lunes, 3 de diciembre de 2012
Invitándote a Perdonar
Una buena experiencia de Perdón es la acción de mayor libertad que se puede dar en nuestra vida. Cuando perdonamos rompemos con algo que nos ancla y que no nos deja fluir. El dolor que produce la herida que nos han hecho y las ganas de venganza que se hacen presente en nuestro corazón cuando nos ofenden, nos empobrecen, nos ciegan y sobre todo, nos quitan las posibilidades de seguir creciendo. No creo que nadie que no perdone pueda decir que es completamente sano. La amargura, la tristeza exagerada y la mirada fatalista de la vida son expresiones de un corazón que no ha bebido del agua sanadora del perdón.
Sé que no es fácil perdonar. Sé que es más fácil hablar de esto que vivirlo. Pero también sé que es la única manera de vivir en libertad y en disposición de todo lo bueno que trae la vida que vamos fabricando, desde nuestra libertad. Estoy convencido que la experiencia espiritual es una fuente inagotable de Perdón. Quien vive una buena relación con Dios está mejor capacitado para perdonar, ya que quien se expone ante la inmensidad del amor de Dios y de su misericordia no puede menos que sentirse motivado a imitarlo y a hacerlo presente en su vida. El que siempre nos perdona nos invita a perdonar a los que nos han dañado. ¿Cómo perdonar? ¿Qué pasos o método hay para perdonar? No creo que estas preguntas tengan una respuesta puntual y precisa –ya que no creo que existan fórmulas para hacerlo- pero considero que si podemos plantear algunas reflexiones que nos provoquen la decisión de perdonar y de liberarnos de esa cadena que no nos deja crecer:
1. Toma conciencia de que todos necesitamos ser perdonados. Saber que no existe nadie perfecto entre nosotros que nunca ha fallado, nos lleva a ser más proclives al perdón. Así como en más de una ocasión tú has fallado otros lo pueden hacer, y así cómo tu has pedido y has necesitado que te perdonen otros hoy lo están pidiendo y necesitando.
2. Relativiza la situación. No puedes magnificar cada situación y dejar que el dolor te obnubile y te haga creer que ese acontecimiento lo es todo. Muchas veces son más las percepciones que tenemos de la situación que lo que objetivamente pasó. Ubicar cada situación en su tiempo, en su lugar y en nuestro proyecto de vida nos ayudará a abrirnos a vivir una experiencia de perdón.
3. Trata de comprender al que te dañó u ofendió. Estoy seguro que cada persona actúa lo más lógico y racional posible según la información y las posibilidades que tiene en ese momento. Me cuesta creer que la gente es mala por ser mala y punto. Estoy seguro, que lo más probable es que si nosotros tuviéramos esas características de vida actuaríamos igual a ellos.
Hoy te quiero invitar a hacer realidad el perdón en tu vida. No puedes seguir odiando y queriendo vengarte de los que te han dañado. Hoy te invito a orar por ellos y suplicarle al Dios de la vida que te dé su amor y su perdón para que tú lo puedas dar a estos hermanos.
domingo, 18 de noviembre de 2012
Viviendo sin miedo al futuro
Una clave para leer toda la historia de salvación es Promesa-cumplimiento. Dios siempre está prometiendo algo que sirve para jalonar al pueblo, y siempre lo realiza con su poder. Sabiendo que Dios no se agota en el cumplimiento sino que siempre se genera otra promesa que seguirá guiando el caminar de su pueblo. Estoy seguro que el sentido de estas promesas es darnos seguridad frente al futuro que siempre se nos muestra tan enigmático y nos produce mucho temor. De hecho la pregunta ¿Qué nos traerá el mañana? Siempre nos persigue y nos hace sufrir, porque de alguna manera nosotros no podemos garantizar que el tiempo futuro será lo mejor para cada uno de nosotros. No lo podemos garantizar y esa es una condición humana que tenemos que aceptar. Los que tenemos fe estamos seguros que Dios si lo puede hacer: El nos garantiza que en nuestra vida habrá bendición y que si lo seguimos saldremos adelante en todas las batallas, las adversidades, las derrotas y las enfermedades que tengamos que vivir.
El Dios de la promesa, el Dios único y verdadero que se ha revelado plenamente en Jesús de Nazaret, nos asegura actuar con fuerza y poder en nuestras vidas, eso es lo que llamamos promesas. “…porque el Hijo de Dios, Jesucristo, el que nosotros con Silvano y Timoteo les predicamos, no fue un sí y un no, ya que en él se cumplió el sí; en efecto, en él todas las promesas de Dios cumplieron el sí, y así nosotros por Él respondemos amén…” (2Corintios 1,19-20). Eso es lo que hoy te quiero comunicar a ti, que me lees en este momento: Tú confías en un Dios que cumple su promesa y que te ha prometido felicidad y plenitud. Eso sí, tú tienes que vivir según la Palabra que El te ha revelado y asumiendo la propuesta existencial que Él te ha hecho (Juan 14,6).
Desde esta actitud existencial tenemos que enfrentar la vida. No podemos temerle al futuro ni podemos vivir presos del miedo que la incertidumbre nos ocasiona. Tener fe nos debe hacer vivir confiados en Dios. Una fe que no nos da la paz suficiente para enfrentar el presente con dedicación, inteligencia, compromiso y saber que el futuro será bendición, no nos sirve. Una fe que no nos salve del sin-sentido, del no saber que nos va a suceder es inútil, pero una fe que no nos comprometa con el presente y no nos haga luchar y dar lo mejor de cada uno, es alienación. En esa tensión tenemos que vivir nuestra relación con Jesús.
Tengamos claro, nosotros no estamos confiando en algo que probablemente se va a cumplir, sino que tenemos la certeza de la fe que todo eso es una realidad en Jesús, el hijo de Dios. Es por eso que hoy quisiera que experimentaras la tranquilidad y la serenidad de saberte amado y bendecido por quien es el Dueño de todo, aún del tiempo, y que no permitirá que nada te destruya y te deje sin posibilidades. No es una acción mágica, es una acción que exige nuestro esfuerzo y nuestro trabajo. No se trata de creer en las promesas y ya, me echo sobre la poltrona de la vida a esperar que Dios la cumpla. No. Se trata de luchar, de vivir en el amor, de hacer lo que Dios quiere que hagamos; así a veces tengas que enfrentar al “mundo” entero por hacerlo. Si luchas y vives a su manera verás su gloria y su poder.
Meditar las promesas que Dios nos ha hecho tiene que ser motivo de alegría y de gozo en cada una de nuestras actividades, porque es la constatación que podremos salir adelante en cada una de las batallas que estamos teniendo por estos días. En vez de llorar o de lamentarte hoy tienes que pensar en que todas las promesas de Bendición que Dios te ha hecho son una realidad y la vas a disfrutar.
Todo lo que venga será bendición y así lo vamos a vivir y a celebrar. No tengas miedo que Dios está a tu lado y su Gloria se derramara sobre ti. Animo. Hay que ser un verdadero luchador y tú lo eres. A confiar y a seguir adelante.
lunes, 5 de noviembre de 2012
Superando adversidades
Los seres humanos muy pocas veces nos detenemos a reflexionar a cerca de nuestra tarea ante las dificultades que, a diario, se nos presentan. A veces nos convertimos en expertos en volver más complicada la vida misma. De hecho la vida tiene muchos afanes que si no existiesen la vida sería un tanto aburrida, pues no ejercitaríamos esa capacidad de resolver las diferentes situaciones adversas de la vida.
No digo que los problemas hacen la vida más divertida, pues eso sería un despropósito, lo que quiero es que cada uno de nosotros pueda ir más allá del problema mismo; es decir, las dificultades se te presentan como retos para resolver, la tarea no es volver más complicada la situación, sino darle solución. Eso requiere que en primer lugar te llenes de calma y no caigas en el desespero al que a veces nos llevan las situaciones, a que mires las posibles soluciones. Tu madurez y, quizás, tu experiencia, juegan un papel importante, pues tendrás que tomar el camino más acertado para llegar a una solución satisfactoria del problema.
No soy el único ser humanos con dificultades, esto no quiere decir que “a mal de muchos consuelo de tontos”, ni mucho menos; pero ese es el primer principio para la solución de las dificultades, pues estas deben ser resueltas, no se trata de dejar las dificultades allí como si estas no existieran, ¡hay que resolverlas!, eso es un hecho. Esta reflexión quiere llevarnos a un cambio de actitud ante la realidad de los problemas que encontramos a diario. Quizá esta no es la última palabra a cerca del modo cómo vamos a darle solución a las diferentes dificultades que hallamos a diario, pero, sí es un buen punto de partida para revisarnos y tratar de ser actores mesurados sin dejarnos llevar por el afán y la desesperación.
Si la dificultad no nos pertenece; pero sí nos afecta, debemos tener presente que somos “actores externos”, que entramos a colaborar para dar solución a la dificultad, porque no es nuestro problema.
Si no tenemos claro estos puntos seguramente actuaremos de manera equívoca y nos adentraremos en un abismo mental bastante difícil, que nos lleva a considerar que el mundo se nos vino encima y que no hay solución posible. Eso no es cierto, pues estas dotado de las capacidades necesarias para resolver las situaciones que a diario se te presentan.
Verás que es necesario tener fe en Dios, nadie puede objetar esto; es necesario que impulsado por esa fe, puedas creer en ti mismo, en que de verdad cuentas con las herramientas necesarias para resolver las situaciones adversas de la vida. Dios está contigo, eres hechura de sus manos, te ha dotado de lo necesario para salir adelante, no equivoques el camino pues a veces los actos humanos equivocados tienen consecuencias poco agradables. Dios está contigo y te ha dado lo necesario para ser feliz.
domingo, 30 de septiembre de 2012
Negar lo que no me gusta de Dios
Muchas veces me he preguntado ¿Cómo fue posible que Pedro negará al Señor? (Mt 26, 69) Él vivió con Jesucristo tres años, lo acompañó en sus correrías y lo vio hacer tantos milagros. ¿Cómo fue posible que se le hubiera olvidado todo lo vivido en ese momento en el que estaba frente a la sirvienta que le preguntaba? (Mt 26, 71)
En estos días estuve leyendo una reflexión que me ayudó a entender de mejor manera de qué se trataba esa negación. Pedro lo negó porque se decepcionó de Él. Pedro conocía al Jesús victorioso, al poderoso, al que hacia ver a los ciegos, oír a los sordos, caminar al paralítico, levantar a los muertos. Ese Jesús era el que Pedro conocía y al que había decidido seguir. Pedro había dejado todo: esposa y familia, lanchas y redes.
No era cobarde, lo habíamos visto reaccionar en el huerto de los olivos y cortarle la oreja al criado de Malco (Mt 26, 52). Pero Pedro no se encontró con ese mismo Jesucristo en la Pasión. El de la Pasión es alguien que se deja golpear, que permite la agresión en sí mismo, que no reacciona con el vigor del poder que residía en él, sino que parece como “oveja al matadero”, una situación de total inhumanidad.
Me imagino la decepción de Pedro. Imagino que soñó con que su Maestro se defendiera y mandara a la porra a todos los que le estaban atacando. Pedro dice lo que cualquier decepcionado: “a ese hombre no lo conozco”. “Ese no es el hombre al que he seguido durante los últimos tres años”. Su negación es fruto de haberse hecho una imagen de Jesús que no correspondía con la verdadera y real. Jesucristo no es Poderoso a la manea del mundo, sino que es poderoso a la manera de Dios. Su poder no está en hacerse el primero, sino en servir a todos aquellos que lo necesitaran; no está en la capacidad de destruir, sino de salvar; su poder no está en infligir sufrimiento al malvado, sino en sufrir por él para ganarlo para Dios. Esto es algo que Pedro no puede comprender en su momento.
Algunas veces nos pasa lo mismo. Nos hemos hecho una imagen triunfalista y emotiva de Jesús, entonces cuando llegan los problemas o las dificultades, queremos negarlo y decir que no existe. Ser cristiano supone la capacidad de descubrir a Dios en todas las situaciones de la vida, no sólo verlo en los momentos de triunfo. Es necesario que entendamos que la lógica de Dios no es igual a la de esta sociedad capitalista. Dios no actúa únicamente en medio del poder y la abundancia; sino que también actúa en medio de la debilidad humana.
Por ello quien quiera amar de verdad a Jesús, deberá entender que el problema no es de prosperidad o pobreza, de tristezas o alegrías, sino de amor que se entrega, amor que se da hasta el extremo por hacernos plenamente felices. Se trata de aprender a descubrir en la cruz a quien nos está revelando al Padre. A un Padre que es fiel y que no nos abandona nunca. A un Padre que nos da su fuerza para superar las dificultades; pero que siempre respeta nuestra capacidad de elegir y decidir.
domingo, 9 de septiembre de 2012
El Dios de la victoria, que está contigo en las derrotas
Saber presente a Dios en nuestra historia cuando las dificultades arrecian y la vida está complicada hasta el punto de parecer que no tiene sentido es muy difícil. ¿Cómo creer que Él nos protege y nos cuida pero nos está yendo mal y estamos siendo derrotados?, ¿cómo creer que me ama si estoy postrado enfermo en una cama?, ¿cómo creer que es bueno si los buenos sufren y los malos ganan? Así se lo dice Gedeón cuando el ángel del Señor le dice Dios está contigo:
¡El Señor está contigo, guerrero valiente! —Pero, señor —replicó Gedeón—, si el Señor está con nosotros, ¿cómo es que nos sucede todo esto? ¿Dónde están todas las maravillas que nos contaban nuestros padres, cuando decían: “¡El Señor nos sacó de Egipto!”? ¡La verdad es que el Señor nos ha desamparado y nos ha entregado en manos de Madián! (Jueves 6,12-13)
Tiene razón Gedeón ¿cómo así que Dios está con nosotros y nos está yendo así de mal? ¿Cómo es que nos ama? Parece lógica la conclusión de este juez de Israel: Dios nos ha desamparado. En los actuales momentos, alguno dirá: definitivamente Dios no existe. Esta es una de las tentaciones más fuertes que tiene el hombre: creer que la prosperidad, la fama, el poder, la estupenda salud, son garantías de la presencia de Dios o que su ausencia es signo de su abandono. Como si a Dios se le midiera en esas experiencias materiales. Dios tienes que ser mucho más que eso. Dios está presente en todos los momentos de la vida y lo está para que seamos felices.
La única manera de creer en Dios es ser capaz de trascender a las situaciones inmediatas que se viven. Si nos quedamos en ellas, te aseguro que creer no va a ser posible. Es necesario que ubiquemos la situación en un proyecto mayor, que es nuestra historia de salvación, y que entendamos que debe tener un sentido y una razón en ese proyecto. No podemos mirar sólo las situaciones difíciles, sino que debemos pensar en perspectiva. Si no le encontramos el sentido a esa situación que estamos viviendo, seguro nos va a hacer sufrir más de lo debido y muy probablemente viviremos una crisis de fe innecesaria. ¿En qué me hace crecer esta situación? ¿Qué valores se están fortaleciendo en esta batalla? Creo que esas preguntas te ayudan a comprender el sentido de esas situaciones.
No creo que se trate de sufrir por sufrir. Eso implicaría un Dios cruel que no es aquel que se nos ha revelado en la Palabra. “Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de los que le aman…”. (Romanos 8,28). Tenemos que estar seguros de que si estamos metidos en una situación tan difícil es porque algo hay que aprender. No creo que sea enteramente casual. También es posible que algo hayamos hecho para estar en esa situación, muchos de esos problemas nos los buscamos. O puede que se trate de nuestra condición humana –somos de barro y no de acero- y por eso nos enfermamos y tenemos que lidiar con la posibilidad de la muerte física.
Para ello necesitamos aprender a confiar en que Dios nunca nos abandona y a tener una buena experiencia de oración. Estoy seguro de que no hay mejor actitud en éstas situaciones difíciles que luchar con todo y confiar en el Señor que todo lo puede. Me gusta meditar lo que el ángel del Señor le responde a Gedéon ante su duda, no entra en una discusión filosófico-teológica sobre Dios y dsus manifestaciones sino que le dice: El Señor lo encaró y le dijo: —Ve con la fuerza que tienes, y salvarás a Israel del poder de Madián. Yo soy quien te envía. (Jueces 6,14). Sí claro, ten la certeza que Él te ha enviado y sal a luchar. No te quejes más. No te regodees en el dolor. No busques ser víctima. Tienes la fuerza de Dios en tu corazón, sal a luchar, a vencer y a dar lo mejor de ti. Estoy seguro de que lo lograrás, como lo logro Gedeón quien derrotó a los Madianitas.
domingo, 2 de septiembre de 2012
El derecho a cambiar de opinión
Siempre ha sido muy interesante conversar con mi papá sobre política. Él es un tipo lúcido, muy inteligente, con muy buen humor además, que siempre en las reuniones familiares le pone la alegría y las bromas a las conversaciones.
Uno de mis tíos tiene siempre el pesimismo alborotado, no le gusta nada, siempre cree que las cosas van de mal en peor, y que en unos años todos vamos a estar por debajo de cómo estamos ahora en todo sentido. Siempre discuten, pero tranquilamente, siempre exponen sus puntos de vista y cada uno va argumentando los domingos por la tarde y se les pasan las horas comentando todos los sucesos de la vida nacional.
Mi padre siempre ha sido muy prudente con las palabras, es algo que admiro profundamente de él. Sabe qué cosas decir y cómo decirlas, y sabe qué cosas callar y por qué hacerlo. En una de esas conversaciones hablaban todos y mi papá dijo algo que a mi tío no le gustó mucho, y especialmente no le gustó porque decía mi tío que hace 10 años mi papá pensaba completamente lo contrario. Entonces mi papá le dijo: “bueno, ¿qué tal que uno no pudiera cambiar de opinión? Aún estaría pensando como cuando tenía 15 años, y no, eso no.”
Me pareció genial, me pareció una respuesta brillante que muestra no sólo lo que logran los años en la vida de las personas, que les dan perspectiva, y carácter y horizontes de pensamiento, y por eso es tan importante que muchos de ustedes pierdan el afán de tomar ciertas decisiones definitivas tan pronto, porque cuando vengan los años y la vida les de algunas vueltas alrededor del sol, van a tener otros elementos para juzgar y tomar decisiones, elementos que ahora ni siquiera conocen. Pero además, la respuesta me gustó porque me recordó a uno de mis profesores de filosofía, que nos decía: “algo que no se le puede negar a nadie, es el derecho a cambiar de opinión”. Y es grandioso entender, aceptar y lograr vivir eso en nuestra vida.
No siempre vas a pensar como piensas hoy, no sólo porque naturalmente llegarán nuevas ideas y nuevos conceptos que van a nutrir tu forma de leer la vida y de interpretarla, sino además porque no tienes que pensar igual siempre. A veces pensamos que la autenticidad es una especie de pacto de fidelidad a muerte con las cosas que hemos pensado y creído alguna vez. Y me parece a mí que es un poco negarse a evolucionar, a darle permiso a la cabeza de entender las cosas nuevamente, de una manera distinta.
Atreverse a pensar distinto no implica solamente que hagas un esfuerzo por distanciarte de los mayores, de las personas que tienen un pensamiento tradicional o conservador sobre ciertas cosas, o que te resistas a darle la razón a los otros. Pensar distinto es también pensar diferente a como pensabas antes, y saber que tus ideas de hoy no son eternas. Además, aprender a reconocer el derecho que tienen los demás y que tienes tú mismo, a cambiar de opinión, es una manera increíble de ser mejores cuando nos damos cuenta que estábamos equivocados.
domingo, 19 de agosto de 2012
Ser Eudista, un reto, una bendición, un feliz manera de ser
Soy Eudista. Es decir, pertenezco a la “escuela de santidad” que fundó Juan Eudes en 1643 para servir a Jesucristo, el Señor, y a su Iglesia. Pertenezco a esta Congregación porque me dejé seducir por su propuesta de vida; porque me siento sintonizado por las intuiciones pastorales que la mueven; porque me gusta vivir en la libertad de los seres que se aceptan tal cual son y se ayudan a ser cada día mejores seres humanos; porque en ella me he sentido acogido, animado y respaldado para formar-evangelizar con pasión y teniendo a Jesucristo como el Centro de la vida. Tengo 19 años de haber firmado la Incorporación y de jurar ante Dios que quería vivir y morir siendo eudista. En este tiempo he vivido muchas experiencias gratificantes y he tenido muchos aprendizajes, ha sido un tiempo de bendición y crecimiento para mí.
Conocí a los Eudistas en el Seminario Regional Juan XXIII, allí ellos eran formadores y con sus inteligentes propuestas académicas, su sólida y actual vida espiritual, sus estrategias pastorales conformes a los tiempos que vivimos, me impactaron. Nunca me invitaron a seguirlos, ni a estar en su Congregación; nunca permitieron que hablara con ellos de estos temas, pero su vida se hacía atractiva y me invitaba a pensar que esa podría ser la manera como yo pudiera seguir a Jesucristo en mi, deseado, presbiterado. No tenían necesidad de hacer pastoral vocacional entre nosotros; su vida era demasiado sugerente y a través de ella el Señor nos llamaba a pertencer a la petite comunitate. No me arrepiento de haber dicho que sí, ni de pedir el ingreso a la Congregación, realmente en ella he sido feliz. Mañana celebramos a Juan Eudes en la Iglesia Católica y por eso quisiera hablar de lo que busco ser como Eudista?
1. Ser un hombre totalmente cristo-céntrico. Quiero tener claro que el referente de mi vida es la vida de Jesús. No quiero vivir siguiendo otros criterios, quiero vivir jesusmente. Quiero amarlo con todas las ansias de mi corazón y tratar de mostrarlo en la libertad de mis actos, en la obediencia total al Padre Dios y en la aceptación incondicional de mis hermanos. Quiero tener como programa de vida la frase del santo francés: ¡Nada quiero, y lo quiero todo; Jesús es mi todo: fuera de él todo es nada; quítame todo, pero dame ese solo bien y todo lo tendré, aunque no tenga nada! Por eso sé que todo lo que uno puede tener es nada en comparación con Jesús, y que la única manera de tener bastante es ser generoso y darlo todo, hasta darse uno mismo como lo hizo el Señor en la Cruz.
2. Ser un hombre que vive con los pies en la tierra. Sé que no soy de este mundo. Que no le pertenezco al espíritu que lo guía. Pero vivo en él y no quiero vivir en la luna, ni aislado de sus realidades. No desprecio lo que se va generando en este mundo, ni me asustan las tecnologías, ni me escondo miedoso tras de viejas estructuras buscando ser protegido del dinámico cambio de hoy. Me siento invitado a dejar que la tecnología re-cree muchas dimensiones de mi vida y re-haga muchas de las categorías mentales con las que he vivido. En ellas está también la bendición de Dios y allí habría que gritar que Dios es el quien da sentido a la existencia. Quiero ser un hombre del siglo 21 y vivir mi experiencia de Dios sabiendo quién soy y para quién vivo.
3. Ser un hombre que vive en la Comunidad eclesial. No tengo pretensiones de vivir aislado y lejos de la comunidad. Sé que la experiencia de Dios nos lanza siempre hacia al otro en una continua pro-existencia. Entiendo que somos diferentes y que en la barca de la Iglesia cabemos todos y podemos todos ayudarnos a para que Jesús viva y reine en nosotros, sin pretender que la unidad sea uniformidad. No me siento mejor que nadie pero tampoco inferior a nadie y quiero servir, de verdad, y con todas las ganas que tengo en el corazón. Eso es lo que me define como eudista-caribe hoy, en este momento. Eso es lo que me mueve a estar en todos los espacios mediáticos posibles y en el diálogo permanente –con una crónica falta de tiempo- con los hermanos con los que comparto la existencia.
Eso es ser Eudista, para mí hoy.
miércoles, 1 de agosto de 2012
Decepción de decepciones…
Todos experimentamos -en algún momento de nuestra vida- frustraciones
y tenemos que aprender a experimentarlas como fuentes de crecimiento
personal. No podemos pretender que todo nos salga bien, ni creer que
se puede lograr una vida sin tropiezos, ni dificultades. Todos tenemos
problemas y ellos son excelentes maestros para ser mejores seres
humanos. Hoy quisiera que reflexionáramos en torno a una de las
fuentes de frustración más común y es la de sentirnos decepcionados
por la actuación o no-actuación de alguien. No son pocas las veces en
las que esperamos algo de alguien que éste no da o no realiza y
terminamos sintiéndonos frustrados, decepcionados y muy tristes.
La madurez humana pasa por la capacidad de comprender que las personas
no están obligadas a pensar y actuar como nosotros esperamos. Cada uno
es libre y dueño de su proceder, y sabe cuáles son las fuerzas
interiores –valores- que lo impulsan a actuar y muy probablemente
estos son diferentes a los nuestros. Comprender esto no es fácil; pero
es lo que debemos hacer. En estos días alguien me decía: pero es que
yo no hubiera actuado así. Claro, tú no habrías actuado así, pero eso
no significa que esa otra persona este obligada a hacerlo. Cuando nos
ponemos en esta situación somos capaces de frustrarnos menos y aceptar
los comportamientos de los otros como lo que son: acciones que yo
puedo juzgar mal o bien, que pueden ser correctas o no –según los
criterios que se tengan- pero que no tienen porque afectarte
interiormente. Se trata de aprender a no esperar nada de los otros,
son nuestras expectativas las que nos llevan a esas frustraciones. A
veces nuestras expectativas son absolutamente “locas”, porque
esperamos lo que los otros no van a hacer. Y los demás no son
responsables de esa frustración, sino nosotros mismos.
Por eso siempre cuando estoy frente a un grupo o comenzando un
proyecto, siempre digo lo que estoy dispuesto a dar, lo que puede
esperar de mí, para que no termine esperando lo que no voy a dar, ni
quiero dar. Que tenga claro qué estoy ofreciendo y con qué me estoy
comprometiendo. Esto en las relaciones afectivas tienen que ser muy
claro. Algunos a veces creen que el otro les está jurando amor eterno
y así lo esperan, y resulta que el otro lo que está proponiendo es una
relación efímera y basada en el placer. Luego vienen los dolores y las
depresiones por estar esperando lo que nadie va a dar.
Les propongo que tengamos claro estos elementos para evitar sufrir
frustraciones y decepciones innecesarias:
1. Dejar claro a través de una comunicación asertiva qué estoy
ofreciéndole a la otra persona, en todas las dimensiones.
2. Analizar si lo que estás esperando de la otra persona es real o es
más fruto de tu imaginación o deseo.
3. Comprender que cada uno tiene derecho a expresar, hacer y construir
su vida desde su singularidad y esa es totalmente diferente a la
nuestra, no necesariamente mejor, ni peor.
4. No reclamar por lo que no es un derecho. Ni pretender que los otros
den lo que para nosotros es una obligación; pero realmente no lo es.
5. Saber que siempre nos podemos levantar de una situación de
frustración y que esta no es más que una de las tantas experiencias
que nos hacen crecer y ser mejores seres humanos.
Así evitaríamos muchos de los sufrimientos que tenemos y no tendríamos
que decir como Mark Twain: “Soy un hombre viejo y he sufrido muchas y
grandes desgracias, muchas de ellas nunca sucedieron.”
viernes, 27 de julio de 2012
De su odio sacamos bendiciones
Se acerca una fina señora de modales muy educados, de palabras musicales, de mirada aceituna y de actitud inquisidora, dogmática, expresando el deseo de mostrarse más que los otros. La llamaré para el caso “Josefa Matías”. Me hace muchas críticas por mis actuaciones evangelizadoras en los distintos medios en los que trabajo –la gran mayoría de ellas equivocadas y desconociendo los contextos en las que se dan sin entender las opciones existenciales que hay detrás; otras, con razón y posibilitándome aprendizajes que inmediatamente decido vivir-, la miro con tranquilidad, la escucho con atención y me acuerdo de Juan 15,18-21: “Si el mundo los odia, sepan que primero me odio a mí. Si ustedes fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya. Pero como no son del mundo, sino que YO los elegí sacándolos del mundo por eso el mundo los odia. Recuerden lo que les dije: un siervo no es más que su Señor. Si a mí me han perseguido, también a ustedes los perseguirán: si cumplieron mi palabra, también cumplirán la de ustedes”. Creo que en estas palabras de la segunda parte del evangelio de Juan –cuando Jesús inicia su regreso al Padre- nos permiten unas claves de actuación para vivir en medio de la hostilidad que el mundo –concepto importante en Juan: todo aquello que se opone al plan de Dios- ejerce sobre los discípulos de Jesucristo. Es obvio que la primer reacción que uno tiene frente a esas hostilidades es querer defenderse, atacar también y recordar lo que uno sabe del otro; pero hacerlo, de alguna manera, nos convierte en seres del “mundo” y nos iguala a aquellos que nos atacan. Por eso la invitación es aprender a permanecer unidos al Señor y hacer del amor la fuerza que nos motiva a vivir aún en medio de esas adversidades. El texto me permite por lo menos 3 claves de vida:
1. Contemplación del crucificado: Lo primero que debemos comprender es que no se trata de nada personal. No es un ataque de odio a nosotros por ser nosotros, ni es una manifestación de simple envidia; sino que se trata de la dinámica del “mundo”, de la forma cómo el mal se enfrenta a la propuesta existencial de Jesús. Hay que comprender que están criticando y atacando es la propuesta de vida de Jesús. Es a Él a quien han llevado a la cruz y a quien quieren seguir destruyendo. Por eso lo que se necesita es arrodillarse frente al crucificado y pedirle que nos dé la fuerza que se requiere para permanecer firmes en el amor y en la opción de vida que evita cualquier manifestación de violencia y de odio.
2. Tomar conciencia de que no somos del mundo: El mundo en su afán de homogeneizarnos a todos, desprecia y a ataca a todo lo que es diferente. Nos quiere configurados con su espíritu egoísta, violento e injusto. Debemos tener claro que no somos del mundo, que bajo ninguna circunstancia nos podemos comportar como él se comporta. Nosotros tenemos una estructura de pensamiento, un esquema de valoración y una manera de aprehender la realidad bien distinta a la que campea en el mundo. Es normal que los quieran insultar y atacar: “Bastante tiempo en el pasado han vivido como los paganos, practicando el libertinaje, vicios, borracheras, orgías, comilonas e intolerables idolatrías. Ahora, como ustedes ya no los acompañan en los excesos de su mala vida ellos los insultan” 1Pedro 4,3-4
3. Seguir hacia delante en el seguimiento del Señor: No podemos evitar que otros nos critiquen, nos ataquen, nos persigan; pero podemos impedir que nos anclen en un punto muerto y no podamos seguir creciendo en el Señor. Por eso es importante que cada uno sea capaz de no perder el tiempo en discusiones inútiles y algunas veces inocuas que lo único que hacen es retrasar tu proceso de seguir a Cristo. Tú eres discípulo suyo y quieres llegar a ser como Él, por eso sigues adelante. Lo importante es que tengas tus convicciones claras y definidas, que sepas porque actúas de esa manera y no de otra, que sepas dar razón de tu esperanza (1Pedro 3,15). Engancharse con esas personas que tanto critican te hacen perder el tiempo que necesitas para seguir configurando con Cristo, tu Señor.
Le di las gracias por sus comentarios-críticas a Josefa Matías, le prometí orar por ella y me aleje de ese sitio pensando en Mateo 7,3-5; dándome cuenta de que hay algunos que sólo saben ver la pequeña pelusa del ojo ajeno, pero siguen sin ver la viga de su propio ojo. No la juzgué –hubiera podido, nunca faltan argumentos, ni palabras-, sino comprendí que ella forma parte de una mentalidad que desconoce al Señor y lo que quiere para nosotros. En ese momento pensé que lo mejor era mejor escribir esta nota, pues estoy seguro de que ustedes también tienen su “Josefa Matías”.
lunes, 18 de junio de 2012
Aprender a renunciar, aprender a ser feliz
Saben que el relato de Bartimeo (Marcos 10,42-56) me gusta mucho. De hecho lo he comentado aquí en varias oportunidades; pero quiero volver a compartir con ustedes un dato que me parece iluminador para este día: el ciego Bartimeo arroja su manto y da un salto y llega donde Jesús (50).
Es un acto de renuncia y de liberación; pero a la vez de fe en Jesús, el Señor. El manto tiene un significado muy importante en el contexto bíblico: “Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo devolverás a la puesta del sol. Porque eso es su única cubierta; eso es su vestido para cubrir su cuerpo. ¿Con qué más ha de dormir? Cuando él clame a mí, yo le oiré; porque soy misericordioso. (Éxodo22, 25-26). Este hombre, ante la invitación de Jesús, deja todo lo que es valioso para él, sin embargo es aquello que, a la vez, le impide encontrarse con el Señor. Revisa su vida y se da cuenta de qué es lo que obstaculiza su encuentro con el Señor y se libera de eso.
Creo que eso es lo que muchos tenemos que hacer para que el Señor sea el dueño de nuestra vida: aprender a renunciar y “a dejar ir”. Ese es uno de los caminos que conduce a la madurez y al verdadero encuentro con Cristo Jesús. Imagino a más de uno de los que me lee en este momento, diciendo que no es posible renunciar, que eso va en contra de la dinámica de la vida que exige siempre atesorar, codiciar; pero estoy seguro de que sólo quien pueda ser libre frente a todas las cosas podrá abrir el corazón de tal manera que Dios acontezca en su corazón con una acción liberadora y realizadora.
Muchas veces somos incapaces de dejar aquello que nos está dañando y que nos impide ver la realidad desde el corazón de Dios. Y no lo dejamos por miedo, pues creemos que sin esa realidad o sin esa persona, no vamos a poder ser felices. Estamos tan acostumbrados a ello que no entendemos la vida sin eso.
Se necesita libertad y decisión. Cuántos de los que me leen están sufriendo por una persona que les dijo que la relación había terminado, o porque perdieron “algo” que consideraban muy importante. A ellos debo decirles que es necesario tratar de comprender por qué se dan estas experiencias y abrirse a las nuevas posibilidades que la vida les trae. No podemos vivir esclavizados a lo que ya no es nuestro o simplemente nos está dañando. Hay que abrir la mente y ser capaces de mirar con esperanza la renuncia que estamos viviendo. Toda renuncia nos da siempre nuevas experiencias y posibilidades de realizarnos.
Eso fue lo que hizo Bartimeo, no lloró por dejar el manto; sino que se abrió a la bendición que se hacía presente en Jesús. Eso lo sanó y lo hizo vivir de una manera nueva. Esa actitud le transformó la vida. Lo hizo pasar de ciego, mendigo y de ver pasar la vida sin caminar; a ser alguien que ve, que es dueño de sus decisiones y se vale por sí mismo siendo capaz de construir camino “tras de Jesús”.
Esa es la fe, ser capaz de dejarlo todo para entregar el corazón a Dios. ¿Cuáles son las renuncias que tendrías que hacer tú? ¿Estás aceptando con inteligencia y sabiduría las pérdidas que has tenido en tu vida?
martes, 12 de junio de 2012
Humanas Relaciones
Las relaciones humanas son complejas, de eso estoy seguro. Y digo no son fáciles, tan fáciles como algunos creen; así como tampoco son imposibles de ser bien llevadas como creen otros. Hay que encontrar el justo equilibrio que las hace saludables, placenteras, deseables. Lo que puede ser algo delicioso y sano, algunas veces termina siendo una especie de infierno, tormentoso y horrible.
Construimos relaciones complicadas cuando no queremos entendernos; cuando no buscamos comprender al otro, sino que el otro me comprenda a mí; que busque lo que yo busco y quiera lo que yo quiero, que le guste lo que me gusta y haga lo que creo que debe hacer.
Cuando el otro no hace eso, no quiere ser títere de mi voluntad, entonces se complica todo. Y la libertad del otro se vuelve una desgracia; tanto que la descubro como un problema.
Y la solución del problema, la más fácil, la que espero, es precisamente, que el otro haga eso que creo que debe hacer. Que me complazca. Y ahí se vuelve más problema el problema. Porque el otro está en todo su derecho de no hacer lo que yo quiero que haga.
Es más, esto se vuelve más problema porque el otro tendrá la pretensión de que yo haga lo que él quiere. También de aquel lado me piden que sea lo que no soy
Debemos buscar el equilibro, saber que los seres humanos no existimos para ser el ideal de nadie, que no tenemos que ser como otros quieren, ni otros serán lo que queramos. Las relaciones sanas se construyen a partir del reconocimiento de la ‘otredad’, de la inigualable singularidad del resto de las personas, que es tan válida y tan importante como mi propia singularidad, como mi originalidad es válida y pido respeto para ella, pues de igual forma tengo que procurar valorar y darle importancia a la de los otros.
Cuando dejo de pretender que me complazcan, cuando espero que los otros sean como son y los acepto, entonces tengo menos problemas con ellos. Porque ya no estarán predispuestos a pelear contra quien consideran un invasor de su personalidad o un contricante que busca derrotarlos en la lucha por ser ellos.
Si quieres mejorar tus relaciones, mejora tu percepción de los otros; especialmente mejora tu tendencia a imponer lo que crees que deben ser o hacer, vivir o sentir. Déjalos ser libres como esperas ser libre y verás la diferencia que hay entre la relación tormentosa que tienes ahora y la que podrás tener con ellos.
Siempre vas a necesitar relacionarte con alguien, siempre tendrás que estar en sociedad, porque los seres humanos tenemos que vivir con otros, los necesitamos, entonces qué mejor forma que encontrar en el respeto y la valoración, una convivencia más sana, más incluyente, más amable.
Seguro que también los demás responderán de la misma forma, aunque se tome su tiempo. Seguro que gradualmente verás los frutos de tu cambio de mentalidad; verás que puedes encontrar resistencias al principio, que otros crean que lo que haces es sospechoso, pero se convencerán cuando vean que no es flor de un día, sino una nueva forma de pensar y de actuar con respecto a ellos.
domingo, 3 de junio de 2012
Lo realmente importante
En la vida, no todo tiene la misma importancia. No es lo mismo una pelea de barrio, que una guerra mundial; no es lo mismo ganarse una rifa de un televisor, que una lotería de miles de millones de pesos. Así entonces, en la vida hay gente que es importante para nosotros y otra que no. No es que esté despreciando a nadie, aclaro, sino que quiero que entendamos que no todos tenemos la misma influencia en los otros, como así los otros no pueden tener la misma influencia en nosotros.
Digo esto, porque veo que más de uno deja que su paz se pierda por cualquier cosa. Tengo un amigo que especialista en pelear y perder la paz cuando conduce; se la pasa insultándose y gritándose con cualquiera en la calle. Después termina amargado, protestando todo, tratando de cambiar el mundo a las patadas.
Yo, en cambio, estoy convencido de que no debemos engancharnos en todas las disputas que la gente nos proponga. Tenemos que saber escoger el momento y las respuestas. Para ello hay que tener mucha capacidad de análisis y de conocimiento personal.
Tenemos que tener control de nuestras emociones y sobre todo ubicar a cada persona en su lugar. A veces nos dejamos ofender por personas que realmente no tienen nada que ver con nosotros y que debiéramos mirar con cierta indiferencia. Insisto, no se trata de despreciar a nadie pero si tener presente que hay niveles de relación y que no todos están en el mismo lugar. Ahora, es importante tener claro que la mejor manera de responder a chismes o a comentarios es vivir honesta y rectamente.
La vida es la mejor respuesta a muchos comentarios que cualquiera pueda hacer. Nosotros nos encargamos de hacer creíbles o inverosímiles las cosas que puedan llegar a decir acerca de quiénes somos y qué hacemos. Otra realidad es que no podemos vencer el mal con mal, cuando consideremos que alguien está usando métodos “bajos” tenemos que tener claridad que no los debemos usar nosotros, hay que cuidarnos de terminar siendo iguales a quienes criticamos por criticarnos.
Sé que puedes estar pasando por una dificultad en tu vida. Puede que ahora lleguen los días difíciles, que no pasen las tormentas, que pareciera que la vida se confabula en tu contra. Sé que puedes estar amargado porque no salen las cosas como quisieras. Sé que puedes estar dolido porque alguien hizo algo que no esperabas, te sentiste herido, defraudado. Es posible que pases por una situación de enfermedad que está perturbando tu vida; sientes que te asfixias, que ya no puedes más, que es demasiado doloroso. O tal vez pasas por esas situaciones de ruptura, porque alguien que amabas ya no está, ya no forma parte de tu vida y debes adaptarte a una nueva normalidad que no deseas, que no quisieras vivir.
Pues bien, en medio de esas situaciones humanas de las que está llena la vida, debes levantarte. Y reconocer que estas situaciones límite, que te estrellan contra la debilidad de tu vida y que generan dolor; también te muestran que hay algo más importante –de lo que no puedes olvidarte y pasar de largo- y es que tienes vida. Mientras vivas tendrás problemas, nadarás contra corriente, tendrás que asumir dolorosas circunstancias. Pero lo fundamental es la vida; y en esta vida la esperanza de que mañana tendrás una oportunidad diferente para construir esa realidad vital en la que quisieras estar. Pero mientras tanto, pon todo en orden y llénate de fuerza, de aguante y de una robusta esperanza.
miércoles, 30 de mayo de 2012
TRES R PARA LA FELICIDAD
Les propongo 3 temas a tener en cuenta para ser los dueños de nuestras vidas, de nuestros proyectos, de lo que queremos ser y alcanzar en nuestra historia. Un autor que sigo mucho, que leo porque me nutre para mis conferencias y predicaciones es Jhon Maxwell, quien sobre el liderazgo de nuestra propia vida propone 3 R. la primera de ellas: Requisitos. Todo lo que quiero alcanzar me exigirá algo. A cada meta le anteceden unos requisitos; por ejemplo, cuando queremos conseguir un trabajo, nos van a pedir una formación mínima como garantía de que podemos hacerlo bien. Del mismo modo cuando elegimos una pareja establecemos unos requisitos, queremos que tenga algunas condiciones o la otra persona, también tendrá unos que debemos cumplir. No sirvo para todo, no tengo habilidades para hacerlo todo bien. Tengo que ser consciente de que tengo talentos, pero también tengo limitantes. Por ejemplo, a mí me encanta el fútbol, pero sé que soy un buen jugador, que no tengo las cualidades que se necesitan para practicar ese deporte a un alto nivel. Como responsable de mi vida, la pregunta que se tiene que hacer es: qué debo hacer que nadie puede o deber hacer por mí?
La segunda R tiene que ver con los Resultados. Es decir, se pregunta por lo que sucede con lo que hacemos. Si queremos de verdad ser gente que triunfe, que haga la diferencia, tenemos que ser conscientes de los resultados que se presentan con lo que hacemos. Porque muchas veces nos gusta una actitud, nos gusta un modo, nos gusta un método para hacer las cosas; sin embargo, eso que nos gusta, no es algo que produzca los resultados que quisiéramos. Si queremos resultados distintos, seguramente tendremos que hacer cosas distintas, tener nuevas maneras, asumir actitudes que hasta ahora no hemos tenido. Si nuestra relación de pareja no funciona, no tiene para nosotros los resultados existenciales que queremos, entonces hay que intentar algo diferente, que hasta ahora no intentamos. Los resultados no son algo caprichoso. Ni se dan porque tengamos suerte o estemos “de malas”; sino que tienen una relación muy lógica con lo que hacemos, con la manera cómo asumimos la vida, cómo nos preparamos, cómo nos decidimos a enfrentar nuestra existencia, nuestras relaciones, nuestras responsabilidades y obligaciones.
La tercer R es Recompensas. Es decir, sobre los modos en los que recibimos los beneficios de nuestro esfuerzo. Todo vale la pena, siempre y cuando nos llene y le dé sentido a la existencia que tenemos. En este sentido, debemos preguntarnos qué produce la Recompensa más grande? Estamos hablando de satisfacción personal. La vida es muy corta para dejar de hacer las cosas que uno disfruta. Hago otras cosas pero siempre le dedico tiempo a las que más me gustan. Estoy seguro de que la mejor recompensa es ser feliz. Estoy seguro de que necesito recompensas; pues de lo contrario caigo en el aburrimiento y el desgano. El gran problema pasa cuando nos recompensamos antes de tiempo; es decir, no hemos alcanzado la meta y ya nos estamos comiendo los frutos; no hemos cosechado y ya nos acabamos los recursos de la cosecha; entonces nada tiene sentido y nos desmotivamos. Y veo mucha gente desmotivada por ahí, ya sea porque nunca se dan una recompensa o porque se las dan sin que alcanzaran sus metas. Cuando uno logra una meta, tiene que sentir que valió la pena ese logro. Por eso cuando conquisto un objetivo, me doy una recompensa.
martes, 15 de mayo de 2012
Gente como Dios quiere
Hay gente que engrandece las cosas, que hace la diferencia por su actitud y su compromiso; es gente especial, auténticos seres humanos con los que resulta una bendición encontrarnos. Esta gente hace dignas las situaciones con su entereza, porque son más grandes cuando pierden que cuando ganan, con ellos provoca ser solidarios pues su actitud humilde nos evoca a lo mejor de la humanidad.
Hay gente que tiene una actitud realmente distinta, gente que emociona por su entrega, por su capacidad de lucha, por tener una esperanza que no se quebranta con nada y que, aún estando en la circunstancia más dura, tiene una palabra de esperanza para todos, gente que cuando habla lo hace con mensura, con inteligencia, con humildad y cuya verdad y razón no es ofensiva, ni hiriente, ni atropella; es suya, pero que respeta a las otras por diferentes que sean.
Hay gente que tiene una actitud emprendedora, que no se deja ganar por las adversidades sino que asume una actitud guerrera, luchadora, valiente y que toma los problemas por los cuernos y los enfrenta sin salir corriendo, aunque tenga miedo, aunque sepa que puede perder o salir herido, no se deja vencer sin dar la batalla fuerte.
Hay gente que tiene como único rival a sí mismo, busca superarse en todo, sin mirar lo que hacen los otros, sin envidiarlos, sin amargarse por victorias ajenas, porque otros tengan más y mejores condiciones, ellos dan lo suyo, porque saben que a quien tiene que vencer no es a otro a que las propias limitantes, los propios defectos. Ellos no ponen el espejo retrovisor para compararse con los otros, sino que se concentran en ir adelante, en superar sus propias metas, en salir delante de los defectos que se tengan. Gente que se empuja y se anima en todo.
Hay gente que tiene siempre una sonrisa, que le alegra a uno la vida cuando se encuentra con ella, gente que es especial porque tienen una actitud positiva, tienen una palabra de ánimo y se nota que la viven, que la sienten desde dentro, que no es una postura, que no están fingiendo sino que se gozan lo que son y se sienten felices de ser quiénes son y no se cambian por nadie; esta gente alegre comparten su felicidad, muestran motivos para gozarse la vida, están encontrando siempre una motivación, algo bueno, algo por qué sentirse felices.
También hay gente que se gana el cariño de los otros con facilidad, porque tienen la posibilidad de tender puentes con todos, son empáticos, uno siente que ellos caen bien, que quisiera tener siempre oportunidad de compartir la vida con estos seres humanos.
Y quisiera que tú, amigo lector, fueses esos tipo de gente de la que estoy hablando. Que seas alguien feliz contigo, que seas valiente, que seas alguien que busca superarse siempre y que está convencido que los otros son una bendición para tu vida.
De verdad, doy la vida para que seas como debes ser, para que cumplas el sueño que Dios tiene contigo; porque estás hecho para grandes cosas, para ganar, para ser un vencedor. No dejes que nada, ni nadie te convenza de lo contrario; ni permitas que exista una circunstancia que te haga creer lo contrario.
Ánimo, sé valiente y firme, que Dios tiene puesta su confianza en ti, en lo que eres y puedes, porque te construyó y sabes que eres capaz de grandes cosas, de mejores realidades, sólo necesitas convencerte de ellas y comenzar a conseguirlas. Sé feliz.
sábado, 5 de mayo de 2012
LA INFELICIDAD NO ES UNA OPCION
El domingo fui con unos amigos a ver cine; ese plan me gusta de vez en cuando. Y vimos una cinta española (Mientras duermes)en la que el protagonista se dedicaba a hacer la vida infeliz a los demás. Esa era su misión en la vida. Su profundo odio hacia los demás lo convertía en un personaje dispuesto a hacer lo que fuese, a correr cualquier riesgo, a generar cualquier situación y pagar el precio más caro, con tal de destrozar la vida ajena. Sé que es una caricatura, sé que este tipo de la película es una exageración de la realidad, una tragedia moderna inspirada en aquellas tragedias griegas tan bien contadas.
Pero me puse a pensar en tanta gente que se hace infeliz, no sé si con el propósito de serlo, pero sí con ese objetivo. Pues estoy seguro de que son muchas las situaciones en las que nos negamos a la propia felicidad. También sé que la envidia, que esta sociedad busca generar en los individuos, nos está restando espacios para sentirnos bien y gozarnos lo que somos. Aunque todos digamos que no la sentimos, vivimos buscando que otros la sientan; porque un comercial hace mucho nos enseñó que es mejor despertarla. Y entonces parece que no podemos negarnos a vivir en esa dinámica del envidiar y ser envidiados; es decir, en ni ser felices esperando que nos miren con recelo y odio, ni dejando serlo a los demás, tratando de opacar, minimizar, enlodar o destruir sus logros, conquistas o cualidades.
Y mientras pensaba en esto, llegué a la conclusión de que no podemos ser felices por lo siguiente:
1-No creemos que podamos o merezcamos serlo. Nos sentimos malos, nos entendemos como poco fiables, poco capaces, poco dignos. Entonces actuamos conforme a eso. Nos hemos convencido de que la felicidad es algo inaccesible, algo fuera de nuestro alcance o posibilidades. Entonces no hacemos nada por lograrla. Como no es para mí, como está fuera de mi alcance, entonces para qué lucho, para qué intento tenerla. Y realmente este pensamiento es erróneo, equivocado y poco inteligente, pues todos tenemos la posibilidad de ser felices, en medio de la situación y de las capacidades propias, cada quien puede decidir y optar por la felicidad.
2- No podemos ser felices si estamos pendientes de lo que suceda con los demás. Tienes que concentrarte en tu vida, en tus proyectos, en tus facultades y en superar tus limitantes. Lo que pase con los demás es problema de ellos; no tienes ni que resolver la vida de los otros asumiendo que son tuyos, ni que sufrir y amargarte por los triunfos que logren. No vivimos en una competencia de nada. Lo que se le da al otro no es algo que me restan a mí; esa es una visión equivocada de la vida.
3- Lo que otros tienen, es suyo y no puede hacerme sentir mal. Una de las actitudes que más me encuentro con regularidad, es la aquellos que envidian los logros materiales, laborales, profesionales, etc., que tienen sus vecinos. Hay quienes ven que el carro que compró el vecino, es una afrenta personal para él que tiene que andar en buseta todavía. Y resulta que no. Envidiar no sólo te daña, sino que te estanca. Conozco a algunos que se contentan con creer que los otros ascienden no por propios méritos, sino porque tienen palancas, ayudas extras, trampas, etc. Y se amargan más por eso. Con esta actitud hay que tener cuidado, porque pueden terminar como el hombre de la película: haciendo cualquier cosa para que el otro no esté bien, así eso signifique que yo tampoco lo esté.
PD. El 21 de mayo a partir de la 1 de la tarde, 30 mil creyentes viviremos una efusión de Espíritu Santo en el Estadio Metropolitano de Barranquilla, te invito a que participes. Infor: 3444577-33444582-3494078
lunes, 30 de abril de 2012
Lo más importante que lo importante
En el deporte, como en la vida, se ha impuesto una idea dañina: el resultado está por encima del proceso. Esta manifestación tan pragmática y utilitarista es hija de Maquiavelo, cuando nos dijo que el "fin justifica los medios". Tengo claro que no está bien seguir afirmando que se puede ganar como sea; que debemos hacer plata como sea o alcanzar las metas propuestas como sea. Tengo la certeza de que ese camino que da alegrías ante el triunfo, termina siendo el camino a la frustración y a la derrota.
Sé que muchos no estarán de acuerdo conmigo y dirán que soy lírico y romántico; pero, insisto en creer que el camino que conduce a la felicidad no sólo pasa por la legalidad sino también por la ética (dejo claro que no estoy hablando en sentido teológico y por eso no hablo de moral). Aún más, soy de los que prefieren desechar caminos legales, si considero que éstos no son éticos; es decir, que no corresponden con los valores, con las ideas fuertes que gobiernan e impulsan mi proyecto de vida.
Creo que debe haber una coherencia entre lo que hago y los valores que proclamo. A veces nos quejamos de la manera como la sociedad se no está cayendo a pedazos o por las atrocidades que, a diario, son noticia en nuestros periódicos, o por la corrupción, o por cualquiera de esos flagelos. Y creo que una de las variables que explican -y permiten entender- estas situaciones está en ese creer, enseñar y proclamar que hay que lograr los objetivos cómo sea.
¿Cómo lograr la victoria sin traicionar los principios fundamentales de mi ser? Creo que este es el camino:
1. Hay que ser creativos, innovar, inventar, descubrir nuevas y mejores soluciones; no quedarse quieto, ni dejar que los inconvenientes nos subyuguen sin que intentemos un camino diferente para entrar a la batalla. Ser creativo supone barajar de un nuevo modo las cartas que ya tengo conmigo, ordenar de un modo diferente las acciones, intentar alternativas novedosas.
2. Hay que ser bondadosos; cuando uno es tacaño, cuando no da, cuando no comparte, se encierra, se bloquea, se olvida de conseguir el resultado esperado por cuidar la posición en la que se está para que otro no pueda acceder a ella. Es increíble la gran cantidad de gente que no logra nada, para que otros no se beneficien de sus victorias; el típico ejemplo es aquel que prefiere que le pongan una mala nota a que otro se gane una buena sin merecerlo.
3. Hay que saber respetar al otro; los seres humanos tienen una visión particular de lo que viven y lo que pasa. No se vive igual un triunfo si estás en el bando perdedor; entonces las interpretaciones, los sentimientos y las ideas que tienen otros pueden ser diferentes a las tuyas, pero no son desiguales, son igual de dignas, de importantes, de valiosas, siempre uno encuentra una idea acertada en quien discute conmigo.
4. Hay que ser leal; que los otros sepan que jugamos bien, que respetamos las reglas, que competimos en franca lid, que no usamos atajos, ni trampas, que no aprovechamos situaciones de mala forma, que no sacamos ventajas injustas de nuestra posición o de las relaciones que tenemos.
5. Hay que captar que existen realidades que van más allá de las que brillan, pesan y lucen... No todo se agota en lo práctico y no todo se pesa por el dinero que puede costar, hay realidades que son muchísimo más importantes que el dinero o el triunfo logrado a costa de trampas y engaños.
lunes, 23 de abril de 2012
DANDO ES COMO SE RECIBE
El ser humano es un ser social. Esto es, un ser que no puede vivir solitario y totalmente desconectado de los otros. Siempre es necesario estar en relación con los demás. En ellos se encuentra la riqueza, la solidaridad, la retroalimentación que requiere para poder ser feliz. Somos conscientes que esa relación con el otro también puede ser conflictiva y problemática. Estar en relación con el otro supone apertura, renuncias, entregas, compromiso; y eso no siempre es posible. ¿Cómo tener unas buenas relaciones interpersonales? Creo que la clave está en entender y comprender que el otro es un ser humano que quiere y necesita lo que normalmente nosotros necesitamos. Es por esto que se habla mucho de la regla de comportamiento: “No hagas al otro lo que no quieres que te hagan”.
1. Reconocimiento: todos los seres humanos queremos sentirnos conocidos, aceptados, amados y valorados. Nadie quiere pasar desapercibido por los otros o ser maltratado. Si quieres tener una buena relación con los otros tendrás que aprender a sinceramente reconocer sus cualidades y capacidades y hacerle sentir que es una persona valiosa. No estoy hablando de los ‘piropos lambones’ que a todos nos fastidian y no generan confianza, sino de aquellos comentarios agradables que para todos son caricias emocionales que siempre son bien recibidos. No podemos pretender que el otro nos reciba bien si nuestros comentarios siempre son ofensivos, despectivos o simplemente buscan hacer sentir mal a la otra persona. Cuando eres alguien capaz de reconocer los valores de las otras personas, estas abren su corazón para relacionarse bien contigo.
2. Esperanza: el corazón humano se alimenta de esperanza. El futuro siempre nos genera muchas expectativas y queremos sentir que en él nos va a ir bien, que todo saldrá mejor de lo que estamos viviendo ahora. No queremos tener al lado a personas que siempre están manifestándose negativamente o que hacen del negativismo su bandera. Si quieres buenas relaciones comparte esperanza con los otros, que tus palabras y tus actitudes comuniquen a los otros ánimo, fuerza, ganas. Tienes que ser un auténtico luchador, pero a la vez alguien que con su alegría, su seguridad y su fortaleza comunique esperanza a los otros. Eso hará que ellos quieran tener una buena relación contigo.
3. Orientación: todos necesitamos orientación y la andamos buscando. Pero ¡ojo! No queremos esos seres humanos que andan repartiendo consejos sin que nadie se los pida y tratan de meterse en la vida de los demás. Queremos seres humanos seguros de lo que hacen en su vida, inteligentes a la hora de exponer las ideas que gobiernan su proyecto de vida. En una palabra, gente que sabe para dónde va, que sabe qué quiere. El que tiene palabras claras para aquellos que, en un momento de confusión, piden una orientación. Todos necesitamos a alguien que nos muestre el camino y sea capaz de indicarnos cuál es el mejor.
4. Solidaridad: siempre todos esperamos que alguien nos ayude. Si queremos tener buenas relaciones con los demás tenemos que estar dispuestos a colaborarles, a servirles y bendecirlos con nuestros comportamientos. Lo que se da es lo que se recibe. Muchas veces pretendemos que los otros nos ayuden, pero no somos capaces de salir de nuestra comodidad para colaborarles en la construcción de sus soluciones y respuestas. Todos queremos estar con gente colaborativa y solidaria.
Se trata de comprender que los otros quieren y necesitan, de alguna manera, lo que nosotros queremos y necesitamos, y que para tener unas buenas relaciones hay que saber comportarnos con los demás, porque estos, como nosotros, no tienen por qué aceptar y aguantar ‘cualquier tipo de comportamiento’. Pregúntate si eres una persona que tiene estas cuatro actitudes propuestas anteriormente.
1. Reconocimiento: todos los seres humanos queremos sentirnos conocidos, aceptados, amados y valorados. Nadie quiere pasar desapercibido por los otros o ser maltratado. Si quieres tener una buena relación con los otros tendrás que aprender a sinceramente reconocer sus cualidades y capacidades y hacerle sentir que es una persona valiosa. No estoy hablando de los ‘piropos lambones’ que a todos nos fastidian y no generan confianza, sino de aquellos comentarios agradables que para todos son caricias emocionales que siempre son bien recibidos. No podemos pretender que el otro nos reciba bien si nuestros comentarios siempre son ofensivos, despectivos o simplemente buscan hacer sentir mal a la otra persona. Cuando eres alguien capaz de reconocer los valores de las otras personas, estas abren su corazón para relacionarse bien contigo.
2. Esperanza: el corazón humano se alimenta de esperanza. El futuro siempre nos genera muchas expectativas y queremos sentir que en él nos va a ir bien, que todo saldrá mejor de lo que estamos viviendo ahora. No queremos tener al lado a personas que siempre están manifestándose negativamente o que hacen del negativismo su bandera. Si quieres buenas relaciones comparte esperanza con los otros, que tus palabras y tus actitudes comuniquen a los otros ánimo, fuerza, ganas. Tienes que ser un auténtico luchador, pero a la vez alguien que con su alegría, su seguridad y su fortaleza comunique esperanza a los otros. Eso hará que ellos quieran tener una buena relación contigo.
3. Orientación: todos necesitamos orientación y la andamos buscando. Pero ¡ojo! No queremos esos seres humanos que andan repartiendo consejos sin que nadie se los pida y tratan de meterse en la vida de los demás. Queremos seres humanos seguros de lo que hacen en su vida, inteligentes a la hora de exponer las ideas que gobiernan su proyecto de vida. En una palabra, gente que sabe para dónde va, que sabe qué quiere. El que tiene palabras claras para aquellos que, en un momento de confusión, piden una orientación. Todos necesitamos a alguien que nos muestre el camino y sea capaz de indicarnos cuál es el mejor.
4. Solidaridad: siempre todos esperamos que alguien nos ayude. Si queremos tener buenas relaciones con los demás tenemos que estar dispuestos a colaborarles, a servirles y bendecirlos con nuestros comportamientos. Lo que se da es lo que se recibe. Muchas veces pretendemos que los otros nos ayuden, pero no somos capaces de salir de nuestra comodidad para colaborarles en la construcción de sus soluciones y respuestas. Todos queremos estar con gente colaborativa y solidaria.
Se trata de comprender que los otros quieren y necesitan, de alguna manera, lo que nosotros queremos y necesitamos, y que para tener unas buenas relaciones hay que saber comportarnos con los demás, porque estos, como nosotros, no tienen por qué aceptar y aguantar ‘cualquier tipo de comportamiento’. Pregúntate si eres una persona que tiene estas cuatro actitudes propuestas anteriormente.
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sábado, 14 de abril de 2012
Perdono, luego vivo
Vuelvo sobre el tema del perdón, que es una realidad necesaria y urgente para todo aquel que quiera vivir en paz y tener buenas relaciones interpersonales. El perdón como una herramienta vital, esencialmente humana, para la felicidad. No perdono porque sea tonto, sino por el contrario porque no quiero serlo, pues tonto es aquel que prefiere estar mal cuando puede estar bien.
Insisto, el perdón no es igual a la reconciliación; muchas veces confundimos las dos realidades, la reconciliación es una vuelta a la relación rota, el perdón es una vuelta a la paz también rota. No necesariamente quien perdona vuelve a entablar relación con el ofensor, pero ya no conserva la semilla del odio, del resentimiento o del dolor dentro del corazón.
Quisiera reflexionar sobre algunos puntos en particular sobre la experiencia del perdón como un hecho humano:
1. Nadie merece el perdón, pero todos los necesitamos. Si el tema es de merecimiento nadie podrá perdonar, pues muchas veces la intención del otro no es otra que la de dañarme (y si dejo que su odio permanezca en mí, ya está logrando su cometido); por eso, el perdón es un regalo que me hago a mí mismo. No puedo esperar a que lo merezcas perdón para dártelo, en un acto de libertad y de misericordia te perdono pues no quiero que me siga haciendo daño el pasado. De igual modo, he sido perdonado sin merecerlo, sin que haya hecho nada por lograrlo, porque el perdón es, en primera instancia, un hecho gratuito.
2. Defender mis derechos es una obligación hacerlo violentamente -o en los términos de quien nos ataca- es una necedad. Con el perdón me muestro diferente al que me ofendió. No somos iguales, ni pensamos iguales. Lo más terrible que puede pasarnos es terminar nivelándonos por lo bajo con otros, usando sus lógicas equivocadas, odiando, ofendiendo, humillando o maltratando; yo decido romper esa cadena y vencer el mal a fuerza de bien como Jesús, el Maestro de la Vida, nos enseñó con su sacrificio en la cruz.
3. Te perdono en mi corazón sin que lo pidas. No voy a dejar que tu orgullo, terquedad y crueldad me deje sin paz interior. No necesito que hagas nada para perdonarte, ni necesito que sepas que lo hice, porque el perdón es un hecho para mí, para mi sanación, para mi crecimiento, para mi decisión de vivir mejor y ser feliz. Aunque sigas tratando de dañarme, aunque quieras un mal para mí, ten claro que estaré por encima de esa decisión equivocada tuya, porque decido hacerlo, porque puedo hacerlo, porque no te daré el poder de robarme la paz, de afectarme o herirme, pues yo soy el dueño de mi vida interior.
4. Soy creyente pero no masoquista. Te perdono pero me alejo, cuando tengo claro que me seguirás dañando porque tu actuar está fuera de tu voluntad; cuando inteligentemente me doy cuenta de tu incapacidad de ser de un modo distinto; de que dañas sin querer pues tu corazón está lleno de heridas; cuando me doy cuenta de que haces daño sin que quieras porque no puedes evitarlo o, incluso, porque sientes algo de satisfacción haciéndolo, entonces pongo distancia entre nosotros y te saco de mi vida. Jesús me invita a perdonar siempre, pero no a ser masoquista. No te odio, pero tampoco te quiero haciendo parte de mi historia.
Insisto, el perdón no es igual a la reconciliación; muchas veces confundimos las dos realidades, la reconciliación es una vuelta a la relación rota, el perdón es una vuelta a la paz también rota. No necesariamente quien perdona vuelve a entablar relación con el ofensor, pero ya no conserva la semilla del odio, del resentimiento o del dolor dentro del corazón.
Quisiera reflexionar sobre algunos puntos en particular sobre la experiencia del perdón como un hecho humano:
1. Nadie merece el perdón, pero todos los necesitamos. Si el tema es de merecimiento nadie podrá perdonar, pues muchas veces la intención del otro no es otra que la de dañarme (y si dejo que su odio permanezca en mí, ya está logrando su cometido); por eso, el perdón es un regalo que me hago a mí mismo. No puedo esperar a que lo merezcas perdón para dártelo, en un acto de libertad y de misericordia te perdono pues no quiero que me siga haciendo daño el pasado. De igual modo, he sido perdonado sin merecerlo, sin que haya hecho nada por lograrlo, porque el perdón es, en primera instancia, un hecho gratuito.
2. Defender mis derechos es una obligación hacerlo violentamente -o en los términos de quien nos ataca- es una necedad. Con el perdón me muestro diferente al que me ofendió. No somos iguales, ni pensamos iguales. Lo más terrible que puede pasarnos es terminar nivelándonos por lo bajo con otros, usando sus lógicas equivocadas, odiando, ofendiendo, humillando o maltratando; yo decido romper esa cadena y vencer el mal a fuerza de bien como Jesús, el Maestro de la Vida, nos enseñó con su sacrificio en la cruz.
3. Te perdono en mi corazón sin que lo pidas. No voy a dejar que tu orgullo, terquedad y crueldad me deje sin paz interior. No necesito que hagas nada para perdonarte, ni necesito que sepas que lo hice, porque el perdón es un hecho para mí, para mi sanación, para mi crecimiento, para mi decisión de vivir mejor y ser feliz. Aunque sigas tratando de dañarme, aunque quieras un mal para mí, ten claro que estaré por encima de esa decisión equivocada tuya, porque decido hacerlo, porque puedo hacerlo, porque no te daré el poder de robarme la paz, de afectarme o herirme, pues yo soy el dueño de mi vida interior.
4. Soy creyente pero no masoquista. Te perdono pero me alejo, cuando tengo claro que me seguirás dañando porque tu actuar está fuera de tu voluntad; cuando inteligentemente me doy cuenta de tu incapacidad de ser de un modo distinto; de que dañas sin querer pues tu corazón está lleno de heridas; cuando me doy cuenta de que haces daño sin que quieras porque no puedes evitarlo o, incluso, porque sientes algo de satisfacción haciéndolo, entonces pongo distancia entre nosotros y te saco de mi vida. Jesús me invita a perdonar siempre, pero no a ser masoquista. No te odio, pero tampoco te quiero haciendo parte de mi historia.
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sábado, 7 de abril de 2012
Una vida de contrastes
Son demasiados los contrastes que veo y experimento en este viaje. Pasa una joven, totalmente cubierta por una burka negra, pero lleva en su brazo un bolso de “barbie". Es la tradición y el modernismo en el mismo sujeto. Paso por la calle central Sharm El Sheih y unos jóvenes con sus vestimentas típicas musulmanes hacen una coreografía mientras bailan la macarena. Lo propio y lo extraño juntos en la misma puesta en escena. Estamos frente al televisor viendo el partido del Barca contra Milan en una auténtica torre de Babel donde todos hablan en sus idiomas tan distintos y distantes, donde el arco iris racial se hace presente; pero todos gritan ante el gol de Messi y se abrazan sin conocerse, sintiéndose por un momento hermanos de la misma sangre (la de la emociones). Otra vez lo diferente y lo común. Veo ahora una pareja que se besa, la forman una oriental con un hombre de raza negra, mostrando que el amor salta toda barrera racial y mueve a los hombres a descubrirse iguales y dispuestos a construir juntos.
Ese es el mundo en el que vivimos, donde la palabra fusión tiene un lugar privilegiado. Eso somos, una suma de contrastes que nos enriquecen y nos hacen desbordar los cálculos milimétricos de los que quieren adivinarlo todo o clasificarnos en frías cifras y conceptos. Somos unos y otros, antiguos y modernos, propios y extraños. Somos así.
Pero tal vez el contraste que más me enfrenta a mi propia realidad y me hace de nuevo estremecer, es el de Jesús. Es el Mesías pero no de la manera esperada. Es el rey pero sus súbditos son libres. Es el que nos invita a amar a los que no nos aman. Es el que ama a los que todos rechazan. Es el que da vida, muriendo. Es el que nos ama dejándonos libres para que lo amemos o no. Me invita a tener vida, dándolo todo. Vengo a ver su tumba, a hacer lo contrario a lo que la gente va a ver a las tumbas, voy a ver que no hay nada allí. Vengo a encontrarme con el Dios humanado que está lejos de la pompa, el poder, el lujo y las otras manifestaciones que los hombres que se hacen dioses tienen y pregonan.
Ese contraste me cuestiona y me hace sentir que algo no está bien en la sociedad en la que vivo y en mí mismo. Definitivamente me deja claro que el camino, que creemos hoy, en nuestra sociedad, conduce a la felicidad es equivocado. Vamos en el sentido contrario. Los valores que hoy nos impulsan a vivir y trabajar no son los que nos llevan a la plenitud. Sí, ver a Jesús, encontrarme con todos los contrastes del mundo de hoy, sentir en cada pedazo de tierra de Jesrualén o de Cafarnaun que la invitación de Jesús es dar para ser feliz, es entregar para realizarnos, es pro-existir para vivir realizados, es amar sin medidas y sin intereses, es perdonar aunque la herida este ardiendo todavía, es amar sin confundir el deseo sexual como lo único posible en la relación afectiva con una pareja. En una Palabra, vivir con valores bien contrarios a los que hoy se imponen como modelos de vida. Eso es lo que celebramos hoy en la noche. Es lo que la comunidad eclesial quiere hacernos comprender con sus signos de fuego, palabra, agua y pan. Eso es lo que cantamos con fuerza cuando gritamos hoy que ha resucitado. Que la felicidad se consigue de otra manera, que no podemos ser felices si seguimos a juntadillas el manual egoísta, lambón, idolatra, materialista, facilista, utilitarista que el mundo nos propone.
Por ello te invito a ser contraste para todos. A decepcionarlos y a hacer lo que no esperan: amar cuando esperan odio, perdonar cuando esperan venganza, acoger cuando esperan rechazo, bendecir cuando esperan maldición, dar cuando esperan que pidas. Sé un contraste viviendo a la manera de Jesús en este mundo, y ten la certeza de que serás feliz. Esa es mi apuesta y la que te invito a vivir. Esa fue la apuesta del que terminó en la cruz, pero fue resucitado por el Padre Dios. Es un camino que exige tu decisión y tu compromiso. No es una imposición de nadie, ni mucho menos una orden que tienes que cumplir. Asumir este camino te llevará a sentirte raro, hasta distinto de la mayoría, sentirás su rechazo y su burla pero te hará ser feliz.
Hoy celebramos que se puede vivir de una forma distinta y que Dios así lo quiere. No tengas miedo ni a la cruz, ni al dolor, ten la certeza de que el saldrá fiador de nosotros (Isaías 49) y nos dará la felicidad que tanto estamos buscando.
Seguro que estas palabras que hoy escribo pueden sonar extrañas para ustedes; pero tengan la certeza que es lo que he descubierto como verdad en mi corazón y en mi mente. No quiero vivir de otra manera. Sin que pueda negar que la tentación es mucha y que algunas veces caigo en ella. Pero la tarea es ser un ser humano contraste a la gran mayoría de los que viven en nuestra sociedad hoy. ayoría de los que viven en nuestra sociedad hoy.
Ese es el mundo en el que vivimos, donde la palabra fusión tiene un lugar privilegiado. Eso somos, una suma de contrastes que nos enriquecen y nos hacen desbordar los cálculos milimétricos de los que quieren adivinarlo todo o clasificarnos en frías cifras y conceptos. Somos unos y otros, antiguos y modernos, propios y extraños. Somos así.
Pero tal vez el contraste que más me enfrenta a mi propia realidad y me hace de nuevo estremecer, es el de Jesús. Es el Mesías pero no de la manera esperada. Es el rey pero sus súbditos son libres. Es el que nos invita a amar a los que no nos aman. Es el que ama a los que todos rechazan. Es el que da vida, muriendo. Es el que nos ama dejándonos libres para que lo amemos o no. Me invita a tener vida, dándolo todo. Vengo a ver su tumba, a hacer lo contrario a lo que la gente va a ver a las tumbas, voy a ver que no hay nada allí. Vengo a encontrarme con el Dios humanado que está lejos de la pompa, el poder, el lujo y las otras manifestaciones que los hombres que se hacen dioses tienen y pregonan.
Ese contraste me cuestiona y me hace sentir que algo no está bien en la sociedad en la que vivo y en mí mismo. Definitivamente me deja claro que el camino, que creemos hoy, en nuestra sociedad, conduce a la felicidad es equivocado. Vamos en el sentido contrario. Los valores que hoy nos impulsan a vivir y trabajar no son los que nos llevan a la plenitud. Sí, ver a Jesús, encontrarme con todos los contrastes del mundo de hoy, sentir en cada pedazo de tierra de Jesrualén o de Cafarnaun que la invitación de Jesús es dar para ser feliz, es entregar para realizarnos, es pro-existir para vivir realizados, es amar sin medidas y sin intereses, es perdonar aunque la herida este ardiendo todavía, es amar sin confundir el deseo sexual como lo único posible en la relación afectiva con una pareja. En una Palabra, vivir con valores bien contrarios a los que hoy se imponen como modelos de vida. Eso es lo que celebramos hoy en la noche. Es lo que la comunidad eclesial quiere hacernos comprender con sus signos de fuego, palabra, agua y pan. Eso es lo que cantamos con fuerza cuando gritamos hoy que ha resucitado. Que la felicidad se consigue de otra manera, que no podemos ser felices si seguimos a juntadillas el manual egoísta, lambón, idolatra, materialista, facilista, utilitarista que el mundo nos propone.
Por ello te invito a ser contraste para todos. A decepcionarlos y a hacer lo que no esperan: amar cuando esperan odio, perdonar cuando esperan venganza, acoger cuando esperan rechazo, bendecir cuando esperan maldición, dar cuando esperan que pidas. Sé un contraste viviendo a la manera de Jesús en este mundo, y ten la certeza de que serás feliz. Esa es mi apuesta y la que te invito a vivir. Esa fue la apuesta del que terminó en la cruz, pero fue resucitado por el Padre Dios. Es un camino que exige tu decisión y tu compromiso. No es una imposición de nadie, ni mucho menos una orden que tienes que cumplir. Asumir este camino te llevará a sentirte raro, hasta distinto de la mayoría, sentirás su rechazo y su burla pero te hará ser feliz.
Hoy celebramos que se puede vivir de una forma distinta y que Dios así lo quiere. No tengas miedo ni a la cruz, ni al dolor, ten la certeza de que el saldrá fiador de nosotros (Isaías 49) y nos dará la felicidad que tanto estamos buscando.
Seguro que estas palabras que hoy escribo pueden sonar extrañas para ustedes; pero tengan la certeza que es lo que he descubierto como verdad en mi corazón y en mi mente. No quiero vivir de otra manera. Sin que pueda negar que la tentación es mucha y que algunas veces caigo en ella. Pero la tarea es ser un ser humano contraste a la gran mayoría de los que viven en nuestra sociedad hoy. ayoría de los que viven en nuestra sociedad hoy.
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lunes, 2 de abril de 2012
REFLEXIONES DESDE EL DESIERTO
REFLEXIONES EXISTENCIALES EN EL DESIERTO
Cuando escribo estas reflexiones de los sábados estoy en la Isla de Elefantina, en la ciudad de ASWAN, la cuarta ciudad de Egipto después del Cairo, Alejandrina y Luxor; conocida por su famosa represa sobre el Nilo. Mientras que los peregrinos que me acompañan, en busca de la Tierra Santa, aprovechan motarse en Camello y conocer una nueva cultura, contemplo el contraste entre la duna del desierto: amarilla, estéril, sin vida, y la orilla de uno de los brazos del Rio Nilo, verde, fecunda y con mucha vida. El contraste es evidente. Son dos polos opuestos. En uno falta lo que está en el otro.
Me impresiono hasta llegar a pensar que así es nuestra vida, las dos situaciones al mismo tiempo: por momentos desértica y estéril y en otro llena de vida y fecunda. Por momentos ganas de decir no sigo adelante, ya esto terminó; pero en otros con ganas de tragarnos el mundo y pintarlo de todos los colores que hay que nuestros. Por momentos sintiendo que no somos nada; pero en otros creyendo que el mundo gira alrededor nuestro. Así vivimos. Así somos.
No podemos negarnos a ninguno de los dos momentos, tenemos que aprender a conjugarlos y a vivirlos a plenitud en cada momento. Aprender a ser feliz implica entender y aceptar que caminamos por esas dos laderas existenciales y que debemos seguir adelante caminando hasta alcanzar la meta, la plenitud que soñamos. No quiero desear lo que no tengo, ni ser lo que no soy; más bien quiero amar lo que tengo y disfrutar lo que soy para alcanzar la plentitud y la excelencia que tanto requiero.
En ese momento un grito de algunos arabes de los que venden por allí, me baja del globo de mi reflexión y me deposita de nuevo en ese calor ardiente de esta isla, El sol es tan fuerte que me armo de mi sombrero vuelteao que me amarra al caribe -del que soy y no me quiero ir nunca, aunque viaje por tantos otros lugares del mundo.
Subo a un camello y sigo hacia la aldea Nuvia, una cultura afro-árabe que lucha por sobrevivir. Mientras nos explican aspectos de su cultura, de su modo de vida, de sus métodos de aprendizajes, etc., pienso en la manera cómo usan los pocos recursos que tienen. Me detengo, mas exactamente, en la manera cómo viven y usan los camellos: al poco tiempo que nace el camello le amarran las dos patas delanteras con una cabuya que le permita moverse pero no mucho y lo sueltan por el desierto. A los dos años los buscan, ya los encuentran crecidos y comienzan a usarlos como medio de transporte, de trabajo, de diversión... por lo menos entre 12 y 13 años, luego lo matan venden su carne o la consumen ellos, de las pieles hacen prendas de vestir y de los huesos utensilios domésticos o de adornos. Lo aprovecha súper bien a este animal.
Podrás preguntarte ¿qué tiene que ver esa historia del camello con nosotros, que camellamos pero de otra manera? Es probable que nada, pero conocer esta manera de usar los pocos recursos que la naturaleza les da a estos seres humanos para sobrevivir me lleva a comprender que: mediocre no es aquel que no tiene recursos, sino quien no aprovecha al máximo los que tiene para realizar sus sueños. Mediocre es el que despilfarra todo lo que Dios le ha dado ya sea malbaratando todo o simplemente quedándose quietos sin hacer nada.
No puedo dejar de pensar en mi gente -y en mí- que seguro tenemos muchos más recursos pero vivimos quejándonos de la vida y diciendo que no tenemos cómo salir adelante. Es probable que no tenga todo lo que creo necesitar pero seguro que en mi vida hay muchos recursos que me podrían hacer más feliz de lo que soy. Tal vez nos acostumbramos a desear lo de los otros, y por eso no descubrimos el potencial que hay en nuestro ser. O tal vez lo que sucede es que no hemos sido enseñados a valorar lo que poseemos y nos cuesta entender que tenemos muchas capacidades, talentos, posibilidades para construir una vida feliz. Si, es probable que hayamos aprendido a vivir mediocremente sin aprovechar todo lo que Dios nos ha dado y a culpar a otros de no poderlo hacer. También puede ser el conformismo de creer que ya todo está decidido y que nacimos para ser pobres. No sé, a ciencia cierta, que sea, pero sé que no podemos seguir viviendo así, hay que tomar la decisión de aprovechar la vida y todo lo que ella contiene, que hay que asumir actitudes que nos lleven a la realización de nuestros sueños sin miedo y usando, con inteligencia y sabiduría, todos los recursos que la naturaleza (y para mí, Dios nos ha dado).
Es hora de dejar esa actitud mediocre de quejarnos, de esperar que las soluciones las traigan otros, o de soñar con un mundo perfecto que cae del cielo mientras dormimos. Es hora de dejar a un lado toda mediocridad y asumir una actitud diligente que nos lleve a valorar lo que tenemos y construir con ellos una vida agradable, que valga la pena vivir. Es hora de ser hombres y mujeres competentes, capaces de alcanzar los que se proponen y de realizar sus proyectos venciendo todo tipo de dificultades y adversidades. No dejes que la mediocridad se apodere de tu corazón, hoy tienes la posibilidad de asumir una actitud totalmente nueva y ser feliz.
Cuando escribo estas reflexiones de los sábados estoy en la Isla de Elefantina, en la ciudad de ASWAN, la cuarta ciudad de Egipto después del Cairo, Alejandrina y Luxor; conocida por su famosa represa sobre el Nilo. Mientras que los peregrinos que me acompañan, en busca de la Tierra Santa, aprovechan motarse en Camello y conocer una nueva cultura, contemplo el contraste entre la duna del desierto: amarilla, estéril, sin vida, y la orilla de uno de los brazos del Rio Nilo, verde, fecunda y con mucha vida. El contraste es evidente. Son dos polos opuestos. En uno falta lo que está en el otro.
Me impresiono hasta llegar a pensar que así es nuestra vida, las dos situaciones al mismo tiempo: por momentos desértica y estéril y en otro llena de vida y fecunda. Por momentos ganas de decir no sigo adelante, ya esto terminó; pero en otros con ganas de tragarnos el mundo y pintarlo de todos los colores que hay que nuestros. Por momentos sintiendo que no somos nada; pero en otros creyendo que el mundo gira alrededor nuestro. Así vivimos. Así somos.
No podemos negarnos a ninguno de los dos momentos, tenemos que aprender a conjugarlos y a vivirlos a plenitud en cada momento. Aprender a ser feliz implica entender y aceptar que caminamos por esas dos laderas existenciales y que debemos seguir adelante caminando hasta alcanzar la meta, la plenitud que soñamos. No quiero desear lo que no tengo, ni ser lo que no soy; más bien quiero amar lo que tengo y disfrutar lo que soy para alcanzar la plentitud y la excelencia que tanto requiero.
En ese momento un grito de algunos arabes de los que venden por allí, me baja del globo de mi reflexión y me deposita de nuevo en ese calor ardiente de esta isla, El sol es tan fuerte que me armo de mi sombrero vuelteao que me amarra al caribe -del que soy y no me quiero ir nunca, aunque viaje por tantos otros lugares del mundo.
Subo a un camello y sigo hacia la aldea Nuvia, una cultura afro-árabe que lucha por sobrevivir. Mientras nos explican aspectos de su cultura, de su modo de vida, de sus métodos de aprendizajes, etc., pienso en la manera cómo usan los pocos recursos que tienen. Me detengo, mas exactamente, en la manera cómo viven y usan los camellos: al poco tiempo que nace el camello le amarran las dos patas delanteras con una cabuya que le permita moverse pero no mucho y lo sueltan por el desierto. A los dos años los buscan, ya los encuentran crecidos y comienzan a usarlos como medio de transporte, de trabajo, de diversión... por lo menos entre 12 y 13 años, luego lo matan venden su carne o la consumen ellos, de las pieles hacen prendas de vestir y de los huesos utensilios domésticos o de adornos. Lo aprovecha súper bien a este animal.
Podrás preguntarte ¿qué tiene que ver esa historia del camello con nosotros, que camellamos pero de otra manera? Es probable que nada, pero conocer esta manera de usar los pocos recursos que la naturaleza les da a estos seres humanos para sobrevivir me lleva a comprender que: mediocre no es aquel que no tiene recursos, sino quien no aprovecha al máximo los que tiene para realizar sus sueños. Mediocre es el que despilfarra todo lo que Dios le ha dado ya sea malbaratando todo o simplemente quedándose quietos sin hacer nada.
No puedo dejar de pensar en mi gente -y en mí- que seguro tenemos muchos más recursos pero vivimos quejándonos de la vida y diciendo que no tenemos cómo salir adelante. Es probable que no tenga todo lo que creo necesitar pero seguro que en mi vida hay muchos recursos que me podrían hacer más feliz de lo que soy. Tal vez nos acostumbramos a desear lo de los otros, y por eso no descubrimos el potencial que hay en nuestro ser. O tal vez lo que sucede es que no hemos sido enseñados a valorar lo que poseemos y nos cuesta entender que tenemos muchas capacidades, talentos, posibilidades para construir una vida feliz. Si, es probable que hayamos aprendido a vivir mediocremente sin aprovechar todo lo que Dios nos ha dado y a culpar a otros de no poderlo hacer. También puede ser el conformismo de creer que ya todo está decidido y que nacimos para ser pobres. No sé, a ciencia cierta, que sea, pero sé que no podemos seguir viviendo así, hay que tomar la decisión de aprovechar la vida y todo lo que ella contiene, que hay que asumir actitudes que nos lleven a la realización de nuestros sueños sin miedo y usando, con inteligencia y sabiduría, todos los recursos que la naturaleza (y para mí, Dios nos ha dado).
Es hora de dejar esa actitud mediocre de quejarnos, de esperar que las soluciones las traigan otros, o de soñar con un mundo perfecto que cae del cielo mientras dormimos. Es hora de dejar a un lado toda mediocridad y asumir una actitud diligente que nos lleve a valorar lo que tenemos y construir con ellos una vida agradable, que valga la pena vivir. Es hora de ser hombres y mujeres competentes, capaces de alcanzar los que se proponen y de realizar sus proyectos venciendo todo tipo de dificultades y adversidades. No dejes que la mediocridad se apodere de tu corazón, hoy tienes la posibilidad de asumir una actitud totalmente nueva y ser feliz.
REFLEXIONES DESDE EL DESIERTO
REFLEXIONES EXISTENCIALES EN EL DESIERTO
Cuando escribo estas reflexiones de los sábados estoy en la Isla de Elefantina, en la ciudad de ASWAN, la cuarta ciudad de Egipto después del Cairo, Alejandrina y Luxor; conocida por su famosa represa sobre el Nilo. Mientras que los peregrinos que me acompañan, en busca de la Tierra Santa, aprovechan motarse en Camello y conocer una nueva cultura, contemplo el contraste entre la duna del desierto: amarilla, estéril, sin vida, y la orilla de uno de los brazos del Rio Nilo, verde, fecunda y con mucha vida. El contraste es evidente. Son dos polos opuestos. En uno falta lo que está en el otro.
Me impresiono hasta llegar a pensar que así es nuestra vida, las dos situaciones al mismo tiempo: por momentos desértica y estéril y en otro llena de vida y fecunda. Por momentos ganas de decir no sigo adelante, ya esto terminó; pero en otros con ganas de tragarnos el mundo y pintarlo de todos los colores que hay que nuestros. Por momentos sintiendo que no somos nada; pero en otros creyendo que el mundo gira alrededor nuestro. Así vivimos. Así somos.
No podemos negarnos a ninguno de los dos momentos, tenemos que aprender a conjugarlos y a vivirlos a plenitud en cada momento. Aprender a ser feliz implica entender y aceptar que caminamos por esas dos laderas existenciales y que debemos seguir adelante caminando hasta alcanzar la meta, la plenitud que soñamos. No quiero desear lo que no tengo, ni ser lo que no soy; más bien quiero amar lo que tengo y disfrutar lo que soy para alcanzar la plentitud y la excelencia que tanto requiero.
En ese momento un grito de algunos arabes de los que venden por allí, me baja del globo de mi reflexión y me deposita de nuevo en ese calor ardiente de esta isla, El sol es tan fuerte que me armo de mi sombrero vuelteao que me amarra al caribe -del que soy y no me quiero ir nunca, aunque viaje por tantos otros lugares del mundo.
Subo a un camello y sigo hacia la aldea Nuvia, una cultura afro-árabe que lucha por sobrevivir. Mientras nos explican aspectos de su cultura, de su modo de vida, de sus métodos de aprendizajes, etc., pienso en la manera cómo usan los pocos recursos que tienen. Me detengo, mas exactamente, en la manera cómo viven y usan los camellos: al poco tiempo que nace el camello le amarran las dos patas delanteras con una cabuya que le permita moverse pero no mucho y lo sueltan por el desierto. A los dos años los buscan, ya los encuentran crecidos y comienzan a usarlos como medio de transporte, de trabajo, de diversión... por lo menos entre 12 y 13 años, luego lo matan venden su carne o la consumen ellos, de las pieles hacen prendas de vestir y de los huesos utensilios domésticos o de adornos. Lo aprovecha súper bien a este animal.
Podrás preguntarte ¿qué tiene que ver esa historia del camello con nosotros, que camellamos pero de otra manera? Es probable que nada, pero conocer esta manera de usar los pocos recursos que la naturaleza les da a estos seres humanos para sobrevivir me lleva a comprender que: mediocre no es aquel que no tiene recursos, sino quien no aprovecha al máximo los que tiene para realizar sus sueños. Mediocre es el que despilfarra todo lo que Dios le ha dado ya sea malbaratando todo o simplemente quedándose quietos sin hacer nada.
No puedo dejar de pensar en mi gente -y en mí- que seguro tenemos muchos más recursos pero vivimos quejándonos de la vida y diciendo que no tenemos cómo salir adelante. Es probable que no tenga todo lo que creo necesitar pero seguro que en mi vida hay muchos recursos que me podrían hacer más feliz de lo que soy. Tal vez nos acostumbramos a desear lo de los otros, y por eso no descubrimos el potencial que hay en nuestro ser. O tal vez lo que sucede es que no hemos sido enseñados a valorar lo que poseemos y nos cuesta entender que tenemos muchas capacidades, talentos, posibilidades para construir una vida feliz. Si, es probable que hayamos aprendido a vivir mediocremente sin aprovechar todo lo que Dios nos ha dado y a culpar a otros de no poderlo hacer. También puede ser el conformismo de creer que ya todo está decidido y que nacimos para ser pobres. No sé, a ciencia cierta, que sea, pero sé que no podemos seguir viviendo así, hay que tomar la decisión de aprovechar la vida y todo lo que ella contiene, que hay que asumir actitudes que nos lleven a la realización de nuestros sueños sin miedo y usando, con inteligencia y sabiduría, todos los recursos que la naturaleza (y para mí, Dios nos ha dado).
Es hora de dejar esa actitud mediocre de quejarnos, de esperar que las soluciones las traigan otros, o de soñar con un mundo perfecto que cae del cielo mientras dormimos. Es hora de dejar a un lado toda mediocridad y asumir una actitud diligente que nos lleve a valorar lo que tenemos y construir con ellos una vida agradable, que valga la pena vivir. Es hora de ser hombres y mujeres competentes, capaces de alcanzar los que se proponen y de realizar sus proyectos venciendo todo tipo de dificultades y adversidades. No dejes que la mediocridad se apodere de tu corazón, hoy tienes la posibilidad de asumir una actitud totalmente nueva y ser feliz.
Cuando escribo estas reflexiones de los sábados estoy en la Isla de Elefantina, en la ciudad de ASWAN, la cuarta ciudad de Egipto después del Cairo, Alejandrina y Luxor; conocida por su famosa represa sobre el Nilo. Mientras que los peregrinos que me acompañan, en busca de la Tierra Santa, aprovechan motarse en Camello y conocer una nueva cultura, contemplo el contraste entre la duna del desierto: amarilla, estéril, sin vida, y la orilla de uno de los brazos del Rio Nilo, verde, fecunda y con mucha vida. El contraste es evidente. Son dos polos opuestos. En uno falta lo que está en el otro.
Me impresiono hasta llegar a pensar que así es nuestra vida, las dos situaciones al mismo tiempo: por momentos desértica y estéril y en otro llena de vida y fecunda. Por momentos ganas de decir no sigo adelante, ya esto terminó; pero en otros con ganas de tragarnos el mundo y pintarlo de todos los colores que hay que nuestros. Por momentos sintiendo que no somos nada; pero en otros creyendo que el mundo gira alrededor nuestro. Así vivimos. Así somos.
No podemos negarnos a ninguno de los dos momentos, tenemos que aprender a conjugarlos y a vivirlos a plenitud en cada momento. Aprender a ser feliz implica entender y aceptar que caminamos por esas dos laderas existenciales y que debemos seguir adelante caminando hasta alcanzar la meta, la plenitud que soñamos. No quiero desear lo que no tengo, ni ser lo que no soy; más bien quiero amar lo que tengo y disfrutar lo que soy para alcanzar la plentitud y la excelencia que tanto requiero.
En ese momento un grito de algunos arabes de los que venden por allí, me baja del globo de mi reflexión y me deposita de nuevo en ese calor ardiente de esta isla, El sol es tan fuerte que me armo de mi sombrero vuelteao que me amarra al caribe -del que soy y no me quiero ir nunca, aunque viaje por tantos otros lugares del mundo.
Subo a un camello y sigo hacia la aldea Nuvia, una cultura afro-árabe que lucha por sobrevivir. Mientras nos explican aspectos de su cultura, de su modo de vida, de sus métodos de aprendizajes, etc., pienso en la manera cómo usan los pocos recursos que tienen. Me detengo, mas exactamente, en la manera cómo viven y usan los camellos: al poco tiempo que nace el camello le amarran las dos patas delanteras con una cabuya que le permita moverse pero no mucho y lo sueltan por el desierto. A los dos años los buscan, ya los encuentran crecidos y comienzan a usarlos como medio de transporte, de trabajo, de diversión... por lo menos entre 12 y 13 años, luego lo matan venden su carne o la consumen ellos, de las pieles hacen prendas de vestir y de los huesos utensilios domésticos o de adornos. Lo aprovecha súper bien a este animal.
Podrás preguntarte ¿qué tiene que ver esa historia del camello con nosotros, que camellamos pero de otra manera? Es probable que nada, pero conocer esta manera de usar los pocos recursos que la naturaleza les da a estos seres humanos para sobrevivir me lleva a comprender que: mediocre no es aquel que no tiene recursos, sino quien no aprovecha al máximo los que tiene para realizar sus sueños. Mediocre es el que despilfarra todo lo que Dios le ha dado ya sea malbaratando todo o simplemente quedándose quietos sin hacer nada.
No puedo dejar de pensar en mi gente -y en mí- que seguro tenemos muchos más recursos pero vivimos quejándonos de la vida y diciendo que no tenemos cómo salir adelante. Es probable que no tenga todo lo que creo necesitar pero seguro que en mi vida hay muchos recursos que me podrían hacer más feliz de lo que soy. Tal vez nos acostumbramos a desear lo de los otros, y por eso no descubrimos el potencial que hay en nuestro ser. O tal vez lo que sucede es que no hemos sido enseñados a valorar lo que poseemos y nos cuesta entender que tenemos muchas capacidades, talentos, posibilidades para construir una vida feliz. Si, es probable que hayamos aprendido a vivir mediocremente sin aprovechar todo lo que Dios nos ha dado y a culpar a otros de no poderlo hacer. También puede ser el conformismo de creer que ya todo está decidido y que nacimos para ser pobres. No sé, a ciencia cierta, que sea, pero sé que no podemos seguir viviendo así, hay que tomar la decisión de aprovechar la vida y todo lo que ella contiene, que hay que asumir actitudes que nos lleven a la realización de nuestros sueños sin miedo y usando, con inteligencia y sabiduría, todos los recursos que la naturaleza (y para mí, Dios nos ha dado).
Es hora de dejar esa actitud mediocre de quejarnos, de esperar que las soluciones las traigan otros, o de soñar con un mundo perfecto que cae del cielo mientras dormimos. Es hora de dejar a un lado toda mediocridad y asumir una actitud diligente que nos lleve a valorar lo que tenemos y construir con ellos una vida agradable, que valga la pena vivir. Es hora de ser hombres y mujeres competentes, capaces de alcanzar los que se proponen y de realizar sus proyectos venciendo todo tipo de dificultades y adversidades. No dejes que la mediocridad se apodere de tu corazón, hoy tienes la posibilidad de asumir una actitud totalmente nueva y ser feliz.
lunes, 19 de marzo de 2012
Ten animo y sé valiente
Es muy normal que las dificultades y los problemas nos hagan creer que no podemos seguir adelante, que lo mejor es abandonar la lucha y darnos por vencidos. Tienen las adversidades -sobretodo cuando son grandes- el poder de hacernos sentir incapaces y deprimirnos. Nos quita la esperanza y nos hace suponer que no hay razones para continuar. Allí es donde nuestra fe en Jesús -tan valiosa e importante siempre- se tiene que hacer notar. Nosotros los que creemos no podemos darnos por vencidos en ninguna situación. Nosotros no hemos nacidos para fracasar ni para ser derrotados. Nosotros no hemos sido creados para el sufrimiento o el dolor. Hemos sido creados para la felicidad. Cristo se ha entregado por nosotros, en la cruz, para que tengamos vida y vida en abundancia (Juan 10,10). Eso no lo podemos olvidar y lo tenemos que tener presente en momentos duros de nuestra vida.
"Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él." (Juan 3,16-17). Si, a ti que en este momento estás triste o desanimado te tengo qu e invitar a volver a leer este texto y a darte cuenta de varias cosas:
1. El amor extremo de Dios Padre por Ti. Dios te ama hasta el extremo. Nunca te va a dejar de amar. Su amor es para siempre (Romanos 8,28-37)Eso es lo que El siente por Ti. Y ese amor es la fuente de bendición, de felicidad, de gozo para ti. Tienes que sentirte amado siempre. No dejes que nadie te haga sentir rechazado o olvidado, porque Dios te ama y quiere que seas feliz. No olvides aunque todos los que te amen se olviden de Ti, Dios nunca se olvidará de ti (Isaías 49,15).
2. No hemos sido creados para ser condenados. No tenemos miedo al fin, ni nos asustamos frente a ninguna profecía de destrucción, ni vivimos pendientes de si el mundo se va a acabar o no. Nosotros hemos sido creados para la salvación, y por eso tenemos esperanza y todos los días celebramos la esperanza de estar vivos. Confiamos en el amor de Dios para seguir adelante.
3.Cristo se ha entregado por nuestra felicidad. El pecado no tiene poder sobre nosotros. El miedo no tiene poder sobre nosotros. No estamos a merced del destino o de la suerte, hemos sido salvados y en eso creemos. Por eso hoy nos animamos al mirar la cruz y sentir que en ella está nuestra salvación (Juan 3,14-15). Mirando a Cristo levantado tenemos salvación, porque creemos en El.
4. Estamos confiados en el amor de Dios y no vamos a dejar que nada nos quite las ganas de seguir luchando y de seguir adelante. Vamos a dar la batalla, porque esa batalla, en el nombre de Dios, está ganada. De eso estamos seguros. Dios está a nuestro lado y en este momento nos está bendiciendo. Siente la bendición de Dios que te empuja hacia adelante y te hace confiar y creer. Lucha que eres de Dios.
Hoy le pido al Señor que te haga feliz, que quite de ti todos esos sentimientos de tristeza y de miedo, y te llene de su poder y de su alegría. Animo. Dios está actuando en tu ser.
para que termines de orar te invito a ver este momento de oración, con la primera canción que Dios me permitió componerle: http://www.youtube.com/watch?v=s469j8Z-DWw
o escucha esta canción: http://www.youtube.com/watch?v=59yT6RMlggA
"Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él." (Juan 3,16-17). Si, a ti que en este momento estás triste o desanimado te tengo qu e invitar a volver a leer este texto y a darte cuenta de varias cosas:
1. El amor extremo de Dios Padre por Ti. Dios te ama hasta el extremo. Nunca te va a dejar de amar. Su amor es para siempre (Romanos 8,28-37)Eso es lo que El siente por Ti. Y ese amor es la fuente de bendición, de felicidad, de gozo para ti. Tienes que sentirte amado siempre. No dejes que nadie te haga sentir rechazado o olvidado, porque Dios te ama y quiere que seas feliz. No olvides aunque todos los que te amen se olviden de Ti, Dios nunca se olvidará de ti (Isaías 49,15).
2. No hemos sido creados para ser condenados. No tenemos miedo al fin, ni nos asustamos frente a ninguna profecía de destrucción, ni vivimos pendientes de si el mundo se va a acabar o no. Nosotros hemos sido creados para la salvación, y por eso tenemos esperanza y todos los días celebramos la esperanza de estar vivos. Confiamos en el amor de Dios para seguir adelante.
3.Cristo se ha entregado por nuestra felicidad. El pecado no tiene poder sobre nosotros. El miedo no tiene poder sobre nosotros. No estamos a merced del destino o de la suerte, hemos sido salvados y en eso creemos. Por eso hoy nos animamos al mirar la cruz y sentir que en ella está nuestra salvación (Juan 3,14-15). Mirando a Cristo levantado tenemos salvación, porque creemos en El.
4. Estamos confiados en el amor de Dios y no vamos a dejar que nada nos quite las ganas de seguir luchando y de seguir adelante. Vamos a dar la batalla, porque esa batalla, en el nombre de Dios, está ganada. De eso estamos seguros. Dios está a nuestro lado y en este momento nos está bendiciendo. Siente la bendición de Dios que te empuja hacia adelante y te hace confiar y creer. Lucha que eres de Dios.
Hoy le pido al Señor que te haga feliz, que quite de ti todos esos sentimientos de tristeza y de miedo, y te llene de su poder y de su alegría. Animo. Dios está actuando en tu ser.
para que termines de orar te invito a ver este momento de oración, con la primera canción que Dios me permitió componerle: http://www.youtube.com/watch?v=s469j8Z-DWw
o escucha esta canción: http://www.youtube.com/watch?v=59yT6RMlggA
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miércoles, 14 de marzo de 2012
“No Mendigues Amor”
Una reflexión que necesitamos leer una y otra vez, ya que nos hemos acostumbrado a relaciones generoso-mendigo, amo-esclavo, señor-servidor. Lo cual no es posible en una relación afectiva que quiera llenar de felicidad a los que la vivan.
Estoy seguro que no debemos ser mendigos de amor, por ello he continuado con la investigación sobre este tema y ahora estoy preparando un manual de funciones para no mendigar amor. Estoy convencido que cada uno de nosotros puede ser protagonista de su vida y puede llevar las riendas de su proyecto existencial. Estoy claro en que cada uno de nosotros tiene en su corazón, en su mente, en su ser todo lo que requiere para realizar con éxito cada una de las tareas que tiene. No acepto ninguna mendicidad. Creo que existimos para ser dueños de nuestra vida y no para suplicarle nada a nadie. No me gusta la esclavitud. Me rebelo contra cualquiera esclavitud. Dolorosamente entre nosotros, y tal vez por el espíritu consumista de la sociedad en la que vivimos, cada día en se buscan establecer distintas esclavitudes disfrazadas de hobbies, de modas, de nuevas tendencias. Una de ellas es la dependencia emocional. Si, nuestra sociedad nos enseña a “mendigar cariño” tal vez porque sabe que en la medida que menos seguros nos sintamos de nosotros mismos y necesitemos de las “migajas” de los otros somos más compradores.
Hoy quiero advertirte sobre expresiones que dicen personas que son importantes afectivamente para nosotros y que son sospechosas de que en el corazón de esa persona se puede esconder la intención implicita o explicita de dominarnos, someternos y tratarnos como sus mendigos. Ponte alerta ante expresiones cómo:
“¿Qué harías sin mí?”: No sé tú pero yo tengo que decir que si alguien está pensando que me muero si me deja o no me pone bolas está equivocado, porque pase lo que pase seré feliz y saldré adelante en la realización de mi proyecto de vida. Nadie es tan indispensable en mi vida como para que está no tenga sentido sin él.
“No sirves para nada”: No se le puede aceptar a nadie que lo trate a uno en estos términos. Es cierto que podemos fallar y equivocarnos pero jamás somos inservibles. Siempre tenemos mucho por hacer y lo podemos realizar.
“Estamos así por tu culpa”: las relaciones son de dos y somos los dos los responsables de lo que estamos viviendo, no permitas que nadie te haga cargar con sus propias culpas. Todos tenemos que aceptar que fallamos pero no podemos creer que somos los causantes de todas las desgracias de la relación.
“Eso hay que hacerlo bien, mejor lo hago yo”: ¡Ja! ¡Que tal! Que hiper-autoestima la de al persona que te dice eso, pero que desconocimiento de todas las cualidades que hay en tu corazón. Esa que dice eso no te conoce verdaderamente.
“No sé por qué estoy contigo”: Bueno, lo seguro es que tienen que haber muchas razones. No me vas a hacer creer que es porque no tengo nada que ofrecerte. Si la idea es hacerme sentir poca cosa tendrás que saber que confío en mi y en mis cualidades.
“Yo me merezco algo mejor que tú”: Sal a buscarlo. Y lamento decirte que no lo vas a encontrar porque soy único e irrepetible. Que nadie te haga creer que te está haciendo el favor de amarte y de estar contigo.
“Cuando será el día que hagas las cosas como yo”. Nunca. Porque soy auténtico, tengo mis propias maneras de ser, de entender y de hacer.
Ten pendiente estas expresiones quien las dice está tratando de hacerte creer que sin él o ella no puedes vivir y eso no es cierto: tú estás creado para ser feliz, eres dueño de ti mismo y estás llamado a ser protagonista de tu propia vida.
Estoy seguro que no debemos ser mendigos de amor, por ello he continuado con la investigación sobre este tema y ahora estoy preparando un manual de funciones para no mendigar amor. Estoy convencido que cada uno de nosotros puede ser protagonista de su vida y puede llevar las riendas de su proyecto existencial. Estoy claro en que cada uno de nosotros tiene en su corazón, en su mente, en su ser todo lo que requiere para realizar con éxito cada una de las tareas que tiene. No acepto ninguna mendicidad. Creo que existimos para ser dueños de nuestra vida y no para suplicarle nada a nadie. No me gusta la esclavitud. Me rebelo contra cualquiera esclavitud. Dolorosamente entre nosotros, y tal vez por el espíritu consumista de la sociedad en la que vivimos, cada día en se buscan establecer distintas esclavitudes disfrazadas de hobbies, de modas, de nuevas tendencias. Una de ellas es la dependencia emocional. Si, nuestra sociedad nos enseña a “mendigar cariño” tal vez porque sabe que en la medida que menos seguros nos sintamos de nosotros mismos y necesitemos de las “migajas” de los otros somos más compradores.
Hoy quiero advertirte sobre expresiones que dicen personas que son importantes afectivamente para nosotros y que son sospechosas de que en el corazón de esa persona se puede esconder la intención implicita o explicita de dominarnos, someternos y tratarnos como sus mendigos. Ponte alerta ante expresiones cómo:
“¿Qué harías sin mí?”: No sé tú pero yo tengo que decir que si alguien está pensando que me muero si me deja o no me pone bolas está equivocado, porque pase lo que pase seré feliz y saldré adelante en la realización de mi proyecto de vida. Nadie es tan indispensable en mi vida como para que está no tenga sentido sin él.
“No sirves para nada”: No se le puede aceptar a nadie que lo trate a uno en estos términos. Es cierto que podemos fallar y equivocarnos pero jamás somos inservibles. Siempre tenemos mucho por hacer y lo podemos realizar.
“Estamos así por tu culpa”: las relaciones son de dos y somos los dos los responsables de lo que estamos viviendo, no permitas que nadie te haga cargar con sus propias culpas. Todos tenemos que aceptar que fallamos pero no podemos creer que somos los causantes de todas las desgracias de la relación.
“Eso hay que hacerlo bien, mejor lo hago yo”: ¡Ja! ¡Que tal! Que hiper-autoestima la de al persona que te dice eso, pero que desconocimiento de todas las cualidades que hay en tu corazón. Esa que dice eso no te conoce verdaderamente.
“No sé por qué estoy contigo”: Bueno, lo seguro es que tienen que haber muchas razones. No me vas a hacer creer que es porque no tengo nada que ofrecerte. Si la idea es hacerme sentir poca cosa tendrás que saber que confío en mi y en mis cualidades.
“Yo me merezco algo mejor que tú”: Sal a buscarlo. Y lamento decirte que no lo vas a encontrar porque soy único e irrepetible. Que nadie te haga creer que te está haciendo el favor de amarte y de estar contigo.
“Cuando será el día que hagas las cosas como yo”. Nunca. Porque soy auténtico, tengo mis propias maneras de ser, de entender y de hacer.
Ten pendiente estas expresiones quien las dice está tratando de hacerte creer que sin él o ella no puedes vivir y eso no es cierto: tú estás creado para ser feliz, eres dueño de ti mismo y estás llamado a ser protagonista de tu propia vida.
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jueves, 8 de marzo de 2012
Aprendiendo a comunicarnos
De Ronald Regan se dice: “Fue un gran ejecutivo porque poseía una clara visión, hacía decisiones fácilmente, y delegaba con mucha efectividad pero fue un gran líder debido a su habilidad sobrenatural de comunicarse”. Quien quiera tener éxito en sus relaciones sociales necesitas una gran habilidad de comunicarse. En una sociedad marcada por el estar conectado no se puede pretender triunfar sin hacer un constante esfuerzo por revisar sino nos estamos comunicando bien.
Cuántas veces hemos escuchado decir: Ese profesor sabe mucho, pero no lo sabe comunicar, lo que hace que su evaluación no sea la mejor. Aún más, muchas veces nos dañamos negocios, alianzas y perdemos oportunidades por no sabernos comunicar. John Maxwell, en su libro las 21 cualidades indispensables de un líder, plantea las siguientes verdades básicas para la comunicación:
• Simplifica tu mensaje: La comunicación no es sólo lo que se dice, sino cómo se dice. Olvídate de impresionar a la gente. Muchas veces por intentar aparecer como una persona que sabe mucho, nos enredamos y terminamos comunicándonos mal. Otra veces lo que hacemos es tener una actitud muy barroca y llenamos de tantos matices y adornos las frases y los textos que terminan siendo realmente inteligibles. Si quieres que te comprendan, sé sencillo y claro en lo que quieres comunicar. No exageres, ni creas que entre más enredado, más fama de “sabio” vas a tener.
• Mira a la persona: Los buenos comunicadores se concentran en las personas con las que se están comunicando. Nada más aburrido y desmotivador que alguien que está tratándose de comunicar con uno y está concentrado en todo menos en uno. Todos queremos ser atendidos y entre más importantes nos sintamos con el otro; más abiertos estaremos a su mensaje. Pregúntate esto: ¿Quién es mi audiencia? ¿Cuáles son sus preguntas? ¿ Cuáles son las necesidades a suplir? ¿cuánto tiempo tengo para hablarles?
• Muestra la verdad: La credibilidad precede a la gran comunicación. Para ser creíble, cree primero en lo que dices y vívelo. Nadie puede impactar a otro si antes no está impactado por el mensaje que quiere comunicar. Además debemos tener claro que la coherencia da credibilidad. Por ello hay que tener claro que debo creer en lo que digo y a la vez debo vivirlo, o por lo menos que sepan que lo estoy intentando.
• Busca una respuesta: Recuerda que el objetivo de la comunicación es la acción. Por tanto al hablar dales algo que sentir, algo que recordar y algo que hacer.
Te pregunto: ¿Cómo evalúas tu capacidad de comunicarte con otros? ¿Es la comunicación una prioridad para ti? ¿Puedes inspirar y motiva a otros? ¿expresas tu visión de tal manera que gente sea campas de entenderla, asimilarla e implementarla? Cuando hablas una a una con las personas ¿eres capaz de establecer un vínculo con ellos?
Hay que atender no sólo lo que digo, sino cómo lo digo. Es necesario darse cuenta si se cumplen las características de un mensaje asertivo: decir la verdad, en el lugar adecuado, a las personas adecuadas, en el momento adecuado, con las palabras adecuadas y con los sentimientos adecuados.
Un hombre iba a hablar por primera vez en público y le pidió un consejo a su mentor que le respondió: “Escribe una apertura estimulante que pueda cautivar a todos en la audiencia. Después escribe un resumen y una conclusión dramáticos que haga que la gente desee actuar. Después pónlos tan juntos como sea posible”
Cuántas veces hemos escuchado decir: Ese profesor sabe mucho, pero no lo sabe comunicar, lo que hace que su evaluación no sea la mejor. Aún más, muchas veces nos dañamos negocios, alianzas y perdemos oportunidades por no sabernos comunicar. John Maxwell, en su libro las 21 cualidades indispensables de un líder, plantea las siguientes verdades básicas para la comunicación:
• Simplifica tu mensaje: La comunicación no es sólo lo que se dice, sino cómo se dice. Olvídate de impresionar a la gente. Muchas veces por intentar aparecer como una persona que sabe mucho, nos enredamos y terminamos comunicándonos mal. Otra veces lo que hacemos es tener una actitud muy barroca y llenamos de tantos matices y adornos las frases y los textos que terminan siendo realmente inteligibles. Si quieres que te comprendan, sé sencillo y claro en lo que quieres comunicar. No exageres, ni creas que entre más enredado, más fama de “sabio” vas a tener.
• Mira a la persona: Los buenos comunicadores se concentran en las personas con las que se están comunicando. Nada más aburrido y desmotivador que alguien que está tratándose de comunicar con uno y está concentrado en todo menos en uno. Todos queremos ser atendidos y entre más importantes nos sintamos con el otro; más abiertos estaremos a su mensaje. Pregúntate esto: ¿Quién es mi audiencia? ¿Cuáles son sus preguntas? ¿ Cuáles son las necesidades a suplir? ¿cuánto tiempo tengo para hablarles?
• Muestra la verdad: La credibilidad precede a la gran comunicación. Para ser creíble, cree primero en lo que dices y vívelo. Nadie puede impactar a otro si antes no está impactado por el mensaje que quiere comunicar. Además debemos tener claro que la coherencia da credibilidad. Por ello hay que tener claro que debo creer en lo que digo y a la vez debo vivirlo, o por lo menos que sepan que lo estoy intentando.
• Busca una respuesta: Recuerda que el objetivo de la comunicación es la acción. Por tanto al hablar dales algo que sentir, algo que recordar y algo que hacer.
Te pregunto: ¿Cómo evalúas tu capacidad de comunicarte con otros? ¿Es la comunicación una prioridad para ti? ¿Puedes inspirar y motiva a otros? ¿expresas tu visión de tal manera que gente sea campas de entenderla, asimilarla e implementarla? Cuando hablas una a una con las personas ¿eres capaz de establecer un vínculo con ellos?
Hay que atender no sólo lo que digo, sino cómo lo digo. Es necesario darse cuenta si se cumplen las características de un mensaje asertivo: decir la verdad, en el lugar adecuado, a las personas adecuadas, en el momento adecuado, con las palabras adecuadas y con los sentimientos adecuados.
Un hombre iba a hablar por primera vez en público y le pidió un consejo a su mentor que le respondió: “Escribe una apertura estimulante que pueda cautivar a todos en la audiencia. Después escribe un resumen y una conclusión dramáticos que haga que la gente desee actuar. Después pónlos tan juntos como sea posible”
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viernes, 2 de marzo de 2012
Dueño de mí
Entre las realidades auténticamente humanas ocupa un lugar importante el ser dueño de mí, dueño de mis opciones, de mis emociones, de mis pensamientos, dueño para decidir qué hago con mi vida, qué sentido le doy, qué acepto y qué rechazo. Y ser dueño implica asumir las responsabilidades de lo que soy y de lo que hago con esta vida mía. En este sentido, no puedo estar echándole la culpa a terceros por aquello que pasa en mi ser. No está bien convertirme en uno que explica todo lo que le pasa a través de las decisiones de otros y no las propias. No resulta conveniente el asumir que soy dueño de mi vida para tomar decisiones, pero no soy igual de dueño para responder por las consecuencias de mis decisiones.
Así como soy el dueño de mi vida -en la libertad que me fue dada como un don- y nadie puede optar por mí, sino que eso es algo que me corresponde, del mismo modo tampoco nadie tendrá que asumir las consecuencias de mis opciones. Como soy libre, también soy responsable. Y para que pueda ser feliz en libertad, siendo dueño de mí, debo estar por encima de apegos. Los apegos me restan libertad, y también me terminan haciendo esclavo suyo. Un cantante sabio decía “terminamos siendo esclavos de aquello que conquistamos”. El dueño del tesoro termina viviendo para cuidarlo y su vida se reduce a eso. Ese apego de algo, aparentemente bueno, agradable, deseable, nos resta vida, verdadera vida.
Entre más apegos tenemos, más vamos necesitando de ellos. Por eso uno ve gente que ya no es feliz, que no podría serlo, si le quitan el internet, el teléfono celular, la televisión, la ropa de marca, la rumba, etc. Y entre más falsas necesidades tiene, más cosas necesita. Es un círculo vicioso en el que muchos caemos. La sociedad nos va construyendo para que seamos consumidores. Y consumimos lo que nos dicen que hay que consumir. Para ser gente, ahora necesitamos más cosas, valorarnos a través de ellas, darle sentido a lo que somos desde nuestras pertenencias. Y ya no somos señores de las necesidades que tenemos y del modo cómo las satisfacemos; sino que estamos a la deriva de lo que manden los mercados, de lo que digan, lo que propongan, lo que ordenen.
Así vamos como veletas, dejando que alguien distinto ocupe el liderazgo de mi proyecto de vida. Y cada vez que nos venden algo nuevo, yo debo tenerlo; porque si no lo tengo valgo menos, soy menos capaz, no alcanzo a validarme. Y, firmemente, creo que para ser felices, además de ser dueños de nosotros, de estar libres de apegos y de ser señores de nuestras necesidades, es urgente que seamos líderes de nuestro proyecto de vida. Que dictemos el rumbo de nuestros pasos. Que ordenemos los recursos con los que contamos. Que proyectemos cómo superar las dificultades que se nos ponen en frente tomando decisiones basadas en análisis inteligentes de las situaciones y en proyecciones válidas de nuestras acciones. Ser líder de mí mismo implica una actitud atenta frente a lo que pasa, despierta, viva. Un líder no deja a otros su trabajo, ni espera que las cosas se solucionen solas.
Por último, para vivir felices de verdad es fundamental reconocer que soy digno, que merezco ser amado. No para vivir mendigando amor, ni para rogarle a otros que me quieran; sino por el contrario para descubrir que nuestro valor es algo que vive en nosotros y que quien lo descubre lo aprecia. Quien decide amarme lo hace, no puedo influir en esa decisión; ni la de aquel que decide dejar de hacerlo. Lo que sí puedo es responder al amor, del mismo modo que ser fiel a mi propio valor para que éste genere un tipo de relación conmigo. Quien se ama no acepta relaciones que irrespeten su amor, ni busca irrespetar el amor de los otros. Alguien sano y feliz, comprende y asume que su vida es un acto de amor libre y libremente lo vive.
Así como soy el dueño de mi vida -en la libertad que me fue dada como un don- y nadie puede optar por mí, sino que eso es algo que me corresponde, del mismo modo tampoco nadie tendrá que asumir las consecuencias de mis opciones. Como soy libre, también soy responsable. Y para que pueda ser feliz en libertad, siendo dueño de mí, debo estar por encima de apegos. Los apegos me restan libertad, y también me terminan haciendo esclavo suyo. Un cantante sabio decía “terminamos siendo esclavos de aquello que conquistamos”. El dueño del tesoro termina viviendo para cuidarlo y su vida se reduce a eso. Ese apego de algo, aparentemente bueno, agradable, deseable, nos resta vida, verdadera vida.
Entre más apegos tenemos, más vamos necesitando de ellos. Por eso uno ve gente que ya no es feliz, que no podría serlo, si le quitan el internet, el teléfono celular, la televisión, la ropa de marca, la rumba, etc. Y entre más falsas necesidades tiene, más cosas necesita. Es un círculo vicioso en el que muchos caemos. La sociedad nos va construyendo para que seamos consumidores. Y consumimos lo que nos dicen que hay que consumir. Para ser gente, ahora necesitamos más cosas, valorarnos a través de ellas, darle sentido a lo que somos desde nuestras pertenencias. Y ya no somos señores de las necesidades que tenemos y del modo cómo las satisfacemos; sino que estamos a la deriva de lo que manden los mercados, de lo que digan, lo que propongan, lo que ordenen.
Así vamos como veletas, dejando que alguien distinto ocupe el liderazgo de mi proyecto de vida. Y cada vez que nos venden algo nuevo, yo debo tenerlo; porque si no lo tengo valgo menos, soy menos capaz, no alcanzo a validarme. Y, firmemente, creo que para ser felices, además de ser dueños de nosotros, de estar libres de apegos y de ser señores de nuestras necesidades, es urgente que seamos líderes de nuestro proyecto de vida. Que dictemos el rumbo de nuestros pasos. Que ordenemos los recursos con los que contamos. Que proyectemos cómo superar las dificultades que se nos ponen en frente tomando decisiones basadas en análisis inteligentes de las situaciones y en proyecciones válidas de nuestras acciones. Ser líder de mí mismo implica una actitud atenta frente a lo que pasa, despierta, viva. Un líder no deja a otros su trabajo, ni espera que las cosas se solucionen solas.
Por último, para vivir felices de verdad es fundamental reconocer que soy digno, que merezco ser amado. No para vivir mendigando amor, ni para rogarle a otros que me quieran; sino por el contrario para descubrir que nuestro valor es algo que vive en nosotros y que quien lo descubre lo aprecia. Quien decide amarme lo hace, no puedo influir en esa decisión; ni la de aquel que decide dejar de hacerlo. Lo que sí puedo es responder al amor, del mismo modo que ser fiel a mi propio valor para que éste genere un tipo de relación conmigo. Quien se ama no acepta relaciones que irrespeten su amor, ni busca irrespetar el amor de los otros. Alguien sano y feliz, comprende y asume que su vida es un acto de amor libre y libremente lo vive.
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lunes, 27 de febrero de 2012
A palabras necias… palabras sabias
Si buscáramos en la Palabra de Dios el mensaje de salvación y dejásemos de preguntarnos tonterías; si descubriésemos la manera profunda cómo nos revela el plan de Dios, que no es otra cosa que nuestra felicidad. Si nos interesara más descubrir lo que me está diciendo, lo que me reta a vivir, lo que me muestra sobre los errores humanos con los que convivo, acepto y asumo. La Palabra es reto para mí, es Palabra para mí, para que descubra que no estoy tan bien como creo, pero que puedo vivir a plenitud cuando renuncio a todo lo que no conviene.
Por ejemplo, cuando leo Marcos 6,1-6, me doy cuenta de que ni Jesús de Nazaret se salvó de los prejuicios que los seres humanos tenemos (desarrollamos, creemos y hasta contamos) de los otros. Desde esos juicios nuestros de los demás, los juzgamos (y hasta sentenciamos). Entiendo que se trata de una “manía” humana de la que nos tendríamos que liberar si queremos conocer y amar a los otros tal cual son.
Me impresiona que ante la enseñanza y el poder sanador de Jesús, sus familiares y coterráneos se hayan extrañado y preguntaran ¿de dónde le viene a éste tal sabiduría? ¿No es este el hijo de María? ¿No es este el carpintero? Por conocer su origen -y seguro que por tener un rótulo sobre Jesús y su familia- no pueden aceptar que predique tan bien y que el poder de Dios se haga presente a través suyo. Es lo mismo que nos pasa con nosotros a la gente. Nos hacemos unos preconceptos de la gente y desde allí la juzgamos sin permitirle ser verdaderamente.
¿Cuántos seres humanos están condenados a hacer lo que no quieren ni les interesa por los rótulos que otros a su lado le han impuesto? ¿Cuántos hijos se han convertido en seres humanos de actuaciones perversas porque sus padres desde pequeños los convencieron de serlo por el rotulo de “ovejas negras”?
Creemos que conocemos al otro y con nuestros comentarios le tratamos de enmarcar unos límites que no puede traspasar. Esto está relacionado macabramente con la tendencia que tenemos de no querer decepcionar a los otros. Vivimos la vida tratando de agradar a los demás aunque eso comprometa nuestra felicidad.
Nos enseñaron a ser y hacer lo que los otros quieren, so pena de ser rechazados y marginados de los grupos a los que queremos pertenecer. Nos mimetizamos para ser aceptados; negociamos la convicciones, negociamos lo que sea con tal de que nos quieran, nos incluyan, se nos tenga en cuenta. Pero de nada vale jugar ese juego; Cioran, un pensador contemporáneo, decía que no vale la pena suicidarse si todavía quedaba gente por decepcionar. Y lo entiendo como que el sentido de la vida está muy conectado con ser lo que somos verdaderamente y no con lo que la gente quiere que seamos.
Hoy los invito a decepcionar a aquellos que están seguros de que somos malos, o incapaces; decepcionemos a los que nos miran con desprecio porque nos creen poca cosa; es el momento de frustrar a quienes basados en los errores del pasado creen y vociferan que no hay solución para nuestra vida. Les invito a decepcionar a todos aquellos que han apostado porque serían derrotados. Es tiempo de dejar con los crespos hechos a quienes alquilaron balcón para ver nuestra caída definitiva. Seguramente tienes gente interesada en verte en el suelo para sacar pecho diciendo “yo sabía, ese no servía para nada”.
Decepciona a los que quieren convertirte a la lógica del odio, a quienes hablando mal de ti esperan que hagas lo mismo. Decepciona al que están convencidos de que vas a pagar mal con mal. Haz el quite a quien proclama que no puedes salir adelante y que estás condenado a fallar. Hay que ser indiferentes a esos comentarios y comprometernos con los valores que tenemos en nuestro corazón.
Por ejemplo, cuando leo Marcos 6,1-6, me doy cuenta de que ni Jesús de Nazaret se salvó de los prejuicios que los seres humanos tenemos (desarrollamos, creemos y hasta contamos) de los otros. Desde esos juicios nuestros de los demás, los juzgamos (y hasta sentenciamos). Entiendo que se trata de una “manía” humana de la que nos tendríamos que liberar si queremos conocer y amar a los otros tal cual son.
Me impresiona que ante la enseñanza y el poder sanador de Jesús, sus familiares y coterráneos se hayan extrañado y preguntaran ¿de dónde le viene a éste tal sabiduría? ¿No es este el hijo de María? ¿No es este el carpintero? Por conocer su origen -y seguro que por tener un rótulo sobre Jesús y su familia- no pueden aceptar que predique tan bien y que el poder de Dios se haga presente a través suyo. Es lo mismo que nos pasa con nosotros a la gente. Nos hacemos unos preconceptos de la gente y desde allí la juzgamos sin permitirle ser verdaderamente.
¿Cuántos seres humanos están condenados a hacer lo que no quieren ni les interesa por los rótulos que otros a su lado le han impuesto? ¿Cuántos hijos se han convertido en seres humanos de actuaciones perversas porque sus padres desde pequeños los convencieron de serlo por el rotulo de “ovejas negras”?
Creemos que conocemos al otro y con nuestros comentarios le tratamos de enmarcar unos límites que no puede traspasar. Esto está relacionado macabramente con la tendencia que tenemos de no querer decepcionar a los otros. Vivimos la vida tratando de agradar a los demás aunque eso comprometa nuestra felicidad.
Nos enseñaron a ser y hacer lo que los otros quieren, so pena de ser rechazados y marginados de los grupos a los que queremos pertenecer. Nos mimetizamos para ser aceptados; negociamos la convicciones, negociamos lo que sea con tal de que nos quieran, nos incluyan, se nos tenga en cuenta. Pero de nada vale jugar ese juego; Cioran, un pensador contemporáneo, decía que no vale la pena suicidarse si todavía quedaba gente por decepcionar. Y lo entiendo como que el sentido de la vida está muy conectado con ser lo que somos verdaderamente y no con lo que la gente quiere que seamos.
Hoy los invito a decepcionar a aquellos que están seguros de que somos malos, o incapaces; decepcionemos a los que nos miran con desprecio porque nos creen poca cosa; es el momento de frustrar a quienes basados en los errores del pasado creen y vociferan que no hay solución para nuestra vida. Les invito a decepcionar a todos aquellos que han apostado porque serían derrotados. Es tiempo de dejar con los crespos hechos a quienes alquilaron balcón para ver nuestra caída definitiva. Seguramente tienes gente interesada en verte en el suelo para sacar pecho diciendo “yo sabía, ese no servía para nada”.
Decepciona a los que quieren convertirte a la lógica del odio, a quienes hablando mal de ti esperan que hagas lo mismo. Decepciona al que están convencidos de que vas a pagar mal con mal. Haz el quite a quien proclama que no puedes salir adelante y que estás condenado a fallar. Hay que ser indiferentes a esos comentarios y comprometernos con los valores que tenemos en nuestro corazón.
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martes, 14 de febrero de 2012
Pruebas de Dios
Los test están de moda. Hay para todo. Y cada vez nos gustan más. Están los que sirven para saber si los aparatos electrodomésticos sirven y ayudan a verificar la relación «calidad-precio». En otros test se miden las facultades intelectuales de los estudiantes. Hay test para saber si supuestamente eres compatible con otra persona para ser pareja. Hay test para saber si tu pelo está reseco. O para descubrir la capacidad de adaptación de un empleado. Por medio de un test se acorrala a un candidato para comprobar su capacidad de resistencia. Hasta en las redes sociales hay test para todo. Uno ve que la gente contesta encuestas de todo en el facebook y cree en los resultados de esos test: que si tu novio te es infiel, llena esto y sabrás… que si eres más inteligente que el promedio, responde las preguntas… que si eres más lindo que el resto del planeta, manda tu foto y será calificada.
Y esto de probar y de probarse no es algo nuevo. Al ser humano le fascinan las supuestas pruebas y cree en los resultados ciento por ciento, como si ellas garantizaran todo. Por eso a Jesús lo probaron siempre. La gente le pedía señales a donde iba para demostrar que era el Mesías. Es más, hasta último minuto podemos oír las burlas al pie de La cruz: «¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo! Es rey de Israel: pues que baje ahora y creeremos en el!». Ultima prueba y último test que esperan que supere; pero Jesús no aprobará el examen de recuperación: morirá. No como ahora que los estudiantes son malos todo el año y recuperan en un minuto lo que no estudiaron el año completo. Jesús no, Él muere para convencer a todos de que esa es una lógica equivocada, esa del odio y esa de estar siempre probando a Dios.
¿Habrá confirmado Dios la decisión de los hombres? Hasta los discípulos dudaron. Someter a Dios a prueba... ¡Que nos dé garantías y aceptaremos (¿quizás?) comprometernos! Que demuestre la rentabilidad de lo que propone. y respetaremos sus exigencias! Someter a Dios a prueba, conocer de dónde viene y adónde nos lleva, calcular y sopesar lo que el ofrece y lo que nosotros damos, en lugar de abandonarse y entregarse.
El único test que Dios soporta es el riesgo de una palabra que se da y la locura de una vida que se compromete. El amor no se mide; no conoce otro modo de probarse que su propia existencia. Era La fiesta de las Tiendas, en la época de la vendimia, es decir, de la cosecha de la uva.... Jesús ya había aceptado la prueba. Irá al lugar de la cruz. El vino sólo existe para ser tomado, no tiene sentido si se almacena eternamente.
Yo no quiero ponerte a prueba con nada, Dios tampoco quiere eso. Pero sí quiere verte feliz, sí quiere que te sientas contento de lo que eres y lo que haces. Dios quiere que seas feliz de verdad, con todo, sin quedarte jamás con las manos vacías. Es momento de encontrar el camino, de decidirte a andar por él, sin estar probando, sino con una decisión: lanzándote a vivir de verdad, con la única certeza de que estás intentando de verdad algo bueno para ti, para tu vida, para tu proyecto.
Sólo la certeza de tu corazón podrá decidir a qué le apuestas; y eso es algo que va más allá de las comprensiones, de las pruebas, de los grados de fiabilidad que tenga algo, porque escapa a la comprensión racional. No estoy diciendo que no sea racional, sino que, al contrario, incluye elementos y dimensiones humanas que se suman a la razón y que sumadas son más, elementos tan importantes y definitivos que definen también nuestra humanidad.
Y esto de probar y de probarse no es algo nuevo. Al ser humano le fascinan las supuestas pruebas y cree en los resultados ciento por ciento, como si ellas garantizaran todo. Por eso a Jesús lo probaron siempre. La gente le pedía señales a donde iba para demostrar que era el Mesías. Es más, hasta último minuto podemos oír las burlas al pie de La cruz: «¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo! Es rey de Israel: pues que baje ahora y creeremos en el!». Ultima prueba y último test que esperan que supere; pero Jesús no aprobará el examen de recuperación: morirá. No como ahora que los estudiantes son malos todo el año y recuperan en un minuto lo que no estudiaron el año completo. Jesús no, Él muere para convencer a todos de que esa es una lógica equivocada, esa del odio y esa de estar siempre probando a Dios.
¿Habrá confirmado Dios la decisión de los hombres? Hasta los discípulos dudaron. Someter a Dios a prueba... ¡Que nos dé garantías y aceptaremos (¿quizás?) comprometernos! Que demuestre la rentabilidad de lo que propone. y respetaremos sus exigencias! Someter a Dios a prueba, conocer de dónde viene y adónde nos lleva, calcular y sopesar lo que el ofrece y lo que nosotros damos, en lugar de abandonarse y entregarse.
El único test que Dios soporta es el riesgo de una palabra que se da y la locura de una vida que se compromete. El amor no se mide; no conoce otro modo de probarse que su propia existencia. Era La fiesta de las Tiendas, en la época de la vendimia, es decir, de la cosecha de la uva.... Jesús ya había aceptado la prueba. Irá al lugar de la cruz. El vino sólo existe para ser tomado, no tiene sentido si se almacena eternamente.
Yo no quiero ponerte a prueba con nada, Dios tampoco quiere eso. Pero sí quiere verte feliz, sí quiere que te sientas contento de lo que eres y lo que haces. Dios quiere que seas feliz de verdad, con todo, sin quedarte jamás con las manos vacías. Es momento de encontrar el camino, de decidirte a andar por él, sin estar probando, sino con una decisión: lanzándote a vivir de verdad, con la única certeza de que estás intentando de verdad algo bueno para ti, para tu vida, para tu proyecto.
Sólo la certeza de tu corazón podrá decidir a qué le apuestas; y eso es algo que va más allá de las comprensiones, de las pruebas, de los grados de fiabilidad que tenga algo, porque escapa a la comprensión racional. No estoy diciendo que no sea racional, sino que, al contrario, incluye elementos y dimensiones humanas que se suman a la razón y que sumadas son más, elementos tan importantes y definitivos que definen también nuestra humanidad.
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miércoles, 1 de febrero de 2012
Unas Palabras de Reflexión
Hay un cierto desprecio por la gente soltera -es más con maldad se les dice solteronas- es decir, por los que no se han casado –por a, b, c d, razones-, se les mira como si fueran fracasados o como si estuvieran incompletos. Sin son mujeres se les ve con un dejo de pobrecitas, hay que presentarles a alguien para que les haga el favor, si son hombres inmediatamente se les coloca el aparato –no digo el nombre para evitar molestias- que mida que tan varones son, ya que si es soltero, a esa edad es sospechosa su virilidad.
Es tal la presión que algunas mujeres que no han encontrado su pareja por distintas razones se desesperan y se meten con el primero que proponga algo, así no cumpla ninguno de los requisitos que ella en el pasado habría tenido en cuenta al elegir pareja. Eso genera más problemas que soluciones, y terminan sufriendo sin necesidad. También algunas mujeres que se ha separado –en algunos casos porque nunca se debieron casar con esa pareja- o simplemente porque fueron abandonadas por ellas o ha fallecido su esposo, tienen que conseguir “alguien” con quien estar “sea quien sea”, no importa si es un jovencito de la edad de su hijo, o una persona que, también, la hacer sufrir, lo importante es que pueda contarles a sus amigas que tiene alguien con quien “matar” sus excitantes deseos o presentar en publico su nueva pareja para no ser blanco de los chismes y de los comentarios mal intencionados.
El caso de los hombres es un poco menos tensionante –dolorosamente esta sociedad sigue siendo machista- pero también se les somete a una critica constante hasta que algunos deciden “casarse” o “juntarse con alguien” sin importar si realmente se le ama o no, pero hay que despejar la duda pronto de la varonilidad.
La verdad no dudo de la necesidad de pareja para algunos. Creo que es normal y que tienen derecho a tenerla y a buscarla, sin miedos y sin complejos pero también creo que es necesario que aprendamos a respetar y aceptar las decisiones de los otros cuando estos deciden vivir su vida afectiva sin pareja. La soledad no es una desgracias y tiene también sus valiosos espacios. La soledad implica estar libres de algunos compromisos que no siempre son fáciles de llevar, también permite que se sea libre en las relaciones sin tener temor de dañar a nadie que vigila celosamente. Cada ser humano es completo y puede ser feliz sin tener una relación de pareja, ya que no tenerla no implica que no se tenga una vida rica emocional y afectivamente hablando, con amigos, con familiares y con tantas personas que están alrededor.
Uno que decide ser soltero –o que está momentáneamente soltero- no es un enfermo, ni un desgraciado, ni un pobrecito, ni monstruo del cual librarnos. Si fuera cierto esto también lo sería al revés es decir que todo aquel que tiene pareja es bueno, santo, feliz y realizado y tenemos bastantes ejemplos a nuestro alrededor que no nos deja afirmar esto último con tanta severidad. Los seres humanos somos sanos o enfermos aparte de si tenemos o no pareja.
Es claro que esta es un decisión de cada uno. Y que nadie tiene que sentirse frenado a buscar o a no buscar pareja por el comentario o la intromisión de alguien. Cada uno tiene que ser libre de vivir su vida afectiva y de hacerla fructífera en alegrías, gozos y júbilos. Se trata es de ser feliz no de agradar, simplemente, las exigencias de los otros, sabiendo que muchas de esas exigencias son totalmente malsanas.
Me gusta cuando veo algunas personas felices con su parejas. Me encanta cuando algunas personas que se han separado y que han sufrido mucho encuentran con quien compartir la vida pero también me gusta cuando veo que hay gente que ha decidido construir su proyecto de vida sin pareja y se dedica a si mismo y a sus deseos más internos de una manera plena y feliz. Lo importante insisto es que sea fruto de su libertad y se viva en total sanidad.
Creo que hay temas en los que uno tiene que decidir por uno mismo y punto. Tema en los que nadie tiene que meterse –se escuchan consejos pero se decide íntimamente- ya que están conectados al sentido de la vida y ese es muy personal –y hasta intransferible-. Estoy seguro que ni Dios se mete en esas cosas, ya que el siempre respeta la libertad humana.
Es tal la presión que algunas mujeres que no han encontrado su pareja por distintas razones se desesperan y se meten con el primero que proponga algo, así no cumpla ninguno de los requisitos que ella en el pasado habría tenido en cuenta al elegir pareja. Eso genera más problemas que soluciones, y terminan sufriendo sin necesidad. También algunas mujeres que se ha separado –en algunos casos porque nunca se debieron casar con esa pareja- o simplemente porque fueron abandonadas por ellas o ha fallecido su esposo, tienen que conseguir “alguien” con quien estar “sea quien sea”, no importa si es un jovencito de la edad de su hijo, o una persona que, también, la hacer sufrir, lo importante es que pueda contarles a sus amigas que tiene alguien con quien “matar” sus excitantes deseos o presentar en publico su nueva pareja para no ser blanco de los chismes y de los comentarios mal intencionados.
El caso de los hombres es un poco menos tensionante –dolorosamente esta sociedad sigue siendo machista- pero también se les somete a una critica constante hasta que algunos deciden “casarse” o “juntarse con alguien” sin importar si realmente se le ama o no, pero hay que despejar la duda pronto de la varonilidad.
La verdad no dudo de la necesidad de pareja para algunos. Creo que es normal y que tienen derecho a tenerla y a buscarla, sin miedos y sin complejos pero también creo que es necesario que aprendamos a respetar y aceptar las decisiones de los otros cuando estos deciden vivir su vida afectiva sin pareja. La soledad no es una desgracias y tiene también sus valiosos espacios. La soledad implica estar libres de algunos compromisos que no siempre son fáciles de llevar, también permite que se sea libre en las relaciones sin tener temor de dañar a nadie que vigila celosamente. Cada ser humano es completo y puede ser feliz sin tener una relación de pareja, ya que no tenerla no implica que no se tenga una vida rica emocional y afectivamente hablando, con amigos, con familiares y con tantas personas que están alrededor.
Uno que decide ser soltero –o que está momentáneamente soltero- no es un enfermo, ni un desgraciado, ni un pobrecito, ni monstruo del cual librarnos. Si fuera cierto esto también lo sería al revés es decir que todo aquel que tiene pareja es bueno, santo, feliz y realizado y tenemos bastantes ejemplos a nuestro alrededor que no nos deja afirmar esto último con tanta severidad. Los seres humanos somos sanos o enfermos aparte de si tenemos o no pareja.
Es claro que esta es un decisión de cada uno. Y que nadie tiene que sentirse frenado a buscar o a no buscar pareja por el comentario o la intromisión de alguien. Cada uno tiene que ser libre de vivir su vida afectiva y de hacerla fructífera en alegrías, gozos y júbilos. Se trata es de ser feliz no de agradar, simplemente, las exigencias de los otros, sabiendo que muchas de esas exigencias son totalmente malsanas.
Me gusta cuando veo algunas personas felices con su parejas. Me encanta cuando algunas personas que se han separado y que han sufrido mucho encuentran con quien compartir la vida pero también me gusta cuando veo que hay gente que ha decidido construir su proyecto de vida sin pareja y se dedica a si mismo y a sus deseos más internos de una manera plena y feliz. Lo importante insisto es que sea fruto de su libertad y se viva en total sanidad.
Creo que hay temas en los que uno tiene que decidir por uno mismo y punto. Tema en los que nadie tiene que meterse –se escuchan consejos pero se decide íntimamente- ya que están conectados al sentido de la vida y ese es muy personal –y hasta intransferible-. Estoy seguro que ni Dios se mete en esas cosas, ya que el siempre respeta la libertad humana.
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Albert Linero,
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