está por venir y en el poder triunfador de Dios en tu vida. Hoy tienes que confiar en el poder de Dios y luchar con todas las fuerzas. No eres un perdedor. Eso lo sabes y hoy muestra esa fe en Dios dejando ver que sabes triunfar y que sabes lanzarte hacia delante. Te bendigo y te animo a seguir en la lucha. Confía en el poder de Dios. Quisiera invitarte a que participes hoy de una experiencia de oración y de predicación bien interesante a partir de las 4:00 de la tarde en el estadio Romelio Martínez con el Canta-predicador Martín Valverde y con mi participación. Estoy seguro de que será un recargar baterías para seguir creyendo y venciendo. Ánimo. Sé feliz.
P. Alberto Linero Gómez, Eudista
www.elmanestavivo.com
www.yoestoycontigo.com
Pero esa fe debe que traducirse en actitudes de vida. Una de ellas es ir más allá de lo inmediato, de lo material y de lo útil. Es ser capaz de captar lo que está más allá de lo que vemos y tocamos. Es darnos cuenta de que debemos ser capaces de trascender para descubrir el significado de cada situación y así tener esperanza y paz en el corazón. Sin esa capacidad de trascender, nos hundimos en el mar de las preocupaciones, de los miedos y nos doblamos ante el peso del problema. Pero si trascendemos -y vemos más allá de lo que está ante nuestros ojos- podemos sentir la fuerza interior de Dios y darnos cuenta de que detrás de esos problemas, hay lecciones para aprender a vivir.
No te ahogues en el mar de lo inmediato; navégalo en la barca de la fe y ve al puerto seguro que se esconde detrás. También sé capaz de ir más allá de lo material, de lo que se puede tocar o de lo que brilla y pesa. Esto puede ser importante, valioso, para la vida; pero no es lo único, ni es lo absoluto. Es hora de que seas capaz de revisar tu pirámide de valores y de darte cuenta cuál es el que la preside. Ese será el eje de los esfuerzos de tu vida. Y te aseguro que quien tiene en la cúspide: lo material, el dinero, el billete, la fama, el poder, ese no podrá ser feliz plenamente porque hay cosas que el dinero no puede comprar y que los besos, la amistad, la solidaridad, sí.
No puedes ahogarte en el mar de lo útil. ¿Cuántas cosas aparentemente inútiles son necesarias y fundamentales en la vida? La vida no se hace sólo de lo que nos sirve para algo, hay cosas que no nos sirven para nada pero nos hacen seres humanos. Nuestra capacidad de dar significación nos ayuda a no caer arrodillados ante el imperio de lo útil. Esas son manifestaciones de tu fe. En eso tendría que notarse tu fe.
Hoy te quiero invitar a que vivas tu fe en el instante en el que estás, no importa qué estás padeciendo o gozando, allí debe notarse tu fe. No puedes comportarte como uno que no cree, como uno que no sabe del poder de Dios. Tú tienes que ir más allá de la oscuridad que está ante tus ojos y darte cuenta de que Dios es la luz que lo ilumina todo. Tú tienes que ir más allá de toda enfermedad y darte cuenta de que con una sola palabra del Señor basta para que sanes. Tú tienes que ir más allá de toda división y darte cuenta que el Espíritu Santo nos une y nos llena de su paz.
Sí, mi hermano, no puedes dejar que las dificultades te hagan tener un día sin ganas y sin fuerzas. Muestra que tienes fe, creyendo en ti, en que lo mejor está por venir y en el poder triunfador de Dios en tu vida. Hoy tienes que confiar en el poder de Dios y luchar con todas las fuerzas. No eres un perdedor. Eso lo sabes y hoy muestra esa fe en Dios dejando ver que sabes triunfar y que sabes lanzarte hacia delante. Te bendigo y te animo a seguir en la lucha. Confía en el poder de Dios. Quisiera invitarte a que participes hoy de una experiencia de oración y de predicación bien interesante a partir de las 4:00 de la tarde en el estadio Romelio Martínez con el Canta-predicador Martín Valverde y con mi participación. Estoy seguro de que será un recargar baterías para seguir creyendo y venciendo. Ánimo. Sé feliz.
P. Alberto Linero Gómez, Eudista
www.elmanestavivo.com
www.yoestoycontigo.com
martes, 16 de junio de 2009
¿Se puede cambiar al otro?
Es más fácil la crítica que la autocrítica y más sencillo detectar defectos ajenos. Digo esto porque siempre nos damos cuenta del error del otro o de lo que éste tiene que cambiar. Es mucho más fácil tomar conciencia de lo ajeno, que de los propios errores y de las propias equivocaciones. Es más, queremos ayudar a esa persona equivocada cambie. Todos tenemos la pretensión de cambiar a alguien. Es una buena intención.
Aunque se nos olvida que nadie cambia a nadie. Que el cambio es, siempre, fruto de la toma de conciencia personal de que algo no estoy haciendo bien; o nace cuando percibo en mí eso que soy –o que muestro- no es lo correcto y decido cambiar. El cambio es un hecho personal, que se da en el espacio inviolable de la conciencia, en ese espacio al que solo tengo entrada directa yo -y nadie más-.
Para ayudar a que otros vivan mejor, tengamos conductas positivas, generen mejores relaciones y crezcan; lo que podemos hacer es tratar de provocar espacios, situaciones, acciones, que les permitan reflexionar y hacerse cargo de sí mismos para intentar un cambio. Pero más no podemos, ni obligarlos, ni buscar varitas mágicas o pócimas secretas que hagan el trabajo que ellos no quieren hacer, ni llevarlos donde algún gurú que en media conversación transforma bandidos en gente. En esto siempre me pasa, que a mi oficina llevan a más de uno obligado, porque creen que yo puedo “cambiar” personas, como si tuviera bodegas de seres humanos para hacer trueques o poderes divinos para decir dos cosas y transformar al otro… y eso no lo hace ni Dios si el hombre no abre el corazón y toma la decisión de cambiar.
De acuerdo a lo anterior, quiero invitarte a reflexionar sobre algunos puntos concretos en este sentido:
1. Todos somos diferentes y debemos aceptarlo así. Ni nuestros hermanos, con los que compartimos el mismo Adn y con quienes vivimos en los mismos espacios sociales, somos iguales. Eso hay que aceptarlo y nuestras relaciones tienen que partir de allí, de la insoslayable diferencia que existe entre un ser humano y otro. Por más parecido que haya, también hay mucho que nos hace distintos, aunque no desiguales.
2. Todos tenemos "peros", nadie es como el otro quiere que sea. Todo el mundo tiene sus propias características que pueden ser molestas y dañinas para el otro; incluso detrás de lo que era una virtud. No se puede pedir que alguien sea organizado, sin que quiera incluirte en sus cosas por organizar; ni se puede querer que alguien sea tranquilo, sin que llegue un momento en el que quisieras que actuara más rápido. Hasta en momento pudiéramos llegar a cantar con Adriana Lucía: “lo que antes te gustaba, es lo que ahora te molesta”.
3. Todos somos dueños de nosotros mismos y de lo que hacemos. Hay una responsabilidad que es individual y que nos exige un compromiso personal. Por mucho que los otros traten de meterse en estos espacios no lo logran. Y así como peleamos con uñas y dientes por ese espacio personal, por nuestra propia libertad; también debemos reconocer y validar la lucha de los otros por lo mismo. Pretender gobernar los gustos, las necesidades y las decisiones de los otros, además de molesto, es completamente inútil, lo más que lograremos es que se pongan máscaras frente a nosotros.
4. Todos podemos propiciar, a través del buen ejemplo, de la coherencia de vida y de las palabras asertivas, espacios de reflexión y de acción para que los otros cambien. Servimos de espejo a las acciones de los demás, posibilitamos reflexiones con palabras precisas, propiciamos encuentros para que evalúen; pero más no podemos. Tengamos en cuenta que nada de esto se logra por imposición, por fuerza o por coacción.
5. Es necesario tomar la decisión de gozarnos a los otros o de tomar distancia de ellos -sin violencias- para poder vivir en paz. Eso sin la pretensión de jugar a ser dioses que cambian a los otros con palabras mágicas. Hay gente que me conviene y otra que no. Si tengo claro que no puedo vivir con ellos, si siento que me dañan, si estoy seguro de que no me aportan nada bueno; entonces debo buscar otros espacios, encontrar otros círculos sociales que me ayuden.
6. Sólo el amor verdadero, que aceptación plena, genera procesos de transformación en el otro. Es claro, el único camino para ayudar a transformar a los demás es amarlos; sin eso, estamos perdiendo el tiempo. Sólo influimos en quienes nos aman o nos admiran, sólo soportamos los errores de aquellos que valoramos por encima de su equivocación, sólo puedo tener relaciones sanas con aquel que es importante para mí, aunque tenga conductas por mejorar.
www.elmanestavivo.com
www.yoestoycontigo.com
-
Aunque se nos olvida que nadie cambia a nadie. Que el cambio es, siempre, fruto de la toma de conciencia personal de que algo no estoy haciendo bien; o nace cuando percibo en mí eso que soy –o que muestro- no es lo correcto y decido cambiar. El cambio es un hecho personal, que se da en el espacio inviolable de la conciencia, en ese espacio al que solo tengo entrada directa yo -y nadie más-.
Para ayudar a que otros vivan mejor, tengamos conductas positivas, generen mejores relaciones y crezcan; lo que podemos hacer es tratar de provocar espacios, situaciones, acciones, que les permitan reflexionar y hacerse cargo de sí mismos para intentar un cambio. Pero más no podemos, ni obligarlos, ni buscar varitas mágicas o pócimas secretas que hagan el trabajo que ellos no quieren hacer, ni llevarlos donde algún gurú que en media conversación transforma bandidos en gente. En esto siempre me pasa, que a mi oficina llevan a más de uno obligado, porque creen que yo puedo “cambiar” personas, como si tuviera bodegas de seres humanos para hacer trueques o poderes divinos para decir dos cosas y transformar al otro… y eso no lo hace ni Dios si el hombre no abre el corazón y toma la decisión de cambiar.
De acuerdo a lo anterior, quiero invitarte a reflexionar sobre algunos puntos concretos en este sentido:
1. Todos somos diferentes y debemos aceptarlo así. Ni nuestros hermanos, con los que compartimos el mismo Adn y con quienes vivimos en los mismos espacios sociales, somos iguales. Eso hay que aceptarlo y nuestras relaciones tienen que partir de allí, de la insoslayable diferencia que existe entre un ser humano y otro. Por más parecido que haya, también hay mucho que nos hace distintos, aunque no desiguales.
2. Todos tenemos "peros", nadie es como el otro quiere que sea. Todo el mundo tiene sus propias características que pueden ser molestas y dañinas para el otro; incluso detrás de lo que era una virtud. No se puede pedir que alguien sea organizado, sin que quiera incluirte en sus cosas por organizar; ni se puede querer que alguien sea tranquilo, sin que llegue un momento en el que quisieras que actuara más rápido. Hasta en momento pudiéramos llegar a cantar con Adriana Lucía: “lo que antes te gustaba, es lo que ahora te molesta”.
3. Todos somos dueños de nosotros mismos y de lo que hacemos. Hay una responsabilidad que es individual y que nos exige un compromiso personal. Por mucho que los otros traten de meterse en estos espacios no lo logran. Y así como peleamos con uñas y dientes por ese espacio personal, por nuestra propia libertad; también debemos reconocer y validar la lucha de los otros por lo mismo. Pretender gobernar los gustos, las necesidades y las decisiones de los otros, además de molesto, es completamente inútil, lo más que lograremos es que se pongan máscaras frente a nosotros.
4. Todos podemos propiciar, a través del buen ejemplo, de la coherencia de vida y de las palabras asertivas, espacios de reflexión y de acción para que los otros cambien. Servimos de espejo a las acciones de los demás, posibilitamos reflexiones con palabras precisas, propiciamos encuentros para que evalúen; pero más no podemos. Tengamos en cuenta que nada de esto se logra por imposición, por fuerza o por coacción.
5. Es necesario tomar la decisión de gozarnos a los otros o de tomar distancia de ellos -sin violencias- para poder vivir en paz. Eso sin la pretensión de jugar a ser dioses que cambian a los otros con palabras mágicas. Hay gente que me conviene y otra que no. Si tengo claro que no puedo vivir con ellos, si siento que me dañan, si estoy seguro de que no me aportan nada bueno; entonces debo buscar otros espacios, encontrar otros círculos sociales que me ayuden.
6. Sólo el amor verdadero, que aceptación plena, genera procesos de transformación en el otro. Es claro, el único camino para ayudar a transformar a los demás es amarlos; sin eso, estamos perdiendo el tiempo. Sólo influimos en quienes nos aman o nos admiran, sólo soportamos los errores de aquellos que valoramos por encima de su equivocación, sólo puedo tener relaciones sanas con aquel que es importante para mí, aunque tenga conductas por mejorar.
www.elmanestavivo.com
www.yoestoycontigo.com
-
Etiquetas:
amor,
cambiar al otro,
Eudista,
linero,
man esta vivo,
otro
jueves, 7 de mayo de 2009
A Dios rogando y…
Se la leí alguna vez a Clara Lubich… y, desde ese momento, fue una frase que me ayudó a comprender mi relación con Dios: “Confía en Él como si todo dependiera exclusivamente de Él y Trabaja como si todo dependiera exclusivamente de ti”. Estos dos verbos definen mi acción como hombre que se relaciona, que ha tenido un encuentro con Dios, y trata de vivir conforme a esto: Confiar y Trabajar. Creo y lucho. Espero y conquisto. Agradezco y celebro. Soy un creyente, pero también un combatiente. En la fe cristiana esas realidades no se oponen, sino se retroalimentan. Quien sólo cree y no trabaja es un fanático. Quien sólo trabaja, pero no trasciende, es un humanoide. Necesitamos tener las dos actitudes para ser un buen seguidor de Cristo.
Traigo hoy esta reflexión porque considero que, desde esta frase, podemos proponernos enfrentar la “epidemia” de estos días, la gripa porcina. Necesitamos tomar todas las medidas higiénicas, saber qué se debe hacer y estar todos comprometidos para prevenir una infección. Pero, también, debemos saber que estamos en las “manos de Dios”, esto es, hay que tener fe para salir adelante. Ni nos achantamos a que todo lo haga Dios, ni entramos en pánico creyendo que todo está perdido.
Tenemos que ser responsables ciudadanos que cuidan y propenden por la salubridad pública, como también orantes que confían en el poder de Dios, en su protección y su cuidado. Enfrentamos las situaciones que formen parte de nuestra propia historia y que sean ocasionadas por nuestras decisiones y acciones; pero, a la vez, tenemos que leer los contextos, ese cúmulo de acciones y relaciones de la historia, desde la fe.
Los creyentes no entramos en pánico; sino que hacemos lo que nos toca hacer. Y, además, lo hacemos de manera exigente y perfeccionista. La diferencia están en que luego -al final de todo- descansamos en las manos del Señor, y le decimos ahora te toca a Ti. Todo esto tiene que ser motivo de serenidad y seguridad; pues a través de la historia de salvación –la del pueblo de la Biblia y la nuestra propia- hemos podido corroborar su amor por nosotros y su decisión de ayudarnos a que todo salga bien. Nos esforzamos al máximo, al mismo tiempo que nos abandonamos a su providencia, sabiendo que Él nunca nos falla.
Por eso creo que ningún creyente de verdad puede dejar que esta situación le haga perder el sentido, ni mucho menos que lo lance a la desesperación. Los que confiamos en Dios siempre salimos adelante. Aunque pase lo peor, sabremos leerlo desde su amor y allí tratamos de encontrar la bendición para nosotros. Nuestra vida no sólo queda expuesta a lo que podemos hacer, sino que nos sostiene y nos alienta la esperanza puesta en Dios.
No somos unos esclavos limitados y únicamente posibilitados por nuestras capacidades; sino que somos seres que viven confiados en al amor de Dios. Tenemos más allá, trascendemos, oteamos la realidad, salimos del presentismo, nos caracteriza la esperanza en Él. No todo termina donde terminamos nosotros. Somos conscientes de que trascendemos. Esa experiencia, el encuentro que hemos tenido con Aquel que nos ama y que nos protege siempre, es lo que no nos deja ser presas del pánico; la certeza de Dios en nosotros no nos permite percibirnos desesperados, ni angustiarnos hasta perder el control. Sabernos espirituales nos da la paz que se requiere para seguir actuando con inteligencia y fortaleza en la vida.
Ahora, está claro: quien no esfuerza no debe pedir a Dios ayuda –como si fuera una especie de mago que saca realidades de la nada- pues aquel que no sale a conquistar sus metas no puede pretender que Dios lo bendiga con la realización de ellas. Damos lo mejor de nosotros. Estamos dispuestos a todo. Sabemos que la vida se hace con pasión y dedicación; pero contamos con el amor de Dios que nos llena de todo. Así somos los creyentes a la manera de Jesús.
No sé cuál sea tu situación en este momento, ni sé tu problema, ni tu angustia; pero quiero invitarte a luchar, a dar lo mejor de ti, a construir respuestas inteligentes, a sacar todo lo que tienes, a descubrir tu capacidad de lucha, de aguante, de conquista. Y del mismo modo te invito a confiar, a creer y esperar en Dios, a confiar en su poder. No te desesperes, no pierdas el control que nada te podrá destruir pues eres de Dios. Nada podrá acabar contigo, porque tu vida y el sentido de ella, trasciende todo esto. Nosotros no nos ahogamos en el mar de la intrahistoria, nosotros sabemos trascender, nosotros somos creyentes que vamos con el mazo dando.
Traigo hoy esta reflexión porque considero que, desde esta frase, podemos proponernos enfrentar la “epidemia” de estos días, la gripa porcina. Necesitamos tomar todas las medidas higiénicas, saber qué se debe hacer y estar todos comprometidos para prevenir una infección. Pero, también, debemos saber que estamos en las “manos de Dios”, esto es, hay que tener fe para salir adelante. Ni nos achantamos a que todo lo haga Dios, ni entramos en pánico creyendo que todo está perdido.
Tenemos que ser responsables ciudadanos que cuidan y propenden por la salubridad pública, como también orantes que confían en el poder de Dios, en su protección y su cuidado. Enfrentamos las situaciones que formen parte de nuestra propia historia y que sean ocasionadas por nuestras decisiones y acciones; pero, a la vez, tenemos que leer los contextos, ese cúmulo de acciones y relaciones de la historia, desde la fe.
Los creyentes no entramos en pánico; sino que hacemos lo que nos toca hacer. Y, además, lo hacemos de manera exigente y perfeccionista. La diferencia están en que luego -al final de todo- descansamos en las manos del Señor, y le decimos ahora te toca a Ti. Todo esto tiene que ser motivo de serenidad y seguridad; pues a través de la historia de salvación –la del pueblo de la Biblia y la nuestra propia- hemos podido corroborar su amor por nosotros y su decisión de ayudarnos a que todo salga bien. Nos esforzamos al máximo, al mismo tiempo que nos abandonamos a su providencia, sabiendo que Él nunca nos falla.
Por eso creo que ningún creyente de verdad puede dejar que esta situación le haga perder el sentido, ni mucho menos que lo lance a la desesperación. Los que confiamos en Dios siempre salimos adelante. Aunque pase lo peor, sabremos leerlo desde su amor y allí tratamos de encontrar la bendición para nosotros. Nuestra vida no sólo queda expuesta a lo que podemos hacer, sino que nos sostiene y nos alienta la esperanza puesta en Dios.
No somos unos esclavos limitados y únicamente posibilitados por nuestras capacidades; sino que somos seres que viven confiados en al amor de Dios. Tenemos más allá, trascendemos, oteamos la realidad, salimos del presentismo, nos caracteriza la esperanza en Él. No todo termina donde terminamos nosotros. Somos conscientes de que trascendemos. Esa experiencia, el encuentro que hemos tenido con Aquel que nos ama y que nos protege siempre, es lo que no nos deja ser presas del pánico; la certeza de Dios en nosotros no nos permite percibirnos desesperados, ni angustiarnos hasta perder el control. Sabernos espirituales nos da la paz que se requiere para seguir actuando con inteligencia y fortaleza en la vida.
Ahora, está claro: quien no esfuerza no debe pedir a Dios ayuda –como si fuera una especie de mago que saca realidades de la nada- pues aquel que no sale a conquistar sus metas no puede pretender que Dios lo bendiga con la realización de ellas. Damos lo mejor de nosotros. Estamos dispuestos a todo. Sabemos que la vida se hace con pasión y dedicación; pero contamos con el amor de Dios que nos llena de todo. Así somos los creyentes a la manera de Jesús.
No sé cuál sea tu situación en este momento, ni sé tu problema, ni tu angustia; pero quiero invitarte a luchar, a dar lo mejor de ti, a construir respuestas inteligentes, a sacar todo lo que tienes, a descubrir tu capacidad de lucha, de aguante, de conquista. Y del mismo modo te invito a confiar, a creer y esperar en Dios, a confiar en su poder. No te desesperes, no pierdas el control que nada te podrá destruir pues eres de Dios. Nada podrá acabar contigo, porque tu vida y el sentido de ella, trasciende todo esto. Nosotros no nos ahogamos en el mar de la intrahistoria, nosotros sabemos trascender, nosotros somos creyentes que vamos con el mazo dando.
Etiquetas:
Alberto,
amor,
Eudista,
linero,
Padre Linero
lunes, 27 de abril de 2009
La pelea es peleando
Hay una canción del grupo cristiano “Alfareros” que me gusta mucho, se llama: El Luchador. Cuenta la historia de alguien que entiende la vida como una lucha continua, como un sobreponerse a las dificultades y a los problemas, alguien que comprende que la vida está marcada por dificultades, por problemas y que quien quiera gozarla deberá tener el temple suficiente para enfrentarlos y vencerlos.
A veces idealizamos la vida como una experiencia de total serenidad y ausencia de conflictos. Soñamos con esa vida y sufrimos por no tenerla. Pero la verdad es otra; la vida está llena de conflictos, de situaciones críticas y alguna que otra situación límite. No nos podemos substraer a esa condición de la humanidad. Esto queda bien expresado en la metáfora espiritual de la guerra. La vida es una guerra, una guerra espiritual. No estoy hablando de violencias insanas, ni de actitudes hostiles contra los otros, sino de la batalla que da el ser, todos los días, frente a la nada para imponerse en la existencia; o la del amor que debe batirse contra la indiferencia y el odio para hacernos consciente de que la ternura puede más que todas las manifestaciones violentas; la batalla del bien que no quiere ser considerado de otra época y tiene que dar la pelea ante el mal, sin hincar rodilla en el campo de lucha. Sí, la vida es una guerra. Una guerra que creemos ganada. Sí, en Cristo Jesús nosotros hemos considerado esa batalla ganada, el murió en la cruz para que cada uno de nosotros viva como triunfador.
Hay un texto del Deuteronomio que me encanta porque da dos claves para que cualquiera –que crea y que confíe en el poder de Dios- se prepare para la batalla de la vida: “Si al salir ustedes a combatir a sus enemigos ven que ellos cuentan con caballería y carros de guerra, y con un ejército más numeroso que el de ustedes, no les tengan miedo, pues ustedes cuentan con el Señor, su Dios, que los sacó de Egipto. Y cuando llegué la hora de la batalla, el sacerdote se dirigirá al ejército y dirá: Escuchen, israelitas, hoy van a luchar contra sus enemigos. No se desanimen n tengan miedo; no tiemblen ni se asusten porque el Señor su Dios está con ustedes; Él luchará contra los enemigos de ustedes y les dará la victoria”. Creo que hay cuatro claves a interiorizar:
1. Debemos ser capaces de analizar contra quién se está batallando. Hay que conocer al enemigo. No se puede ser ingenuo, ni fanático, a la hora de ir a batallar, es una actitud necesaria el revisar con qué armas cuenta el enemigo, cómo está preparado para el combate. Negarse a eso es una manera de perder -de salida-. Los combatientes que nos son buenos analistas de la vida, terminan perdiendo muchas batallas. Hay que revisar, de manera inteligente y serena, cada situación para salir a enfrentarla.
2. El resultado de ese análisis no nos puede llenar de miedo, sino nos ayuda a encontrar caminos de solución para esta batalla. Hay enfermedades que se presentan mejor armadas que nosotros, pero no por eso vamos a darnos por vencidos sino buscaremos la mejor manera para enfrentarlas. Hay situaciones de soledad, infidelidad, rupturas o dolores, que nos ocasionan impresiones poderosas, pero no por eso vamos a decir que todo está ya perdido.
3. La relación con Dios es el soporte para saber que vamos a salir adelante. Dios nos debe servir para algo. No podemos tener un Dios inútil, recluido a un templo que no nos acompaña a la batalla, sino que no sale del culto. Un Dios así no nos sirve, porque nosotros no vivimos en el culto sino en la vida, y es ésta la que llena de sentido el espacio del culto. Mi relación con Dios tiene historia, porque me ha dado victorias anteriormente, pues bien, tenemos que pensar en ellas y tenerlas presentes para salir a combatir y triunfar. Es un Dios que nos ha dado la vida, que nos ha hecho triunfar en otras situaciones; luego entonces, tenemos que seguir hacia adelante. Un elemento bien bacano de esta fe es que este Dios sale a combatir con sus amigos, Aquel que está de parte de quien confía en Él. Eso nos hace estar seguros de que saldremos en victoria. La justicia es el criterio. Dios siempre está peleando a favor del justo.
4. Hay afirmaciones bien concretas: No te asustes, no tiembles, no tengas miedo… se trata de vivir en la actitud correcta, estar sereno y seguro para tomar las decisiones que corresponden. Cuando no estamos en esa tónica, seguro fallamos y hacemos las vainas mal.
Ahora te toca a ti asumir estas claves y ponerlas en perspectiva de las batallas que estás librando. Tú sabes cuáles son y cómo las estás viviendo. Es hora de llenarte de valor para continuar y triunfar.
P. Alberto Linero Gómez, Eudista
www.elmanestavivo.com
www.yoestoycontigo.com
A veces idealizamos la vida como una experiencia de total serenidad y ausencia de conflictos. Soñamos con esa vida y sufrimos por no tenerla. Pero la verdad es otra; la vida está llena de conflictos, de situaciones críticas y alguna que otra situación límite. No nos podemos substraer a esa condición de la humanidad. Esto queda bien expresado en la metáfora espiritual de la guerra. La vida es una guerra, una guerra espiritual. No estoy hablando de violencias insanas, ni de actitudes hostiles contra los otros, sino de la batalla que da el ser, todos los días, frente a la nada para imponerse en la existencia; o la del amor que debe batirse contra la indiferencia y el odio para hacernos consciente de que la ternura puede más que todas las manifestaciones violentas; la batalla del bien que no quiere ser considerado de otra época y tiene que dar la pelea ante el mal, sin hincar rodilla en el campo de lucha. Sí, la vida es una guerra. Una guerra que creemos ganada. Sí, en Cristo Jesús nosotros hemos considerado esa batalla ganada, el murió en la cruz para que cada uno de nosotros viva como triunfador.
Hay un texto del Deuteronomio que me encanta porque da dos claves para que cualquiera –que crea y que confíe en el poder de Dios- se prepare para la batalla de la vida: “Si al salir ustedes a combatir a sus enemigos ven que ellos cuentan con caballería y carros de guerra, y con un ejército más numeroso que el de ustedes, no les tengan miedo, pues ustedes cuentan con el Señor, su Dios, que los sacó de Egipto. Y cuando llegué la hora de la batalla, el sacerdote se dirigirá al ejército y dirá: Escuchen, israelitas, hoy van a luchar contra sus enemigos. No se desanimen n tengan miedo; no tiemblen ni se asusten porque el Señor su Dios está con ustedes; Él luchará contra los enemigos de ustedes y les dará la victoria”. Creo que hay cuatro claves a interiorizar:
1. Debemos ser capaces de analizar contra quién se está batallando. Hay que conocer al enemigo. No se puede ser ingenuo, ni fanático, a la hora de ir a batallar, es una actitud necesaria el revisar con qué armas cuenta el enemigo, cómo está preparado para el combate. Negarse a eso es una manera de perder -de salida-. Los combatientes que nos son buenos analistas de la vida, terminan perdiendo muchas batallas. Hay que revisar, de manera inteligente y serena, cada situación para salir a enfrentarla.
2. El resultado de ese análisis no nos puede llenar de miedo, sino nos ayuda a encontrar caminos de solución para esta batalla. Hay enfermedades que se presentan mejor armadas que nosotros, pero no por eso vamos a darnos por vencidos sino buscaremos la mejor manera para enfrentarlas. Hay situaciones de soledad, infidelidad, rupturas o dolores, que nos ocasionan impresiones poderosas, pero no por eso vamos a decir que todo está ya perdido.
3. La relación con Dios es el soporte para saber que vamos a salir adelante. Dios nos debe servir para algo. No podemos tener un Dios inútil, recluido a un templo que no nos acompaña a la batalla, sino que no sale del culto. Un Dios así no nos sirve, porque nosotros no vivimos en el culto sino en la vida, y es ésta la que llena de sentido el espacio del culto. Mi relación con Dios tiene historia, porque me ha dado victorias anteriormente, pues bien, tenemos que pensar en ellas y tenerlas presentes para salir a combatir y triunfar. Es un Dios que nos ha dado la vida, que nos ha hecho triunfar en otras situaciones; luego entonces, tenemos que seguir hacia adelante. Un elemento bien bacano de esta fe es que este Dios sale a combatir con sus amigos, Aquel que está de parte de quien confía en Él. Eso nos hace estar seguros de que saldremos en victoria. La justicia es el criterio. Dios siempre está peleando a favor del justo.
4. Hay afirmaciones bien concretas: No te asustes, no tiembles, no tengas miedo… se trata de vivir en la actitud correcta, estar sereno y seguro para tomar las decisiones que corresponden. Cuando no estamos en esa tónica, seguro fallamos y hacemos las vainas mal.
Ahora te toca a ti asumir estas claves y ponerlas en perspectiva de las batallas que estás librando. Tú sabes cuáles son y cómo las estás viviendo. Es hora de llenarte de valor para continuar y triunfar.
P. Alberto Linero Gómez, Eudista
www.elmanestavivo.com
www.yoestoycontigo.com
Etiquetas:
Alberto,
amor,
el man esta vivo,
Eudista,
mensaje de animo,
Padre Linero,
pelea
lunes, 6 de abril de 2009
… ¿cuando se usaba el tacón adelante?...
Estoy en el aeropuerto de Los Angeles (California) y al ver tantos cortes de cabello extraños para mí, tantos tatuajes que me parecen grotescos, tantas modas en las que la gente propende por verse mal por ser –aparentemente- original, me pregunto: ¿En qué momento el valor de la belleza cedió su lugar a la rareza?; ¿en qué momento la armonía no definió lo bello, sino que esta fue definida por lo impresionante?; ¿cómo fue que comenzó a contemplarse lo que fue hecho para pasar rápidamente?
La verdad no sé cuándo pasó esto No sé. No estoy enterado de cuándo dejamos que lo accidental desplazara lo esencial. Ni cuándo fue que los ojos del corazón se quedaron ciegos y comenzamos a ser guiados por la miopía o caímos en el reino de los ojos que sufren presbicia. No sé en qué momento quedamos expuestos a convertir la extrema delgadez en la panacea, o a pensar que si no somos flacos cadavéricos seríamos despreciados por nuestras características lípidas. No sé cuándo fue que las fotos pudieron hacer “milagros” gracias al embustero del fotoshop que quita y pone según el engaño que exija la venta.
No sé el momento exacto, pero sospecho que fue en el mismo momento en el que los papás ya no eran papás sino “mejores amigos” que como tales no disciplinaban, sino alcahueteaban. Creo que sucedió simultáneamente cuando ya no importaba qué, ni cómo lo hicieras con tal de que tuvieras plata. Seguro fue cuando el pudor fue cosa de ancianitas que no tenían nada qué mostrar, porque todo estaba arrugado. O pudo ser cuando la fidelidad fue sólo cuestión de curas célibes que pretendieron privar a los otros de lo que su propia decisión les había privado. Tengo la impresión que esto sucedió cuando un político (“servidor público”) comenzó a ser bueno porque robaba pero poco (también puede aplicarse a aquellos que pedían comisiones “bajas”, entre el 10 y 15%). Debió pasar cuando Dios dejó de ser un “dador de sentido”, para sólo ser un “bombero” que pedía diezmos por ayudar a los necesitados. Seguro que sucedió cuando los dibujos animados dejaron de parecer seres comunes y corrientes y se convirtieron en “monstruos” bien extraños y maleducados que trasgreden toda regla posible, -obviamente, sabiendo nosotros que eso nada influye en la conducta de los niños pues quien crea lo contrario es un dinosaurio bruto y oxidado-.
No sé quién lo hizo, ni con qué intención; pero sospecho que fue alguien bueno que quería hacernos más humanos y liberarnos del yugo de lo bueno, de lo verdadero y de lo bello, para dejarnos disfrutar de lo impresionante, lo aparente y lo útil. Me imagino que debo saber quién fue para agradecerle el favor puesto que ahora todo es mejor –que no me escuche mi abuela quien creía equivocadamente, absurda, incoherentemente, que lo de antes era mejor-. Y es que la prueba está a la vida, salta a ante nuestros ojos: ahora la gente es más feliz.
Sí, gracias a todo esto, ahora hay menos enfermedades psiquícas, emocionales, afectivas y menos drogadicción. La gente es más libre y más feliz. Las familias desbaratas y confusas generan seres humanos más firmes interiormente y constantes en sus búsquedas de realización. Sí, señor, la depresión, las manías, las angustias, el stress, la delincuencia juvenil, los abortos, la corrupción total, los divorcios tempranos, la campante inseguridad, la violencia absurda y extrema, esas atrocidades ya son cosas del pasado –del tiempo de la dinosaurio de mi abuelita- y, ahora, señores, ahora las salas de los psiquiatras y psícologos están vacías. Al volverse todo liviano, todos fuimos más felices.
Disculpen ustedes, de verdad disculpen que, un retrógrado como yo, prefiera el otro camino, que me declare en rebeldía contra esta manera de ver y hacer la vida. Disculpen que viva a lo “antiguo” –que no implica estar cerrado a lo nuevo, sino que implica tener convicciones y razones que no son negociables porque sostienen el sentido-, que crea en el amor fiel y definitivo, que crea en la búsqueda de lo bueno y de lo verdadero, que trate de ser coherente y consecuente con lo que piensa, habla y hace que pueda entender que mi unicidad no pasa por lo grotesco. Disculpen, yo no creo que haya existido un mundo ideal en el ayer, ni que todo tiempo pasado fue mejor, pero que vamos caminando hacia la pérdida del sentido y hay que resistirnos a ser del montón que camina al despeñadero, eso sí lo creo.
Disculpen ustedes que crea lo que me define no sea mi apariencia, que ni tampoco mi comportamiento, sino por lo que imprima mi identidad y esencia más profunda y más personal. Disculpen que siga gritando que el Man Está Vivo y que los invite a conocer a Dios y a dejarse a amar por Él, a descubrir cuál es su propósito para nuestras vidas. Disculpen que los siga invitando a relacionarse con total libertad y disponibilidad, con alguien que no se escandaliza porque tú seas diferente, porque conoce que la diferencia real está en tu corazón, en que eres único e irrepetible de verdad
La verdad no sé cuándo pasó esto No sé. No estoy enterado de cuándo dejamos que lo accidental desplazara lo esencial. Ni cuándo fue que los ojos del corazón se quedaron ciegos y comenzamos a ser guiados por la miopía o caímos en el reino de los ojos que sufren presbicia. No sé en qué momento quedamos expuestos a convertir la extrema delgadez en la panacea, o a pensar que si no somos flacos cadavéricos seríamos despreciados por nuestras características lípidas. No sé cuándo fue que las fotos pudieron hacer “milagros” gracias al embustero del fotoshop que quita y pone según el engaño que exija la venta.
No sé el momento exacto, pero sospecho que fue en el mismo momento en el que los papás ya no eran papás sino “mejores amigos” que como tales no disciplinaban, sino alcahueteaban. Creo que sucedió simultáneamente cuando ya no importaba qué, ni cómo lo hicieras con tal de que tuvieras plata. Seguro fue cuando el pudor fue cosa de ancianitas que no tenían nada qué mostrar, porque todo estaba arrugado. O pudo ser cuando la fidelidad fue sólo cuestión de curas célibes que pretendieron privar a los otros de lo que su propia decisión les había privado. Tengo la impresión que esto sucedió cuando un político (“servidor público”) comenzó a ser bueno porque robaba pero poco (también puede aplicarse a aquellos que pedían comisiones “bajas”, entre el 10 y 15%). Debió pasar cuando Dios dejó de ser un “dador de sentido”, para sólo ser un “bombero” que pedía diezmos por ayudar a los necesitados. Seguro que sucedió cuando los dibujos animados dejaron de parecer seres comunes y corrientes y se convirtieron en “monstruos” bien extraños y maleducados que trasgreden toda regla posible, -obviamente, sabiendo nosotros que eso nada influye en la conducta de los niños pues quien crea lo contrario es un dinosaurio bruto y oxidado-.
No sé quién lo hizo, ni con qué intención; pero sospecho que fue alguien bueno que quería hacernos más humanos y liberarnos del yugo de lo bueno, de lo verdadero y de lo bello, para dejarnos disfrutar de lo impresionante, lo aparente y lo útil. Me imagino que debo saber quién fue para agradecerle el favor puesto que ahora todo es mejor –que no me escuche mi abuela quien creía equivocadamente, absurda, incoherentemente, que lo de antes era mejor-. Y es que la prueba está a la vida, salta a ante nuestros ojos: ahora la gente es más feliz.
Sí, gracias a todo esto, ahora hay menos enfermedades psiquícas, emocionales, afectivas y menos drogadicción. La gente es más libre y más feliz. Las familias desbaratas y confusas generan seres humanos más firmes interiormente y constantes en sus búsquedas de realización. Sí, señor, la depresión, las manías, las angustias, el stress, la delincuencia juvenil, los abortos, la corrupción total, los divorcios tempranos, la campante inseguridad, la violencia absurda y extrema, esas atrocidades ya son cosas del pasado –del tiempo de la dinosaurio de mi abuelita- y, ahora, señores, ahora las salas de los psiquiatras y psícologos están vacías. Al volverse todo liviano, todos fuimos más felices.
Disculpen ustedes, de verdad disculpen que, un retrógrado como yo, prefiera el otro camino, que me declare en rebeldía contra esta manera de ver y hacer la vida. Disculpen que viva a lo “antiguo” –que no implica estar cerrado a lo nuevo, sino que implica tener convicciones y razones que no son negociables porque sostienen el sentido-, que crea en el amor fiel y definitivo, que crea en la búsqueda de lo bueno y de lo verdadero, que trate de ser coherente y consecuente con lo que piensa, habla y hace que pueda entender que mi unicidad no pasa por lo grotesco. Disculpen, yo no creo que haya existido un mundo ideal en el ayer, ni que todo tiempo pasado fue mejor, pero que vamos caminando hacia la pérdida del sentido y hay que resistirnos a ser del montón que camina al despeñadero, eso sí lo creo.
Disculpen ustedes que crea lo que me define no sea mi apariencia, que ni tampoco mi comportamiento, sino por lo que imprima mi identidad y esencia más profunda y más personal. Disculpen que siga gritando que el Man Está Vivo y que los invite a conocer a Dios y a dejarse a amar por Él, a descubrir cuál es su propósito para nuestras vidas. Disculpen que los siga invitando a relacionarse con total libertad y disponibilidad, con alguien que no se escandaliza porque tú seas diferente, porque conoce que la diferencia real está en tu corazón, en que eres único e irrepetible de verdad
Etiquetas:
Alberto,
amor,
Ensayo,
linero,
Los Angeles,
Minuto de Dios,
Modernidad,
padre
domingo, 15 de marzo de 2009
Ni mudo... ni bocaza
Tengo un amigo que, cuando el equipo de fútbol por el que hincha va a jugar, nos llama por teléfono a ofrecernos goles a montón y a decirnos que ganará y que es el mejor. Es alguien alegre, dicharachero y muy idealista que siempre está dispuesto a disfrutar los triunfos de su equipo. La gran mayoría de las veces su blanco equipo lo deja mal –por lo menos en el último tiempo- y termina perdiendo y/o eliminado; entonces, apaga el celular, no contesta los mensajes de voz, ni se aparece por la Internet y se hunde en un mutismo melancólico y gris. Cualquiera diría que de tantos golpes ya debió aprender… pero ¡qué va! Sigue y sigue hablando, ofreciendo derrotas, imaginando resultados favorables y gozando antes de triunfar.
Muchas veces creo que tiene razón y que así de optimista debiéramos ser todos antes de iniciar un proyecto; otras veces creo que debiera aprender a guardar silencio y a no cantar victoria antes de tiempo. No es que sea una contradicción, sino que quien quiera triunfar tiene que ser capaz de compartir los triunfos, contárselos a otros y disfrutar al máximo no debe perder de vista la humildad que lo capacita para seguir compartiendo con los demás.
Sé que la verdadera actitud de la vida está entre el cacareo de la gallina que pone un pequeño huevo y el silencio del Avestruz que no dice nada con su “postura”. Hay que saber cuándo cacarear y cuándo hacer silencio. Hay que analizar bien cada situación y tener la actitud adecuada para resaltar lo que se ha hecho, como también para no perder la compostura y ser altanero con los demás. Sé que muchos no creen en lo que hacen y, por eso, aunque han “puesto” un huevo tan grande como el del avestruz, guardan silencio y terminan desperdiciados en el cuarto de “San Alejo” de la vida; esas son personas que no saben venderse y anunciarle a los otros lo que han logrado, pasando de manera inadvertida por la existencia. Otros, en cambio, alardean demasiado, cacarean con tantas ganas que sus ruidos revolotean por toda la vida de manera exagerada, ante lo pequeño de lo que han logrado; la bulla es muy grande para lo poco que hacen, son elitistas y se venden en demasía, dejando a los que interactúan con ellos con la sensación de que son estafadores o embaucadores.
Saber cuándo mostrar lo hecho y cuándo callar es una habilidad que debemos desarrollar si queremos triunfar y ser verdaderos líderes en nuestros grupos. Es importante saber “mercadearse”, eso no va en contra de la humildad, quien dice lo que hace bien y elige el momento para hacerlo, está mostrando a los demás de lo que es capaz. Exaltar las virtudes de lo que hacemos no es pecado, pecado es exagerar, ser un prepotente que con palabras hiperbólicas, tratar de hacer del agua de una “checa” un tsunami. Eso sí es falta de humildad, es mentir, exagerar, engañar con tal de ser reconocido. Si bien es cierto que no podemos ser “bocazas”, también es cierto que no podemos ser gente tímida y callada que no comparte sus logros y que termina arrinconada por los mediocres que a punta de “mercadearse” han logrado ser exaltados.
Ahora, lo que no podemos es dar por ganado lo que no hemos ganado. Nuestro optimismo no nos puede llevar a negar la realidad creyendo que con un chasquido de dedos podremos triunfar. Mi amigo falla no porque es optimista y le gusta hacer conocer sus triunfos, sino porque gana antes de que comience el partido, en el que normalmente pierde y entonces tiene que hacer una “ensalada” –ya que está haciendo dieta- con sus palabras y comerlas.
Mi invitación hoy es a que seas capaz de valorar tus triunfos, de sentirte orgulloso de lo que logras, de celebrar los motivos que la vida te regala a través de las capacidades que tienes, de creer en ti y de compartir con otros tus victorias y hacerles comprender que Dios te ha dado muchas bendiciones para compartir con ellos. Y, también, a ser capaz de guardar silencio en los momentos oportunos y jamás exagerar con lo que haces, ni pretender que tus triunfos son más que los de los demás y, por eso, pensar que tienes el derecho a pisotearlos y a creerlos inferiores a ti.
Goza tus triunfos, disfrútalos y compártelos con los que amas. Que ellos sepan que eres un ser victorioso que sabe comprender cada situación de la vida. Pero a la vez no alardees y se capaz de esperar el momento oportuno para compartir lo que has logrado y Dios te ha dado.
Muchas veces creo que tiene razón y que así de optimista debiéramos ser todos antes de iniciar un proyecto; otras veces creo que debiera aprender a guardar silencio y a no cantar victoria antes de tiempo. No es que sea una contradicción, sino que quien quiera triunfar tiene que ser capaz de compartir los triunfos, contárselos a otros y disfrutar al máximo no debe perder de vista la humildad que lo capacita para seguir compartiendo con los demás.
Sé que la verdadera actitud de la vida está entre el cacareo de la gallina que pone un pequeño huevo y el silencio del Avestruz que no dice nada con su “postura”. Hay que saber cuándo cacarear y cuándo hacer silencio. Hay que analizar bien cada situación y tener la actitud adecuada para resaltar lo que se ha hecho, como también para no perder la compostura y ser altanero con los demás. Sé que muchos no creen en lo que hacen y, por eso, aunque han “puesto” un huevo tan grande como el del avestruz, guardan silencio y terminan desperdiciados en el cuarto de “San Alejo” de la vida; esas son personas que no saben venderse y anunciarle a los otros lo que han logrado, pasando de manera inadvertida por la existencia. Otros, en cambio, alardean demasiado, cacarean con tantas ganas que sus ruidos revolotean por toda la vida de manera exagerada, ante lo pequeño de lo que han logrado; la bulla es muy grande para lo poco que hacen, son elitistas y se venden en demasía, dejando a los que interactúan con ellos con la sensación de que son estafadores o embaucadores.
Saber cuándo mostrar lo hecho y cuándo callar es una habilidad que debemos desarrollar si queremos triunfar y ser verdaderos líderes en nuestros grupos. Es importante saber “mercadearse”, eso no va en contra de la humildad, quien dice lo que hace bien y elige el momento para hacerlo, está mostrando a los demás de lo que es capaz. Exaltar las virtudes de lo que hacemos no es pecado, pecado es exagerar, ser un prepotente que con palabras hiperbólicas, tratar de hacer del agua de una “checa” un tsunami. Eso sí es falta de humildad, es mentir, exagerar, engañar con tal de ser reconocido. Si bien es cierto que no podemos ser “bocazas”, también es cierto que no podemos ser gente tímida y callada que no comparte sus logros y que termina arrinconada por los mediocres que a punta de “mercadearse” han logrado ser exaltados.
Ahora, lo que no podemos es dar por ganado lo que no hemos ganado. Nuestro optimismo no nos puede llevar a negar la realidad creyendo que con un chasquido de dedos podremos triunfar. Mi amigo falla no porque es optimista y le gusta hacer conocer sus triunfos, sino porque gana antes de que comience el partido, en el que normalmente pierde y entonces tiene que hacer una “ensalada” –ya que está haciendo dieta- con sus palabras y comerlas.
Mi invitación hoy es a que seas capaz de valorar tus triunfos, de sentirte orgulloso de lo que logras, de celebrar los motivos que la vida te regala a través de las capacidades que tienes, de creer en ti y de compartir con otros tus victorias y hacerles comprender que Dios te ha dado muchas bendiciones para compartir con ellos. Y, también, a ser capaz de guardar silencio en los momentos oportunos y jamás exagerar con lo que haces, ni pretender que tus triunfos son más que los de los demás y, por eso, pensar que tienes el derecho a pisotearlos y a creerlos inferiores a ti.
Goza tus triunfos, disfrútalos y compártelos con los que amas. Que ellos sepan que eres un ser victorioso que sabe comprender cada situación de la vida. Pero a la vez no alardees y se capaz de esperar el momento oportuno para compartir lo que has logrado y Dios te ha dado.
domingo, 1 de marzo de 2009
CUARESMA: TIEMPO DE PREPARACIÓN Y PURIFICACIÓN
El año litúrgico lo podríamos comparar con un largo camino, en el que se encuentran tramos que tienen diferentes características en su superficie, algunos son rocosos, otros son planos, otros duros, otros fangosos. Cada tiempo litúrgico es como uno de esos tramos del camino general llamado año litúrgico. Por lo mismo, cada tiempo tiene sus características teológicas, litúrgicas y espirituales. La cuaresma es uno de esos tramos, uno de esos tiempos que nos invita desde sus características a vivir nuestra fe de una manera muy particular a través de los matices que se hacen presente en ella.
La palabra cuaresma nos remite enseguida al número 40. Número usado una y otra vez en la Biblia para designar un tiempo largo e intenso de preparación, de purificación. Cuando algunos de los personajes centrales de la Biblia iban a vivir un momento fundamental y extraordinario de su vida, este estaba precedido por un 40, es decir; por una cuaresma, por un tiempo largo e intenso de preparación y purificación. Pensemos en tres escenas del Antiguo Testamento construidas desde este número:
La primera cuaresma que encontramos en la Biblia es la del Diluvio (Génesis 7,17). El cual tiene que entenderse desde la nueva creación. Dios que da al hombre una nueva oportunidad y lo re-crea. Es el sentido bautismal que encuentra Pedro en esta experiencia (1Pedro 3,20). Es la preparación que tiene que vivir el hombre para vivir la presencia creadora de Dios en su corazón. Preparación que supone la purificación de todo aquello que nos aleja de su poder.
Una segunda cuaresma es la del pueblo (Número 14,35) de Israel caminando por el desierto hacia la tierra prometida. Pasar de la esclavitud a la plenitud de la tierra prometida supone la preparación del desierto, la cuestión no es mágica.
Una tercera podría ser la de Elías quien camina 40 días y 40 noches hacia el monte Horeb (1Reyes 19,8-13). Es el camino de preparación para tener el encuentro con el Señor.
En el Nuevo Testamento la escena más inspiradora es la del Señor quien ayunó cuarenta días para prepararse a su misión y pudo en el desierto vencer las tentaciones del maligno (Mateo 4,1-11).
Esto es lo que se nos propone por estos días; que seamos capaces de prepararnos durante 40 días para vivir el Misterio Pascual, Cristo Muerto y Resucitado, como el centro de nuestra fe y el hecho más importante de nuestra historia de salvación. Ese es el sentido de este tiempo litúrgico que todos seamos capaces de mirar hacia adentro y nos preparemos y nos dejemos purificar del Dueño de la vida para estar listo a celebrar y vivir el acontecimiento redentor.
¿Cómo prepararnos?
Les propongo tres temas de preparación y purificación:
El desierto es el lugar teológico por excelencia de la cuaresma. Es el lugar del encuentro con Dios: “Conduciré a Israel al desierto y allí le hablaré al corazón” (Oseas 2,15). Te propongo que te prepares escuchando a Dios. Deja que su Palabra entre a tu vida, la ilumine y le de el sentido que andas buscando. Acalla tu corazón y deja que sea la voz del Señor la que resuene. Trata de evitar tanto ruido que te saca de orbita y que te coloca en medio de la depresión, del miedo, de la angustia. Interioriza, mira hacia adentro de tu vida y date cuenta que es lo que Dios te dice desde tu conciencia, desde tus amigos, desde la creación, desde la historia misma. No se trata de retirarse a vivir solitariamente, se trata de ser capaz de no dejarse atrapar por ese ruido exagerado que nos descentra y nos lleva a querer lo que nos daña.
En el desierto no sólo se halla a Dios, sino que se corre también con la posibilidad de encontrarse con el Maligno, al que la tradición asigna precisamente estos espacios inmensos, pero estériles. Por ejemplo, después de cargar al chivo emisario con el pecado de los hombres, se le enviaba al desierto, morada mítica del demonio Azazel (Levítico 16,22.26). Por eso también, es el lugar de las tentaciones. Y una buena preparación sería enfrentar y vencer nuestras propias tentaciones. Cada uno sabe que es lo que lo está acabando con su proyecto de vida; sabe cuáles son los comportamientos, los pensamientos, las palabras que le están llevando a sufrir innecesariamente. Es el momento de salir adelante enfrentando a las tentaciones. Siempre tendremos la fuerza de Dios a nuestra lado para poderlas vencer.
La oración es fundamental para estar preparado para lo que Dios quiere. Quien no ora no tiene fe. La fe es alimentada por la oración. Es en el diálogo interior con Dios, cómo comprendemos todo eso que la razón nos muestra como inalcanzable. Este es el tiempo propicio para abrir el corazón y dejar a Dios entrar y ser Dios en nosotros. Es el instante para tratar de leer las experiencias de la vida desde la óptica de Dios, desde su amor, desde su misericordia. Acércate más a El y a su Palabra. Es tener la conciencia de que nunca hemos estado solos: “Hace cuarenta años que Yahveh está contigo, sin qua da te haya faltado” (Deuteronomio 2,7), de que Dios siempre ha estado con nosotros. Es mucho más que hablarle, es saberlo presente, es tenerlo en e corazón. Es celebrarle con la alegría de todos los días pero con el gozo de la comunidad que se siente bendecida por el en la liturgia. Quien sabe quien es Dios sabe también quien es el. Por eso cuando más en oración estamos, más conocedores de nuestra pequeñez somos, y más necesitados del poder de Dios nos mostramos. Que bueno sería ayunar. Y no estoy pensando solo en comida que a más de un vanidoso le sería el pretexto preciso para hacer dieta, sino de todo aquello que amenace nuestra voluntad y nos haga esclavos. Todos tenemos gustos, pasiones que nos dominan y que tratan de hacernos sus marionetas. Este podría ser un tiempo para mostrarnos dueños de nosotros mismos y ayunar, mantener a raya, en su lugar, a tantas de esas fuerzas. Es el sentido de los sacrificios y de la abstinencia de estos días: Mostrar que somos dueños de nosotros mismos y que el único que puede gobernarnos plenamente y hacernos más dignos es el Señor, nadie más.
La fe cristiana siempre es una fe que se vive en comunidad. No es un problema sólo del individuo. Es la comunidad el espacio natural de la fe de alguien que ha decidido seguir a Cristo. Por ello prepararse para pascua, que es la expresión máxima de la preexistencia supone la apertura al otro. Tenemos que vivir para ayudar al que necesita. Nosotros hemos recibido ese encargo del Buen Samaritano que al encontrar una humanidad dolida y enferma, la ha sanado y la ha dejado a nuestro cargo mientras vuelve. El sentido de la “limosna” pasa por aquí. No creo en el diezmo si no en la Ofrenda. Espero no darle el 10 por ciento de mi vida a Dios sino toda mi vida, y espero dársela en ayuda a todos aquellos que la necesitan. No podemos ser seres individuales que solo piensan en si mismos y en lo que han podido lograr. Es necesario pensar en el otro y en sus necesidades. Ese es el sentido social de no comer carne algunos viernes, es dejar de comer el alimento más caro –por lo menos así era antes- y hacer que sobre un dinero para darlo a los que más lo necesitan. Sin pensar en el otro no se puede ser cristiano.
Ese es el sentido de este tiempo: Prepararse y Purificarse de cara a celebrar el Misterio pascual. Es el trabajo que cada uno de nosotros tiene que vivir. Te invito a hacer tu propio camino cuaresmal.
La palabra cuaresma nos remite enseguida al número 40. Número usado una y otra vez en la Biblia para designar un tiempo largo e intenso de preparación, de purificación. Cuando algunos de los personajes centrales de la Biblia iban a vivir un momento fundamental y extraordinario de su vida, este estaba precedido por un 40, es decir; por una cuaresma, por un tiempo largo e intenso de preparación y purificación. Pensemos en tres escenas del Antiguo Testamento construidas desde este número:
La primera cuaresma que encontramos en la Biblia es la del Diluvio (Génesis 7,17). El cual tiene que entenderse desde la nueva creación. Dios que da al hombre una nueva oportunidad y lo re-crea. Es el sentido bautismal que encuentra Pedro en esta experiencia (1Pedro 3,20). Es la preparación que tiene que vivir el hombre para vivir la presencia creadora de Dios en su corazón. Preparación que supone la purificación de todo aquello que nos aleja de su poder.
Una segunda cuaresma es la del pueblo (Número 14,35) de Israel caminando por el desierto hacia la tierra prometida. Pasar de la esclavitud a la plenitud de la tierra prometida supone la preparación del desierto, la cuestión no es mágica.
Una tercera podría ser la de Elías quien camina 40 días y 40 noches hacia el monte Horeb (1Reyes 19,8-13). Es el camino de preparación para tener el encuentro con el Señor.
En el Nuevo Testamento la escena más inspiradora es la del Señor quien ayunó cuarenta días para prepararse a su misión y pudo en el desierto vencer las tentaciones del maligno (Mateo 4,1-11).
Esto es lo que se nos propone por estos días; que seamos capaces de prepararnos durante 40 días para vivir el Misterio Pascual, Cristo Muerto y Resucitado, como el centro de nuestra fe y el hecho más importante de nuestra historia de salvación. Ese es el sentido de este tiempo litúrgico que todos seamos capaces de mirar hacia adentro y nos preparemos y nos dejemos purificar del Dueño de la vida para estar listo a celebrar y vivir el acontecimiento redentor.
¿Cómo prepararnos?
Les propongo tres temas de preparación y purificación:
El desierto es el lugar teológico por excelencia de la cuaresma. Es el lugar del encuentro con Dios: “Conduciré a Israel al desierto y allí le hablaré al corazón” (Oseas 2,15). Te propongo que te prepares escuchando a Dios. Deja que su Palabra entre a tu vida, la ilumine y le de el sentido que andas buscando. Acalla tu corazón y deja que sea la voz del Señor la que resuene. Trata de evitar tanto ruido que te saca de orbita y que te coloca en medio de la depresión, del miedo, de la angustia. Interioriza, mira hacia adentro de tu vida y date cuenta que es lo que Dios te dice desde tu conciencia, desde tus amigos, desde la creación, desde la historia misma. No se trata de retirarse a vivir solitariamente, se trata de ser capaz de no dejarse atrapar por ese ruido exagerado que nos descentra y nos lleva a querer lo que nos daña.
En el desierto no sólo se halla a Dios, sino que se corre también con la posibilidad de encontrarse con el Maligno, al que la tradición asigna precisamente estos espacios inmensos, pero estériles. Por ejemplo, después de cargar al chivo emisario con el pecado de los hombres, se le enviaba al desierto, morada mítica del demonio Azazel (Levítico 16,22.26). Por eso también, es el lugar de las tentaciones. Y una buena preparación sería enfrentar y vencer nuestras propias tentaciones. Cada uno sabe que es lo que lo está acabando con su proyecto de vida; sabe cuáles son los comportamientos, los pensamientos, las palabras que le están llevando a sufrir innecesariamente. Es el momento de salir adelante enfrentando a las tentaciones. Siempre tendremos la fuerza de Dios a nuestra lado para poderlas vencer.
La oración es fundamental para estar preparado para lo que Dios quiere. Quien no ora no tiene fe. La fe es alimentada por la oración. Es en el diálogo interior con Dios, cómo comprendemos todo eso que la razón nos muestra como inalcanzable. Este es el tiempo propicio para abrir el corazón y dejar a Dios entrar y ser Dios en nosotros. Es el instante para tratar de leer las experiencias de la vida desde la óptica de Dios, desde su amor, desde su misericordia. Acércate más a El y a su Palabra. Es tener la conciencia de que nunca hemos estado solos: “Hace cuarenta años que Yahveh está contigo, sin qua da te haya faltado” (Deuteronomio 2,7), de que Dios siempre ha estado con nosotros. Es mucho más que hablarle, es saberlo presente, es tenerlo en e corazón. Es celebrarle con la alegría de todos los días pero con el gozo de la comunidad que se siente bendecida por el en la liturgia. Quien sabe quien es Dios sabe también quien es el. Por eso cuando más en oración estamos, más conocedores de nuestra pequeñez somos, y más necesitados del poder de Dios nos mostramos. Que bueno sería ayunar. Y no estoy pensando solo en comida que a más de un vanidoso le sería el pretexto preciso para hacer dieta, sino de todo aquello que amenace nuestra voluntad y nos haga esclavos. Todos tenemos gustos, pasiones que nos dominan y que tratan de hacernos sus marionetas. Este podría ser un tiempo para mostrarnos dueños de nosotros mismos y ayunar, mantener a raya, en su lugar, a tantas de esas fuerzas. Es el sentido de los sacrificios y de la abstinencia de estos días: Mostrar que somos dueños de nosotros mismos y que el único que puede gobernarnos plenamente y hacernos más dignos es el Señor, nadie más.
La fe cristiana siempre es una fe que se vive en comunidad. No es un problema sólo del individuo. Es la comunidad el espacio natural de la fe de alguien que ha decidido seguir a Cristo. Por ello prepararse para pascua, que es la expresión máxima de la preexistencia supone la apertura al otro. Tenemos que vivir para ayudar al que necesita. Nosotros hemos recibido ese encargo del Buen Samaritano que al encontrar una humanidad dolida y enferma, la ha sanado y la ha dejado a nuestro cargo mientras vuelve. El sentido de la “limosna” pasa por aquí. No creo en el diezmo si no en la Ofrenda. Espero no darle el 10 por ciento de mi vida a Dios sino toda mi vida, y espero dársela en ayuda a todos aquellos que la necesitan. No podemos ser seres individuales que solo piensan en si mismos y en lo que han podido lograr. Es necesario pensar en el otro y en sus necesidades. Ese es el sentido social de no comer carne algunos viernes, es dejar de comer el alimento más caro –por lo menos así era antes- y hacer que sobre un dinero para darlo a los que más lo necesitan. Sin pensar en el otro no se puede ser cristiano.
Ese es el sentido de este tiempo: Prepararse y Purificarse de cara a celebrar el Misterio pascual. Es el trabajo que cada uno de nosotros tiene que vivir. Te invito a hacer tu propio camino cuaresmal.
lunes, 9 de febrero de 2009
¿Es mejor solos?
Una de las situaciones más duras de la vida moderna es la soledad. Se ha convertido en el ¨coco¨ moderno con el que nadie quiere encontrarse. En nuestra apresurada vida actual, todos le huyen a la soledad. Por eso, los fugitivos de la soledad, llenan su vida de aparatos electrónicos que los acompañen haciéndoles presentes otras voces distintas a las suyas, voces que –aunque lejanas- les hagan creer que están con otros.
Este mundo de la globalización, de la intercomunicación, de la comunicación generalizada, de la tecnología deslumbrante en medios como Internet, teléfonos móviles, reproductores digitales de música y radio, etc. este mundo nos ha enseñado a tenerle miedo a la monstruosa soledad y se empeñó en hacernos creer que quien está solo es infeliz y no puede construir nada.
Tengo que comenzar diciendo que la soledad no es siempre una desgracia, ya que ella nos puede permitir tomar distancia de los ruidos y de las situaciones que nos alejan de nosotros mismos, propiciándonos un espacio para el encuentro con nosotros mismos y con el absoluto, es decir, con Dios. Cuando se acallan las voces de este mundo nos queda escuchar nuestra propia voz interior y en ella encontrar al Dueño de la vida. En muchas ocasiones la soledad es la condición de posibilidad para el encuentro con Dios. Por ello, no debiéramos tenerle miedo sino aprovecharla.
Comprendo también que hay unas experiencias de "solitariedad" y de aislamiento que nos dañan y que nos llevan a sufrir. Somos seres sociales y necesitamos a los otros para podernos realizar de manera adecuada, tampoco eso podemos negar. Sentirse poco valorado, despreciado, marginado y creer que no se es importante para nadie, nos hace daño y nos lleva a la infelicidad. Necesitamos tener relaciones intensas con los otros y saber que somos importantes para ellos.
Franco Devita cantaba: "te veo venir soledad", aludiendo a que la soledad no es algo que cae del cielo sino es algo que nosotros construimos con nuestras actitudes. También es una decisión que tomamos, algunas veces consciente y algunas otras sin percatarnos de ella. Lo cierto es que las opciones que tomamos y las conductas que asumimos, pueden dejarnos a las puertas de la soledad y debemos estar preparados para que esto pase.
Por ejemplo, cuando vivo desconfiando de los otros, cuando todo lo que hacen me parece sospechoso y me amargo y los amargo por eso, entonces tengo que ir preparándome para quedarme solo. Si soy miedoso, si no me atrevo a entablar relaciones con facilidad, si no me abro a los demás porque temo ser defraudado o abandonado, entonces no puedo esperar otra cosa que la soledad al final del camino. Si tengo una crítica ácida para todo, si me produce placer encontrarle defectos a todos y a todos, si no puedo contenerme cuando descubro fallas y me resulta placentero decirlas abiertamente; yo también debería prepararme para estar solo.
Por todo lo anterior quisiera que pensaras en qué tipo de soledad vives o a qué tipo le temes. Si es una soledad circunstancial y efímera o tiende a mantenerse; si es una soledad provocada o es producto accidental de situaciones de momento. Te invito a que hagas un diagnóstico sobre la soledad, que pienses si vas en camino a ella y quieres que así sea o si preferirías cambiar lo que debas para no terminar como el llanero.
Lo otro que quiero proponerte es que venzas el miedo a hacer turismo interior y mires dentro de ti, que investigues quién eres y para dónde vas. Porque quien se conoce puede tomar decisiones más saludables y pertinentes. Alguien que asume sus limitaciones y miedos, que sabe quién quiere ser, que es consciente de cómo lo ven los demás; alguien así puede estar claro en la decisión si es una mejor decisión estar solo o vivir acompañado.
Otro punto para no estar solo tiene que ver con establecer puentes con los demás, invertir en las relaciones, hacer consignaciones positivas a los demás, que no tengamos tantos obstáculos para que existan el acercamiento.
Entendamos que no hay nada que perder, así es que no tengamos miedo al rechazo, no dejemos que se pierdan las oportunidades de encontrar relaciones que pueden hacernos felices por el susto de dar el primer paso, como dice mi papá: ¨hombre cobarde, no disfruta mujer bonita¨.
No hagamos un caparazón que nos proteja de los peligros, al precio de aislarnos del mundo y robarnos el aire fresco que corre por las calles. Que quede claro que encerrarnos en nosotros mismos es reconocer la derrota. Porque nos sienta mejor tener con quién hablar, intimar y a quién querer; pero no nos atrevemos a dar el paso. No somos tan raros como a veces pensamos. No hay más que hablar en profundidad y confianza con cualquier persona para comprobarlo. Podemos "llenar" a más gente de la que creemos y nos pueden resultar atractivas muchas personas que tenemos muy cerca.
En conclusión, la soledad no es el enemigo. El problema real está en llegar a ella sin tener claro por qué o cómo. Puedes decidir construir tu proyecto existencial en compañía o en soledad, pero esa decisión no puede tomarla la brisa por ti.
Este mundo de la globalización, de la intercomunicación, de la comunicación generalizada, de la tecnología deslumbrante en medios como Internet, teléfonos móviles, reproductores digitales de música y radio, etc. este mundo nos ha enseñado a tenerle miedo a la monstruosa soledad y se empeñó en hacernos creer que quien está solo es infeliz y no puede construir nada.
Tengo que comenzar diciendo que la soledad no es siempre una desgracia, ya que ella nos puede permitir tomar distancia de los ruidos y de las situaciones que nos alejan de nosotros mismos, propiciándonos un espacio para el encuentro con nosotros mismos y con el absoluto, es decir, con Dios. Cuando se acallan las voces de este mundo nos queda escuchar nuestra propia voz interior y en ella encontrar al Dueño de la vida. En muchas ocasiones la soledad es la condición de posibilidad para el encuentro con Dios. Por ello, no debiéramos tenerle miedo sino aprovecharla.
Comprendo también que hay unas experiencias de "solitariedad" y de aislamiento que nos dañan y que nos llevan a sufrir. Somos seres sociales y necesitamos a los otros para podernos realizar de manera adecuada, tampoco eso podemos negar. Sentirse poco valorado, despreciado, marginado y creer que no se es importante para nadie, nos hace daño y nos lleva a la infelicidad. Necesitamos tener relaciones intensas con los otros y saber que somos importantes para ellos.
Franco Devita cantaba: "te veo venir soledad", aludiendo a que la soledad no es algo que cae del cielo sino es algo que nosotros construimos con nuestras actitudes. También es una decisión que tomamos, algunas veces consciente y algunas otras sin percatarnos de ella. Lo cierto es que las opciones que tomamos y las conductas que asumimos, pueden dejarnos a las puertas de la soledad y debemos estar preparados para que esto pase.
Por ejemplo, cuando vivo desconfiando de los otros, cuando todo lo que hacen me parece sospechoso y me amargo y los amargo por eso, entonces tengo que ir preparándome para quedarme solo. Si soy miedoso, si no me atrevo a entablar relaciones con facilidad, si no me abro a los demás porque temo ser defraudado o abandonado, entonces no puedo esperar otra cosa que la soledad al final del camino. Si tengo una crítica ácida para todo, si me produce placer encontrarle defectos a todos y a todos, si no puedo contenerme cuando descubro fallas y me resulta placentero decirlas abiertamente; yo también debería prepararme para estar solo.
Por todo lo anterior quisiera que pensaras en qué tipo de soledad vives o a qué tipo le temes. Si es una soledad circunstancial y efímera o tiende a mantenerse; si es una soledad provocada o es producto accidental de situaciones de momento. Te invito a que hagas un diagnóstico sobre la soledad, que pienses si vas en camino a ella y quieres que así sea o si preferirías cambiar lo que debas para no terminar como el llanero.
Lo otro que quiero proponerte es que venzas el miedo a hacer turismo interior y mires dentro de ti, que investigues quién eres y para dónde vas. Porque quien se conoce puede tomar decisiones más saludables y pertinentes. Alguien que asume sus limitaciones y miedos, que sabe quién quiere ser, que es consciente de cómo lo ven los demás; alguien así puede estar claro en la decisión si es una mejor decisión estar solo o vivir acompañado.
Otro punto para no estar solo tiene que ver con establecer puentes con los demás, invertir en las relaciones, hacer consignaciones positivas a los demás, que no tengamos tantos obstáculos para que existan el acercamiento.
Entendamos que no hay nada que perder, así es que no tengamos miedo al rechazo, no dejemos que se pierdan las oportunidades de encontrar relaciones que pueden hacernos felices por el susto de dar el primer paso, como dice mi papá: ¨hombre cobarde, no disfruta mujer bonita¨.
No hagamos un caparazón que nos proteja de los peligros, al precio de aislarnos del mundo y robarnos el aire fresco que corre por las calles. Que quede claro que encerrarnos en nosotros mismos es reconocer la derrota. Porque nos sienta mejor tener con quién hablar, intimar y a quién querer; pero no nos atrevemos a dar el paso. No somos tan raros como a veces pensamos. No hay más que hablar en profundidad y confianza con cualquier persona para comprobarlo. Podemos "llenar" a más gente de la que creemos y nos pueden resultar atractivas muchas personas que tenemos muy cerca.
En conclusión, la soledad no es el enemigo. El problema real está en llegar a ella sin tener claro por qué o cómo. Puedes decidir construir tu proyecto existencial en compañía o en soledad, pero esa decisión no puede tomarla la brisa por ti.
Etiquetas:
amor,
linero,
Minuto de Dios,
soledad
domingo, 25 de enero de 2009
¡…Te amo y confío en ti…!
Las relaciones de amor exigen confianza. No es posible vivir una experiencia de amor si no se confía en la otra persona. Confiar es tener la certeza que el otro no me va a dañar de manera consciente. Es estar seguro que a la base de la relación, con esa persona, está la decisión de ayudarme a ser más feliz y mejor ser humano. Cuando alguien me ama siempre quiere para mí lo mejor y quiere que todo me salga bien. Ella ha tomado la decisión de incluirme, por amor gratuito, entre las personas que forman parte de su círculo más íntimo y que tiene que ver con su realización y felicidad. Confío porque tengo claro esa decisión de la otra persona y en mi corazón hay la estoy seguro que puedo confiar en ella. La confianza nace de la comprobación histórica de esa decisión del otro. Es decir, confío en el otro cuando sus actos continuos me han enseñado que me quiere lo mejor para mí. Es muy complicado confiar en alguien que sistemáticamente ha mostrado que quiere dañarnos y que espera cualquiera "desatención" para aprovecharse de ella. Por eso hay que tener claro sin vida compartida, sin acciones que expresen una opción a favor mía no hay verdadera confianza.
Cuando en una relación no hay confianza tampoco puede haber amor. No es posible que mi felicidad esté determinada por la tuya sin que yo pueda confiar en tu palabra, en tus acciones, en tus decisiones. Si creo que me vas a engañar y necesito estar vigilándote, es porque creo que no me amas. Si tengo que estar a la defensiva por lo que vas a hacer, es porque tal vez tengo miedo que me dañes y esa es una expresión clara que no me amas. Si tengo miedo que tengas otra pareja, otros amigos, que sean más importantes que yo, es porque no he podido descubrir en tus expresiones afectivas la exclusividad que requiere el amor de pareja. Si tengo que hacer poses que encubran mi verdadero ser es porque el tiempo compartido no me ha dejado claro que me aceptas tal cual como soy.
Cuando amo y confío me puedo presentar tal cual como soy, mostrando mis debilidades, mis carencias e inseguridades a la otra persona; porque sé que la otra persona no va a utilizar esas debilidades en contra mía, ni se aprovechará de ellas para dañarme.
Considero que desde aquí se puede entender la metáfora de la desnudez –el presentarme tal cual soy, sin nada que esconda lo que soy y tengo- del hombre en el libro del Génesis cuando después de haber comido del fruto prohibido, de la toma de conciencia de lo bueno y de lo malo y el rompimiento con Dios, este es cuestionado por Dios "¿Dónde estás? Y Adán responde "Te oí andar por el jardín y tuve miedo, porque estoy desnudo, por eso me escondí". Quien no confía tiene miedo de ser visto desnudo. Busca tener algo que cubra sus dimensiones de las que no está satisfecho o tiene miedo de no ser aceptado por el otro. Quien ama se siente amado no tiene miedo de mostrar sus defectos, sus necesidades, sus carencias, sus equivocaciones, ya que se sabe aceptado y valorado tal cual es.
Dolorosamente nos hemos acostumbrado a las caretas en las relaciones afectivas, y también como Adán respondemos que tenemos miedo porque estamos desnudos, y no nos sentimos amados. Es realmente frustrante que sean los celos –y en algunos casos con visos netamente patológicos- y las actitudes vigilantes sean asumidas como indicadores de verdadero amor. Cómo si la ecuación fuera: "Quien no me vigila y no desconfía de mí no me ama". Nada más falso y dañino.
Ahora, cuando la confianza se rompe. Cuando descubrimos que el otro si es capaz de dañarnos, de herirnos, de mentirnos, de hacernos lo peor. Es muy difícil volver a confiar. SE necesita una buena sanación, un buen proceso de reconciliación, perdón y la certeza de que un cambio se ha producido en la otra persona. No creo que sea fácil volver a confiar. Se necesita tiempo y muchos cambios. Entiendo a los que no vuelven a confiar y deciden decir que es mejor poner distancia. Comprendo a aquellos que manifiestan que las heridas tan fuertes no ha podido sanar con las palabras de arrepentimiento que los otros han dicho y que prefieren no seguir con la relación. Claro que también creo que es posible intentarlo una vez más y que es posible que lo roto vuelva a coserse y pueda generarse una actitud de confianza luego de un engaño.
Te bendigo y te deseo, que esta reflexión posibilite decisiones sobre la relación amor y confianza que te ayuden a la realización de tu proyecto personal de vida.
Cuando en una relación no hay confianza tampoco puede haber amor. No es posible que mi felicidad esté determinada por la tuya sin que yo pueda confiar en tu palabra, en tus acciones, en tus decisiones. Si creo que me vas a engañar y necesito estar vigilándote, es porque creo que no me amas. Si tengo que estar a la defensiva por lo que vas a hacer, es porque tal vez tengo miedo que me dañes y esa es una expresión clara que no me amas. Si tengo miedo que tengas otra pareja, otros amigos, que sean más importantes que yo, es porque no he podido descubrir en tus expresiones afectivas la exclusividad que requiere el amor de pareja. Si tengo que hacer poses que encubran mi verdadero ser es porque el tiempo compartido no me ha dejado claro que me aceptas tal cual como soy.
Cuando amo y confío me puedo presentar tal cual como soy, mostrando mis debilidades, mis carencias e inseguridades a la otra persona; porque sé que la otra persona no va a utilizar esas debilidades en contra mía, ni se aprovechará de ellas para dañarme.
Considero que desde aquí se puede entender la metáfora de la desnudez –el presentarme tal cual soy, sin nada que esconda lo que soy y tengo- del hombre en el libro del Génesis cuando después de haber comido del fruto prohibido, de la toma de conciencia de lo bueno y de lo malo y el rompimiento con Dios, este es cuestionado por Dios "¿Dónde estás? Y Adán responde "Te oí andar por el jardín y tuve miedo, porque estoy desnudo, por eso me escondí". Quien no confía tiene miedo de ser visto desnudo. Busca tener algo que cubra sus dimensiones de las que no está satisfecho o tiene miedo de no ser aceptado por el otro. Quien ama se siente amado no tiene miedo de mostrar sus defectos, sus necesidades, sus carencias, sus equivocaciones, ya que se sabe aceptado y valorado tal cual es.
Dolorosamente nos hemos acostumbrado a las caretas en las relaciones afectivas, y también como Adán respondemos que tenemos miedo porque estamos desnudos, y no nos sentimos amados. Es realmente frustrante que sean los celos –y en algunos casos con visos netamente patológicos- y las actitudes vigilantes sean asumidas como indicadores de verdadero amor. Cómo si la ecuación fuera: "Quien no me vigila y no desconfía de mí no me ama". Nada más falso y dañino.
Ahora, cuando la confianza se rompe. Cuando descubrimos que el otro si es capaz de dañarnos, de herirnos, de mentirnos, de hacernos lo peor. Es muy difícil volver a confiar. SE necesita una buena sanación, un buen proceso de reconciliación, perdón y la certeza de que un cambio se ha producido en la otra persona. No creo que sea fácil volver a confiar. Se necesita tiempo y muchos cambios. Entiendo a los que no vuelven a confiar y deciden decir que es mejor poner distancia. Comprendo a aquellos que manifiestan que las heridas tan fuertes no ha podido sanar con las palabras de arrepentimiento que los otros han dicho y que prefieren no seguir con la relación. Claro que también creo que es posible intentarlo una vez más y que es posible que lo roto vuelva a coserse y pueda generarse una actitud de confianza luego de un engaño.
Te bendigo y te deseo, que esta reflexión posibilite decisiones sobre la relación amor y confianza que te ayuden a la realización de tu proyecto personal de vida.
domingo, 4 de enero de 2009
...se acabo el año y empezó otro...
El tiempo es inexorable en su paso. Se van juntando días y días que van formando años y que a su van formando la vida. Nos vamos volviendo viejos y eso lo experimentamos porque se van dando cambios en nuestro cuerpo –canas, dolores, reacciones lentas- y en nuestras formas de reaccionar ante los estímulos –lentitud, chocheras, etc- que así lo atestiguan. Por las calendas que se marcan por estos días, muchos sentimientos nos hacen sobresaltar y nos generan resquemores ante la conclusión de un año y el inicio de otro. Te planteo algunas reflexiones para que trates de tener tus propias conclusiones:
El fin de año es una convención. La percepción temporal es una realidad que tiene el sujeto aunque también esto que tiene muestras objetivas, el calendario -es decir, la manera como la organizamos- no es más que un invento para tratar de darle estructura a todo para entenderlo y vivirlo. Por ello, no podemos darle tanta importancia al 31, ni podemos generar todas esas operaciones mágicas que muchas veces se nos presentan, para asegurarnos un mejor comienzo. Todos los días comienza el año y todos los días se acaba.
La incertidumbre es una ganancia. Mucha gente por estos días se pregunta ¿qué me traerá el año que llega? Y se esfuerzan por saberlo, olvidando que no saber qué va a pasar mañana es la mejor de las ganancias. Te imaginas sabiendo que después de leer esto: te vas a morir. Qué tal la angustia que se te dispara en el corazón. Es sabia la vida haciéndonos saber que sólo podemos conocer lo que sucede hoy, y que todas nuestras proyecciones, por muy inteligentes que sean, pueden no ser ciertas. No trates de adivinar lo que pasará mañana; más bien trata de vivir con pasión y fuerza el presente. Ten la certeza que un buen presente siempre ocasiona un buen futuro.
Todo hay que construirlo libremente. Ninguna pantaleta amarilla, ningún desaumerio aseguran nada. El futuro no está construido, está por hacerse y se debe hacer con inteligencia y sabiduría. Tienes que apropiar de tu vida y discernirla con inteligencia. Eso es lo mejor que puedes hacer. Aunque entiendo la realidad como una red en la que todos de alguna manera nos influimos y nos tocamos, y cuando digo todos me refiero a todo lo que existe; no puedo dejar que el sentido de la vida quede definido por algo que no soy yo, o por alguna relación que no pueda decidir. Creo en la libertad, me encanta sentirme libre y creo en Dios porque es libérrimo y me ha hecho libre. No dejes que manifestaciones mágicas marquen el derrotero de tu vida.
Amar es la clave. Si alguien me pregunta qué quiero para este año que llega, mi respuesta es: amor. Estoy seguro de que sólo amando se puede ser feliz. Aunque sé que algunas veces el amor nos hace sufrir, entiendo que ese no es su sentido, ni su razón de ser, ni lo que debe buscar. Es así que te propongo, te lances a vivir en amor, perdonando, comprendiendo, dando nuevas oportunidades, creyendo en tus posibilidades, soñando, confiando en los que te han dado muestras de amor y te decidas a luchar con fortaleza por todo lo que sueñas ser.
Certeza del amor y la victoria de Dios. Si Dios existe es para que seamos felices. No puede tener otra razón. De este modo, es muy importante que hoy tengas claro que Él es amor, victoria y mucha paz para ti. Dios te llena de lo que necesitas para salir adelante. Su Bendición te asegura que -si sabes discernir y actuar- serás feliz. No tienes que andar buscando aseguranza,s ni talismanes, que te ayuden, ya Él decidió darte la vida eterna y hacerte feliz. Dios te ama, eso es lo que debe contar para estas fechas de evaluación y de programación. Si las evaluaciones no te dan los resultados positivos que esperas… igual Dios te ama y te asegura una nueva oportunidad en el año que llega. Si los resultados son positivos, entonces, te aseguro que Él te impulsa a seguir adelante y a dar lo mejor. Te bendigo desde estas páginas y te deseo todo lo bueno para ti… Ánimo…Serás feliz.
P. Alberto Linero Gómez. Eudista
www.elmanestavivo.com
www.yoestoycontigo.com
El fin de año es una convención. La percepción temporal es una realidad que tiene el sujeto aunque también esto que tiene muestras objetivas, el calendario -es decir, la manera como la organizamos- no es más que un invento para tratar de darle estructura a todo para entenderlo y vivirlo. Por ello, no podemos darle tanta importancia al 31, ni podemos generar todas esas operaciones mágicas que muchas veces se nos presentan, para asegurarnos un mejor comienzo. Todos los días comienza el año y todos los días se acaba.
La incertidumbre es una ganancia. Mucha gente por estos días se pregunta ¿qué me traerá el año que llega? Y se esfuerzan por saberlo, olvidando que no saber qué va a pasar mañana es la mejor de las ganancias. Te imaginas sabiendo que después de leer esto: te vas a morir. Qué tal la angustia que se te dispara en el corazón. Es sabia la vida haciéndonos saber que sólo podemos conocer lo que sucede hoy, y que todas nuestras proyecciones, por muy inteligentes que sean, pueden no ser ciertas. No trates de adivinar lo que pasará mañana; más bien trata de vivir con pasión y fuerza el presente. Ten la certeza que un buen presente siempre ocasiona un buen futuro.
Todo hay que construirlo libremente. Ninguna pantaleta amarilla, ningún desaumerio aseguran nada. El futuro no está construido, está por hacerse y se debe hacer con inteligencia y sabiduría. Tienes que apropiar de tu vida y discernirla con inteligencia. Eso es lo mejor que puedes hacer. Aunque entiendo la realidad como una red en la que todos de alguna manera nos influimos y nos tocamos, y cuando digo todos me refiero a todo lo que existe; no puedo dejar que el sentido de la vida quede definido por algo que no soy yo, o por alguna relación que no pueda decidir. Creo en la libertad, me encanta sentirme libre y creo en Dios porque es libérrimo y me ha hecho libre. No dejes que manifestaciones mágicas marquen el derrotero de tu vida.
Amar es la clave. Si alguien me pregunta qué quiero para este año que llega, mi respuesta es: amor. Estoy seguro de que sólo amando se puede ser feliz. Aunque sé que algunas veces el amor nos hace sufrir, entiendo que ese no es su sentido, ni su razón de ser, ni lo que debe buscar. Es así que te propongo, te lances a vivir en amor, perdonando, comprendiendo, dando nuevas oportunidades, creyendo en tus posibilidades, soñando, confiando en los que te han dado muestras de amor y te decidas a luchar con fortaleza por todo lo que sueñas ser.
Certeza del amor y la victoria de Dios. Si Dios existe es para que seamos felices. No puede tener otra razón. De este modo, es muy importante que hoy tengas claro que Él es amor, victoria y mucha paz para ti. Dios te llena de lo que necesitas para salir adelante. Su Bendición te asegura que -si sabes discernir y actuar- serás feliz. No tienes que andar buscando aseguranza,s ni talismanes, que te ayuden, ya Él decidió darte la vida eterna y hacerte feliz. Dios te ama, eso es lo que debe contar para estas fechas de evaluación y de programación. Si las evaluaciones no te dan los resultados positivos que esperas… igual Dios te ama y te asegura una nueva oportunidad en el año que llega. Si los resultados son positivos, entonces, te aseguro que Él te impulsa a seguir adelante y a dar lo mejor. Te bendigo desde estas páginas y te deseo todo lo bueno para ti… Ánimo…Serás feliz.
P. Alberto Linero Gómez. Eudista
www.elmanestavivo.com
www.yoestoycontigo.com
Suscribirse a:
Entradas (Atom)